El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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lunes, 18 de diciembre de 2023

LOS CAMINOS QUE SALEN DE VILLAR DE CANTOS EN 1700

 Hoy podemos ver como una de los palacios más señeros de la arquitectura civil de Vara de Rey el palacio de los marqueses de Valdeguerrero, pero en 1703 el concejo vararreyense andaba a la gresca con el marqués, pues sus bienes propios y dehesas se encontraban embargados para pagar unos réditos de trescientos mil reales adeudados al marqués. No obstante, los conflictos entre villa y marqués venían por otros contenciosos y tenían su causa en la herencia recibida por los Vladeguerrero de sus ascendientes los Ortega. En el mayorazgo de los Valdeguerrero era parte sustancial de su hacienda la villa de Villar de Cantos. Don Rodrigo de Ortega había comprado el señorío y jurisdicción de esta aldea en 1626; su intento de hacer lo propio con Vara de Rey llevaría a los Ortega, y luego los Valdeguerrero, a largos pleitos, y, en lo que a nosotros nos interesa, a la integración de Villar de Cantos en Vara de Rey, dada la confusión entre hacienda y jurisdicción que había traído la venta del pequeño pueblo. Era tal el dominio de los Valdeguerrero que se apropiaron de todo, obligando a Vara de Rey a recordar que había bienes de uso común que por muy poderoso que fuera el noble no se podía apropiar. En el caso de las dehesas, Vara de Rey contó con un aliado inesperado, La Roda, que solía traer hasta aquí sus ganados, aunque el conflicto vino por los caminos. El marqués de Valdeguerrero había entrado en los caminos, estrechándolos y ocupando su espacio con la siembra de cereales. Hábilmente, Vara de Rey vio en estos caminos la razón de sus derechos. Los caminos ahora estaba muy transitados, pero dadas las obstrucciones del marqués, difícilmente cabían dos carretas que cruzaran sus caminos. El concejo de Vara de Rey recuperó la vieja figura de las veredas de ganados para exigir un ancho de los caminos de hasta cincuenta varas. La vara era medida que equivalía a poco más de 0.8 metros.  Era tan celoso el ayuntamiento de Vara de Rey que guardaba en su archivo un croquis de los caminos que salían del pueblo de Villar de Cantos: eran el camino viejo de San Clemente, el de Minaya, el de Pozo Amargo y el de Tébar.

El caso es que mientras el marqués exigía a los de Vara de Rey cuatrocientos ducados por haber entrado en sus sembrados, plantados en medio de los caminos usurpados; Vara de Rey hacía de un viejo derecho secular, el tránsito por las cañadas, y de la confusión de jurisdicciones, traída por las ventas a señorío de 1626, la oportunidad para hacer de Villar de Cantos su aldea propia. La pequeña aldea rompía sus lazos definitivamente con San Clemente para pasar a Vara de Rey. Los Valdeguerrero habían englutido Villar de Cantos, pero se les había atragantado Vara de Rey.

En enero de 1702, los que habían provocado al marqués de Valdeguerrero habían sido dos ganaderos de Vara de Rey, que habían abierto una vereda en el camino de El Cañavate y en medio de los cebadales, propiedad del marqués. El poder del marqués de Valdeguerrero, don Gabriel de Ortega Guerrero, en Villar de Cantos era incontestable, fundado en la propiedad de la tierra: cuatro mil fanegas, vinculados a un mayorazgo por su antecesor Rodrigo de Ortega. Sus campos lo inundaban todo, comiéndose los caminos. Un hecho vino a desafiar ese poder y fue que dos ganaderos de la dicha villa decidieron abrir un camino para sus ganados en medio de los cebadales del marqués y en dirección de El Cañavate. A partir de ahí vino el contencioso. Defendía el marqués quizás con razón que el camino abierto nunca había sido vereda, mientras que los servidores del marqués aun dándole la razón, reconocían la vieja existencia de un carril para paso de una carreta, que de El Cañavate iba hasta Pozo Amargo. Así nos lo decía un hornero:

"que a principios del año mil setecientos y dos mandó que se abriese una vereda por el camino que iba de dicha villa a la del Cañavate, que con efecto ha visto el testigo se abrió en el sitio referido y por los cebadales del dicho marqués, que no ha visto el testigo jamás haya habido tal vereda hasta de presente, que la han abierto; sí un carril que es el camino que va a la villa del Cañavate del ancho de un carro y para evidencia y certeza de lo referido se remite a los libros de caminos y veredas y se verá cómo no consta tal cosa de que se le ha seguido y sigue a dicho marqués gran menoscabo a causa de la siembra que pudiera haber hecho en la dicha vereda por ser demasiada de ancho y los cebadales que en ella había al tiempo de dicha abertura que es público se los comieron los ganados de Juan de Jávega y Pedro Martínez Osona y la vereda que siempre ha sido camino de Pozoamargo, es público que dichos capitulares dicen que no es vereda"

Los ganaderos de Vara del Rey no eran unos cualesquiera, Juan de Jávega era el alguacil mayor de Vara de Rey, mientras que Osona era procurador síndico del pueblo. El testimonio del hornero vino recogido fielmente en la real cédula de la Chancillería de Granada por el procurador del marqués: "por el mes de enero próximo pasado de orden del dicho concejo (de Vara de Rey) se había ha abierto una vereda por el camino que iba de dicha abierto de dicha villa (de Villar de Cantos) a la del Cañavate sin haber habido tal vereda, solamente un carril que cogía un carro solo a fin de quitarle a su parte dichos cebadales que correspondían a dichas veredas y otra que siempre lo había sido y lo era camino de Pozo Amargo decían que era vereda y otras tres que dicha villa tenía y siempre se habían guardado por tales que tenían por anejos por partes de más de treinta varas y por otras menos las habían".

Además de abrir vereda en carril, los vararreyenses habían ido más allá y habían apresado al mayordomo del marqués en la cárcel tres semanas
Otro testigo:
"pues nunca ha habido más que el carril que va a la villa del Cañavate del ancho de un carro y es público que lo que siempre ha sido y es vereda y lo era camino que va a Pozo Amargo, dicen que no es".
No obstante era evidente en torno a la confusión que había entre caminos y veredas (y la mala fe de los testigos). Uno de ellos, llamaba camino el que va a El Cañavate desde Villar de Cantos, para llamar veredas a esos otros que iba a Minaya, San Clemente, Tébar y Pozo Amargo, pero este último nunca es descrito en su anchura. Es más lo que tendríamos por más fiable, el testimonio de un arriero, nos lo dice claro: "y en cuanto a las veredas de Pozoamargo, Tébar y San Clemente, las ensancharon, excepto la de Pozoamargo que no puede decir con certeza"

Es imposible saber los caminos antiguos que salían de Villar de Cantos. El receptor de Granada llegó a pedir, y ejecutó, la prisión de todos los oficiales del concejo, pero salvo la información que se había hecho el año anterior, los oficiales vararreyenses alegaron que no disponían de apeos de caminos antiguos, pues el archivo de Vara de Rey se había quemado: "siendo público haberse consumido y quemado con las casas de cabildo y su archivo". El testimonio de la quema del archivo se presentó, pero el escribano receptor solo incorporó en el expediente una mención al mismo.

RELACIÓN DE LOS CAMINOS DESPUÉS DE SER ENSANCHADOS POR EL CONCEJO DE VARA DE REY

1.- EL CAMINO VIEJO DE SAN CLEMENTE, SALIENDO DE VILLAR DE CANTOS

Este camino tenía cuarenta varas de ancho desde el pozo de la Higuera, prosiguiendo el ancho hasta cincuenta varas y las doscientas cincuenta varas que hay de camino van en disminución, quedando en veinte varas de ancho y ciento cincuenta varas de resto que hay hasta la villa de Villar de Cantos tiene de ancho veinticinco varas. Reconocido por la mano izquierda que se ha hecho por Vara de Rey, empezando desde el pozo de la Higuera, trescientas varas en adelante, hay de ensanche quince varas, prosiguiendo el dicho camino y medido ciento cincuenta varas, por la dicha mano izquierda en cincuenta de ellas, hay de ensancha tres varas y en las cien no hay ensanche alguno. Y empezando por la mano derecha del día camino, en las primeras cincuenta varas de él no hay ensanche alguno y prosiguiendo cien varas hay de ensanche cuatro varas y en las trescientas restantes hasta donde la dicha villa llegó, en doscientas de ellas hay quince varas

2.- EL CAMINO DE MINAYA

Dijeron haber medido el ancho de dicho camino y por la salida del lugar tiene de ancho catorce varas hasta doscientos pasos, y lo restante, que son trescientas cincuenta varas, tiene de ancho veinticuatro varas, y reconociendo por la mano derecha saliendo de dicho lugar, doscientas varas, en ellas hay de ensancha ocho varas y prosiguiendo por dicha mano derecha en cincuenta varas no hay ensancha alguna y prosiguiendo otras cincuenta varas hay de ensancha ocho varas y lo restante de dicha mano derecha hasta donde llega la dicha villa no hay ensancha alguna; y reconociendo por la mano izquierda saliendo del dicho lugar hasta el sitio donde llega la dicha villa en todo el distrito a lo último distrito de doscientas varas, hay de ensancha catorce varas

3.- EL CAMINO VIEJO DE TÉBAR

Dijeron tener el dicho camino de ancho treinta y cinco varas, manteniéndose dicho ancho doscientas cincuenta varas, y prosiguiendo dicho camino ochenta varas, tiene de ancho treinta varas y prosiguiendo dicho camino otras ochenta varas que es hasta donde llegó dicha villa tiene de ancho treinta y cinco varas. Por la mano derecha tiene de ensancha dicho camino diez varas, manteniendo las referidas hasta doscientas cincuenta varas camino adelante y prosiguiendo dicho camino por dicha mano en cien varas no hay ensancha alguna y prosiguiendo otras ochenta varas esta tienen de ensancha siete varas y desde el sitio hasta donde llegó la dicha villa que son ochenta varas tiene de ensancha ocho varas. Y por la mano izquierda en trescientas cincuenta varas consecutivas no hay ensancha y en las ciento sesenta varas restantes hasta donde llegó dicha villa en las ochenta de ellas hay siete varas de ensancha y en las otras ninguna

4.- CAMINO VIEJO DEL CAÑAVATE

Dijeron que desde la salida del lugar hasta donde llega la dicha villa hay quinientas y cincuenta varas de largo. Las doscientas de ellas tienen un ancho de seis varas, las cincuenta, veinticinco varas de ancho y las trescientas restantes, ocho varas de ancho que es el camino viejo. Y de ensancha por la mano derecha, dieciséis varas, manteniéndose dicha ensancha doscientas varas camino adelante, cincuenta varas prosiguiendo consecutivamente, tiene de ensancha nueva varas y las trescientas restantes tienen de ensancha dieciocho varas, y por la izquierda doscientas varas tienen de ensanche cinco varas, y consecutivamente cincuenta varas no tienen ensancha alguna, y las trescientas varas restantes tienen de ensancha cuatro varas


ACHGR, PLEITOS CIVILES, C-10359-1


miércoles, 23 de febrero de 2022

Los caminos militares en 1580

 



La compañía de San Clemente llega a San Clemente en dos alojamientos y de allí entra en la Roda que es en el camino real y ba por el asta Lorqui y de allí sale a Molina y prosigue su camino asta Cartajena y ansí no se encuentra con la compañía de Murcia

La compañía de Alcaçar y de Carabaca ban guiadas por partes y lugares que no tocan en el camino real y la de Murcia solo toma dél dos alojamientos asta Cartajena


AGS, GYM, 102.265

viernes, 30 de noviembre de 2018

El Cañavate: el fin del gobierno de los labradores.


