El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

domingo, 18 de junio de 2017

La destrucción de los pinares del suelo de Alarcón en la primera mitad del siglo XVI

Alarcón y sus pinares al fondo
http://www.turismocastillalamancha.es
A comienzos del quinientos el paisaje de la Mancha conquense distaba mucho de presentar el actual aspecto de un espacio agrario ininterrumpido de tierras de cultivo y viñedos. El monte y los pinares aún ocupaban espacios extensos y la espesura de los árboles formaba masas boscosas, herederas de la época del infante don Juan Manuel. Otras actividades económicas, ajenas a la agricultura, seguían teniendo un gran peso en la vida de los hombres. Actividades como la recolección de la grana, la piña y la bellota o el pastoreo se localizaban en las masas de pinares y carrascales que habían sobrevivido a comienzos del siglo. Destacaba un espacio forestal de pinares que se extendía en torno al Júcar, ocupando parte de los términos actuales de los pueblos de EL Picazo, Villanueva de la Jara y Sisante. Este espacio forestal estaba configurado por la continuidad de unos pinares a ambos lados del río Júcar; continuidad que no parecía respetar la delimitación de términos hecha por el licenciado Molina en torno a 1480. El pinar de la Losa llegaba desde la margen izquierda del Júcar hasta una legua de la villa de Villanueva de la Jara; el pinar de Azaraque, desde la margen derecha del río, se extendía por el término actual de Sisante, que por entonces dependía de San Clemente, y, por último, el pinar de la Vera de El Picazo se extendía por esta última población, perteneciente durante toda la Edad Moderna como aldea a la jurisdicción de la villa de Alarcón.

La explotación de estos espacios forestales venían regulados por las ordenanzas y estatutos dados por la villa de Alarcón para la regulación del aprovechamiento de sus montes, cuya letra sería trasladada a las ordenanzas y estatutos de las villas que se emanciparon durante la guerra del Marquesado. Básicamente los títulos recogidos eran éstos:
  • Prohibición de cortar pinos donceles de grosor inferior al brazo o la pierna, aplicando las viejas ordenanzas de Alarcón, so pena de 600 maravedíes
  • Prohibición de cortar pinos o carrascas sin licencia del concejo, acompañada su concesión de juramento sobre que dicha corta es para aprovechamiento personal de su casa o labores y que la madera no se dará ni venderá a otro vecino o forastero ni cortarán pino doncel sino solo pinos carrascos y rodenos. La pena impuesta en estos casos era de doscientos maravedíes
Con el movimiento roturador de comienzos de siglo XVI, el monte y los pinares se fueron angostando. El resultado fue que se pusieron más cortapisas a la concesión de licencias y albaláes para la corta y tala de árboles. Así, la villa de Villanueva de la Jara acabó imponiendo un gravamen de dos maravedíes por la concesión de licencia para la corta de cada pino carrasco o rodeno.
Al derecho igualitario que tenían todas las villas del antiguo suelo de Alarcón de difrutar de sus montes y pinares, pronto sobrevino un trato diferenciado entre las villas reducidas a la obediencia real. Si la comunidad de aprovechamientos regía para las villas de Villanueva y de El Peral, sometidas a ordenanzas comunes, no ocurría lo mismo con el acceso a los pinares de Villanueva por los vecinos de San Clemente. Los testigos declaraban que los vecinos de San Clemente nunca habían obtenido licencia para cortar madera en el pinar de Villanueva de la Jara, aunque se les suponía tal derecho por ser parte común del suelo de Alarcón. La rivalidad entre los vecinos de San Clemente y Villanueva dio un paso más, cuando los ganados sanclementinos que tenía libre acceso para abrigarse en el pinar de la Losa vieron negado, entrado el siglo, el pasto en dicho pinar.

Hay dos momentos en el cierre de términos, que ponen fin al aprovechamiento común de los montes por las villas. La acción del licenciado Molina en torno a 1480, amojonando y cerrando el término de las villas recién eximidas, fue el aldabonazo de salida. La indefinición en que quedó el libre aprovechamiento de los montes y pinares del suelo de Alarcón chocaba claramente con el deseo de acotar el disfrute de los mismos a sus vecinos. Surgen entonces los primeros espacios acotados por las villas, que exigen licencias de sus concejos para el disfrute de la madera y pastos y garantizan el acceso con guardas y caballeros de sierra. Es en este momento cuando surgen las llamadas redondas. El nombre es debido al acotamiento o adehesamiento de un espacio forestal o montuoso alrededor de la villa. La primera que dio el paso fue la villa de Alarcón nada más acabar las guerras del Marquesado. La villa de Alarcón tenía un pinar vedado, tanto para sus vecinos como para los de otras villas, llamado la Redonda. Este espacio se extendía en círculo alrededor de una legua en torno a la villa. El libre aprovechamiento de los pinares, salvo pinos donceles, se tornó en la necesidad de obtener licencia para la corta de madera.

Aunque los pinares de Alarcón eran extensos en torno a la ribera del Júcar, la explosión demográfica y el rompimiento de tierras desde comienzos de siglo en las villas eximidas de la villa madre y en las propias aldeas dependientes, llevó al concejo de Alarcón a cerrar una nueva redonda, esta vez en su aldea de El Picazo. Para la corta de pinos carrascos y rodenos se hacía preciso obtener licencia del concejo de Alarcón, desde 1530. Fue el segundo momento clave, durante el cual, siguiendo el ejemplo de Alarcón, el resto de las villas también vedaron sus pinares. Las limitaciones venían impuestas porque hasta el pinar de El Picazo acudían los vecinos de Villanueva de la Jara a proveerse de madera cada vez más asiduamente. Los testimonios citan los casos de dos vecinos de Villanueva, llamados Pedro Monteagudo y Escobar, pero no deberían ser los únicos en desplazarse hasta Alarcón para pedir el albalá de tala de madera. El pinar de la Losa comenzaba a menguar y se acudía a las reservas de madera de los pinares de Alarcón, que era obligada a poner nuevas limitaciones. Desde Alarcón se veía como, en la explotación de sus montes, a los motillanos se unían ahora los jareños

en los tienpos pasados abrá çinquenta años o más tienpo los veçinos de la villa de la Motylla e todos los veçinos de los pueblos que son poblados en el suelo de Alarcón podían cortar e cortavan en todos los términos de la dicha villa de Alarcón todos los pinos carrascos o rrodenos que querían guardando los donzeles y este testigo y este veçino cortó mucha madera en aquel tienpo para labrar una casa que tyene en la dicha villa de la Motylla la qual se hazía sin liçençia del conçejo de la dicha villa de Alarcón y sin yncurrir en pena por ello e ya los pinares están todos destrozados e rrotos e urtados e de diez o quinze años a esta parte este testigo a oydo dezir por cosa pública en la villa de la Motylla que el conçejo justiçia e rregimiento de la dicha villa de Alarcón an hecho un bedado e rredonda en los pinares de la dicha villa para que ningún veçino della ni de fuera della no puedan cortar ni corten ningún pino rrodeno ni carrasco si no fuere con liçençia y espreso consentymiento de la dicha villa e que quando los toman cortando en la dicha rredonda syn la dicha liçençia luego los prendan e penan syendo hallados y les executan las penas que en sus hordenanças tyenen pública e notoria e usadas e guardadas a muchos veçinos de la dicha villa de la Motylla y de la dicha Alarcón y que demás desto este testigo se acuerda oyr que desde que los pueblos que están poblados en el suelo de Alarcón heran sus aldeas e se reduzieron y tornaron a la corona rreal que a más de setenta años porque este testigo no se acuerda dello aunque es viejo que en aquel tiempo avía hecho una rredonda la dicha villa de Alarcón con sus pinares que es la rredonda vieja y que aquella syenpre la an guadado y vedado para que no la corten syn la dicha liçençia ni la puedan comer con los ganados los vezinos de los pueblos del suelo y que después hizieron la dicha rredonda nueva

