El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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domingo, 1 de abril de 2018

De los Llerena de Alcaraz a los Guedeja de San Clemente (II)



Hacia 1560 Eugenio de Salazar es enviado en comisión judicial a un lugar de Asturias llamado Tormaleo, desde allí dirigirá una carta al licenciado Agustín Guedeja, relator del Consejo y de la Cámara de Su Majestad y ahora su fiscal en la Real Audiencia de Galicia. La carta es archiconocida por mostrar con toda su rudeza, y mucho más sarcasmo, la realidad primitiva de un pueblo atrasado de Asturias.

Aparte de recomendar la lectura de la carta, nosotros pondremos nuestra atención en el destinatario, Agustín Guedeja, o tal como era conocido en su villa natal, San Clemente, el licenciado Guedeja (3). La familia tenía sus casas principales en el pueblo en la proximidad de la plaza junto a las de Juan Jiménez y allí vivirán sus herederos en 1586, tal como nos dice el padrón de alcabalas de ese año. Sus orígenes como hemos visto estaban en la ciudad de Salamanca, ciudad desde la que, fruto de una moza desflorada por un estudiante alcaraceño, una nueva rama familiar se había instalado en la ciudad de Alcaraz y luego en la villa de San Clemente de la Mancha (4).

El licenciado Agustín Guedeja, oidor de la Audiencia de Galicia, murió en la Coruña. El cuatro de agosto de 1592 dicta un testamento, que es incapaz de firmar por hallarse postrado por la enfermedad. Este hombre, ante la muerte, estaba lejos de la tierra que le vio nacer y en tierra extraña. Dejó a voluntad de su mujer el lugar de enterramiento. En su carrera, administrativa lo había conseguido todo: miembro del Consejo Real, oidor de la Audiencia de Galicia y su alcalde mayor. De su tierra natal había dejado todo. Sus padres eran Juan Guedeja y Bernardina de Valenzuela; él de Alcaraz, hijo de un padre bastardo; ella, de familia hidalga. El camino hacia la Corte se lo había preparado su padre. Al licenciado Guedeja, su buen hacer y fama como abogado, hizo que San Clemente le fuera pequeño y buscara en la Corte la proyección a su carrera profesional. En el ayuntamiento del 9 de noviembre de 1548 ya se dice que el licenciado Guedeja se lleva de la villa un salario excesivo de 9.000 maravedíes por unos negocios que en realidad no ejercita. Su ambición se vería colmada con un salario mensual de 40.000 maravedíes en la Corte, según nos consta para el año 1554.

Del matrimonio bachiller Juan Guedeja y su mujer Bernardina Guedeja conocemos seis hijos: Juan Guedeja Valenzuela, corregidor en Alcalá la Real y diversos partidos del Reino de Granada, y posteriormente, escribano mayor de rentas; Agustín de Guedeja, relator del Consejo y oidor de la Audiencia de Galicia; Jerónimo de Guedeja, racionero de la colegiata de Belmonte, y Jerónima Guedeja. Habría que añadir dos hermanas, María que profesó como monja en el convento del Espíritu Santo de la ciudad de Alcaraz, renunció a sus legítimas de la herencia, a cambio recibe 300 ducados como dote conventual (19 de abril de 1569). Y Juana Guedeja Peralta, casada y sin sucesión con el hombre quizás más influyente de la villa de San Clemente en el último cuarto de siglo: don Francisco de Mendoza, biznieto por línea varonil de Hernando del Castillo, alcaide de la fortaleza de Alarcón.

Dote conventual de María Guedeja para ingreso en el convento del Espíritu Santo de Alcaraz (1569). ARCHIVO MUNICIPAL DE SAN CLEMENTE. ESCRIBANIAS. Leg. 28/10

Jerónima de Guedeja casaría con Juan Gallo de Andrade, secretario del Consejo Real. El marido de Jerónima hemos de suponerlo clave en la conexión gallega de la familia y en las futuras aspiraciones del licenciado Agustín.

El licenciado Agustín Guedeja, sustituyó a su padre en 1563 como relator del Consejo Real. Pero su carrera administrativa le llevaría a la Coruña, donde ocuparía diversos cargos en la Real Audiencia de Galicia: fiscal, oidor y alcalde mayor. Casó dos veces. La primera con doña Catalina Muñoz Iranzo. De este primer matrimonio nacerían dos hijas, Bernardina Guedeja y María Guedeja. El segundo matrimonio sería con una noble gallega, María Pardos de Andrade, del que nacerían Juan Guedeja y Micaela Guedeja.

