El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

lunes, 2 de mayo de 2016

Cómo los Garnica entroncaron con la Grandeza de España (1593): el buen nombre de la familia

El Consejo Real tendría conocimiento del desposorio de San Clemente con fecha de veinte octubre, ordenando al corregidor que iniciara una serie de pesquisas tendentes  a averiguar lo sucedido. Las informaciones de testigos se desarrollaron a lo largo del día 31 de octubre de 1593; el corregidor elegiría personas próximas y de confianza, pero con influencia y poder en la villa, pues con sus testimonios se trataba de demostrar la poca calidad y nobleza de los Garnica.

El primero de los testigos llamados sería Martín Alfonso de Buedo, tesorero de rentas reales de Marquesado de Villena. Avecindado en San Clemente, este hombre contaba  con treinta y tres años. Doce años después, en 1605, moriría. Su repentina muerte, dejaría a su viuda Catalina de Buedo incapaz de defender los derechos a la tesorería de su hijo menor Martín, frente a su tío. Le seguiría en las declaraciones el licenciado Alonso Ruiz de Villamediana, de 62 años, de familia cristiana vieja y con fama de limpia y noble en la villa, y cerrarían los testimonios dos Ortega. Francisco de Ortega, el padre, de 64 años, ya había cedido el testigo familiar a su hijo Rodrigo, el futuro señor de Villar de Cantos, y fundador del mayorazgo familiar junto a su esposa Ana Rosillo años después. Rodrigo de Ortega era regidor perpetuo de la villa y contaba entonces con 32 años.

Las declaraciones de estos testigos obviaron las acusaciones contra el cura Tébar, para centrarse en las calidades de los Garnica. No es extraño, pues Francisco de Ortega estaba casado con una Tébar de nombre Jimena. En la declaración de otros como Martín Alfonso de Buedo debió pesar más su proximidad al poder público ostentado por el corregidor, pues él también desempeñaba un cargo público. Es más dudosa la declaración de Alonso Ruiz de Villamediana y el interés que podía tener en declarar contra los Garnica, pero fue la declaración que más detalles aportó. Por el licenciado Ruiz de Villamediana, sabemos que el día del matrimonio, cinco de octubre, fue martes y que en el pueblo no se supo nada del mismo hasta el domingo 10 de octubre, cuando el matrimonio fue denunciado en la Iglesia Mayor de Santiago

este testigo no supo del dicho desposorio hasta o quatro o cinco días después de hecho porque dicen que fue secreto e sin amonestaciones y que el probisor deste obispado de Quenca había dado licencia para que se desposasen de presente syn denuciación alguna y que después de desposados se hiciesen, e ansí después una fiesta oyó este testigo denunciarlos en la yglesia desta uilla

la denuncia debió venir desde el púlpito, pero ¿quién hizo la acusación en ausencia del excomulgado doctor Tébar? No lo sabemos. Pero las acusaciones pusieron en acción al corregidor Benavides que veía en este enredo matrimonial la sombra de dos clérigos, el propio doctor Tébar y Tristán Pallarés. Pero si en el primer caso, hasta el sacristán puso su pequeña parte en la acusación, nadie se atrevió (a excepción del corregidor) a acusar a Tristán Pallarés. Este clérigo, que había nacido en la época en que murió su antecesor García Pallarés, vivía el final de su vida por estos años y heredará de su antecesor la memoria de aquel noble hombre de clara estirpe para cuantos viajeros pasen ante su epitafio, en la capilla de su nombre; pero al igual que el doctor Tébar era un hombre de su tiempo, ya su tío Tristán Pallarés el viejo estuvo implicado en los sucesos de julio de 1553, ya narrados, y el sobrino andará metido en otros más mundanos, que narraremos, como sus amoríos con la viuda de uno de los Herreros, allá por 1566.