Alarcón simplemente seguía el ejemplo de otras villas. El pinar de Villanueva de la Jara, llamado de la Losa, estaba al otro lado del río Júcar, en el camino de San Clemente a Villanueva, y era de uso común por sanclementinos y jareños, aunque Villanueva intentó cerrarlo desde el primer momento. Esto provocó el litigio con San Clemente, pues sus ganados pacían y se abrigaban en dicho pinar, lindante con su aldea de Sisante. Tierra abrigada para algunos, fría e inhabitable para otros; hacia 1540 se había quedado pequeño para los aprovechamientos de los propios vecinos de Villanueva. Aunque era el principal pinar en diez leguas a la redonda, el crecimiento poblacional lo había hecho insuficiente. El valor de dicho pinar se hacía patente en invierno. Con las nieves, el pinar se convertía en lugar de abrigo para los ganados de los sanclementinos, de los jareños y de los ganados de otros pueblos comarcanos (entre ellos, La Roda y El Peral), que pacían allí como parte integrante de los comunes del suelo de Alarcón. Pero hacia 1550 el pinar estaba sobreexplotado  y el resultado era que, en voz de los vecinos, presentaba un aspecto roto, angostado y muy gastado

El pinar de Vara de Rey era el llamado de Azaraque. Se situaba junto a la ribera del río Júcar, en lo que hoy es término de Sisante. En la actualidad, la extensión de los campos de cultivo ha provocado su desaparición, al igual que el pinar de Villanueva de la Jara. Hasta 1537, que Vara de Rey era aldea de San Clemente, lo había poseído esta última villa, acotándo y limitando su aprovechamiento en beneficio propio y colocando para su custodia a sus caballeros de sierra. La petición para vedar dicho pinar se nos conserva hoy en día y está dirigida a la emperatriz Isabel un 28 de noviembre de 1530. Pero con la emancipación jurisdiccional de Vara de Rey en 1537, convertida en villa, el pinar de Azaraque pasó a ser un propio de esta villa. Entablándose conflicto entre Vara de Rey y San Clemente, que hacia 1540 se había resuelto a favor de la antigua aldea, obteniendo ejecutoria favorable de la Chancillería de Granada. Por los testimonios sabemos que la relación entre San Clemente y su aldea hasta 1537 había sido muy tirante. Todos ellos coinciden en señalar la emancipación jurisdiccional de Vara de Rey con una expresión significativa: la aldea de Vala de Rey se libertó de San Clemente. La relación de San Clemente con su aldea de Vara de Rey había sido de señorío; sus montes y pinares habían sido objeto de beneficio y aprovechamiento de los vecinos de la primera. En 1546, todavía se escuchaba el eco de las quejas de los vararreyenses por la acción de los caballeros de sierra sanclementinos y por la obligación que tenían de hospedarlos en sus casas. El rencor que los vecinos de Vara de Rey tenían a San Clemente por no poder aprovechar los pinos de su propia tierra era manifiesto. Un testigo aseguraba haber sido condenado a un ducado de multa, o sea trescientos setenta y cinco maravedíes, por cortar un pino carrasco para atajar una chimenea de su casa. La multa era una muestra de que San Clemente tenía sus ordenanzas propias para la guarda de sus montes, apartadas de las del modelo de Alarcón por el que se regían el resto de las villas. Esta autonomía sanclementina la soportaban los vararreyenses, a los que se imponían penas por las cortas de pinos carrascos o rodenos que duplicaban prácticamente los doscientos maravedíes  marcadas por las ordenanzas de Alarcón.

El pinar de Azaraque había sido de libre aprovechamiento por todos los vecinos de la villa de Alarcón hasta que en 1530 San Clemente cerró su disfrute e impuso la condición de licencias para la corta de madera. Fue un acto arbitrario del concejo de San Clemente, aunque bien que se procuró obtener provisión real favorable, y muy mal visto por los pueblos comarcanos, para cuyos vecinos el dicho pinar había estado mucho tiempo usurpado. La razón de tal usurpación radicaba en la necesidad de pasto y abrigo que tenían las entre ochenta y cien mil cabezas de ganado que poseían los ganaderos sanclementinos, que comprendiendo la insuficiencia de espacio proporcionado por los pinares, mandaban sus ganados a herbajar de invernada a Alcaraz y Chinchilla.

Sisante
Pero cuando en 1539 Vara de Rey consigue hacerse con el pinar, la decisión de la Chancillería de Granada sería funesta para toda la comarca. El concejo de San Clemente, viendo que perdía en el alto tribunal el pinar, dio libertad para la tala de pinos. Hasta el lugar de Sisante, próximo al pinar, acudieron los caballeros de la sierra de San Clemente para leer el edicto del concejo sanclementino que daba libertad para cortar madera a cualquier persona a su voluntad. El resultado fue que durante tres o cuatro días los vecinos de San Clemente y de los pueblos próximos al pinar cortaron cuanto árbol encontraron a su paso. El pinar de Azaraque quedó completamente esquilmado y destruido. Los habitantes de la zona no olvidaron este hecho; por eso, cuando a mediados de los cuarenta se entabló pleito entre San Clemente y Villanueva de la Jara por el uso del pinar de ésta última, los temores de su desaparición renacieron de nuevo. Así veía un testigo la destrucción del pinar de Azaraque
el conçejo de la dicha villa de San Clemente dio liçençia e facultad a todos los vezinos de la dicha villa e sus aldeas e a los vezinos de todos los otros pueblos del suelo de Alarcón que el pinar de l'Azeraque que hasta entonçes lo tenían guardado e vedado ... para que todos pudiesen yr y cortar todos los pinos que quisiesen a su voluntad syn que en ello oviere pena ni premio e para carbones y leña y otros aprovechamientos y luego este testigo vio que vinyeron mucha gente de la dicha villa de San Clemente e sus comarcas e començaron a cortar y talar el dicho pinar que avía mucho tienpo que tenían vedado e guardado con grandes penas y dieron tanta prisa a cortar en él que en quatro días no dexaron en el dicho pinar pino enhiesto que no lo cortasen y los pinos malos los cortaron para carbón y desta causa lo talaron y destruyeron en tanto grado que quedó muy perdido y asolado que era lástima vellos ... a pocos días que talaron el dicho pinar vino por provisión rreal de su magestad en que mandaron dar el dicho pinar al concejo de Vala de Rey y quando se lo dieron ya estaba talado e cortado e destruydo
Tala de pinos en el Pinar de San Clemente en 2010
Foto: ASECMA. Las Pedroñeras
En favor de los vecinos de San Clemente  se puede decir que no fueron los únicos en participar de esta rapiña. Hasta el pinar de Azaraque llegaron con sus hachas vecinos de la propia Vara de Rey y su aldea Sisante, pero también de La Roda, Villanueva de la Jara o Minaya. Dos testigos reconocían haber cortado más de cincuenta pinos cada uno. Fue tal el furor talador que hasta el concejo de San Clemente se arrepintió de su decisión y volvió a vedar el pinar, poco antes de entregarlo a Vara de Rey. Pero para entonces el pinar ya estaba destruido. El salvajismo de la acción quedaría posado en la memoria de los hombres, de modo que este antecedente sería presentado por Villanueva de la Jara para defender el derecho a vedar su pinar frente a los sanclementinos un quinquenio después.