El  licenciado Agustín Guedeja invirtió sus ganancias en rentas y juros en su tierra de procedencia. Disponía de un censo de 750.250 maravedíes sobre los propios del concejo de Campillo de Altobuey, un juro de 1.078.650 maravedíes sobre las salinas de Iniesta (sitas en la recién emancipada villa de la Minglanilla), un juro de dos cuentos cien mil maravedíes de principal y una renta anual de 150.000 maravedíes, a catorce al millar, situado sobre las alcabalas de Utiel, cedido el 29 de abril de 1573 por Francisca Sanvítores, viuda de Luis Falaguer, vecino de Valladolid.; otro juro de un 1.312.500 maravedíes sobre las alcabalas del Marquesado de Villena, más de 870.000 maravedíes adeudados por los herederos del Alonso de Valenzuela, regidor de San Clemente; 1.130.520 maravedíes invertidos en el banco y compañía de Pedro Villamor; un censo sobre los propios de Ayna de 300.000 maravedíes; además de 266.552 maravedíes de tres juros situados sobre las rentas de las alcabalas de Alcaraz y Alcalá de Henares..

La fortuna amasada por el licenciado Agustín Guedeja era inmensa. A su muerte la debió dividir entre los herederos de sus dos matrimonios, teniendo en cuenta que el hijo varón Juan fue mejorado con el quinto y tercio. Las herederas del primer matrimonio, Bernardina y María recibieron 7.446.652 maravedíes y el juro de 2.100.000 maravedíes sobre las alcabalas del Marquesado de Villena.

Agustín de Guedeja nunca olvidó su tierra natal. La hija mayor, Bernardina Guedeja Iranzo, casó con el sanclementino Gregorio de Valenzuela, regidor perpetuo de la villa de San Clemente. Ambos fundarían capilla en la Iglesia parroquial de Santiago. Así, parte de los bienes ( cerca de 3.800.000 maravedíes y 787.500 maravedíes del juro de las alcabalas de Utiel), volverían de nuevo a unos Valenzuela. Posteriormente por testamento de Bernardina Guedeja de nueve de octubre de 1597, ésta dejaba a sus cuñados Pedro de Valenzuela y Diego de Valenzuela, hermanos de Gregorio, dos mil y mil ducados respectivamente. Pedro Valenzuela y su hermano Diego recibirían el valor de esos tres mil ducados en bienes raíces y rentas por ejecución judicial del años 1604. Gracias a la cual conocemos los bienes poseídos por la difunta en la villa de San Clemente:

  • Una era de despajar pan alinde de las beatas Alarcón y Fajardo en las eras de la Cruz
  • Una haza cebadal bajo del cerro de las Torcas, alinde de hazas de doña Catalina MUñoz, viuda del capitán Oropesa.
  • Un juro de 2.100 ducados sobre las alcabalas de Utiel y el censo sobre los propios de Campillo de Altobuey
El juro de los dos mil cien ducados serían vendidos por los hermanos Valenzuela a don Rodrigo Ortega nada más ejecutados. Don Rodrigo pagaría al contado 1.400 ducados a Pedro de Valenzuela y su mujer Juana Manuel y 700 ducados a Diego y su mujer María Muñoz.

La herencia de los Guedeja se deshacía. Juan Guedeja, hermano de Agustín Guedeja, vio finalizada su carrera administrativa en 1610. Había llegado a ser escribano mayor de rentas, encontrando la muerte un 23 de febrero de 1610; poco después, el 23 de diciembre, le siguió su mujer doña Catalina de Peñalosa. Sus cuerpos fueron enterrados en la bóveda de su capilla de la Santísima Trinidad de la villa de Madrid.