La oposición a la hidalguía de Francisco de Lomas y su sobrino Eugenio de Lomas vino de los labradores de El Cañavate, que andaban en disputas con hidalgos como los Ortega Montoya, Zamora y Aguilar o Peralta por el control del gobierno municipal. Eran los herederos del los labradores ricos del siglo XVI, que habían ejercido el control de la villa y que ahora se oponían a los intentos de señorialización de una minoría. Hombres acomodados e instruidos. Los labradores que se opusieron a la hidalguía de los Lomas nos aparecen como hombres que saben leer y escribir. Conocemos sus nombres, por ocupar cargos en el gobierno municipal o por ser acusadores de la pechería de los Lomas: Pedro Sánchez de Hontecillas, Miguel Cañete, Francisco López Caballón, Francisco Sánchez, Diego García Plaza o Jorge López. Tres de ellos acudirían a Granada a declarar contra los Lomas. En este mundo de representación, el labrador rico se creía con tantos o más derechos que el hidalgo.

En El Cañavate, tierra donde familias como el duque de Escalona, que poseía casas en la Atalaya, los Pacheco de Belmonte, los Ortega y otros nobles que tenían haciendas en la villa y sus aldeas, existía una clase de agricultores ricos que controlaban el poder municipal. Un impuesto como el servicio ordinario, del que estaban exentos los nobles, era pagado por todos, pecheros e hidalgos, en El Cañavate, en un repartimiento que, aunque diferenciado, afectaba a todos. Los hidalgos pagaban la séptima parte de dicho servicio. A la altura de 1600, los hidalgos participaban como regidores y alcaldes en el gobierno municipal, pero en modo alguno había división de oficios a mitad entre pecheros e hidalgos. De las reuniones municipales se desprende que muchos años el oficio de alcalde era monopolizado por pecheros y que un noble principal como Gabriel Ortega Montoya permanecía ausente o callado en las reuniones del concejo a pesar de ser regidor perpetuo. Parecía como si los labradores mantuvieran a raya a los hidalgos.

De hecho, el conflicto con Francisco Lomas y su sobrino Eugenio vino por la preferencia en los asientos de la iglesia. Siendo alcalde el 8 de marzo de 1602, Francisco de Lomas pidió que a los hidalgos se les dieran los asientos en las partes públicas a mano derecha.  En el mismo ayuntamiento Jorge Pérez, alcalde ordinario, y los regidores Sebastián del Río y Diego Martínez Cañavate, del estado de los labradores, pidieron que se empadronara a Francisco de Lomas con el resto de pecheros y labradores. Conociendo este poder de los labradores, nos sorprende el proceso de señorialización en que se vio envuelta la villa de El Cañavate, que tendría su punto álgido en la compra de la mitad de la aldea de Atalaya por el duque de Escalona en 1637.

El cambio en el gobierno municipal, tal como nos cuenta el labrador Pedro Sánchez de Hontecillas tuvo lugar hacia 1602. Seguramente en la elección de oficios de Año Nuevo; esta vez, se eligieron según la ejecutoria favorable a los hidalgos; ejecutoria ganada, es de suponer, el año de antes. Por esos años, los hidalgos consiguieron reservarse la mitad de los oficios, es decir, un alcalde ordinario de los dos existentes para cada uno de los estados llano y noble y rotación anual del cargo de alguacil mayor. Los regidores eran perpetuos y objeto de compra venta. El primer alcalde ordinario por los hijosdalgos sería Francisco de Lomas. Motivo de más para que los odios y rivalidades fueran contra su persona. La primera elección de oficios, ateniéndose a la ejecutoria recién ganada, que suponía la división a mitad entre pecheros e hidalgos, estuvo llena de polémica. Parece que el cargo de alcalde ordinario y ostentar la vara recién traída era privilegio que debía recaer en Gabriel de Ortega, pero este hidalgo era un intrigante, cediendo el cargo de alcalde en Francisco de Lomas y dándole el envenenado consejo que debería tener un asiento en la iglesia que prevaleciera sobre el alcalde de los pecheros
que auía de tener mejor lugar que su compañero el alcalde de los pecheros y procurava que tuviera preminencias por lo qual el del estado de los pecheros lo llevavan mal y procuraron empadronarlo como lo hizieron en presencia del corregidor de la uilla de San Clemeynte
El concejo de dos de mayo de 1602, con presencia del corregidor, que debatió el empadronamiento de Francisco de Lomas con los pecheros fue muy tenso. Para entender la crispación se ha de tener en cuenta que Francisco de Lomas y Vera estaba en la cárcel de la villa por negarse a pagar los pechos. El corregidor tomó partido por los nobles. Nombró provisionalmente como alcalde al labrador y regidor, aunque afín a los hidalgos, Cristóbal Prieto, mientras estuviera preso Francisco de Lomas, para a continuación dar la razón a los hidalgos en la preferencia de asientos y a su alcalde Francisco de Lomas
dándole el primero asiento en la yglesia de esta villa y procesiones e otros actos públicos dándole el primero lugar en todas las partes y dejándole firmar el primero en qualesquiera decretos
En el ayuntamiento, los agricultores formaron un bloque cerrado, pero, en ausencia de su alcalde encarcelado, los hidalgos hicieron una defensa de clase de su compañero. La voz la puso Gabriel de Ortega, regidor perpetuo, manifestando su oposición al empadronamiento de Francisco de Lomas. Otro hidalgo presente en la sala Diego de Zamora y Aguilar, alguacil mayor, respaldó la posición de Gabriel de Ortega, al igual que los labradores Cristóbal Prieto y Francisco López de Lezuza.

Los labradores forzaron un ayuntamiento el día siguiente, tres de mayo. Andrés López Cañavate, Sebastián del Río, Diego García Plaza, Diego Pastor, Diego Martínez Cañavate y Juan Sánchez Carrasco se mantuvieron en su oposición a considerar hidalgo a Francisco de Lomas. Pero el corregidor, muy parcial en el asunto, se pronunció a su favor.

Los representantes de los labradores se opusieron a Francisco. Y entre ellos destaca la oposición de los que hasta ese momento habían sido los valedores de los Lomas. Nos referimos a los López de Cañavate. Un miembro de esta familia le espetó cínicamente al corregidor don Alonso López de Calatayud, presente en el ayuntamiento, que no dudaba de la hidalguía de Francisco de Lomas pero que quería que le costase algo. Esta ruptura de la afinidad entre los Lomas y los López Cañavate sería explicables, según nuestra opinión, por el poder que estaban alcanzando en El Cañavate la familia Ortega, parejo a su aparición como actores principales en la villa de San Clemente.

Odios aparte, la república de los labradores se resquebrajaba. Pedro de Lomas había accedido al cargo de alguacil mayor a finales del quinientos por el apoyo que le prestaba un pechero Juan López Cañavate, sentando así las bases para acceder al oficio de alcalde en 1602, como hijodalgo. Pero esta vez, lo hacía por el favor de Gabriel Ortega. La lucha por los oficios concejiles fue pareja a los intentos de los hidalgos por verse libres del pago de pechos reales o concejiles, pasando de la voluntariedad en el pago a la obligatoriedad y embargo de prendas. El tema no era baladí, pues estar en los padrones de El Cañavate no significaba tener la condición de pechero, ya que los hidalgos aparecían en dichos padrones bajo un encabezamiento que los intitulaba como hidalgos. Olvidar ese encabezamiento lo pagaría caro, al sacar un traslado de los padrones, el escribano Juan Lezuza. El hidalgo Francisco de Araque recordaba como los hidalgos eran obligados a pagar servicios propios de los pecheros a mediados del siglo XVI
que este testigo a uisto los padrones y repartimientos que por los oficiales del concejo se hacían entre los vecinos de la dicha villa y en ellos halla que para encubrir sus pensamientos en ellos decían que unos heran para pleitos y otros para fuentes y otros dicen conforme a la costumbre que la dicha villa tenía y con capa desto entravan y repartían a otros hijosdalgo como hera a Rodrigo de Ortega que este hera hijodalgo y ansimismo repartieron a Lope de Araque padre deste testigo y hera hijodalgo y este testigo tiene la executoria de su padre en su poder y ansimismo a Martín de la Serna que hera hijodalgo 
Y es que, como hemos visto en otro lugar (1), El Cañavate tenía una constitución u organización peculiar. En 1532, se definía como un pueblo de doscientos vecinos casi todos labradores. Hasta la revuelta de las Comunidades, los concejos abiertos eran la norma. Los vecinos se juntaban con sus alcaldes y regidores para discutir en común de los problemas de la villa.  Aunque ya antes de las Comunidades, la participación popular se había encauzado a través de unos diputados y los cabildos estaban en transición entre el concejo abierto y el cerrado. No obstante, en la primera mitad o dos terceras partes del siglo, todavía existía un consenso en el interior de la sociedad de El Cañavate, con compromisos entre los labradores y los hidalgos. Los hidalgos, y en especial alguno de ellos, como  los Ortega preferían empadronarse y pagar contribuciones en esta pequeña villa, que entrar en la lucha por el poder de grandes urbes como San Clemente. Dominaban los pequeños propietarios agrícolas, que convivían con otros mayores, pero a los que se sometió al gobierno de esta república por los labradores. Quienes no lo hicieron tuvieron que vender sus tierras, como los Castillo de San Clemente, o tuvieron que plegarse, caso de los Pacheco y su intento de señorío sobre la dehesa de Torralba.

