El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 21 de mayo de 2016

Villarrobledo en 1604 y 1605: los años del hambre, el desabastecimiento y la especulación (III)

                                                                           y por ser como es la nezesidad y poca cosecha de pan tan general si no se acude a el rremedio con tiempo tercia mucha dificultad y esta villa estaría en  peligro de perderse y despoblarse


De esta guisa rezaba la queja de los regidores villarrobletanos en el ayuntamiento celebrado el 11 de julio de 1605. La escasez se había apoderado del Reino. Hasta Villarrobledo había llegado petición de los Inquisidores del Tribunal de Murcia, pidiendo 1.500 fanegas de la próxima cosecha, pero la cosecha se esperaba nefasta, Los labradores todavía disponían de algún trigo pero se negaban a venderlo. El corregidor de San Clemente había suspendido la almoneda para panadear el trigo del pósito en el año venidero y había impuesto el control directo por el concejo del trigo panadeado. Los regidores daban cartas de poder para acudir ante el Consejo Real en Valladolid para obtener licencia para tomar a censo de 20.000 a 24.000 ducados. Por fin, el 21 de julio, quizás para emular la decisión del canónigo Yáñez, con más probabilidad para adelantarse a sus intenciones, se acuerda requisar el grano a los labradores que ya empiezan a cosechar:

mandaron que dos oficiales de este ayuntamiento juntamente con el rregidor Antonio Téllez alcalde ordinario al campo por las heredades de esta villa por su jurisdición a ver el pan que cada un labrador coje y los pegulajeros y a cada uno tomen para el dicho pósito la quantidad de trigo y centeno que les paresciere pueden dar y hagan cala y cata en las dichas heredades sin exceptar persona alguna

Se les pagará a catorce reales la fanega, cuatro reales por debajo del precio fijado por la tasa; sólo se les compensará esa diferencia de cuatros reales medio año después. El embargo se hizo extensivo a las rentas del diezmo e incluso al trigo acumulado por uno de los regidores, Francisco Martínez Bonillo. Se enviaron comisarios a Aragón y Valencia para la compra de trigo, pero previamente se intentó en Toledo cambiar  por plata la moneda de vellón existente en el caudal del pósito; la plata había desaparecido de la circulación en Villarrobledo. Para obtener el pan se mezcló el escaso trigo con el candeal, pero el precio se mantuvo en diez maravedíes la libra, pues la fanega de trigo ya superaba la tasa del año 1600, fijada en 18 reales, yendo más allá de los treinta reales. Se hicieron ensayos para ver la cantidad resultante de la mezcla del trigo con el candeal, por una fanega del primero se obtenían alrededor de 110 libras de pan, por una fanega del segundo, no llegaba a noventa. Se habilitaron 53 panaderos con licencia para la venta, distribuidos en tres puntos de ventas: uno en la plaza del Pozo y dos en la plaza Mayor. En uno de estos últimos puntos se situaba la venta a forasteros, a los que se vendía la libra a doce maravedíes.

El trigo necesario para el pósito se encontró por fin a comienzos de agosto en manos de un vecino de Villar del Águila, tierra de Huete, y sobre todo, en la comarca de Molina de Aragón, donde se envío a dos frailes para tratar la compra de cerca de 10.000 fanegas. Simultáneamente cuatro regidores, cumpliendo órdenes del corregidor, acompañados de alguacil y regidor, registraban el trigo de los labradores.

Los dos frailes se encontraban en la tierra de Molina a fines de agosto, comprando el trigo para el pósito. Los precios, con la cosecha recién recogida, ascendía ya a 30 y 36 reales la fanega de trigo; el doble del fijado por la tasa. Para evitar pérdidas, el concejo villarrobletano decidió subir el precio del pan a doce maravedíes la libra; el mismo que pagaban los forasteros, que pronto, el 2 de septiembre se subiría en dos maravedíes más. Pero los informes que desde Molina mandaba el padre Serrano, uno de los frailes, avisaban de la escasez de trigo en la zona de Molina obligaría a completar las compras en Aragón y que los costes de acarreo elevarían el precio de la libra de pan cocido a 17 maravedíes. Las noticias del fraile y otras negativas, como las del alférez Sebastián de Losa que se había desplazado a Medinaceli, llevaron a desechar la opción aragonesa e intentar comprar el trigo de Cartagena, ofrecido por el Marqués de la Vélez, gracias a la mediación del corregidor. Pero de nuevo se chocaba con la falta de numerario en plata. De hecho, el único dinero aceptado. la generalidad de las transacciones y pagos se hacía con moneda de vellón. Así se volvió de nuevo a la requisa y embargo del trigo del diezmo, que obraba en poder de los fieles, procedente de la reciente cosecha. Claro que el trigo que se procuraba embargar era el correspondiente a las tercias reales, pues el concejo bien se cuidaba de incluir en este embargo la cuarta parte de las rentas decimales, que se pensaba dedicar a la sementera. Para disponer de esta parte se procuraba utilizar el camino de la mediación con la Iglesia de Toledo. En cualquier caso, la parte de trigo embargado correspondiente a las tercias para comienzos de octubre ya estaba en el pósito. Dicho trigo daría lugar a un pleito con la villa de Almagro, a quien se habían arrendado los frutos decimales. En cuanto al trigo para la sementera sería cedido a finales de octubre por la iglesia de Toledo, pero de fiado y a pagar en la cosecha de agosto de 1606, en unas condiciones tan leoninas en los intereses que se decidió pagar al contado. Aunque el problema era el dinero.