La actuación del corregidor, tras la denuncia, fue inmediata, ordenando el arresto domiciliario de Juana de Valderrama y su hija María y la reclusión de don Jorge en su propia casa. Pero fue especialmente apasionado, tal como denunciará la familia Garnica, en el proceder contra Gaspar Garnica, que sin duda sabedor de lo que se le venía encima había huido a Motilla del Palancar, donde fue apresado y trasladado a la cárcel de San Clemente, para iniciar allí un auténtico calvario. Más suerte debió tener Antonio de Oma Zapata, alejado en Belmonte, bajo el amparo de la jurisdicción privada del marqués de Villena.

Posteriormente vendría la información de los testigos arriba referidos, donde el corregidor Benavides obviaría los temas más escabrosos de las detenciones, para centrarse en la poca calidad del difunto Hernando de Avilés, hombre llano y pechero, y minusvalorar la hidalguía de Juana de Valderrama, por los cuatro costados, pues era gente humilde. Las acusaciones continuarían contra los testigos del matrimonio Antonio de Oma y Gaspar Garnica, cuyo valor de testigos debía ser puesto en entredicho, pues eran deudos de la contrayente. La información sería remitida al Consejo Real por el corregidor Benavides.

Pero los Garnica no estaban dispuestos a jugar el papel de espectadores y víctimas de las diligencias del corregidor. Doña Juana de Valderrama, desde su arresto domiciliario, apoderaría a Diego de Palomares para que se encargara de presentar testigos que defendieran la limpieza, nobleza y calidad de su familia*. Además pidió, en lo que sin duda era un menosprecio a la competencia jurisdiccional del corregidor, que sus testigos fueran examinadas por el alcalde ordinario de la villa de San Clemente, el licenciado Alonso Muñoz. La defensa del honor familiar, en una familia que como pocas en el pueblo podía presumir de nobleza, se intentaba extender a la defensa del buen nombre del difunto Hernando de Avilés, que era un miembro del clan de los Origüela, pero a decir de sus defensores

fue ombre muy principal y onrrado y rregidor perpetuo desta villa de San Clemente hasta que murió muy emparentado con toda la gente más onrrada y noble y principal del pueblo y su comarca y él y sus padres e agüelos e antepasados ostentaron siempre mucha honrra e autoridad y buen punto e como los más delanteros desta tierra e como personas que siempre an podido y valido mucho, tiniendo de ordinario los oficios de alcaldes e rregidores desta villa e de presente es rregidor  perpetuo della Gaspar de Gárnica e Avilés hijo del dicho Hernando de Avilés

Destacamos intencionadamente ese an podido y valido mucho, en lo que tiene de voluntad de anteponer una nobleza fundada más en el mérito y el valor personal, que conduce a la primacía social, por encima de una nobleza de la sangre. Los testigos ratificarían el poder de la familia Avilés-Garnica en la vida municipal sanclementina, pero también la exhibición de ese poder y riqueza con los aderezos propios de su condición hidalga. El primer espaldarazo a los Garnica vino de los Pacheco, en concreto de Francisco Pacheco de Guzmán, que, a sus sesenta años de edad, era propietario de una de las regidurías perpetuas del ayuntamiento. Su testimonio tenía el valor que le daba su propio apellido y fue parco. Pero sería ratificado por el siguiente testigo, Alonso de la Fuente Zapata, aportando los detalles de un hombre mayor de sesenta años que conocía a la familia

conosció a Fortuno de Garnica, padre de la dicha doña Juana, hombre hijodalgo, christiano viejo e muy principal e a Mari Pérez de Oma su madre, hija de Pedro de Oma, hijodalgo executoriado y al dicho Hernando de Avilés su marido... hombre principal y tener casa e criados como tal e aderezos de casa y plata que ningún cavallero de toda la tierra le hazía ventaja... con mucha autoridad e con mucha ventaja en el tratamiento de sus personas como de criados e muy bastecidas e muy regalada la dicha su casa de todo lo necesario y de manera que se tenía particular quenta en esta villa de buen término y buen tratamiento que en la dicha su casa avía

Doña Juana de Valederrama, en palabras de otro testigo, el regidor Llanos de Tébar, a la sazón de 53 años, había procurado que su hija María apareciera como mujer principal de cara a sus vecinos

llevándola siempre delante bien aderezada y vestida con escudero e criadas como hija de padres tan onrrados y principales

Otros testigos, personas principales y mayores de la villa, y en algún caso también deudos, defenderían la hidalguía de los Garnica. Entre ellos, Antón Dávalos Jiménez, de sesenta años, que no había sido precisamente amigo de los Garnica en su juventud, y un deudo, anciano de 73 años, Juan Ángel.