Diecisiete años antes le había precedido en la muerte su sobrina María, que dejó su testamento en Alcalá la Real (donde su tío Juan era corregidor) un 13 de julio de 1593. Su testamento se abriría el 15 de octubre, fecha sin duda posterior a la de su muerte. Dejó como heredero de todos sus bienes a su tío Juan de Guedeja Valenzuela, escribano mayor de rentas y corregidor de Alcalá la Real. entre ellos dos mil ducados para hacer frente a las mandas testamentarias. Pero no se olvidó de la villa originaria de la familia, San Clemente, dejando una renta de cincuenta mil maravedíes para casar doncellas parientes de su linaje
quiero y mando que de la dicha mi hazienda e mexor parado en ella se conpren en la dicha villa de San Clemente cinquenta mill maravedíes de rrenta en cada un año a rrazón de catorze mill mrs. el millar en juros e zensos que estén bien ynpuestos y seguros a voluntad del corregidor o su theniente o del guardián deon conuento del señor Sant Francisco de la dicha villa e rregidores della más antiguos
 AGS, CME, 0134, 016, 0048. Testamento de María Guedeja
El interés de los Guedeja por la villa de San Clemente era propio de toda la familia. Aunque con fines menos altruistas. Los tíos de María, Juan, el escribano mayor de rentas, y Juana, la viuda de Francisco de Mendoza, acudieron en socorro de la villa tras la debacle provocada por la crisis de 1600. Un concejo acuciado en 1601 por la necesidad de pagar el privilegio de la escribanía pública concedida a la villa tres años antes, empeñaba sus dehesa de Villalpardillo y los Pinares, como garantía de los 1.300 ducados prestados por Juana Guedeja de Peralta, viuda del regidor Francisco de Mendoza; previamente, había prestado otros 2.050 ducados para compra de trigo. Su hermano Juan de Guedeja, por entonces escribano mayor de rentas en Valladolid, prestará en 1605 la suma 4.000 ducados con el mismo fin, pero las garantías ahora serán desorbitadas. Prácticamente la totalidad de los propios de la villa, excluidos aquéllos ya hipotecados a su hermana, además del caudal del pósito. Diego Torrente Pérez ha calculado en cerca de 10.000 ducados la garantía; aunque podamos dudar del cálculo, tomamos como buena una cifra que marcará dos años después el umbral deficitario de la villa.

Juan Guedeja Pardo, el hijo del licenciado Agustín moriría años después de sus hermanas María y Bernardina, creemos que en 1608. Sería sepultado en una capilla del convento franciscano de la villa de Vivero.Ninguno de ellos dejó sucesión. La heredera de los bienes era pues la hermana pequeña, Micaela Guedeja, casada con Jusepe Camaño y Mendoza. En ella recaería la herencia de los Guedeja, descontados los tres mil ducados, ya mencionados, que volvieron fugazmente a los Valenzuela para acabar definitivamente en manos de don Rodrigo Ortega.

Así, los bienes de los Guedeja, en su mayoría, acabaron en manos de Jusepe Camaño y Micaela Guedeja, que los vincularon a la casa y mayorazgo de Rubiañez en el Reino de Galicia.


(3) SALAZAR, Eugenio: Cartas a muy particulares amigos suyos. Ribadeneyra. Madrid. 1866, pp. 81 y ss.
(4) RAH. Colección Salazar y Castro. Tabla genealógica de la familia Guedeja, vecina de Salamanca. [33, fº 103 v.]

AGS. CME, 134, 16, Juro a favor del licenciado Agustín Guedeja. (Mi agradecimiento a Valentín  Casco Fernández por haberme facilitado el conocimiento de este expediente)

jueves, 29 de marzo de 2018

De los Llerena de Alcaraz a los Guedeja de San Clemente (I)

                                   


El 10 de abril de 1537 el bachiller Juan Guedeja demanda al concejo de San Clemente para ver reconocida su condición hidalga. La naturaleza hidalga de la familia había sido concedida al bisabuelo Ruy González de Llerena, por el rey Juan II, y transmitida hereditariamente a sus sucesores: el abuelo, Juan de Llerena, y al padre, Ambrosio de Llerena. Ante la Chancillería de Granada se presentó el bachiller, luego licenciado, Juan Guedeja con el privilegio de su bisabuelo. No estaba dispuesto a reconocer esa condición noble, que, por boca de su procurador, manifestó que el bachiller era un extranjero en el pueblo: un vecino de la ciudad de Alcaraz, donde debía permanecer empadronado si quería mantener su condición nobiliaria, pues su casamiento con una sanclementina ni le concedía la vecindad ni mucho menos la hidalguía en un pueblo poco propenso a las cartas de hidalguías. Además, el momento no era el más propicio, pues los hidalgos pleiteaban por el acceso a la mitad de los oficios concejiles. Exigencia que solo verían reconocida dos años después.