Como un agravio en la villa, se debió ver el requerimiento del corregidor de San Clemente, que, con cargo de la parte del diezmo correspondiente a las tercias, decidió asignarse la dotación que, de los cereales villarrobletanos, hacía uso anualmente para su casa y para la casa del alcalde mayor (doscientas fanegas de trigo y ciento cincuenta fanegas de cebada para el corregidor y cien fanegas de trigo y cincuenta de cebada para el alcalde mayor).

El problema de la escasez afecta a todo el corregimiento. El corregidor decide convocar, en la vieja tradición de las juntas del Marquesado, una junta de las diecisiete villas del corregimiento. Se celebrará el domingo 16 de octubre de 1605 en Iniesta y acudirá un regidor o alcalde por villa. Deben acudir con las necesidades de trigo de cada uno de los pósitos locales. Por primera vez, se intenta dar una solución general a las malas cosechas. Se ha concedido licencia real para sacar 300.000 fanegas de trigo del Reino de Aragón para provisión del Reino de Toledo y otras tierras, entre ellas el corregimiento. La junta acordó que el corregidor escribiese al Consejo Real sobre la necesidad de trigo en el corregimiento. La petición sería defendida por Pedro Durango, estante en la Corte, que recibiría un salario de 50 ducados a repartir entre las villas. Las desavenencias vinieron cuando San Clemente y otras villas pidieron socorro económico al resto de villas por la plaga de langosta que estaba azotando sus frutos; Villarrobledo se negó a dárselo con la justificación de que ellos no padecían de esta plaga.

Villarrobledo disponía de otro pósito, el llamado pósito de los pobres, fundado por el doctor Uceda y Torres, cura de la villa. El caudal del dicho pósito, diecisiete mil reales, que obraban en poder del regidor Pedro de Montoya Vizcarra, sería requisado y agregado al caudal del pósito municipal, a cargo de su mayordomo Juan Rosillo. A marchas forzadas, se intentaba acumular suficiente dinero para la compra de trigo para la siembra a la Iglesia de Toledo. Así se conseguía recuperar más de 2.000 reales de algún deudor atrasado del pósito y la villa debió respirar aliviada cuando se conoció la rebaja en un millón de maravedíes del encabezamiento de las rentas reales del suelo de Alcaraz, tierra a la que fiscalmente pertenecía Villarrobledo. Pero a fecha de 13 de noviembre todavía había labradores sin simiente. De nuevo, se intentó obtener la cuarta parte de las rentas decimales de sus tenedores a precio de la tasa.

Durante el invierno, la escasez que vive la villa apenas si se trata  las reuniones del cabildo, hasta que el 13 de febrero de 1606 se recibe mandamiento del corregidor de San Clemente tasando el precio de la venta del pan, a petición del procurador sindico que se queja de que la libra de pan se está vendiendo a un precio superior a doce maravedíes la libra. Pero la situación que se vivía debía ser desoladora. En la vecina San Clemente, sin duda con menos provisiones de trigo que Villarrobledo, el panorama que se nos presenta el 21 de febrero, cuando se decide el reparto de dos mil ducados entre los pobres, es de hambruna:

y este presente año avía sido el más estéril en essa dicha villa y su tierra, que xamás se avía visto, y la gente pobre passava grandísima necesidad y se cayan muertos de anvre: y aunque algunos andavan clamando por las calles, no avía quien tuviesse posibilidad para socorrerlos, ni los que tenían heredades las cultivaban; y se temía que avría de suceder, por la dicha ocasión de aver tanta anvre, alguna enfermedad de peste como la que avía sucedido en essa dicha villa el año de 600 (1)

Las quejas de la villa de Villarrobledo se reavivan el 23 de febrero, cuando llega la noticia de que Villarrobledo debe aportar 30 carros y 90 mulas para la mudanza de la Corte de Valladolid a Madrid.

en esta villa no ay ni se podrán hallar mulas para que puedan servir en la dicha jornada por estar todas hellas muy flacas y decaydas de causa de la gran falta de zebada 