Con la pérdida de su aldea de Vara de Rey en 1537, y los derechos sobre el pinar de Azaraque cuatro años después, la villa de San Clemente quedó sin pinar alguno para la corta de leña o abrigo como majada de sus ganados. Su intento de sustituir el pinar  de Azaraque por el de Villanueva de la Jara como lugar de abrigo de sus ganados fracasó y el nuevo pleito iniciado sería perdido por San Clemente. Aparte de encinares, la villa de San Clemente no disponía de pinar alguno. Como tampoco disponía de robledales o sabinares. Para la guarda de estas dehesas de carrascas, San Clemente siempre se mostró tan exclusivo y celoso como lo había hecho con el pinar de Azaraque. Aunque en un principio, San Clemente obtuvo sentencia favorable de la Chancillería de Granada para pacer con sus ganados en el pinar de Villanueva, la realidad era que Villanueva continuó con el pleito en el tribunal granadino, entorpeciendo y negando el acceso a su pinar de los ganados sanclementinos. La pérdida del acceso a los pinares de Vara de Rey y de Villanueva de la Jara obligó a San Clemente a nuevos pleitos interminables con Cañavate y La Alberca para intentar acceder a los pastos de estas villas. Pero al final la solución a las necesidades de pasto y abrigo de los ganados sanclementinos fue integrarlos en las rutas de las trashumancia y plantar pinares propios en los caminos de Munera y Villarrobledo.

La desaparición del monte y de los pinares en el suelo de Alarcón tuvo su hecho incidental en la actitud vengativa de San Clemente con su aldea de Vara de Rey, pero las causas profundas radicaban en el espectacular desarrollo agrario y roturador que habían vivido los pueblos del suelo de Alarcón desde comienzos del siglo XVI. En las probanzas de testigos que estudiamos, que aunque no fechadas, deben estar cerca del año 1546, todos los testimonios coinciden en lo mismo: el gran incremento demográfico de la zona en los últimos cuarenta y cinco años. Paralelo al aumento de hombres fue el de ganados, de tal modo que los comarcanos reconocían, a mediados de los cuarenta, que nunca habían visto los pinares tan gastados y arredondeados. A mediados de los cuarenta, un vecino reconocía que a día de oy hay más gente que nunca ovo en ningún tiempo. La expresión venía a confirmar la imagen de que el crecimiento demográfico había sido continuo e imparable desde comienzos de siglo. Aunque hemos de tomar con reservas los testimonios de personas ancianas que remitían sus declaraciones a los recuerdos de sus cuarenta o cincuenta años atrás, también hemos de considerar que estos mismos testimonios no tenían dificultad en apoyarse cuando era necesario en la tradición oral de sus ancestros. Así, a pesar de que se ha considerado a los Reyes Católicos como los grandes benefactores de las villas de realengo reducidas a su obediencia, el despegue o take off de la zona se produjo a su muerte, en el reinado de Juana la Loca, salvando los pueblos con relativa facilidad la crisis de comienzos del quinientos. La desaparición del monte en favor de las tierras de labor fue brutal; de modo, que con razón dirá un testigo que todo está rrompido e destroçado. Otro vecino nos dirá que él alcançó a ver pinares espesos y al presente está hecho tierra calma rrasa

Los testigos hablaban con datos concretos. Así uno de ellos reconocía que si el incremento poblacional de las villas había sido grande, no menor había sido el de sus aldeas; para el caso de Quintanar del Marquesado se reconocía una población de trescientos vecinos hacia 1546, cuando treinta años antes no llegaban los vecinos a setenta o setenta y cinco, tal como recordaba el mencionado testigo haber visto en los padrones. No es de extrañar que los pinares se cortaran para satisfacer la demanda de nuevas casas; son innumerables los testimonios de vecinos ancianos que habían construido en su mocedad o madurez sus casas de morada. Los pinares asimismo quedaron pequeños como abrigo y majadas para los ganados, que tuvieron que buscar, por su integración en la trashumancia y las rutas mesteñas, el pasto que no encontraban en los montes comunales del suelo de Alarcón.