A las razones políticas del momento se unían otras de carácter personal: se tenía al bachiller Juan Guedeja por descendiente de padre bastardo. Pero el bachiller Guedeja, a diferencia del concejo de San Clemente aportó las pruebas que le daban la razón. Entre ellas, la ejecutoria de su bisabuelo Ruy González de Llerena, otorgada por el rey Juan II. Encabezaba la ejecutoria el escudo de armas de la familia
una carta de previllegio e confirmaçión del señor Rrey don Juan de gloriosa memoria que santa gloria aya escripta en pargamino de cuero e firmada de su rreal nonbre e sellada con su rreal sello de plomo pendiente en filos de seda e colores e al fin del dicho previllegio estaban pintado en el escudo de sus armas rreales de castillos e leones con dos círculos de letras de oro e colores e al prinçipio del dicho previllegio estaba un escudo de armas con el canpo la mitad azul e la mitad dorado y dentro una venera 

Ejecutoria de Ruy González de Llerena  de 6 de marzo de 1447 (traslado de 1540)
 La ejecutoria de Ruy González de Llerena es un tratado de filosofía política de la época: entre la teoría del Reino como un cuerpo místico y los deseos absolutistas de un rey atenazado por la realidad de sus limitaciones y dependencias. El Rey se presenta como el corazón, alma del Reino, que con la impartición de justicia da vida y mantiene unido al cuerpo, que es el Reino
que el rrey es señor puesto en la tierra en lugar de Dios para cunplir la justiçia e dar a cada uno su derecho, por ende es corazón e alma del pueblo, que así como el alma está en el corazón del ome e por ella vive el cuerpo e se mantiene así en el rrey está la justiçia que es vida e mantenimiento del pueblo de su señoría e otrosi como el corazón es uno e por el rresçiben todos los otros mienbros unidad para ser cuerpo bien así todos los del rreygno maguer sean muchos porque el rrey es e debe ser uno deben de ser todos uno con él para lo servir e ayudar en las cosas que a de hazer
El Rey también como cabeza que dirige al Reino representado por el cuerpo
el rrey es cabeza del rreyno porque asi como en la cabeça nasçen todos los sentidos porque se mandan todos los miembros del cuerpo bien así por el mandamiento que nasçe del rrey que es ser e cabeça de todos los del rreygno se deben mandar e guiar e obedeçer e grande es el derecho del poderío del rrey que todas las leyes e los derechos tiene so sí porque el su poderío no ha de los omes más de Dios cuyo lugar tiene en todas las cosas prinçipalmente pertenesçe amar e honrrar e guardar sus pueblos
Esa dependencia de los servicios de sus vasallos es lo que llevaron a conceder el título de hidalgo a Ruy González de Llerena, escribano de cámara y contador de la casa del príncipe Enrique. Ruy González de Llerena acompañó al futuro Enrique IV por todo el territorio peninsular en las luchas intestinas que desangraban al Reino
acatando los muchos e buenos e continos seruiçios que vos Rruy González de Llerena mi escribano de cámara e contador e secretario del prínçipe don Enrrique mi muy caro e mi muy amado fijo me abedes fecho así en el tienpo del dicho prínçipe mi fijo procuraba mi libertad e yo estaba opreso en las villas de Tordesyllas e de Portyllo e fuystes con él en mi seruiçio çerca de la villa de Pampliega con vuestros caballos y armas en el rrecuentro que uvo con el rrey de Navarra e con sus secaçys e que fueron desbaratados algunos de la conpañía del dicho rrey de Navarra y después asimismo estovistes con el dicho prínçipe mi fijo en el conbate y entrada que yo fize de la villa de Peñafiel e ansimismo de la entrada que el dicho prínçipe mi fijo fizo de la villa de Rroa que estaban rrebeladas e alçadas contra mí e después fuystes al Rreyno de Murçia e Marquesado de Villena e al Maestrazgo de Calatrava y en el tomamiento y apoderamiento de todo ello que el dicho prínçipe mi fijo e con el don Álvaro de Luna, maestre de Santiago y mi condestable de Castilla hizieron con mis poderes e después fuystes en la conpañía del dicho prínçipe mi fijo en la batalla que yo ove con los dichos rrey de Navarra e ynfante don Enrrique su hermano en el rreal de sobre Olmedo donde por la graçia de Dios nuestro señor yo e el dicho prínçipe mi fijo ovimos vitoria e los dichos rreyes de Navarra e ynfante don Enrrique su hermano fueron vençidos e desbaratados e fueron arrancados del canpo
Tras lo cual, venía la concesión de la hidalguía para Ruy González de Llerena y sus descendientes y de un escudo de armas familiar
seades e sean fijosdalgo notorios de solar conoçido e devengar quinientos sueldos según fuero e costunbre de España,... e que podades traer e trayades un escudo la mitad dorado y la otra mitad azul y en medio una venera las quales vos do e otorgo por armas e ynsignias e que vos llamedes del apellido que agora vos llamades
La ejecutoria, dada en la villa de Valladolid, tiene por fecha el seis de marzo de 1447, era un reconocimiento, más que a los servicios prestados, al mérito personal, pues los buenos se fazen por ellos mejores rresçibiendo galardones e rremuneraçiones. La ejecutoria se concede en un momento de euforia de la Corona, tras la victoria de Olmedo en 1445 sobre los infantes de Aragón, el poder incontestable del condestable don Álvaro de Luna, seis años antes de su conocido infortunio. En la ejecutoria es de destacar la secuencia de todos los grandes del Reino confirmando la voluntad real. Entre ellos, una figura de gran porvenir: Juan Pacheco, mayordomo del príncipe don Enrique. La fortuna de Ruy González de Llerena iría ligada a don Juan Pacheco, I marqués de Villena, de quien sería secretario, tras serlo del príncipe Enrique.