Lógicamente el Rey no podía recibir una simple negativa. Así que a la ritual exposición de motivos, bastante cierta, sobre la esterilidad de los tiempos y la pobreza de los vecinos, se añadía la petición de concesión de arbitrios para sufragar los costes de los carros y mulas, en una decisión que para nada beneficiaba a aquéllos en  cuyo nombre se solicitaban los mencionados arbitrios. La dehesa carnicera se roturaba para tierras de labor por tiempo de ocho años y se arrendaba por el mismo tiempo para pasto la dehesa de Calaverón. A corto plazo, la decisión tomada fue más tajante, para el uno de abril se decidió el embargo de 25 carros a varios vecinos con una compensación de 400 reales a pagar en agosto o septiembre del dinero obtenido con la próxima cosecha. En las actas del doce de abril aparecen los 25 carros finalmente embargados y el nombre de los vecinos afectados con todo detalle. Finalmente en mayo la aportación quedaría en quince carros.

Mientras los problemas de aprovisionamiento de pan se agudizan, viéndose obligada la villa a establecer el 13 de marzo un estricto racionamiento del trigo. Se fija un único punto de entrega del pan a los vecinos, las casas dejadas por el doctor Uceda, antiguo cura de la villa, con asistencia continua de dos regidores para evitar el descontrol en la distribución. A los problemas de distribución se unían los de malversación de fondos. Tal como se reconocía en la sesión de 13 de abril de 1606, varios vecinos encargados de la compra de trigo para el pósito se habían quedado con parte del dinero, tan necesario ahora para la realización de nuevas compras.

Para el 26 de abril la gravedad de la crisis ya nos aparece en toda su crudeza, reconociéndose la labor desinteresada de los médicos por atender el número creciente de los pobres de la villa:

dixeron que de causa de la nezesidad que padezen los vecinos pobres desta villa a avido y ay muchos enfermos y los médicos desta villa an tenido cuydado y lo tienen de presente de visitarlos sin ynterés alguno

Las condiciones de distribución de pan para los forasteros se endurecen, aumentándose el precio a 16 maravedíes la libra. Se intenta restituir la falta de trigo en el pósito con nuevas compras; esta vez en Alcázar de San Juan, que por entonces se llamaba Alcázar de Consuegra. Como el año anterior, aprovechando la procesión de San Nicolás de los Villarejos para el once de mayo, se repartirá pan cocido a los vecino pobres, panadeado del trigo veinte fanegas existentes en el pósito, correspondientes al beneficio curado de la villa, y que cedidas en un contexto de necesidad ahora el párroco pretende cobrar a precio tasado de 18 reales, aunque eso sí, en plata.

Pero ya se sabe que la cosecha del mes de agosto va a ser muy buena. La escasez presente con la abundancia futura desata los procesos especulativos. Desde villas como San Clemente o Belmonte se disparan las ofertas de compra por el grano de la venidera cosecha villlarrobletana. Son los propios vecinos ricos de Villarrobledo, que dando la espalda a la necesidad de sus convecinos, los que se desplazan a las villas comarcanas ofreciendo su futura cosecha al mejor postor. En saco roto caen las peticiones que las ventas se hagan primero entre compradores de la villa. El concejo solo puede ofrecer 22.000 reales para las compras de agosto para proveer el pósito con sus caudales. Se aportarán tres mil ducados más (¿del dinero obtenido a censo?), que se prestarán a vecinos de la villa para que compren trigo a partir del quince de agosto y se comprará más trigo para el pósito para abastecimiento de la villa para el periodo de junio a agosto. Mientras la necesidad y el hambre continúa, el cinco de junio de 1606, Villarrobledo, el granero de España, acuerda que para remediar el hambre se provea a sus vecinos de pan de cebada, se compren cuatro mil fanegas para el pósito, pero esta vez de centeno, y, en una medida sin precedentes en la villa se manda la expulsión de todos los forasteros en un plazo de tres días. La expulsión sería más gesto propagandístico que otra cosa, pues difícilmente podía prescindir Villarrobledo de los peones para la siega. No es de extrañar que pocos días después en otro ayuntamiento se volviera a decisiones anteriores de mantener el precio de pan a los forasteros a 16 maravedíes pero bajando la libra de 16 a 14 onzas.

El desabastecimiento iba acompañado de la especulación, el hambre presente de los vecinos era parejo a unos campos que ese verano mostraban una cosecha abundante como no se recordaba desde hacía tiempo.






Archivo Municipal de Villarrobledo (AMVi), Actas municipales del 1 de julio de 1605 hasta el 29 de junio de 1606



(1) TORRENTE PÉREZ, Diego: Documentos para la Historia de San Clemente. Tomo II. Madrid, 1975. pp. 164


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