Los padrones de 1516, 1520, 1532, 1534 o 1538 distinguían entre centenas de hidalgos y centenas de pecheros. La centena era la parte repartida del servicio ordinario. Los mismo ocurría con los padrones conservados desde mediados de la década de los cuarenta. Los traslados de los padrones en los que aparecen hidalgos nos aportan una relación de los hidalgos de El Cañavate. En los años cuarenta, ademas de los Lomas, otros hidalgos eran Martín de Serna, Diego de Ortega o Pedro de Montoya. Una nobleza que, procedente de Vara de Rey o de Villar de Cantos, se había afincado en Cañavate eludiendo la presión de poderosos concejos como el de San Clemente, aprovechando las haciendas que poseían en El Cañavate.

Recuperar los hidalgos de 1516 es más incierto, por no respetar el escribano Juan de Lezuza, el encabezamiento que intitulaba a los hidalgos, pero el traslado de Lezuza ha sido corregido posteriormente en la Chancillería de Granada, donde se trasladaron los padrones originales, con una indicación para indicar los hidalgos de esa fecha de 1516 en El Cañavate. Los mencionados son Arias de Tébar, Peralta de la Serna, Lope Alarcón, Pedro de Lomas, Sebastián de Tébar, Diego de Castañeda, Francisco de Lomas, los hijos de Alonso de Araque, Juan de Gabaldón,  Juan Ramírez y la viuda de Pedro de Alarcón. Únicamente tenemos la duda en esta relación de la presencia de Juan del Campo, que ya no aparece un futuros padrones. La aportación de los hidalgos, 16 maravedíes por cada centena, solidaria o compulsiva, tenía por finalidad sufragar el litigio que la villa de El Cañavate mantenía con Rodrigo Pacheco por la posesión de la dehesa de Torralba en su término municipal.

En víspera de las Comunidades, el año 1520, los hidalgos sufrieron un nuevo repartimiento. A los nombres citados de 1516, se suman, Bernardino de Tévar y Gregorio de Araque. La presencia de Arias de Tébar como regidor y participante en el repartimiento, en la elaboración del padrón y aportando una cantidad máxima de diez centenas (a diez maravedíes la centena), nos lleva a pensar en la voluntariedad de los hidalgos en estas contribuciones. De todos modos, su aportación se reducía a 40 centenas sobre un total de 720 repartidas en el pueblo.

En 1524, a los hidalgos se han sumado Pedro de Cuevas y un miembro de un linaje de Vara de Rey, Martín López de Huete, mientras que han desaparecido los Tébar. ¿Desaparición de la villa, consecuencia de la guerra de las Comunidades? El panorama cambia completamente en los padrones de 1530, aunque creemos que los tres primeros nombres responden a pecheros (Martín González Lozuza, Martín Briz, Pedro Lucas), también aparecen otros hidalgos indudables con una presencia en el pueblo ligado a sus patrimonios y que se les hace pechar: el señor Rodrigo Pacheco, Rodrigo de Ortega y Diego de Zamora. En 1532, aparecen dos pecheros y en medio de los hidalgos Martín de la Parra, reaparece la viuda de Arias de Tébar y un Juan Ramírez nos parece como pobre, ya en los viejos padrones tenía una aportación de apenas media centena. Nuevos apellidos se suman en los años siguientes: Corvera, López, Barcenas, Muelas, Carreño, Flomesta o una familia de cuya existencia sabemos, pero que hasta ahora pasa desapercibida. En 1550, vemos a Francisco Gómez y Pedro Gómez hidalgo.  Entretanto, años antes, en la labriega villa de El Cañavate hemos visto pechar a don Diego Ruiz de Alarcón o a don Juan de Alarcón Pacheco. Una muestra más que las contribuciones no era tanto una imposición sobre las personas sino sobre sus haciendas. Esta imposición sobre las haciendas, impuesto sobre el patrimonio y la renta personal avant la lettre y signo de una fiscalidad moderna, es evidente en los repartimientos de mediados de siglo. El origen de esta progresividad estaba en la división de cantidad a pagar en las llamadas centenas y en el pago por cada vecino de una a doce centenas según su patrimonio. Se empadronaban las personas, pero en cuanto poseedores de heredades. De hecho, los asentamientos en el padrón nos hablan de la heredad o casas de Luis Carreño o de la casa y tierras de Rodrigo Pacheco. En el repartimiento de 1551, se dice
que es su intención repartir las dichas zentenas de caudal de diez mil marauedíes una zentena e de unas casas de hasta diez mil marauedíes e fasta veynte e treinta e de allí arriba dos zentenas e de cada zien almudes de heredad otra centena e de cada millar de vides otra y de los que menos ubiere lo que Dios les diere a entender sin pensar de agraviar alguno
La comunera Cañavate, que vio correr el río Rus con la sangre de los rebeldes del movimiento, no solo había mantenido el espíritu solidario de comienzos de siglo, donde todos contribuían más allá de su condición pechera o hidalga, sino que valiéndose una imposición injusta, el servicio, pensada para los pecheros, había sabido crear un régimen tributario justo fundado en la progresividad de la renta y patrimonio personal de cada uno. El Cañavate se nos presenta como ejemplo de modernidad. Pero es solo un espejismo, en apenas un cuarto de siglo, la situación cambia radicalmente.  El repartimiento de 1587 se hace todavía sobre las personas y heredades, pero excluye del mismo a los hidalgos que estén en posesión de ejecutoria. Las exenciones de pechar, nacidas de la riqueza y la proximidad al poder concejil comienzan a aparecer.

Después de la guerra de las Alpujarras, las villas, y El Cañavate no fue una excepción, se empobrecieron. En la guerra murieron hombres y se perdieron brazos para el campo. Anclada en los 320 vecinos de la villa y los 70 de sus aldeas, El Cañavate y su tierra habían alcanzado el tope de crecimiento de un espacio agrario encajonado entre dos cerros. La desgracia de muchos fue fortuna de pocos. La sociedad de labradores se fue haciendo más injusta y desigual. El Cañavate seguía siendo tierra de labranza y crianza. Sobre todo de lo primero, pues aunque tierra recia, se sacaba provecho con gran trabajo, y en el término había pocos pastos y los ganados se veían obligados a ir a herbajar a las extremaduras. Los labradores de El Cañavate eran gente del común y antes son pobres que ricos (2), pero se estaba formando una minoría diferenciada por el enriquecimiento de algunos, ya pecheros, como los hermanos López de Cañavate, o ya hidalgos, como los Ortega, Zamora o Araque.

De lo mucho que se jugaba en la lucha por el poder en la pequeña villa de El Cañavate, da fe el empeño de sus actores en la defensa de sus posiciones. Tres labradores, los mencionados Pedro Sánchez Hontecillas, Francisco Sánchez y Martín López Caballón (todos ellos rondando los sesenta años de edad) fueron en 1608 a lomos de sus pollinos hasta Granada, para ratificar sus dichos en su villa ante el diligenciero enviado por la Chancillería. Nueve días de ida y otros nueve de vuelta, en la época de lluvias del mes de abril, a razón de ocho reales de gasto la jornada. Lógicamente la Chancillería se desentendió del pago y lo endosó al concejo de El Cañavate

y que vienen cada uno en un pollino y que se detuvieron en el camino respeto de las muchas aguas y ríos nueve días tasó a cada uno de los susodichos diez y ocho días de camino de venida y vuelta y estada a razón de ocho reales cada día
Igual tasación del viaje, a ocho reales diarios cada una de las diecisiete jornadas y media de viaje, hasta sumar un total de setecientos reales, y por supuesto a cargo de los propios de El Cañavate, fue la que se hizo para cada uno de los otros cinco testigos, labradores asimismo, que fueron a declarar a Granada. 

Los Lomas consiguieron sentencia favorable dela Chancillería de Granada de 26 de agosto de 1609. Los Lomas contaban con varios oficiales del concejo y sus favores, como los Ortega y los Araque. Pero también de muchos enemigos, que deseaban para El Cañavate un gobierno de gente honrada, condición que confundían con la de labrador rico. Contaban todavía con el control parcial del concejo y sus oficiales; uno de ellos, era el escribano del concejo de El Cañavate, a comienzos del seiscientos, Juan de Lezuza, que testimonió el carácter pechero de Francisco Lomas, por lo cual habría de responder ante la Chancillería de Granada, acusado de falsificar los padrones de hidalgos de la villa, conservados en cinco cuadernos y que recogían padrones que iban del año 1516 a la década de los treinta. Apresado en 1609 el escribano, en la cárcel de Granada, en su defensa tuvieron que salir dos vecinos de Alarcón y otro de Cañavate para reafirmar su profesión de buen cristiano y su buena vida y fama. Con especial énfasis lo hizo Andrés de la Orden Quijada. Sin embargo, para el fiscal de la Chancillería, licenciado Bernardino Ortiz de Figueroa, el caso era un ejemplo de corrupción en el que era cómplice, sobornado seguramente, el escribano de la Chancillería, enviado a El Cañavate a hacer las diligencias, Alonso de Torices Jara. La prevaricación del escribano Juan de Lezuza fue condenada severamente: dos años de inhabilitación para ejercer el oficio de escribano, un año de destierro y alejado cinco leguas de la villa de El Cañavate y diez mil maravedíes e multa. En la cárcel de Granada se pudrió el escribano Juan de Lezuza, incapaz de pagar la fianza de tres mil maravedíes y solicitando míseramente se le dejase ser acogido a las limosnas de los pobres para comer.