Confirmantes de la Ejecutoria de hidalguía de Ruy González de Llerena

Ruy González de Llerena había nacido en la ciudad de Alcaraz, a decir de los testigos, aunque parece más probable que llegara de Extremadura, tal como delata su apellido, con algún corregidor de la ciudad. Había ocupado los principales cargos municipales, como el de alcalde ordinario por el estado noble y procurador universal de la ciudad. Sus hijos el licenciado Juan, Diego y Alonso fueron regidores. El licenciado Juan Llerena había estudiado Leyes en la Universidad de Salamanca. Allí conoció a una salmantina de la que se enamoraría; con cuarenta años volvió a su ciudad natal, acompañado de esta mujer, llamada Catalina Guedeja, de veinticinco años, y el pequeño Ambrosio, fruto de la relación entre ambos, padre de nuestro protagonista. En concubinato vivieron el licenciado Juan y Catalina Guedeja, hasta que las presiones familiares y vecinales forzaron al licenciado Llerena a contraer matrimonio con Leonor de la familia alacaraceña de los Guerrero. El hijo Ambrosio cayó en la condición de bastardo. La madre Catalina de Guedeja se vería repudiada por segunda vez, cuando el licenciado Llerena casó de nuevo
el dicho liçençiado como ombre soltero se casó primera vez con la Guerrera que auía dicho e fallesçida se casó segunda con Bernaldina de Villena
Ambrosio de Llerena casaría con Catalina Gómez. Conocemos un poco mejor la vida de los Llerena por una criada llamada Catalina Sánchez. Esta mujer era natural de Ayna; con cinco años había entrado a servir en casa de Ruy González de Llerena, al que había visto enterrar en Santo Domingo. En una situación privilegiada, Catalina vio el discurrir de la vida de la familia Llerena. La familia Llerena, una vez muerto Ruy, se organizaba en torno a la viuda Mayor González de Teruel, judía conversa y hereje confesa, cuyos huesos serían desenterrados en 1504, para ser quemados. Fue la viuda quien acogió a Catalina Guedeja y quien permitió una relación de concubinato con su hijo Juan. En casa de la viuda y bajo su protección se crió el bastardo Ambrosio y otra hija habida de la relación entre Juan y Catalina. La buena suerte de Catalina Guedeja duró dos años, hasta que el licenciado Juan Llerena casó con Leonor Guerrero. Bruscamente el trato de Catalina Guedeja como señora de la casa se quebró
que un negro que tenía la madre del dicho liçençiado le llevaba la falda y entonçes no se llevaban faldas sino a personas de muchos mereçimientos
Catalina Guedeja fue obligada por su amante y sus hermanos a tomar los hábitos como monja, desterrada a casa de un pariente de la familia en Chinchilla, acabaría tomando dichos hábitos en el monasterio de Santa Clara de la ciudad de Alcaraz, de la orden de Santo Domingo. Parece que los lazos entre Mayor González de Montiel y la Guedeja continuaron muy vivos, tanto por las visitas continuas de la viuda al convento como porque ésta procuró dar una educación esmerada a sus nietos bastardos, dejándolos a cargo de un  preceptor llamado Montesino. La despreciada Catalina Guedeja encontraría su vocación en el convento, donde permaneció siete u ocho años, trasladándose posteriormente al convento de la orden en Sevilla, donde sería priora, y participando en la reforma de otro convento de la orden en Jérez de la Frontera, donde murió. En este carácter itinerante de la monja debieron ser determinantes sin duda las pesquisas inquisitoriales contra su protectora Mayor González de Montiel.