Mientras en la Corte, los derechos de los Garnica estaban representados por el procurador Baltasar Romero, que haría llegar al Consejo Real las informaciones hechas en San Clemente. Conseguirá real provisión para la familia el ocho de noviembre, ordenando la puesta en libertad de los Garnica en el plazo de ocho días. La motivación era que el juez ordinario eclesiástico podía, tal como permitía el concilio tridentino, dispensar de las amonestaciones a su libre albedrío. Con esta provisión, llevada a San Clemente, por Diego Palomares, fue requerido el corregidor Benavides el once de noviembre. Eran testigos Francisco de Astudillo y Alonso de Valenzuela. El corregidor, conocedor sin duda del dicho castellano obedézcase pero no se cumpla, atrasó el cumplimiento de la real provisión a que el Consejo Real se pronunciara sobre las informaciones que él mismo había remitido.

Baltasar Romero pediría el 16 de noviembre se diera nueva sobrecarta para la soltura de sus partes. Se unía a la petición, la querella que, contra el corregidor, presentaba ante el Consejo Real el propio don Jorge Mendoza, que se quejaba de su prisión, que ahora, en condiciones menos benignas, se había trasladado a la casa del ayuntamiento bajo custodia de un alguacil. El Consejo Real decidirá la libertad de los detenidos el 18 de noviembre. Esta vez el corregidor Juan de Benavides cumplirá la orden. A la casa de Juana de Valderrama, acudirá el joven Jorge de Mendoza en busca de la compañía de su esposa María. Poco les duró la felicidad a la pareja, pues hasta allí mandó el corregidor un alguacil para sacar a don Jorge, pues el auto del Consejo Real en modo alguno toleraba la cohabitación de los recién casados sin amonestaciones ni él corregidor estaba dispuesto a permitir tal escándalo público.

Además, el auto del Consejo Real excluía de la libertad a Gaspar de Garnica. Sin duda lo comprometido que había estado el joven en el matrimonio, trayendo a San Clemente a don Jorge de Mendoza, pesaba en su contra; aunque creemos que no tanto como su actitud díscola ante el corregidor, que le profesaba especial inquina, poco dispuesto a tolerar los desacatos de un regidor por joven e inexperto que fuera. Don Juan de Benavides lo tenía, en palabras de su madre,

entre galeotes, haciéndole otras muchas molestias, costas y vejaciones

En la cárcel pública de San Clemente permanecería seis meses Gaspar de Garnica, víctima de la enemistad y obcecación de Juan de Benavides y Mendoza. Y cuatro meses más, contados desde el uno de diciembre, mantendrían su pleito los Garnica.




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*Se puede ver una genealogía bastante acertada de los Oma y Garnica en el blog que abajo detallamos sobre el apellido Granero, aunque ponemos en duda algunas fechas, es destacable la presencia de familias vascas como los Oma en relación con la construcción de edificios religiosos y civiles en la zona.
http://apellidogranero.blogspot.com.es/2011_11_24_archive.HTML



(Imagen): Luis de SALAZAR: Árboles de costados de gran parte de las primeras casas de estos reynos, cuyos dueños vivían el año de 1683. Imprenta de Antonio Cruzado. 1795. Universidad de Laussane, pág. 171. (Donde aparece el apellido Osma, se corresponde con Oma)














AGS. CRC, 434, 7.  El corregidor de San Clemente, Juan de Benavides y Mendoza, contra Jorge de Mendoza, hijo de Iñigo López de Mendoza, y María Garnica Avilés, porque se casaron sin amonestaciones. 1593

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