Y es que las hidalguías, en aquella Castilla interior, donde podía más la representación que el trabajo, se habían convertido en fuente de ingresos y raíz de corrupciones si los escribanos y diligencieros (que hacían diligencias) tenían la suficiente habilidad para ganarse la voluntad de los escribanos y oficiales locales. Tal fue el caso de Alonso de Torices, diligenciero granadino, que ocupó en sus pesquisas hasta un total de once días de trabajo, desde el dos de junio hasta el doce de junio de 1607. El escribano Juan de Lezuza le certificó los once días, aun a pesar de que por medio había cinco días feriados: tres de la pascua del Espirítu Santo, celebrada el nueve de junio, un domingo de la Trinidad y el día de San Bernabé. A decir del escribano, se trabajó cada uno de ellos o al menos, en sus palabras, cinco días de holgar pero que eran días de ocupación. El diligenciero echó trece días más del viaje de ida y vuelta para cerrar la cuenta. Las cuentas eran un ejemplo de la relajación de las normas y preceptos religiosos en aquella España interior, más si pensamos, por ejemplo, en el proceso inquisitorial que sufrió cien años antes Hernando del Castillo, por trabajar en sus molinos de la Noguera un domingo o, más exactamente, por obligar a trabajar a los canteros vascos que los reparaban.

Mundo de representación en el que los gestos y símbolos importaban más que los hechos, el diligenciero iba provisto con real provisión de sello de placa. El ayuntamiento se reunía en pleno para recibir al que, a pesar de su poca monta, no dejaba de ser un funcionario real. Claro que el ayuntamiento reunido era también un símbolo: la representación del poder de los labradores. Por eso, intencionadamente estaba ausente don Gabriel de Ortega Montoya, cuya fortuna familiar y la de sus parientes sanclementinos se había forjado en la labranza de tierras en Villar de Cantos y El Cañavate; pero ahora importaban más las ínfulas del hidalgo.

Concejo de El Cañavate de 3 de junio de 1607

Mundo de representación y de agasajos, donde el diligenciero granadino ya tenía, antes de su llegada, preparado el plan de trabajo en El Cañavate y sus aldeas. Entre los que esperaban para exponer su testimonio contra los Lomas estaban los Jareño de la aldea de Atalaya, labradores con representación en el gobierno municipal.

Pero la pequeña sociedad de El Cañavate se empezaba a romper y con ella la solidaridad de los labradores. Francisco y Bernardino de Lomas eran hijos de un segundo matrimonio y como tales dejados en segundo plano por sus convecinos. El favor en el pueblo lo contaban sus hermanastros, Pedro y Juan, nacidos de un primer matrimonio de Pedro de Lomas con una deuda de una de las familias de los hombres más ricos del pueblo a mediados del quinientos, los hermanos Juan y Francisco López Cañavate, que se hicieron por compra con las primeras regidurías perpetuas del pueblo. Ese rompimiento de la vieja república de labradores, nacido de la desigualdad en la riqueza desde mediados de siglo, lo personificaba muy bien Diego Ortega, casado con una Montoya, que ganada ejecutoria de hidalguía, la misma que se le negaba a sus deudos de San Clemente, se vanagloriaba y mostraba a sus vecinos el escudo de su ejecutoria de hidalguía miniada. Este símbolo de ostentación molestaba y no se entendía. Singularmente por los labradores acomodados del pueblo. Pedro Sánchez de Hontecillas, más allá de los formulismos de la declaraciones de testigos, presentaba el pueblo dividido en dos: los labradores como él, defensores del real patrimonio, dignos de calidad, fe y crédito, y esos otros hidalgos, que poco tenían de sangre noble, y que fundaban su crédito en la palabra de hombres pobres y necesitados, cuyas voluntades compraban. El crédito de la palabra del labrador frente al poco concierto de la plática del necesitado. El labrador que mostraba la riqueza fruto de su trabajo, frente a la ociosidad de hidalgos y pobres y que mantenía una equidistancia de orgullo frente a la vanidad del hidalgo y la poca estima que le merecía el pobre, categoría donde se confundían los marginados con los que empleaban su trabajo a jornal para otros, si es que la primera condición no era causa de la segunda.

Sin embargo, hombres como Pedro Sánchez de Hontecillas no hablaban el mismo lenguaje de su padre y abuelo. Aunque estemos en el contexto de un expediente de hidalguía, el labrador de 1600 habla del interés del real patrimonio, el labrador de 1500 hubiera hablado del bien común de la res pública.

Acabada con la resistencia de los labradores y desenmascaradas sus maniobras, los Lomas consiguieron nueva sentencia favorable a su hidalguía de 7 de julio de 1610. La ejecutoria no se despacho hasta 1617.

La familia Lomas era de nobleza cierta, un Juan de Lomas había sacado carta ejecutoria en 1502 y los ascendientes de los litigantes habían enlazado con familias nobiliarias como los Araque y los Vera. El padre de Francisco Lomas y abuelo de Eugenio (hijo de un hermano llamado Bernardino), de nombre Pedro, había casado con Isabel Vera, natural de la Hinojosa, aldea de la villa de Alarcón. Y el padre de Pedro y antecesor de la familia, llamado también Pedro de Lomas, había casado con Catalina de Araque. Nobles y labradores vivían en armonía, mientras no se vio comprometido la hegemonía de los segundos. A falta de demostrar sus calidades en la exención de impuestos, los hidalgos demostraban su naturaleza en la guerra si tenían oportunidad. Ese momento llegó en la guerra de las Alpujarras, allí moriría Bernardino de Lomas, hermano y padre de los litigantes Francisco y Eugenio. En calidad de qué fue reclutado no lo sabemos, si en los primeros momentos, más a la vieja usanza de reclutamientos hechos y aportados por las villas, o en las compulsivas levas posteriores. En lo demás, la familia Lomás defendía su hidalguía con gestos más que con realidades. Según decía el labrador Francisco Sánchez, Bernardino Lomas se negaba a pagar pechos, pero para evitar la cárcel se dejaba prendar por los impuestos no pagados; aceptaba alojar soldados, pero para mantener las apariencias pagaba a otros vecinos para que los sustentaran en su casa o en otras ocasiones les pagaba la posada en el mesón del pueblo. La muerte de Bernardino dejó a la familia desamparada. El labrador Miguel Sánchez Cañete reconocía que los Lomas a veces no habían pechado por ser pobres. Y es que la familia se desvertebró a la muerte de Bernardino: su hermano Francisco se ausentó de la villa y lo mismo hicieron otros dos hermanastros, habidos de un primer matrimonio del padre, llamados Pedro de Lomas de la Casa y Juan de Lomas, aunque este último es posible que corriera la misma suerte de Bernardino en la guerra de Granada.

Pero fruto de los parentescos de la familia de la madre de los hermanastros Lomas de la Casa, la suerte de la familia cambió. El apoyo de los hermanos López Cañavate y del mismo corregidor de San Clemente Antonio de Calatayud nos lo contaba Francisco González:
porque el dicho Pedro de Lomas de la Casa era este primo hermano de Francisco y Juan López Cañavate hermanos regidores perpetuos que fueron desta villa el qual deudo era por parte de la madre del dicho Pedro Lomas y que los dichos regidores eran personas de valor en esta dicha villa en la qual los demás oficiales del concexo y vecinos della no hazían otra cosa más de lo (que) querían y ordenaban los dichos regidores perpetuos y que por este parentesco e favor que con ellos tenían el dicho litigante y sus hermanos y con los demás oficiales del concejo y otras personas particulares y en especial particularmente por el mucho favor y ayuda que tenían del corregidor de la villa de San Clemente que se halló muchas vezes en esta villa el qual a lo que se quiere acordar se llamaba don Antonio de Calatayud

Los intereses de los Lomas eran regionales y sus relaciones familiares se extendían por la Alberca, la Hinojosa, Las Pedroñeras o por Socuéllamos. Los conocía bien Francisco de Araque, alcalde ordinario por el estado de los hijosdalgo en 1609, emparentado con los Lomas, que ligaba a los familiares de estos pueblos como de un mismo tronco:
porque su madre deste testigo hera hermana de Pedro de Lomas padre del dicho Francisco de Lomas que litiga y los conoció y fue conociendo desde que este testigo hera de poquita hedad porque como niño y nieto iba a la casa de su abuelo y siempre en la dicha villa de Alcañabate a los quales y cada uno de ellos los a tenido por hijosdalgo notorios de sangre por línea reta de varón legítima y en tal posesión opinión y reputación los a tenido y tiene todo el tiempo que los a conocido y conoce desde que este testigo tiene uso de raçón que será de cinquenta años a esta parte y por tales los a visto que por los veçinos y moradores de la dicha villa de Alcañabate an sido avidos y tenidos comunmente reputados sin aber cosa en contrario hasta que este pleito se movió ... y que este testigo se acuerda de aber oído decir a su padre y a su madre y al tiempo que murieron tendrían cada uno ochenta años y abrá que murió su padre deste testigo treinta años y su madre veynte y quatro años que su magestad abía mandado hacer llamamiento de hijosdalgo y que el dicho Pedro de Lomas abuelo deste testigo y del dicho Pedro de Lomas tenían en aquel tiempo tres hijos mancebos y tres hijas casadas con tres hijosdalgos y como tal hijodalgo tenía aprestados sus tres hijos y tres yernos para que fuesen en servicio de su magestad como tales hijosdalgo y que este testigo conoció a Marco de Lomas y Francisco de Lomas que son difuntos y conoce a Rodrigo de Lomas todos hermanos vezinos naturales de la Hinojosa y este testigo los a tenido por sus deudos por su madre deste testigo... pero tiene por cierto que el padre de los dichos Marco y Francisco y Rodrigo de Lomas vecinos de la Hinojosa heran hijos de Rodrigo de Lomas el viejo y que este hera hermano de su abuelo deste testigo y del abuelo y de los dichos Francisco de Lomas que litiga y bisabuelo del dicho Eugenio de Lomas y que en la dicha villa del Cañabate no a auido Juan de Lomas si no es otro hermano de Francisco de Lomas que litiga y este abrá que murió cerca de quarenta años y que si a auido otro Juan de Lomas en el Cañabate no lo conoció ni se acuerda y que siempre a oído decir que en la villa de la Alberca abía un Juan de Lomas muy viejo y que este hera hijodalgo de executoria 
El apellido Lomas se había perdido en La Alberca, por falta de varón en la sucesión y su descendencia había quedado integrada en una familia hidalga de esa villa: los Chaves. Algunos nietos de Juan de Lomas, el de la ejecutoria de 1502 y fallecido hacia 1550, vivían a comienzos del siglo XVI en Socuéllamos. De los Lomas de la Hinojosa, solo vivía a comienzos del siglo XVII, Rodrigo de Lomas, que se había establecido en El Pedernoso.