A comienzos del quinientos entre Alarcón, Villanueva de la Jara y San Clemente había cierto equilibrio. Ese equilibrio era sobre todo demográfico. Las tres villas disponían de doscientos vecinos cada una, aunque en el caso de Villanueva, sus aldeas de Madrigueras, Tarazona, Gil García y Quintanar la población se incrementaba notablemente. Los desequilibrios pronto se hicieron palpables. Alarcón, tierra de pinares, que se extendía por diez o doce leguas de largura en torno a la ribera del Júcar (lo que le quedaba de su antiguo término que antaño iba desde la tierra de Cuenca a la de Alcaraz, antes de que las villas del Marquesado se redujeran  a la obediencia de la Corona) se estancó en población, en favor de sus aldeas, que sí contaban con un espacio roturable para el desarrollo agrario. Villanueva de la Jara y San Clemente redujeron el monte a campos de pan y viñedos, permitiendo un imparable crecimiento demográfico en la primera mitad de siglo. La brutal modificación del espacio agrario la habían visto los vecinos que poblaban los pueblos a mediados del siglo
este testigo alcançó a conosçer en los dichos términos hartos pinares e montes e al presente toda está arraseado e desmontado...e oyó dezir  a Garçi escrivano su padre vezino que fue de la villa de Villanueva de la Xara que abrá veynte años o más que murió e al tiempo que murió sería ombre de hedad de setenta y çinco años, ... que avía en el dicho término de Alarcón muy poca gente e ganado e avía muy grandes montes e pinares 
La desaparición de los montes vino acompañado de la extensión de los cultivos, sobre todo, tierras de pan llevar. El desmonte adquirió una veste salvaje y radical. La razón no fue otra que el vacío legal existente. La villa de Alarcón poseía un fuero que apenas si regulaba la explotación de los árboles, salvo en la explotación de sus frutos, piñas y bellotas y favorecía la roturación de tierras con una fórmula favorable a aquellos que rompían la tierra y que se aproximaba bastante a la aprisio medieval:  el vecino que rompe en el suelo de Alarcón a reja y yunta y pala de azadón, lo que rompe lo haze suyo en posesión y propiedad. Las condiciones para adquirir la propiedad de la tierra ya las hemos visto para el caso del rompimiento del espacio forestal de Barchín del Hoyo y de la aldea motillana de Gabaldón. La roturación de tierras, su labranza en el primer año y sembradura antes de pasados dos años conllevaba la titularidad de la propiedad de la tierra. Tenemos el testimonio de un vecino que corrobora nuestras afirmaciones, generalizando a todas las villas del suelo de Alarcón el caso ya estudiado de Barchín y Motilla del Palancar. La primera limitación que se puso para la corta de árboles, de hecho, venía marcada por la improvisación. No se podían cortar encinas superiores al tamaño del muslo de la pierna de un hombre
al tiempo que este testigo començó a conosçer e tener conosçimiento del término e campo de la dicha villa de Alarcón e su suelo que abrá dichos çinquenta años (es decir, desde poco antes de 1500) poco más o menos tiempo vio este testigo que avía muy grandes pinares y carrascales y hera menester que los cortasen y talasen para que los ganados los pudiesen atrabesar y para tener tierras en qué sembrar porque en aquel tiempo no avía tanta gente como al presente ay y lo susodicho se hazía e usava e cada vezino de los dichos pueblos podía cortar por donde quisiese ecebto que avía de guardar la enzina e carrasca que hera de gorda de un marco que para ello tenían e sería como el muslo de un ombre y aquel tal pie avían de dexar y lo demás lo podían rromper y rrompían y desta causa arrasaron y talaron toda la tierra e la panificaron e no quedaron más de aquellos pies que dexaban conforme al marco e después a visto que ni dexaron aquellos pies ni otros nyngunos porque todo an talado y destroçado y no ay monte ni enzinar ni pinar si no es lo que an vedado y aún aquello lo hurtan y talan y destruyen a escondidas aunque los penan y prendan
A diferencia de las ordenanzas de años después que prohibían la corta de pinos donceles y cualesquier pinos carrascos o rodenos y encinas para favorecer la regeneración del monte, la solución aportada en un principio iba en sentido contrario. Parece que la limitación a la roturación del espacio forestal venía limitada por la fijación de un marco de hierro. Los troncos que estaban por debajo de esta medida se podían cortar. Aunque como hemos visto, una vez cotados los árboles jóvenes, los viejos tampoco se respetaron. La pena por cortar árboles de mayor grosor del marco era de seiscientos maravedíes y la medida vino impuesta no tanto por el afán roturador como por la necesidad de abrir espacios libres para los ganados en el enmarañado bosque. La aparición de estos calveros fue la invitación para espacios más amplios destinados a la sembradura. Un testigo declaraba como se cortaban por los vecinos de Villanueva de la Jara de una mata sola de monte ocho carretadas de madera al día, que eran llevadas a vender hasta la localidad de Iniesta a precio de sesenta maravedíes cada carretada. El proceso roturador fue tan salvaje, que para mediados de siglo las villas del suelo de Alarcón ya acudían a la tierra de Cuenca a comprar la madera que les faltaba en su tierra. Aunque en otras ocasiones eran los carreteros, procedentes de la tierra de Cuenca, los que acudían a la feria de San Clemente a vender la madera. Alarcón se vio obligada a ganar provisión real para cerrar espacios dedicados a la crianza de pinos donceles, que no se podían cortar hasta alcanzar los diez años de antigüedad. Fue un intento que, aunque en parte malogrado, evitó la extinción de todos los pinares. Para los conservacionistas de la época, valga la digresión, fue su primera conquista, en sus propias palabras, consiguieron señalar espaçios deçentes.

Paralelo al fenómeno de roturación de tierras fue el incremento demográfico. Las cifras que ya conocemos para San Clemente (alrededor de ciento ochenta vecinos hacia 1495, según el regidor de Alarcón García Llorca) vienen corroboradas por múltiples testimonios. San Clemente contaba a comienzos de siglo con alrededor de doscientos vecinos. Cuarenta años después la cifra de vecinos ha aumentado a alrededor de mil, aunque algún testimonio la aproxima a los mil quinientos vecinos. No obstante, los testimonios más creíbles son aquellos que señalan una población de mil doscientos vecinos el año de 1546. Villanueva de la Jara, excluidas sus aldeas, contaba entre doscientos y doscientos cincuenta vecinos en 1500, que amplió hasta setecientos u ochocientos vecinos cuarenta años después. Alarcón, que tenía una población de doscientos vecinos también tuvo un crecimiento demográfico menor, aunque sus aldeas sí lo hicieron.

Hoy el espacio agrario domina el paisaje del antiguo suelo de Alarcón. Villanueva y Vara de Rey han perdido sus pinares y, sin embargo, la repoblación posterior de San Clemente en los pinares Viejo y Nuevo pervive, como continúan los viejos pinares de la villa de Alarcón allí donde la naturaleza agreste impidió la roturación de tierras.


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 5355, PIEZA 8. Proceso entre el Peral y Villanueva de la Jara por términos. Siglo XVI 

sábado, 10 de junio de 2017

Felipe III se casa y se va de viaje... pagan sus súbditos (1599)

Felipe III (1578-1621)
Intentamos hacernos una idea aproximada de cuánto costaba mantener un séquito real de viaje con su comitiva a través de diversos testimonios que nos han quedado en la época.
En este caso, tratamos el viaje del rey Felipe III a Valencia para finales de enero de 1599. El motivo no era otro que el desposorio con su prima Margarita de Austria, a celebrar en la ciudad de Valencia. Él no llegaba a los veintiún años, ella apenas si pasaba de los catorce. El encargado de proveer los bastimentos necesarios para el viaje de Felipe III fue el licenciado Gudiel, alcalde de casa y corte. Gudiel fue cometido para abastecer a todas las personas que acompañaban al joven rey.




