El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

miércoles, 7 de octubre de 2015

Los Piquinoti: la herencia de Pedro González Galindo (II)

No siempre don Pedro González Galindo prestó dinero, en ocasiones, lo recibió prestado. La falta de liquidez, no solía atesorar su fortuna, era lo común en un hombre que solía invertir rápidamente el dinero. Es lo que ocurrió en 1614, cuando recibió dinero prestado para prestar.
El 17 de septiembre de 1614, se firma escritura de censo ante el escribano Juan de Santillana entre don Francisco del Castillo y el matrimonio formado por Pedro González Galindo y María de Tébar. Ambos firmarían la escritura; en realidad, ella lo haría por medio de un testigo, pues no sabía escribir. Una muestra del papel secundario de las mujeres en aquel tiempo. Caso sangrante
en el caso de María de Tébar, hija de don Diego, alguacil de la Audiencia de Lima, y hermana de uno de los predicadores más reputados en la España de su tiempo, fray Pedro de Tébar. Nos gustaría afirmar la vinculación de este Francisco del Castillo con ese regidor de San Clemente, que el año de antes se vanagloriaba de ser judío, mantenía contactos con la pequeña comunidad portuguesa de San Clemente y acabó saliendo airoso de las acusaciones heréticas de la Inquisición, pero este Francisco lo encontramos en 1639 con 66 años. Nos consta de momento su vecindad en Madrid e intuimos sus intereses económicos en Guadalajara.
La cantidad prestada fue de 6.000 ducados. No creemos que Pedro González Galindo pasase por momentos apurados. De hecho devolvería el dinero en abril de 1616 a los albaceas testamentarios de Francisco del Castillo, fallecido el 12 de septiembre de 1615. El pleito, costoso sin duda, por su hidalguía con el concejo de San Clemente se iniciará dos años después. Ahora Pedro González Galindo toma prestado para prestar. La destinataria del dinero es Isabel de Tébar. ¿Quién es esta mujer? Lo desconocemos, aunque por el apellido intuimos su parentesco con la mujer de don Pedro y los Tébar (en el padrón de alcabalas de 1586 aparece una Isabel de Tébar, hermana del doctor Tébar). Previamente, el tres de abril, había recibido  3.000 ducados de González Galindo y ahora se añadirá por nueva escritura de censo de 17 de noviembre los referidos 6.000 ducados. Ahora bien, la herencia de doña Isabel de Tébar acabaría en manos del colegio de la Compañía de Jesús en Madrid, incluidas las obligaciones contraídas del censo de los Galindo.
Los Galindo se comprometieron a pagar por el censo a Francisco del Castillo unos intereses anuales de 300 ducados, divididos en dos pagas, una en Navidad y otra para San Juan. A cambio pignoraron parte de sus bienes, por entonces libres y no vinculados a mayorazgo alguno, tanto como garantía del principal del censo como de los intereses.
Garantía del principal del censo fueron las 1950 fanegas de trigo situadas sobre las tercias del Marquesado de Villena, correspondientes al juro que por facultad real le había sido concedido el 10 de enero de 1608. González Galindo obtenía así una posición privilegiada en el Marquesado para controlar los excedentes de trigo y su comercialización. La carga obligaba a las villas más populosas del Marquesado y se repartía del siguiente modo: San Clemente debía pagar 150 fanegas de trigo, La Roda, Almansa e Iniesta, 200 fanegas, Villena, 300 fanegas, Chinchilla, 400 fanegas, y Albacete, que incluía a la Gineta, 500 fanegas en total. Del peso de la carga para las villas dan fe las dificultades del concejo de Albacete en 1617 y 1628 para pagar o las ejecuciones para su cobro en los años cuarenta contra la totalidad de las villas obligadas. La carga para las villas, que se vieron obligadas en ocasiones a comprar el grano o redimir las fanegas en dinero, era pareja al beneficio que obtenía Pedro González Galindo, que especulando con el trigo excedentario lo colocaba en el mercado a precios de 20 reales, llegando en años de necesidad a los 30 reales.