Gracias al testimonio de Rodrigo de Lomas podemos recomponer el origen de la familia, que él situaba en Cordovilla, actual provincia de Palencia, en las antiguas merindades de Burgos. El primero de los Lomas que llegó a la zona fue el bisabuelo del litigante Francisco, que se llamaba Pedro de Lomas. Llegado de las merindades, es de suponer que en la segunda mitad del siglo XV, se había instalado en Alarcón primero y luego en El Cañavate. El bisabuelo Pedro de Lomas había tenido por hijos a Juan de Lomas, el hidalgo con eejecutoria de la Alberca,  Pedro de Lomas de El Cañavate y Francisco de Lomas que daría origen a la rama de la Hinojosa a través de la línea sucesoria de su hijo Rodrigo (padre a su vez de Rodrigo, Marco y Francisco). Todo hace suponer que un hermano de este Rodrigo, de nombre Agustín se estableció en Belmonte.






Ayuntamiento de El Cañavate de 12 de agosto de 1602


Francisco Lomas y Vera, alcalde por los hidalgos, Jorge Pérez, alcalde por el estado llano.

Regidores perpetuos: Diego Martínez Cañavate, Sebastián del Río, Francisco López de Lozuza, Miguel Martínez, Alonso López de Checa, Juan Fernández Carrasco

Ayuntamiento de El Cañavate de 21 de abril de 1606

Francisco López Caballón, alcalde ordinario
Regidores perpetuos: Diego Martínez Cañavate, Alonso López de Checa, Miguel Martínez, Francisco Gallego,
Alguacil mayor: Juan de Araque

 Ayuntamiento de El Cañavate de 8 de noviembre de 1607


Alcaldes ordinarios: Diego de las Muelas y Cristóbal Jareño

Regidores: Juan Gómez de Peralta, alférez mayor.
Regidores: Diego Martínez Cañavate, Francisco López de Lozuza, Alonso López de Checa, Miguel Martínez, Francisco Cañavate, Miguel de Osma.


Testigos de la probanza de 1607 y 1609, a favor de los Lomas


Andrés Montesinos, 67 años; hijo de Pedro Checa (nacido en 1502)
Pedro de Segovia, labrador,  92 años
Sebastián López el viejo, 77 años
Francisco de Torres, hidalgo, 78 años
Ana de Requena, mujer de Diego de las Muelas, alcalde ordinario por el estado hidalgo. 70 años
Catalina López, mujer de Domingo López de Tébar.
María Ruiz, viuda de Francisco de Alarcón, 70 años
Cristóbal Prieto
García de Chaves, vecino de La Alberca, nieto del ejecutoriado Juan de Lomas, 66 años

Testigos de la probanza de 1608, contrarios de Francisco y Eugenio Lomas

1.-Ratifican su dicho en la Chancillería de Granada

Pedro Sánchez de Hontecillas, labrador, 60 años
Martín López de Caballón, labrador, 57 años
Francisco Sánchez, labrador, 50 años
Miguel Cañete, labrador, 55 años
Diego García Plaza, labrador y morador en Cañada Juncosa, 58 años
Jorge Pérez, labrador , 48 años
Francisco López Caballón, labrador, 52 años
Francisco Tornero, labrador, 66 años

2.-No ratifican su dicho en la Chancillería de Granada

Alonso de la Jara
Benito Montesinos Cañavate, sastre, 60 años
Juan de Alarcón Bermejo, labrador del lugar de Cañadajuncosa
Alonso Martínez Calvo, labrador de Atalaya, 66 años
Cosme Jareño el viejo, vecino de Atalaya de 66 años
Rodrigo de Ruipérez, vecino de Atalaya, de 56 años
Damián Jareño, vecino de Atalaya
Juan Ruiz, labrador de Cañadajuncosa, 45 años
Pedro Sánchez de Alarcón, vive de su trabajo, 60 años
Francisco González, labrador





(1) DE LA ROSA FERRER, Ignacio. El Cañavate, realengo e intereses señoriales. en https://historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com/2018/02/el-canavate-realengo-e-intereses.html, 23 de febrero de 2018.
(2) ZARCO CUEVAS, Julián: Relaciones de pueblos del Obispado de Cuenca. Diputación Provincial de Cuenca, 1983, pp. 203-210

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Signatura antigua: 302-234-13. Francisco de Lomas Vera y su sobrino Eugenio de Lomas

ADENDA: UNA PEQUEÑA REFLEXIÓN SOBRE LAS SOCIEDADES MANCHEGAS DEL SIGLO XVI:

A comienzos del siglo XVI, hubo una sociedad en el sur de Cuenca levantada y fundada en el valor del trabajo y el mérito personal. Sociedades pobres en población y recursos que venían de la guerra y la rapiña del siglo XV. De pronto, el milagro, hombres con sus azadones roturando las tierras, guerreros convertidos en mercaderes o empleándose como labradores para salir adelante. Vascos y cántabros que bajaban a la llanura manchega a alzar como canteros nuevos pueblos, zamoranos a vender sus paños, carreteros de la sierra que traían las maderas necesarias para las casas, gente del común que explotaba como rentero las tierras (que lo de jornal se despreciaba, como muestra de sumisión no aceptada por el orgullo y el deseo de ser libre). Y sin embargo, el brutal y rápido crecimiento trajo una legión de desheredados: el pequeño agricultor que no tenía suficientes ingresos se empleaba como presto a desempeñar sus servicios para otros, muchos deambulaban por los pueblos al acabar la vendimia o siega o improvisaban trabajos manuales para sobrevivir, algunos hidalgos se tragaban el orgullo e iban a los montes en busca de leña para vender, llevada en burros (una humillación para un hidalgo de la época). Y de repente, todas las contradicciones estallan. Quizás los hombres no eran conscientes de su clase, pero sí de lo que les oponía a los demás. Los más ricos ven en las contradicciones sociales, oportunidades para la lucha y conquista del poder concejil y amasar sus fortunas, pero obvian los movimientos profundos de las sociedades rurales. Algo del peligro se atisba, se encienden las hogueras donde las conciencias más críticas y librepensadores son arrojadas. Se les llama judíos, pero son hombres con una visión demasiado moderna para su época. Las hogueras provocan más odios. Cuando nadie lo espera, llega el verano de 1520, El Provencio y Santa María de Campo se sublevan y expulsan a sus señores y, en ausencia y rebeldía, los someten a juicios populares. Las villas de realengo parecen tranquilas en manos de las familias y patriciado tradicional, pero los hidalgos arruinados comienzan a poner voz al descontento. Llega finales de octubre o el mes de noviembre e inesperadamente se produce una auténtica subversión social, los desheredados se hacen con el poder: nombran capitanes o sota capitán, que responden a una autoridad que está en todas partes y en ninguna. El mesianismo se apodera del movimiento: juntas de doce miembros, cual apostolado, se forman en los pueblos. Todo se pone en cuestión en los tres meses siguientes, aunque apenas se sabe nada, porque hay una intencionada destrucción de los papeles de ese periodo, una vez finalizado el movimiento. Nuestra única certeza es que el movimiento es aplastado sin piedad por una nobleza regional (y con intereses que van más allá), con la colaboración de los agricultores propietarios que han visto con horror como el movimiento no respetaba las haciendas y a los que se les debe prometer seguir controlando los gobiernos municipales. La victoria de los agricultores es completa, que vienen de los pueblos a luchar contra los comuneros que se han hecho fuertes en el Cañavate. En el río Rus, y bajo su puente, tiñéndolo de rojo, yacerán cientos de comuneros muertos. La república de labradores, en la que han querido participar los desheredados y gentes de oficio, ha triunfado, pero es un espejismo, pues está tutelada por los grandes hacendados. La nueva constitución se mantiene un cuarto de siglo, pero a mediados del siglo XVI, la nueva minoría de hacendados pide el control absoluto del gobierno concejil. En la segunda mitad del siglo XVI recuperarán del desván el viejo abuelo que ganara una batalla: no tendrán dificultad pues en la época de los Pachecos hubo muchos hombres con arrojo que frente el enemigo en batallas o entre ellos a cuchilladas resolvían sus disputas. Otros se inventarán sus abuelos o simplemente serán sus enemigos quienes les recordarán su pasado real o ficticio para desprestigiarles.  Pero hay una verdad indudable: el hombre ya no es hijo de sus obras, sino de la memoria del pasado que sea capaz de crearse con su dinero

sábado, 10 de junio de 2017

El yacimiento de los Villares en Atalaya y el sepulcro de Tébar. El informe de J. Santa María sobre los caminos romanos de la Provincia de Cuenca

Iglesia de la Asunción de Ntra. Sra. Tébar


Academia de 27 de enero de 1843, 
Recibido todo con aprecio y dense gracias

Excmo. Señor

Tengo el honor de poner á disposición de la Academia seis monedas árabes de plata, halladas hace algunos años en en el término del pueblo llamado Atalaya, de la provincia de Cuenca al Sur y á corta distancia del mismo, cerca del camino que de él va á San Clemente, á cuyo partido pertenece, y en el sitio que dicen los Villares, en donde se cree y se encuentran vestigios de que hubo población en lo antiguo. Se encontró gran cantidad de estas monedas en una olla, cabando para sacar una piedra, y las vendieron para fundirlas. Igualmente presento otras doce monedas de cobre de varios módulos y bastante bien conservadas é interesantes, una de ellas árabe, encontradas en aquel país en diversos tiempos.
Unas y otras las he debido á la amistad y á la generosidad del Sr. D. Martín Agráz y Prieto, presbítero, vecino del expresado pueblo, á quién indiqué las presentaría á la Academia para su monetario, como me complazco en ejecutarlo, deseando sean de su aprecio.
Habiendo tenido noticia de haberse descubierto el més de diciembre último un sepulcro del pueblo del término de Tébar, de la referida provincia de Cuenca, inmediato al de mi naturaleza y al sobredicho de Atalaya, traté de adquirir algunos datos acerca de dicho descubrimiento; y el profesor de cirujía de la expresada villa de Tébar, don José Carbajal me remitió la nota que da idea de ello, y que igualmente tengo la satisfacción de ofrecer á la Academia por si fuese digna de su bien atención.