Gudiel exigió que para el 21 de enero, día que el rey partía de Madrid, Villarrobledo entregara en Las Pedroñeras, donde Felipe III permanecería un día y haría noche (pensamos que el 28 de enero (1), lo siguiente:

  • Cien fanegas de pan cocido
  • Doscientas fanegas de cebada
  • Cuatro carretadas de paja
  • Cien arrobas de carbón
  • Cincuenta gallinas, treinta capones y seis pavos
  • Cuarenta pares de perdices
  • Veinte cabritos
  • Ochenta conejos
  • Mil quinientos huevos
  • Sesenta camas, sacadas de los vecinos de Villarrobledo, con sus colchones, dos sabanas, almohada de lienzo y manta 
En el cabildo de 25 de enero, se reconoce que de lo aportado, pasada la comitiva, Villarrobledo solo recuperará nueve fanegas de trigo. Además el paso de Felipe III por otras poblaciones supuso nuevas contribuciones a Villarrobledo:
  • Doscientas fanegas de trigo y doscientas de cebada y cuarenta carretadas de atocha, aliaga y retama para cocer el pan a entregar en la villa de San Clemente
  • Ciento veinte fanegas de trigo y doscientas fanegas de cebada en Minaya
  • Cincuenta fanegas de cebada en la villa de El Provencio
San Clemente tendría el honor y obligación por partida doble de contar con la presencia del rey, en el camino de ida y en el de vuelta. En el camino de ida, San Clemente debió proveer seiscientas fanegas de cebada, que se compraron en Villarrobledo por Mateo Salcedo. Se gastaron además 1000 reales de pescado, otros 1400 de caza y adobo de la misma, ochocientos reales de vino y otros tantos reales de gastos diversos. Entre ellos, la reparación de edificios y limpieza de calles y caminos.

El nueve de febrero llega mandamiento del alcalde mayor del corregimiento  a todas las villas del partido para que nombren dos procuradores que asistan a una Junta en la villa de San Clemente, a celebrar el día diez, donde se hará nuevo repartimiento de aportaciones para el séquito real que se espera tome desde Valencia el camino de vuelta a la Corte.
por nos y en nombre de este concejo se puedan hallar y hallen para la Junta que el señor alcalde mayor deste partido mandó hacer en la villa de San Clemente a todas las villas deste partido a diez del presente mes de febrero sobre el rescibimeinto y fiestas que se ha de hacer al rey quando venga del la xornada que paso al reyno de Valencia

Así las viejas juntas del Marquesado de Villena, se seguían celebrando, ahora como juntas del corregimiento de las diecisiete villas. Tenemos constancia de nuevas juntas en 1605, para abastecer de trigo a una hambrienta San Clemente y en 1610 para nombrar por las villas una capitán de la milicia general del Reino creada unos años antes.

Todos los pueblos del sur de Cuenca tratan de recordar hoy con orgullo el paso del joven monarca. Sin embargo, para los vecinos fue una auténtica calamidad. Conocemos el caso de Villarrobledo. Allí el juez Gudiel había requisado previamente 6400 fanegas de trigo y 800 de cebada a los vecinos villarrobletanos. Se trataba de trasladar este grano a Madrid, para evitar la generalización del hambre en la Corte. En un principio se habían pedido 9000 fanegas; por eso, ya antes de la llegada del monarca se mandó otro juez de secuestros a esta tierra y, pasada la comitiva real, los embargos continuaron de mano del juez Castro del Peso. En vano, pedirá, un cuatro de marzo, el cabildo villarrobletano que los embargos no afecten al grano necesario para el consumo de los vecinos.

El 17 de marzo el alcalde mayor del partido anuncia que el monarca, acompañado de su joven esposa, ha decidido volver a la Corte por el mismo camino que le ha llevado a Valencia. Se pide al concejo villarrobletano que demuestre su devoción al monarca. Villarrobledo ofrece tres mil reales a sacar de sus propios y qué mejor presente que contribuir a un buen festín de sus cortesanos: capones, pavos, conejos, terneras y otras cosas semexantes. Apenas pasado un mes, el juez Castro embarga 1795 fanegas de trigo de los pósitos de la villa para abastecer Madrid. Los pósitos de Villarrobledo, que no han podido cobrar de los agricultores las mil quinientas fanegas de trigo prestadas para la sementera, quedan exánimes.

Margarita de Austria (1584-1611)
Para finales de marzo es inminente la llegada de la pareja real a San Clemente. Nuevos gastos se acumulan. En este caso, y entre otras cosas, tres mil fanegas de cebada y diez toros. El aspecto positivo, es que la villa de San Clemente se embellece; no solamente por el boato de sus fiestas y libreas, sino por el ensanchamiento de la plaza con el derribo de casas y tiendas. San Clemente ha quedado endeudado. A comienzos de julio se reconoce una deuda por la compra de cebada de seis mil reales y la necesidad de pagar los réditos de un censo de mil ducados tomados con motivo del viaje real.










ARCHIVO MUNICIPAL DE VILLARROBLEDO. ACTAS MUNICIPALES DE 1599
DIEGO TORRENTE PÉREZ. Documentos para la Historia de San Clemente. Tomo II. pp. 208-210
AMSC. Sección Ayuntamiento. ACTAS MUNICIPALES DE 1599

(1) La estancia de Felipe III en Las Pedroñeras. Las Pedroñeras, Blog de Ángel Carrasco Sotos

El yacimiento de los Villares en Atalaya y el sepulcro de Tébar. El informe de J. Santa María sobre los caminos romanos de la Provincia de Cuenca

Iglesia de la Asunción de Ntra. Sra. Tébar


Academia de 27 de enero de 1843, 
Recibido todo con aprecio y dense gracias

Excmo. Señor

Tengo el honor de poner á disposición de la Academia seis monedas árabes de plata, halladas hace algunos años en en el término del pueblo llamado Atalaya, de la provincia de Cuenca al Sur y á corta distancia del mismo, cerca del camino que de él va á San Clemente, á cuyo partido pertenece, y en el sitio que dicen los Villares, en donde se cree y se encuentran vestigios de que hubo población en lo antiguo. Se encontró gran cantidad de estas monedas en una olla, cabando para sacar una piedra, y las vendieron para fundirlas. Igualmente presento otras doce monedas de cobre de varios módulos y bastante bien conservadas é interesantes, una de ellas árabe, encontradas en aquel país en diversos tiempos.
Unas y otras las he debido á la amistad y á la generosidad del Sr. D. Martín Agráz y Prieto, presbítero, vecino del expresado pueblo, á quién indiqué las presentaría á la Academia para su monetario, como me complazco en ejecutarlo, deseando sean de su aprecio.
Habiendo tenido noticia de haberse descubierto el més de diciembre último un sepulcro del pueblo del término de Tébar, de la referida provincia de Cuenca, inmediato al de mi naturaleza y al sobredicho de Atalaya, traté de adquirir algunos datos acerca de dicho descubrimiento; y el profesor de cirujía de la expresada villa de Tébar, don José Carbajal me remitió la nota que da idea de ello, y que igualmente tengo la satisfacción de ofrecer á la Academia por si fuese digna de su bien atención.