Pero la suerte de la familia Llerena había cambiado ya antes. Su apoyo al marqués de Villena en las guerras por la sucesión al trono de Castilla fue castigada con la pérdida de bienes e favor de la familia Reolid. Para entonces Ruy había fallecido; la desgraciada suerte la padecieron sus hijos Juan, Alonso, Diego, Rodrigo y Francisco. En especial, Diego y Francisco comprometidos con el marqués y que vieron confiscados sus heredamientos de Povedilla. Aunque pronto supieron acertadamente cambiar de bando, asegurar su fidelidad a la Corona y recuperar sus bienes (1). La fortuna cambiaría de nuevo a finales de siglo, cuando la familia sufrió los embates de la Inquisición, siendo procesada la madre, Mayor González de Montiel, que vería expropiada la propiedad de Pinilla. Es posible que muriera durante el proceso. En cualquier caso, sus huesos exhumados serían quemados (2).

El padre del bachiller Juan Guedeja, Ambrosio, abandonaría la ciudad de Alcaraz al casarse con Catalina Sánchez; aunque parece que luego volvió de nuevo a la ciudad hasta la muerte de su mujer. El bachiller, luego licenciado, Guedeja abandonaría el hogar familiar de Alcaraz para casarse en San Clemente, donde se asentaría. Allí daría el salto; de procurador de la villa pasaría a relator del Consejo Real. Pero la presencia de los Guedeja en estas tierras sobrepasaba la fortuita llegada de una madre deshonrada por el estudiante Juan de Llerena y sus herederos. En Belmonte, protegidos por el marqués de Villena, se establecían otros familiares de los Guedeja, llegados de Salamanca, que hacía de la capilla de la Purificación de la Colegiata su capilla familiar. Su estudio lo desarrollaremos más adelante.

Capilla de la Purificación de la Colegiata de la villa de Belmonte, fundación de su racionero y mayordomo don Jerónimo de Guedeja hacia 1560 (trazada por Esteban Jamete)




(1) PRETEL MARÍN, Aurelio: Los judeoconversos de Alcaraz entre los siglos XVI y XVII: Llerenas y Barreras, Álvarez y Toledos, Vandelviras, Sabucos y Parejas ante la Inquisición. Asociación cultural Alcaraz. Siglo XXI. 2017. Obra imprescindible para el estudio de las minorías conversas en Alcaraz y de los Llerena, en particular.
(2) PRETEL MARÍN, Aurelio: op. cit. pp 37 y ss.

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA. HIDALGUÍAS. Ejecutoria de Hidalguía de Juan Guedeja González de Llerena. 1540. Signatura antigua301-14-2


Anexo: testigos de Alcaraz a favor de Juan Guedeja

Pedro de Penilla, portero del ayuntamiento de la ciudad de Alcaraz, hidalgo de 85 años
Cristóbal López , pechero de 55 o 60 años, vive cabo el monasterio de Santa Clara
Catalina Sánchez, mujer de Juan Sánchez Peral, moradores de Ayna, aldea de Alcaraz, 70 años
Jerónimo de Segura, hidalgo, 66 años, juez en çiertos pueblos e alcayde en Baños (de la Encina, Jaén)
Diego Cantarero, pechero de 87 años
Sancho Palomo, pechero de 80 años
Fernando de Vígara, hombre hijodalgo del Arrabal de la ciudad de Alcaraz