Dios guarde a V. E. muchos años 



Madrid, 27 de Enero de 1843

Excmo. Señor
Manuel Fermín Garrido

OFICIO DE REMISIÓN A LA ACADEMIA


                                                                *****

Los Calvillos en la parte central inferior del mapa
Instituto Geográfico Nacional de España

En 19 de diziembre de 1842 como a las tres y media de la tarde los trabajadores de don José Joaquín Bayllo, vecinos de Tébar, á presencia de su encargado don Juan Gavaldón, de la misma vecindad haciendo un hoyo para arrancar una vid de viña en la tittulada de los Montoya, propiedad del dicho señor Bayllo, sita en el término de la indicada villa de Tévar y parage denominado de los Calvillos a las inmediaciones del cerro de Santa Quiteria, tropezaron con los azadones en una piedra é invitados por el enunciado Gavaldón á lebantarla para que no impidiese el progreso del murón que iba a reemplazar la vid que se estaba arrancando fué grande la sorpresa de todos cuando al realizarlo se descubrió una piedra labrada no con mucha finura, que envetunada de cal y arena muy fresca al parecer y ligando algunos cascotes de teja servía de tapa a un sepulcrito tanvién de piedra, cuyos bordes superiores se dejaron ver, y dos huesos de las estremidades inferiores que alguna que otra costilla se descubrieron dentro de él, todo indudablemente de alguna criatura humana

Es como de cinco palmos longitud, cerca de dos palmos de grueso, figura atahúd y un bacío en medio de la piedra, que es quasi quadrilátera, como tres palmos de longitud y uno de dimensión, en el qual fueron hallados los huesecitos de que se deja hecha mención enbueltos entre una tierra muy pulverizada. Su posición era mirando al Norte, y todo el sepulcro estaba rodeado y muy ceñido de gruesas raizes de higuera de las qual viben a las inmediaciones del sitio que ocupaba, advirteiendo que para estraerlo hubo necesidad de profundizar un hoyo como dos baras. En la parte inferior y posterior al predicho sepulcro se notan a cincel dos líneas, digo tres, formando dos renglones, sin que pueda ocultarse al menos inteligente que al cincelar las letras que contiene, se desgració el ángulo de que produce dicho plano en esta forma= desgraciado

A
NOVELLA
H . S . P .
Son transversales en el sepulcro

No se obserba en la tapa ni pilón otra particularidad digna de notarse pero lo dicho es tan esacto como fácil de comprobarse siempre que el digno curioso que ansía estas noticias, las juzgue necessario, para sus fines ulteriores

INFORME ORIGINAL



BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES
http://www.cervantesvirtual.com


                                                             *****

J. SANTA MARÍA: BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA TOMO XXXI. Julio.Septiembre, 1897. CUADERNOS IIII. INFORMES. "ITINERARIOS ROMANOS DE LA PROVINCIA DE CUENCA"

http://www.cervantesvirtual.com/obra/caminos-romanos-de-la-provincia-de-cuenca-0/
                                                               

 J. SANTA MARÍA: ITINERARIOS ROMANOS DE LA PROVINCIA DE CUENCA. ACCESO AL TEXTO


Villa romana. Atalaya Cañavate. Foto Julián Torrecillas Moya


lunes, 3 de octubre de 2016

Los caminos en el corregimiento de San Clemente




Mapa elaborado por Gonzalo Menéndez Pidal para su obra Los Caminos de España, según los itinerarios fijados por Villuga. Hay algunos errores: donde dice El Pedroso, debe decir El Pedernoso; donde dice Molina, debe decir Motilla
(Real Academia de la Historia. Colección: Departamento de Cartografía y Artes Gráficas. Signatura: C-030-030. Nº de registro: 01101. Signatura antigua: C-V n 30). También en el siguiente enlace http://cartotecadigital.icc.cat/cdm/ref/collection/espanya/id/2618


En la red viaria de mediados del quinientos, la villa de San Clemente no ocupaba un lugar central. El mapa de caminos ya estaba diseñado de mucho antes y la Mancha conquense era lugar de paso desde el Reino de Toledo hacia Levante, sus puertos de Valencia y Alicante y la ciudad de Murcia. Tan solo una vía principal cruzaba la villa de Norte a Sur: era el camino que desde Cuenca se dirigía a Granada. Pero los principales caminos se dirigían en sentido Oeste a Este:

  • El camino de Guadalupe a Valencia (pasando por Toledo) en el repertorio de Villuga, se internaba desde el Toboso por tierras de Santiago hacia Mota del Cuervo, para continuar por Santa María de los Llanos, El Pedernoso, La Alberca, El Cañavate, Alarcón, Motilla del Palancar (Montilla en el original de Villuga y Molina en la transcripción de Gonzalo Menéndez Pidal), Campillo de Altobuey y Pesquera, para continuar hacia Valencia por Utiel y Requena.
  • El itinerario anterior se encontraba en Campillo, con el itinerario procedente de Madrid, que también iba hacia Valencia. Antes de llegar a Campillo, se internaba en Cuenca por Belinchón y Tarancón (donde un ramal se desviaba por Uclés hasta El Hito), y tras pasar por Saelices, el Hito  y Villar de Cañas, se internaba en la venta de Talayuelas y los pueblos de Buenache, Barchín y Gabaldón. Una desviación de este camino por Almodóvar del Pinar, Villar del Saz y Arcas subía hasta Cuenca.
  • Uno de los caminos más utilizados era el itinerario que procedente de Toledo llegaba hasta Murcia y el puerto de Cartagena, en especial por los soldados que se embarcaban en este puerto con destino a Italia y los presidios de África. Procedente de Toledo, y desde el Toboso, se internaba por Manjavacas en dirección a Las Mesas, El Provencio y Minaya, para continuar por tierras albaceteñas hacia La Roda, La Gineta (que soportaba los soldados que no querían sus vecinas), Albacete y Chinchilla, donde se bifurcaba hacia Alicante y Murcia. Con el tiempo el camino que iba hacia Valencia por el Pedernoso se desvío hacia Las Pedroñeras para unirse al camino murciano en El Provencio
Itinerarios alternativos que se valoraron en el viaje de Felipe IV a Valencia en 1645, según Gonzalo Menéndez Pidal**


En el sentido Norte-Sur destacaban dos caminos:
  • El más importante es el que desde Cuenca tenía por destino Granada. Pasando por Valdeganga, La Parra de las Vegas, Albaladejo del Cuende, Valverde del Júcar, atravesaba el río Júcar por el Puente de Talayuelas en dirección a Honrubia, San Clemente y Villarrobledo, desde donde por Osa y Montiel se dirigía hacia el Sur.
  • Más al Oeste, otro itinerario llevaba desde Cuenca a Alcázar de San Juan. Recorría las localidades de La Parrilla, Cervera del Llano, Villaescusa de Haro, Monreal del Llano, Mota de Cuervo, Campo de Criptana y Alcázar de San Juan
    Repertorio de Meneses de 1576
    Enlace para la consulta de la obra de Meneses

Los caminos descritos por Villuga nos indican la red viaria hacia 1540, en 1575 poco había cambiado la situación en el repertorio de caminos de Meneses de 1576, aunque incluye en el ámbito peninsular quince nuevos itinerarios; pero las Relaciones Topográficas nos dan a entender la integración de algunos pueblos, que hasta entonces habían quedado al margen, en los caminos reales, paralela a la marginación de algunos otros. Barchín del Hoyo figuraba todavía en el camino real (está en el camino real de Valencia para ir a Madrid y a Toledo), allí hizo noche en su viaje Felipe IV en 1632, camino de Valencia

estando como está la dicha villa siete leguas distante de la de San Clemente y es el paso desde nuestra Corte al Reyno de Valencia, y en muchas ocasiones avéis servido a los Reyes nuestros Progenitores: Y últimamente en la Jornada que hize a Valencia el año pasado de seiscientos y treinta y dos hize noche en la dicha villa

El Cañavate seguía siendo un lugar privilegiado como cruce de caminos (es pasajera desde Toledo a Valencia y de Murcia a Cuenca). Su importancia como núcleo de comunicaciones está atestiguado por los múltiples restos arqueológicos desde la antigüedad. Sin embargo, no disponía de venta alguna para hospedaje de viajeros. Si disponía de venta La Alberca, que situada antes de El Cañavate en el camino a Valencia, era además encrucijada de caminos comarcales entre Belmonte, las Pedroñeras, Castillo de Garcimuñoz y San Clemente.

Las Relaciones Topográficas nos muestran también la marginalidad de Iniesta (no es muy pasajero, pasan algunos especial de Toledo, y aquella partida para Valencia por más derecho camino) frente a su antigua aldea de Minglanilla, convertida en lugar de paso obligado (es muy pasajera y está en camino real para Valencia y Toledo). Aun así, Iniesta seguía siendo lugar de paso hacia Valencia por Requena y contaba con una venta propiedad del concejo, cerca del puente de Vadocañas sobre el río Cabriel, que se había construido hacía poco y dejado a la villa endeudada

En la parte occidental del corregimiento el declinar de Las Mesas, que no pasa por él otro camino real sino es de Toledo a Murcia y que no hay venta ninguna en el camino por estar cerca de aquí los pueblos a un cabo y al otro, dirán despectivamente las mismas Relaciones, mostrándonos el olvido del camino, pero sobre todo, el papel privilegiado que tenía como lugar de entrada al Marquesado de Villena desde el Reino de Toledo (porque está diez y ocho leguas de Toledo a la orilla y entrada del Marquesado de Villena). La razón era el mayor peso en la red viaria de dos poblaciones: Las Pedroñeras y El Pedernoso. Ambas poblaciones eran punto de encuentro de los caminantes que desde Madrid y Toledo se dirigían hacia Murcia. Posiblemente en el caso de Las Pedroñeras el hecho de tener que soportar el alojamiento de soldados, una carga demasiado pesada para la villa, jugaría en el futuro a su favor: está en el camino real que va de Toledo y Madrid a Murcia y que es plagado de soldados del tal manera que antes se despuebla que puebla.