Dios guarde a V. E. muchos años 



Madrid, 27 de Enero de 1843

Excmo. Señor
Manuel Fermín Garrido

OFICIO DE REMISIÓN A LA ACADEMIA


                                                                *****

Los Calvillos en la parte central inferior del mapa
Instituto Geográfico Nacional de España

En 19 de diziembre de 1842 como a las tres y media de la tarde los trabajadores de don José Joaquín Bayllo, vecinos de Tébar, á presencia de su encargado don Juan Gavaldón, de la misma vecindad haciendo un hoyo para arrancar una vid de viña en la tittulada de los Montoya, propiedad del dicho señor Bayllo, sita en el término de la indicada villa de Tévar y parage denominado de los Calvillos a las inmediaciones del cerro de Santa Quiteria, tropezaron con los azadones en una piedra é invitados por el enunciado Gavaldón á lebantarla para que no impidiese el progreso del murón que iba a reemplazar la vid que se estaba arrancando fué grande la sorpresa de todos cuando al realizarlo se descubrió una piedra labrada no con mucha finura, que envetunada de cal y arena muy fresca al parecer y ligando algunos cascotes de teja servía de tapa a un sepulcrito tanvién de piedra, cuyos bordes superiores se dejaron ver, y dos huesos de las estremidades inferiores que alguna que otra costilla se descubrieron dentro de él, todo indudablemente de alguna criatura humana

Es como de cinco palmos longitud, cerca de dos palmos de grueso, figura atahúd y un bacío en medio de la piedra, que es quasi quadrilátera, como tres palmos de longitud y uno de dimensión, en el qual fueron hallados los huesecitos de que se deja hecha mención enbueltos entre una tierra muy pulverizada. Su posición era mirando al Norte, y todo el sepulcro estaba rodeado y muy ceñido de gruesas raizes de higuera de las qual viben a las inmediaciones del sitio que ocupaba, advirteiendo que para estraerlo hubo necesidad de profundizar un hoyo como dos baras. En la parte inferior y posterior al predicho sepulcro se notan a cincel dos líneas, digo tres, formando dos renglones, sin que pueda ocultarse al menos inteligente que al cincelar las letras que contiene, se desgració el ángulo de que produce dicho plano en esta forma= desgraciado

A
NOVELLA
H . S . P .
Son transversales en el sepulcro

No se obserba en la tapa ni pilón otra particularidad digna de notarse pero lo dicho es tan esacto como fácil de comprobarse siempre que el digno curioso que ansía estas noticias, las juzgue necessario, para sus fines ulteriores

INFORME ORIGINAL



BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES
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                                                             *****

J. SANTA MARÍA: BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA TOMO XXXI. Julio.Septiembre, 1897. CUADERNOS IIII. INFORMES. "ITINERARIOS ROMANOS DE LA PROVINCIA DE CUENCA"

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 J. SANTA MARÍA: ITINERARIOS ROMANOS DE LA PROVINCIA DE CUENCA. ACCESO AL TEXTO


Villa romana. Atalaya Cañavate. Foto Julián Torrecillas Moya


sábado, 3 de junio de 2017

La peste de San Clemente de 1600, vista desde Villarrobledo

Ilustración de la Biblia de Toggenburg
La peste hizo su aparición en la villa de San Clemente en junio de 1600, aunque en la villa ya se conocía de su propagación por Castilla de mucho antes y desde el 26 de mayo de su proximidad a la villa. Desde el primer momento el pueblo fue consciente del mal contagioso que padecía. Se esperaba a la peste desde hacía dos años. El cabildo de Villarrobledo de 20 de junio de 1598 anunciaba ya de la extensión del mal por el Reino y tomaba las primeras medidas de vigilancia de los ocho caminos de acceso a la villa y el control de forasteros en los mesones.  Hacia el 25 de julio de 1598 se denunciaba la presencia de la peste en la comarca. La reacción de la villa de San Clemente fue ambigua. Por un lado, el 20 de junio de 1600, el ayuntamiento reconocía que la peste había alcanzado una calle próxima a la Cruz Cerrada, pero, por otro, de cara al exterior, se intentaba negar la existencia del mal. El interés por ocultar la enfermedad fue inútil, pues el mal se extendía y los apestados eran hacinados en las ermitas del pueblo.

Una de las primeras poblaciones donde las alarmas saltan es la vecina Villarrobledo. Su ayuntamiento se reúne el 17 de julio. Preocupación, recelo y miedo van juntos en la declaración de los ediles villarrobletanos. Pero las noticias que llegan a Villarrobledo todavía son confusas, motivadas sin duda por el interés de los sanclementinos en ocultar el mal y quizás todavía convencidos de que pueden limitar la peste a una parte del vecindario. Algunas personas an muerto en zierta parte de la dicha villa (de San Clemente) y se dize que es de mal contagioso y que se pega, se dice en el cabido villarrobletano, añadiendo que los enfermos los sacan en una hermita fuera de la dicha villa a los curar; la de Santa Ana, como veremos, aunque el primer foco de pestilencia se sitúa en torno a la Cruz Cerrada. Es de pensar que la peste llegó por el camino de Belmonte. La preocupación se convierte en miedo y se apela al alcalde mayor del corregimiento Aguiar para que dé licencia para que Villarrobledo se guarde de la peste, cerrando sus entradas al pueblo y limitando el acceso a los foráneos. El recelo y desconfianza a la vecina San Clemente, distante tan solo poco más de tres leguas, aumenta. Se decide mandar al médico y al cirujano del Villarrobledo a indagar sobre el mal que padecen los vecinos. El médico licenciado Valero y el cirujano Tomás de la Serna acudirán a la villa de San Clemente el diecinueve de julio; un día después nos dejarán testimonio de lo que han visto en la villa vecina. Primeros síntomas de una peste que parecía controlada (u ocultada) y que para nada anunciaba la tragedia posterior
Ermita de Santa Ana (http://cofrades.sevilla.abc.es) 
fueron a hacer la diligencia a la dicha villa de San Clemente ayer diez y nueve del presente mes de jullio y que lo que pasa es que los enfermos que estavan del contagio los sacavan a una hermita de Santa Ana orilla de la dicha villa... preguntaron qué enfermos avía y dixeron que siete u ocho enfermos avía de los quales eran algunos ya convalecientes de las dichas enfermedades contagiosas e preguntados que qué gente estavan quexicosas dixeron que era un viejo de setenta años y otro de quarenta y después ... preguntando a dos forasteros que sy morían algunos enfermos o avía escándalo del morir mucha gente y rrespondieron que ninguna cosa avían hallado de consyderación y ansymismo los médicos dixeron que no avía negocio de escándalo ni peste ni otros enfermos que aquellos que estavan apartados de contagio y aquellos enfermos se curavan con las condiciones con que se suele curar la peste
A pesar de las palabras de médico y cirujano, los regidores de Villarrobledo no se dejaron calmar por la moderación de su testimonio, concluyendo que el hecho incontestable era que había peste. Para constatarlo con un nuevo testimonio, enviaron cuatro días a San Clemente a un vecino llamado Yuste Martínez de Jávaga de profesión barbero. Su declaración de 24 de julio ante los oficiales villarrobletanos fue tajante: muchos se morían de unas secas en las ingles. Villarrobledo pedía al alcalde mayor de nuevo licencia para que sus vecinos se guardaran de las peste de los sanclementinos. Sin esperar respuesta, el veintiocho de julio se decide poner guardas en todas las entradas del pueblo para impedir el paso a los forasteros.