Junto al juro de las 1950 fanegas, se hipotecó otro juro de 285.943 maravedíes de renta anual sobre las alcabalas del Marquesado, escriturado con fecha de 2 de abril de 1606, que, como vimos, nos aparecerá en 1639, a favor ya de Francisco María Piquinoti y su mujer, incorporado al mayorazgo. En cualquier caso, se trataba de un juro de unos 11.000 ducados de principal, si tenemos en cuenta que el interés anual rondaba el 7 por ciento. La razón por la que los intereses de treinta años después son menores reside en que se vería expuesto a una de esas conversiones de deuda de los Austrias que reduciría sus réditos en dos puntos.
Si las condiciones del préstamo habían sido favorables, el cinco por ciento de interés, no lo fueron tanto las garantías. Francisco del Castillo exigió prendas adicionales por posibles impagos de los 300 ducados anuales. Uno de los bienes hipotecados fueron las casas de la residencia familiar. Por entonces, don Pedro González Galindo vivía en Madrid, aún no había dado el paso para ser aceptado como vecino en San Clemente. Quizás ya era cofrade de Nuestra Señora de Septiembre, y como contará algún testigo, en su posterior expediente de hidalguía, ya se le veía pasear con su mujer por las calles del pueblo. Pero aún no había adquirido el palacio que hoy vemos derruido en San Clemente ni había ocurrido el incidente, cuando como hidalgo que pretendía ser, pidió refacción de la sisa de la carne. La negativa a expedir la correspondiente cédula por el ayuntamiento sería detonante del pleito de siete años que se vio en la Sala de los Hijosdalgo de la Chancillería de Granada. ¿Dónde vivía en Madrid? La escritura de censo nos lo dice: unas cassas que tenemos en esta villa de Madrid, en la dicha parroquia de San Luis, en la calle de Alcalá, con preuilegio de exención perpetua de güesped de corte que alindan por la una parte con cassas de doña francisca de salaçar y de la otra con un mesón que está en un rincón pegado a las cassas que llaman el mesón de Juan García.
Claro que nos haremos una idea más nítida de la irrupción de aquel indiano enriquecido, que era don Pedro González Galindo, dispuesto a comprar las rentas del Marquesado de Villena a golpe de doblones de oro y reales de plata, si analizamos las dos siguientes cauciones. La primera son los diez mil ducados contra los propios de la villa de San Clemente, que ya conocemos. La segunda nos asombra más. El 22 de mayo de 1608, ante el escribano de San Clemente y en esta localidad, Bartolomé de Celada, don Pedro González Galindo presta 20.0000 ducados al marqués de los Vélez, adelantado mayor del Reino de Murcia. Aunque en condiciones benignas, el cinco por ciento de interés, que nos permiten suponer una rápida redención del censo, pues no aparece entre los legados por don Pedro, la suma da idea de la riqueza acumulada por los Galindo y el poder regional que estaban adquiriendo. Su presencia en la corte y su alianza con los genoveses por el matrimonio de Francisco María Piquinoti con su hija Antonia, prepararían el terreno para su encumbramiento a la nobleza regional de la mano del nieto Benito González Galindo. Para entonces sus intereses habían saltado de San Clemente a Murcia.
Pedro González Galindo siempre quiso volver a San Clemente. Hacia 1620, la villa todavía era una sociedad abierta, dinámica y deslumbrante. A diferencia de Villarrobledo o Albacete, que inician un rápido proceso de decadencia, San Clemente, conocida como la pequeña corte de la Mancha, parece ligar su destino a la corte de Madrid y a la suerte de la política del conde duque Olivares. En los años veinte, la villa todavía mantiene su población, la plaza pública sigue ornamentándose con sus arcos, se representan comedias, las octavas del Corpus Christi, son motivo de rivalidad entre los regidores más notorios, para desde su beneficencia organizar fiestas, adquirir popularidad y, por ende, poder. Es a esta villa cosmopolita e ilustrada, que incluso se permite el lujo de crear una zona de recreo popular en la zona de la Celadilla, donde desean volver Pedro González Galindo y su mujer María de Tébar. Su vanidad parece colmada cuando es aceptado como hidalgo en aquella sesión del ayuntamiento de mayo de 1623 y las resistencias vencidas cinco años después cuando se presenta como familiar del Santo Oficio.