El camino que iba de Cuenca a Alcázar de San Juan y de allí a Andalucía, junto al trayecto descrito por Villuga, que iba de Villaescusa de Haro a Mota del Cuervo, por Monreal del Llano, tenía otro alternativo que iba desde Villaescusa de Haro a El Pedernoso, pasando por Belmonte. Esto convertía al Pedernoso en un centro nodal de las comunicaciones

... pueblo pasajero, porque desde los puertos de Cartagena, Alicante y Valencia vienen a esta villa para ir a Toledo y a Madrid y también pasan por esta villa las gentes de Cuenca e Güete para ir a Granada y a Andalucía y a otras partes

El papel de San Clemente como capital del Marquesado de Villena le daría una importancia fundamental como centro comarcal. Las Mesas dirá que está cinco leguas de donde está la silla , que es la villa de San Clemente. Contribuía también a su carácter central el mercado franco concedido por privilegio real por los Reyes Católicos y la feria de septiembre. Aunque no parece que los caminos que recorrieran los verederos y alguaciles para llevar los mandamientos del corregidor al resto de las dieciséis villas constituyera una red de comunicaciones integrada con San Clemente como centro. No obstante, de San Clemente salían ocho caminos que comunicaban a la villa con las comarcanas (Belmonte, Pedroñeras, Provencio, Villarrobledo, Minaya, Vara de Rey, Villar de Cantos (y El Cañavate) y Santa  María del Campo Rus (o La Alberca?)


Inicio de la obra de Villuga (1)
Enlace para la consulta de la obra de Villuga

Los itinerarios de Hernando de Colón, hacia 1515 (Hernando de Colón: Descripción y Cosmografía de España, Tomo II, Padilla Libros, Sevilla, 1988, pp. 145 a 151 y 330 a 331)

Descripción de los caminos locales y sus paisajes en la Mancha de Montearagón


  • Desde Villarrobledo salía un camino de tres leguas largas hasta San Clemente, de atochares y romerales, la última media legua era de viñas y la media anterior de un carrascal: otro camino salía hacia El Provencio, dos leguas, era tierra llana y de atochares, y llegaba hasta Santiago de la Torre o el Quebrado, una legua más; un último camino iba hacia Las Mesas, era una tierra doblada de atochares, aunque la labranza tenía una presencia importante, igual paisaje se ofrecía en el camino que partía hacia Las Pedroñeras, tres leguas, de donde continuaba hacia Belmonte, dos leguas más.
  • Desde El Provencio, pueblo dominado por la fortaleza de don Alonso de Calatayud y el río Záncara, que se secaba en verano, salía el mencionado camino de Santiago el Quebrado, una legua de tierra llana, la primera mitad ocupada por viñas; otro camino salía hacia Las Pedroñeras, dos leguas llanas de atochares sobre cerros y montes bajos y tierras de pan llevar; un tercer camino salía hacia San Clemente, tres leguas (la media primera y la última de viñas, la legua y media restante inculta); otro camino salía hacia La Alberca, dos leguas de tierras dobladas, atochares y salpicadas de labranzas hasta llegar a la última legua que era de monte de encinares. Al sureste, el camino que partía hacia Las Mesas se unía al que partía de Villarrobledo. 
  • Desde Las Pedroñeras, en medio de un pedregal, un camino partía hacia Belmonte, dos leguas, que pasaban por Martín Ovieco, un depoblado en una laderuela, a una legua de romerales y atochares. Por contra Robledillo de Záncara, que no de la Vega, todavía estaba poblado, a una legua de tierra doblada de romerales y atochares. Un camino salía hacia El Pedernoso de tierra doblada y vallejuelos con tierras de labranza; por contra el camino de una legua grande que se dirigía hacia Las Mesas era tierra llana de romerales y encinares. La comunicación entre Las Pedroñeras y San Clemente se hacía por Santiago de la Torre, población que quedaba a media legua a la izquierda en el camino que comunicaba Las Pedroñeras con El Provencio, dos leguas de tierras dobladas y montes bajos. 
  • Santiago de la Torre era otro centro nodal de las comunicaciones heredadas del medievo, Situado en un llano, a tres tiros de ballesta del Záncara, era propiedad de don Bernardino Castillo Portocarrero. Un camino salía hacia Belmonte; tres leguas de cerros y montes bajos, que a media legua de Belmonte eran tierras de pinares. Un camino de dos leguas llanas iba hasta San Clemente, era un paisaje más humanizado de tierras de labranza y vega pero lavajos o aguachares en torno al arroyo que bajaba de Majara Hollín y destacaba un collado a un cuarto de legua de el Quebrado. Un camino bajaba de Santiago de la Torre a El Provencio dejando a cuatro tiros de ballesta el río Záncara a la izquierda (por tanto por la parte oriental), era tierra de ribera, y se dirigía hacia Socuéllamos en medio de tres leguas de tierras llanas todavía incultas en gran parte. El camino hacia Las Mesas era tierra de atochares y encinares, mientras que el camino que iba hacia Las Pedroñeras y El Pedernoso presentaba mayor cultivo de la tierra en las proximidades a esta última localidad. Hacia La Alberca salía un camino de dos leguas llanas, salpicado de cerros, con un montecillo de cuarto de legua a la salida de Santiago y otro de encinares en la legua antes de llegar a La Alberca.
  • San Clemente, ya con novecientos vecinos en 1515 (cifra que creemos inflada) ya era un centro comarcal. Se mantenía el viejo camino que unía al pueblo con la vieja villa de Alarcón, cuatro leguas que pasaban por Vara de Rey y se encaminaban hacia Tébar y de allí a Alarcón, cinco leguas en total. El camino de dos leguas hasta Vara de Rey era de tierra doblada pero labrada y cultivada con cereales; por contra las tres legua del camino hacia el sur que iba hasta Minaya era de tres leguas de tierras incultas atochares, chaparrales y donde la recolección de la grana era una fuente de sustanciosos ingresos; de allí el camino real llegaba hasta La Roda. Un camino directo iba durante cinco leguas hasta Castillo de Garcimuñoz, pasaba por Villar de Caballeros, ya sin población, distante dos leguas, tierra de labranza alternada con cerros y tierras dobladas, ariscas al cultivo; a una legua más de distancia, Santa María del Campo Rus, camino circundado de cerros, valles llanos y donde la presencia de la encina dominando el paisaje era notable. Hasta La Alberca había dos leguas de distancia: la primera media legua y los tres cuartos postreros de legua, encinares, el espacio intermedio tierras dobladas pero labradas. Hasta Santiago de la Torre, dos leguas llanas y el espacio próximo a esta villa, de tierras de vega. El camino hasta El Provencio, dos leguas muy llanas, ya ganadas en su mayor parte por las viñas, al igual que la media legua primera que salía camino de Villarrobledo, punto intermedio en el camino hacia Alcaraz, distante cuatro leguas.
  • El camino entre San Clemente y la ciudad de Cuenca era un camino principal, doce leguas de distancia, que iban por El Cañavate, Honrubia, Valverde del Júcar, Albaladejo, Parra de las Vegas, Valdeganga y Olmedilla de Arcas. 
  • Desde San Clemente salía un camino que iba hasta Villanueva de la Jara y desde allí llegaba a Iniesta. El principal problema de ese camino era el paso del río Júcar; por esa época Villanueva de la Jara intentaba levantar un puente, aunque con la oposición de Alarcón y los Castillo, mientras San Clemente estaba levantando los molinos del Concejo y se proveía un sistema de barcaza para pasar el río Júcar. El camino que iba de San Clemente a Sisante, bordeaba y evitaba la villa de Vara del Rey que quedaba a corta distancia al norte; eran tres leguas de distancia, pero si hasta Vara de Rey el espacio agrario estaba conquistado por la labranza, el paisaje de hermosos campos que se nos presenta hoy entre Vara del Rey y Sisante era de atochares. Ese carácter de espacio inculto se extendía hasta el Júcar y cruzándolo hasta Villanueva de la Jara. Al sur de estas tierras se extendían amplios pinares: a la izquierda del Júcar y a la derecha del viejo camino romano, el de Azaraque que se extendía por tierras de las actuales Casas de Benítez: a la derecha del Júcar y llegando hasta media legua de Villanueva de la Jara, el pinar de la Losa.
  • Los cortos recorridos desde San Clemente tomaban dirección hacia El Cañavate. Si la salida del San Clemente dominaba una legua de encinares, las dos leguas siguientes eran de tierras de labranza, salpicadas de algún cerro y valle inculto alrededor del río Rus. En Villar de Cantos y Perona las tierras de pan llevar dominaban el paisaje, aunque en las inmediaciones de Perona se extendía una dehesa.
  • La Alberca de Záncara,en un altillo y sobre unas peñas, era otro núcleo nodal de viejos caminos, que salían hasta Santa María del Campo, una legua de tierra doblada y de monte; hasta San Clemente, Belmonte, Santiago de la Torre y El Provencio. El paisaje que rodeaba a estos caminos era de encinares, salvo el camino de San Clemente, ganado en algunos puntos para la labranza y las proximidades de El Provencio, ganado por las viñas, y Las Pedroñeras, en este caso, tierras de labranza en medio de cerros y tierras dobladas e incultas. Pero de La Alberca, salían también viejos caminos hacia núcleos en otro tiempo con gran importancia militar. Un camino de tres leguas, que pasaba por el Pinarejo, llegaba hasta Castillo de Garcimuñoz, el monte bajo y las tierras de labranza se alternaban. Otro camino salía hasta Vara de Rey, atravesando el río Rus, a cuya vera se levantaba un antiguo castillo derrocado; era tierra de vallejuelos y cerros.
Hoy no nos podemos imaginar la barrera que el Júcar era para las comunicaciones en sentido este-oeste. De ahí, las comunicaciones rotas y difíciles entre las poblaciones nacidas en torno al río Záncara y su afluente el río Rus, de una parte, y las nacidas en el valle del río Valdemembra, más volcadas hacia tierras de Iniesta. La única unión era Alarcón y sus tierras y molinos en torno a las riberas del río Júcar un nexo de unión vertical, nacido del viejo dominio. Pero también un elemento de separación, solo roto por el impuslo imparable de San Clemente y Villanueva de llegar hasta el río Júcar.