Ayuntamiento de Villarrobledo
El treinta de julio el que es invitado al ayuntamiento de Villarrobledo a declarar sobre la peste de San Clemente es un médico de la ciudad de Cuenca, el doctor Hernández. Testimonio tras testimonio los villarrobletanos seguían su cruzada particular para convencer a las autoridades del corregimiento de la conveniencia de aislar a la apestada San Clemente. La rivalidad no perdonaba las desgracias. Los testimonios y la propia realidad estaban del lado de Villarrobledo en sus acusaciones, que contaba con el ejemplo de la ciudad de Cuenca, que ya había cerrado sus puertas a los sanclementinos
lo que pasa es que abrá cosa de un mes que se empezó a sospechar en la dicha çibdad de Quenca que la dicha villa de San Clemente no estava sana ni segura de enfermedades de males contagiosos sospechosos de pestilencia de cuya causa la dicha çibdad pusso ympedimento e mando a los guardas no dexasen entrar libremente a los de San Clemente y de que la dicha villa de San Clemente oyendo el impedimento que se les hazía despacho un propio de parte de la villa de San Clemente a la cibdad de Quenca a tratar con la cibdad no fuesen servidos de hacerles el dicho ympedimento porque su villa estava buena y sana y que la villa de San Clemente fuesen servidos de por berificar enbiasen un médico
La muerte estrangulando a un apestado.
Ilustración bohemia s. XIV
San Clemente ofrecía dar de salario al médico así enviado la cantidad de cien reales diarios, que, para hacernos una idea, era cincuenta veces superior a la que podía recibir un jornalero del campo en la época. Al mismo tiempo el alcalde mayor del corregimiento de San Clemente mandaba a Cuenca una carta, con testimonio inserto de un regidor conquense, Hernando Porres, estante a la sazón en la villa, declarando que el pueblo estaba sano. Sin embargo, los informes oficiales contrastaban con los testimonios de primera mano. Un hombre, vuelto a Cuenca de su estancia en San Clemente, narraba cómo, tomando posada en una casa de esa villa, había visto morir  en la misma tres o cuatro personas y cómo se había habilitado una casa en las afueras del pueblo donde se dejaban a los enfermos a su buena suerte y que la propia fortuna, aliada a la fortaleza de cada uno de estos hombres, decidiera entre la vida y la muerte. Quizás la casa referida sea la que donó don Juan Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa, en la Celadilla, próxima a la ermita de Santa Ana, mientras él había huido a sus tierras de Perona. La ciudad de Cuenca, pues, decidió poner guardas y cerrar sus puertas a los vecinos de San Clemente, echando a los que estaban presentes en la ciudad. Medida que repitió Villarrobledo y debió ser común a otros lugares. De hecho, en el cabildo villarrobletano de treinta de julio se presentó una relación dada por la villa de Belmonte de los pueblos comarcanos que habían decidido cerrar sus puertas ante el temor al mal pestífero. En total, se reconocía de modo genérico que treinta pueblos ya impedían la entrada a los apestados. El memorial que llegaba desde Belmonte incluía, sin que tengamos noticias de ellas, salvo la propia San Clemente, las villas afectadas por la peste; pedía que dicho memorial se pregonara públicamente en toda las plazas de los pueblos comarcanos y que
que ningún mesonero ni otra persona particular pueda rrezevir ni rreziva por huesped a ningún vezino de las cibdades villas e lugares de las dichas cartas e certificaciones so pena de docientos açotes e de zinquenta mill mrs. para la cámara de su magestad
Mientras Villarrobledo cerraba con guardas su acceso por el camino de San Clemente y El Provencio, pero asimismo los caminos de las Mesas, Alcaraz, Minaya y de otras villas comarcanas. Además, suspendía las fiestas de toros previstas y ordenaba devolver las reses compradas en Villanueva de los Infantes. Era tal el temor al contagio que cualquier medida tomada era insuficiente. Entre las medidas de prevención que se tomaron estaba la obligatoriedad de asistir a los pobres enfermos en el hospital de la villa y garantizar su cura por los cuatro médicos existentes en la villa, subiéndoles el salario.

Villarrobledo, aislada y libre de la peste, se olvida de San Clemente, pero el día veintiuno de agosto llega a su ayuntamiento la petición desesperada de los sanclementinos pidiendo trigo para el abasto de sus vecinos. Previamente los sanclementinos son expulsados por los vecinos de Vara de Rey cuando van a moler a los molinos ribereños del Júcar en el término de Sisante. Villarrobledo responde con buenas palabras, nombrando comisarios, que con asistencia de médico, vean lo que es menester para el socorro de la enfermedad. La poca voluntad villarrobletana queda patente en los dos decretos concejiles que acompañan al primero: reparación de las cercas que se han levantado y renovación de los guardas puestos por la villa en sus cuatro puertas.

Para el cuatro de septiembre, se levanta una nueva tapia para proteger la pueblo de los apestados
yten mandaron que se eche en la zerca que se ha hecho en esta villa para la guarda de la peste una tapia más por ser nezesario para la dicha guarda y que las quatro puertas que se dexaron y ay abiertas en esta villa para el seruicio della se echen puertas para que quando convenga se zierren con llaves,
se prohibió a los vecinos de Villarrobledo acudir a las ermitas Fuensanta y Cañabate por ser lugares donde acudían por costumbre los sanclementinos, se eligieron hombres a caballo entre los principales de la villa, cuyo único cometido era echar de Villarrobledo a aquellos sanclementinos que se acercaran a sus muros. Más oprobiosas  para los sanclementinos fueron las condiciones que las villarrobletanos pusieron para ceder el trigo que los apestados necesitaban. El primer ofrecimiento de cuatro mil fanegas se quedó en mil a pagar en plata
se escriba al concejo de la dicha villa (de San Clemente) haciéndoles saber como esta villa tiene comprado de vecinos della mill fanegas de trigo los quales dan bozes por su dinero para que bengan con su dinero mañana por todo el día a la hermita de San Antonio de esta villa y sea en plata puesta y así ofrecido a las personas que dan el dicho trigo y no viniendo quando se dize se tengan por despedidos
Se comunicó al alcalde mayor del corregimiento que no era bienvenido a Villarrobledo y se mandó a Miguel Sánchez de Peralta que acudiese a las heredades fronterizas con la villa de San Clemente para dar razón si había sanclementinos  para echarlos de allí. Villarrobledo había utilizado la crisis pestífera en beneficio propio. Sin duda, tenía contenciosos planteados con el alcalde mayor Aguiar, pues un mes antes le recordó los privilegios que de primera instancia tenía la villa. Su petición de trigo para San Clemente a precio fijado por la tasa de granos era una intromisión en la libertad de precios que defendían los labradores villarrobletanos. Incluso ahora en época de necesidad.