Pero la base de la riqueza de don Pedro es la causa de sus límites. Los excedentes que obtiene de la riqueza de la villa de San Clemente o de las rentas del Marquesado son necesarios para el esfuerzo bélico de la política del conde duque. La España vencedora en las guerras de 1625, cede el paso al primer aldabonazo de su decadencia que anuncia el fiasco de la guerra de Mantua en 1628. San Clemente no es ajena, en su plaza se colocará una bandera para el reclutamiento de hombres con destino a Italia, una compañía de soldados napolitanos, repatriados y heridos, son alojados en la villa. En vano se protesta ante la corte. Lo que vendrá después será peor: la guerra con Francia en 1635 y las guerras interiores de Cataluña y Portugal a partir de 1640. Para entonces, Pedro González Galindo ha fallecido a comienzos de 1634. Poco antes de morir ha dado, o se le ha arrancado, pleno poder a su mujer María de Tébar para disponer de los bienes del mayorazgo fundado por ambos.
El conflicto por la herencia surge entre la viuda y el primogénito del mismo nombre que el padre. Conocemos las alegaciones de derecho del pleito, poco importa la desconocida sentencia y el compromiso al que se llegó, la fortuna recaerá en Antonia González Galindo y su marido Francisco María Piquinoti. Sin embargo, la desgracia se ceba con la familia, los negocios de Francisco María caen en el desorden, cuando muere su administrador. Lo peor es que un desesperado Francisco María Piquinoti ante una contabilidad anárquica cae en la locura para morir en ese año de 1641. Se hace preciso que su hermano Andrea venga de Flandes a reorganizar los negocios familiares.
La viuda se casa de nuevo, esta vez con Pedro de Velasco y Echauz, caballero de la orden de Alcántara, que asumirá la dirección de los negocios de los Galindo, intentado preservar el cobro de las rentas. Partiendo del acuerdo de 1634, que había consignado la renta de la escribanía del concejo de San Clemente para pago de los 500 ducados de los réditos del censo tomado, se llega a una nueva concordia con el ayuntamiento de San Clemente en 1647, que se compromete a reservar un tercio de la renta de sus propios al pago anual de los censos. Se dará prioridad a este censo sobre los algo más de novecientos reales destinados al pago de otro censo tomado de Isabel de la Cadena, ya fallecida.
En estos años difíciles los Galindo sabrán mantener su hacienda, que prácticamente llegará integra al sucesor Benito González Galindo Piquinoti. La muerte de Antonia Galindo el 23 de mayo de 1663, no parece alejarse de la de otros Origüela, lo hace en Madrid, ajena a la tierra solar de la familia. No hará testamento sino tres días antes, preocupada más por la salvación de su alma, que por su hacienda. Nombrará por albaceas a su hermana Petronila y a un fraile trinitario, Lorenzo de la Cruz. Pero el hijo Benito tenía interés más terrenales, y se arrogará los poderes conferidos a su tía y al fraile, para disponer de la hacienda familiar, como vemos a la hora de disponer de un censo impuesto contra los bienes del capitán Juan de Plaza, vecino de Villarejo de Fuentes.
Con Benito la familia se apartará definitivamente de San Clemente. Las relaciones se reducirán al continuo e intermitente pleito de los propios consignados al pago de los 10.000 ducados. La evolución familiar girará en torno a la política municipal de Murcia. Benito además conseguirá el título de Conde de Villaleal en 1674, tras comprar una pequeña aldea de Huete, Carrascosilla, a la que se cambiará el nombre por el mencionado de Villaleal. La aldea había sido comprada en 1639 por otro conocido de la villa de San Clemente, Pedro Piñán del Castillo, que, apremiado por las deudas, había sido incapaz de mantenerla.



FUENTES:

AGUN. FONDO PÉREZ SEOANE. Familia Piquinoti- Censo de 6.000 ducados contra Pedro González Galindo y a favor de Francisco del Castillo. 1614
AGUN. FONDO PÉREZ SEOANE. Familia Piquinoti. Poder de Petronila González Galindo a favor de Diego Fernández, cedido a Benito Galindo Piquinoti. 1663
AGUN. FONDO PÉREZ SEOANE. Familia Piquinoti. Concordia entre Pedro Velasco Y Echauz y el concejo de San Clemente para pago de los réditos del censo de 10.000 ducados. 1647


Escudo de Pedro González Galindo en el palacio Piquinoti
http://sanclemente.webcindario.com/index.php

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