La descripción de las tierras entre el río Júcar y el Cabriel nos aparece separada de las anteriores tierras descritas (que tienen en la narración con los paisajes que se extienden más allá de Belmonte). Los criados de Hernando del Castillo llegan a Iniesta, aunque no sabemos desde dónde. Se toma esta villa, en tierra llana, como centro de referencia de una serie de caminos que salen hacia las poblaciones de Valdemembra por el este o hacia el sur por tierras albaceteñas. Al norte de Iniesta quedan las salinas de la Cueva de la Sal, a cuatro leguas y en peña; a tres leguas, Campillo de Altobuey, es tierra llana de labranza y de algunos montes, y cinco leguas hasta Enguidanos, al comienzo de tierras llanas incultas y las postreras agra abajada.. Desde Iniesta salía un camino hasta El Peral, era tierra doblada e inculta, con algunos llanos, alternos con montes bajos y altos de chaparrales y atochares. Hacia Villanueva de la Jara salía otro camino de tres leguas de distancia, donde el espacio agrario dominaba: el primer cuarto de legua saliendo de Iniesta era de viñas, a continuación se abría una llanura de tierras de labranzas, pero donde las extensiones de chaparrales aún no habían desaparecido. El esfuerzo roturador desde Iniesta era antiguo e igual que se había dirigido hacia el este, también los había hecho por el camino de seis leguas hasta Mahora y de siete leguas hasta Jorquera. El paisaje de estas tierras era de dominio de labranzas, abriendo el espacio agrario entre montes de chaparrales.

Desgraciadamente, de las comunicaciones norte sur en torno al río Valdemembra no se dice nada.

Los caminos del reclutamiento militar

El camino que seguían los soldados reclutados por los capitanes en la comarca y en la Mancha y el reino de Toledo era el camino murciano que ya hemos visto y que tenía como destino el puerto de Cartagena, desde allí los soldados (también los galeotes y los condenados a presidios) se embarcaban con destino a los presidios de África o hacia Italia. El puerto de Málaga, para el que se llegaba en sus inicios por el camino granadino, era una alternativa para el embarque de soldados de presidios.

Hacia los años treinta, el destino de los soldados cambió y el camino también. La declaración de guerra a Francia y posterior rebelión de Cataluña inauguró un nuevo camino hacia Aragón y Cataluña que tenía salida de Cuenca por los tortuosos caminos de la Sierra. El punto final era Barcelona, distante de San Clemente 69 leguas. El camino se realizaba en tránsitos diarios, en los que se recorría a pie o en carro  tres leguas, es decir, algo menos de veinte kilómetros. Un punto intermedio en el camino era Molina de Aragón, distante 30 leguas de San Clemente. Los pueblos por donde debían pasar los soldados tenían que tornarse en soportar la carga, pero la realidad era otra. Pueblos como Honrubia, Arcas o Tórtola soportaban a menudo el paso de soldados antes de llegar a Cuenca capital. Desde el punto de concentración de tropas en que se había constituido Molina de Aragón, los soldados se encaminaban hacia Daroca, población que evitaba los soldados, siendo otras menores como Romanos las que soportaban las cargas militares

Hacia mediados de la década de los cuarenta se fue abriendo como alternativa al camino serrano hacia Cataluña, otra vía con concentración de soldados en Requena, desde donde se dirigían por la costa mediterránea hacia Tortosa.

Los caminos locales (en construcción)


  • San Clemente y Villanueva de la Jara estaban unidos por un camino que saliendo de San Clemente llegaba a Vara de Rey, desde donde se dirigía a Sisante, Desde allí atravesaba el río Júcar por los molinos de la Losa y pasando por medio del pinar que llegaba hasta la ribera del Júcar y acababa a una legua de Villanueva, llegaba  a este pueblo. El camino era suficientemente ancho como para que circularan carros por él. Destacar que Sisante al situarse en medio de dos poblaciones principales haría fortuna, alcanzando un desarrollo demográfico y económico que acabaría eclipsando a su villa madre, Vara de Rey. Desde los molinos de La Losa hasta Sisante había dos leguas, y de Sisante a San Clemente, tres leguas. Este camino seguía una vía secundaria romana: En el pueblo de Iniesta manifestaron también había existido otro camino romano que se dirigía a Vara de Rey o enlazaba con el nº 1 (véase camino romano de Vara de Rey) en su término, que pasaba por Villanueva de la Jara, cruzaba el río Júcar y por el término de Sisante enlazaba o llegaba a Vara de Rey. En la Jara tuve el gusto de ver que en la parte de la vega ha existido antigua población, así como en otros puntos de la misma dirección. En el río Júcar conocí el año 60 restos de un puente de piedra entre la Losilla y el Picazo. (J. SANTA MARIA: Itinerarios romanos de la provincia de Cuenca. Boletín de la RAH. Tomo XXXI, julio-septiembre de 1891). Otros autores como Palomino Coello ponen en duda que el camino pasara por Villanueva y cree que enlazaba con el camino principal en Pozoamargo. A lo largo del siglo XVI el viejo camino hacia Vara de Rey, fue obviado para ir a Sisante y los molinos de la ribera del Júcar, por un nuevo camino que pasaba por el sur de la villa de Vara de Rey, sin cruzarla.
  • Siguiendo el recorrido de Santa Teresa, tras su fundación de Villanueva de la Jara, sabemos que hacia el 20 o 21 de marzo de 1580 abandona la villa para coger el camino de Toledo. Para llegar hasta este camino, de Villanueva de la Jara se dirige a Casasimarro y de allí a Villalgordo del Júcar, donde cruza el puente del Júcar, para dirigirse a La Roda, desde allí las etapas obligads hasta Toledo, Minaya, El Provencio, Manjavacas y EL Toboso.
  • Motilla estaba unida a Alarcón por un camino, que pasaba por la aldea de Valhermoso, que era cruce de caminos con otro que procedía de Tarazona 
  • Santiago de la Torre, ya casi inhabitada estaba en el cruce de caminos de Las Pedroñeras a San Clemente y del Provencio a San Clemente.




El camino romano de Vara de Rey (2)

Junto a los itinerarios anteriores es de destacar la pervivencia en esta época del antiguo camino romano, que partiendo de Carthago Nova se dirigía a Segóbriga, centro de la minería del lapis specularis, para continuar hasta la antigua Complutum.

Vara de Rey, villa sita y poblada en el camino muciano que dicen haber hecho los romanos. Así se refieren las Relaciones Topográficas al camino que de Vara de Rey conducía hacia Murcia y que nos presentan como una vía todavía viva en ese momento. Su trazado tomaba como referencia una de las principales antiguas calzadas romanas, la que iba desde Carthago Nova hasta Complutum, pasando por la ciudad de Segóbriga, centro productor del lapis specularis. La calzada romana se adentraba en tierras conquenses después de recorrer la mansio de Saltigi, cerca del núcleo de Chinchilla y el llamado aljibe, construcción romana que está en el origen de la población de la Gineta, tal como recuerdan las mencionadas Relaciones Topográficas y la Carta Puebla que don Juan Manuel concedió a esta localidad en 1348. La entrada a tierras del Obispado de Cuenca se hacía bordeando la villa de la Roda, a una legua de esta localidad. De nuevo las Relaciones nos reconocen esta vía romana o camino murciano como eje de primer orden en la Edad Media:

que en término de esta villa, una legua de ella hacia la parte do sale el sol y al norte, traviesa un camino real que dicen el Murciano, que en su hechura es muy notable, porque va todo empedrado en forma de calzada con muchos aljibes. Viene desde Cartagena y pasa a Castilla la Vieja y es camino muy antiquísimo y se tiene memoria en esta tierra que lo hicieron los romanos cuando venían a conquistar España y se defendía el paso de dicho camino desde este castillo de Roda

El carácter vivo del camino se mantuvo en la Edad Moderna, como vía pecuaria y de paso de soldados para embarcar en Cartagena. Casa de los Prietos, importante yacimiento arqueológico, y Casa de Buedo son etapas intermedias antes de que la calzada llegue primero a Pozoamargo (identificada con la mansio ad Puteas) y luego a Vara de Rey, donde los restos romanos perviven en el yacimiento de los Villares, que se extiende por el casco urbano y las alturas adyacentes. La presencia de estos restos no pasó inadvertida en las Relaciones Topográficas

...junto a esta villa, en los Villares, que dicen, paresce haber sido edificio de los moros antiguos, que es lo más alto del pueblo, hay paredes recias de cal y canto donde estuvo un castillo en tiempo de los moros que parescía ser cosa fuerte, aunque de él hay poco de presente

La referencia parece indicar, más que restos romanos, un primer núcleo repoblado de la reconquista (¿sobre asentamiento musulmán previo?), que desaparecería sin duda por la intensa inmigración que provocó la conquista de Andalucía y el despoblamiento de esta zona o, simplemente por el alejamiento de la frontera que hacía innecesario un enclave defensivo. Al carácter estratégico del poblado de los Villares, se uniría la explotación de vetas de hierro, relacionadas con el relleno de cavidades cársticas existentes en el término de Vara de Rey.*

El camino continuaría por nuestra zona hacia Villar de Cantos, Villar de Caballeros y Santa María del Campo, donde se unía pasada esta villa una derivación procedente de San Clemente y La Alberca. La calzada continuaría hasta la antigua Segóbriga.


                                                                 
RODRÍGUEZ MORALES, J. et alii: "La calzada romana de Carthago Nova a Complutum: síntesis de su recorrido". El nuevo Miliario. 13. Diciembre 2011

Ventas en el camino de Madrid a Valencia






(1) Repertorio de todos los caminos de España. Autor: Villuga, Pedro Juan, Madrid, 1546. Signatura: 1152980 Res/Hisp. 148 Bayerischen Staatsbibliothek


(2) Seguimos en la exposición el trabajo de RODRÍGUEZ MORALES, J. et alii: La calzada romana de Carthago Nova a Complutum: síntesis de su recorrido. El nuevo Miliario. 13. Diciembre 2011,


* MATA PERELLO, JM, FONT SOLDEVILLA, J.: Breve introducción al estudio de las mineralizaciones industriales conquenses: los materiales geológicos metalúrgicos. GEOGACETA, 13, 1993, p. 85

Sobre la repoblación de Vara de Rey y su carácter estratégico, MARTINEZ VARA DE REY, Carlos: Cronología de la repoblación de Vara de Rey. https://independent.academia.edu/CarlosMtzVaradeRey
**MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo: España en sus caminos. Caja de Madrid. 1992. pág. 144