El corregidor de las diecisiete villas, Antonio López de Calatayud, se decantó por una solución de compromiso, destituyendo al alcalde mayor y nombrando para el oficio a un vecino de Villarrobledo, el licenciado Perona. ¿Alturas de miras del corregidor? No, tal como recogen las actas municipales, un mendigante Antonio López de Calatayud pide a Villarrobledo que acoja a sus hijos que están fuera de San Clemente en una aldea de campo. Del trigo villarrobletano, tan necesario para San Clemente, nada. Es más, el concejo pide al Consejo Real que del trigo existente en los pósitos se reserve para la sementera de sus vecinos la cuarta parte, pues la mala cosecha del verano por la langosta que ha aovado en los campos lo hace necesario. Villarrobledo asume el papel de víctima. Pide que los pueblos comarcanos paguen el coste de la matanza de la langosta, cuyo dinero pretende utilizar para comprar trigo para sembrar ahora los campos en barbecho. Trigo que se comprará a la tasa del requisado de las tercias reales.

Las quejas de Villarrobledo, egoísmo aparte, tienen su razón: el granero villarrobletano está entrando en crisis y da muestras de agotamiento. Pero la crisis de la producción villarrobletana viene del acotamiento y roturación de tierras poco aptas para el cultivo por los labradores más acaudalados. De ahí, la existencia de tierras en barbecho que necesitan períodos más amplios de descanso. Su avaricia entra en colisión con la ricardiana ley de los rendimientos decrecientes. También entra en conflicto con los alcaldes entregadores de la Mesta. La consecuencia será que la economía economía regional diversificada, especializada e interdependiente entre las diferentes villas se rompe. San Clemente, especializada en una economía de servicios y con sus campos cultivados de viñas, ya no podrá confiar el abasto de trigo a villas como Villarrobledo, que lo necesitan para su consumo. La falta de este trigo y una población subalimentada ha sido la causa de la fácil propagación de la peste, especialmente en barrios pobres como el del Arrabal, cuya población morisca y enferma es hacinada en la ermita de los Remedios. De la gravedad del mal contagioso tenemos referencias indirectas en el siglo XIX de lo que decían los registros parroquiales.

Ermita de San Roque (http://cofrades.sevilla.abc.es)
Habiendo habido en la villa de San Clemente una peste en el año de 1600, fue tal el desmembramiento que causara en la población que murieron tres mil quinientas personas á pesar de las disposiciones que se tomaron para aminorar los efectos de aquel espantoso azote. Se habilitaron cuatro hospitales: uno exclusivamente para los moros en la ermitas del Remedio; otro en la de San Cristóbal; otro en la de San Roque y otro en la iglesia de los Evangelistas. Todas las personas que caían enfermas eran forzosa é inmediatamente conducidas al hospital á que correspondían sin consideración á clases ni jerarquías. Las que fallecían se sacaban del hospital para darles luego sepultura ,y las ropas que habían usado eran depositadas en las afueras de la ermita de Santa Ana, siendo tal el cúmulo de ropas que se amontonó que llegó a subir más alto que el tejado de la ermita, estas ropas fueron luego quemadas (1)

Ermita de los Remedios (http://cofrades.sevilla.abc.es)
Aunque el texto nos diga que no había consideración de clase o jerarquía en el tratamiento de la enfermedad, tal hecho se fundaba más en la realidad de una villa sobrepasada por la enfermedad que en los buenos gestos de sus vecinos principales, los cuales huyeron a sus casas de campo. Así el alférez mayor, Juan Pacheco, que huyó a sus propiedades de Perona, donde cerrado a cal y canto no dejó pasar a nadie. Los sanclementinos solo contaron con la solidaridad desprendida de villas como La Roda y de los hermanos del hospital madrileño de Antón Martín.

La población de San Clemente muere de peste, pero la enfermedad ataca cuerpos hambrientos. Villarrobledo lucha por disponer su trigo para sí. A las mil fanegas sacadas del pósito para sementera de los campos de sus labradores, se unen otras mil fanegas más el dos de noviembre.

El frío invierno en la transición de los años 1600 a 1601 contribuyó a acabar con la epidemia. Para el dos de enero los campos de Villarrobledo presentaban una espesa capa de nieve que se extendería sin duda por los campos sanclementinos
en el término de esta villa ay mucha niebe y los ganados de los vezinos della padezen mucho daño y están a peligro de se perder y acabar para rremedio de lo qual dieron y conzedieron lizencia a todos los ganaderos desta villa para que libremente y sin pena puedan entrar sus ganados en los pinares de la Bernagosa y Calaberón 
El cuatro de enero de 1601, la villa de San Clemente se da por desapestada y el nombre del pueblo desaparece del registro de pueblos apestados que se lleva en una tablilla en Madrid. Las consecuencias son conocidas. Villarrobledo viviría una decadencia irreversible; San Clemente, superada la crisis de comienzos de siglo, aún viviría dos décadas de esplendor más, antes que en la década de los treinta la declinación fuera definitiva.


(1) PÉREZ ESCRICH, Enrique: La Mancha: Narraciones venatorias, segunda parte de "los cazadores". Imprenta de Fortanet. 1881, pp. 89 y 90

BNE, 9/223291


Archivo Municipal de Villarrobledo. Acuerdos municipales del concejo. Año de 1600


Firma del doctor Tébar, cura de San Clemente en 1600 y fundador del Colegio de la Compañía de Jesús en la villa


EL DOCTOR TÉBAR Y LA PESTE DE 1600



MOTILLA DEL PALANCAR Y LA PESTE DE 1559





ANEXO I:  Acuerdo del cabildo municipal de Villarrobledo de 17 de julio de 1600

En Villarrobledo lunes día hordinario de cavildo diez e siete días del mes de jullio de mill e seysçientos años

dixeron que por quanto avían tenido noticia de que en la villa de San Clemente algunas personas an muerto en zierta parte de la dicha villa y se dize que es de mal contagioso y que se pega y por entender esto se conozca a el licenciado Aguiar alcalde mayor deste partido pide diese licencia a esta villa por se poder guardar de la dicha villa el qual sirva se enbíen personas del oficio que lo entiendan, porque si ay enfermedad contagiosa se guarde y aviendo tratado sobre ello y que en esta villa se a dicho que ay las dichas enfermedades y que los enfermos los sacan en una  hermita fuera de la dicha villa a los curar y tienen médico y ciruxano asalariado para los dichos enfermos y para saver si esto es ansy y que el rremedio conviene se ponga por ser general e común que el doctor Garcés médico desta villa y Tomás de la Serna ciruxano vecinos desta villa vayan a la dicha villa de San Clemente y sepan y averigüen lo que ay en esto y si ay peste en la dicha villa de San Clemente