El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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lunes, 1 de abril de 2019

Fray José de la Bastida, predicador franciscano de San Clemente

Excelentíssimo señor

Señor: 

Fray José de la Bastida, predicador y visitador de la venerable Orden Tercera de la Penitencia de la villa de San Clemente, en su convento de Nuestro Señor San Francisco, con el más profundo respecto a vuestra excelencia ace presente: que en el bárbaro, cruel e hinumano saqueo, echo por las tropas francesas, en esta villa an dejado a esta venerable Orden Tercera de Penitencia en la mayor indigencia por aberle robado toda la plata, vasos sagrados, cera dél, de modo excelentísimo señor que se alla sin cáliz para celebrar el santo sacrificio de la misa ni copón para administrar la sagrada comunión  a sus ermanos, abiendo quedado en el día quasi inábil para continuar sus santos exercicios. Por lo que suplica a vuestra excelencia a nombre de esta Venerable Orden Tercera de Penitencia se digne concederle un cáliz y un copón para poder continuar sus santos exercicios, labor que espera conseguir el suplicante de las católicas y benignas entrañas de vuestra excelencia, quedando todos sus individuos rogando al Todopoderoso le guarde los muchos años que le desean para felicidad de la España.

Asimismo, señor, deseoso el suplicante de ser útil a la Religión y a la Patria suplica encarecidamente a vuestra excelencia se digne colocarle en una capellanía de regimiento, donde pueda animar los católicos y esforzados pechos de tantos españoles para la defensa de la causa más justa que an visto los siglos.

Gracia señor que e solicitado desde el principio de la guerra tan justa que nos anima, y por falta de ombre que me dé la mano no lo he conseguido, Alego señor los méritos de Jesucristo si estos no bastan, tendré paciencia, más con ello espero alcanzar la gracia de vuestra excelencia por cuya vida ruego al Todopoderoso le guarde los muchos años, que le desea su más humilde capellán. Q. S, M. B.

Fray Josef de la Bastida (rúbrica), San Francisco de San Clemente y febrero 15, (1)809

Excelentíssimo Señor Duque del Infantado


(Archivo Histórico de la Nobleza,OSUNA,CT.181,D.19 - 2)

lunes, 2 de enero de 2017

Documentos de la Guerra de la Independencia: La proclama del ilustrado frente a la resistencia patriota

Dos mentalidades contrapuestas, la moderna, que defiende el general francés Darmagnac, conocedor e imbuido de los principios de la Ilustración, y la reaccionaria del Antiguo Régimen, encarnada por el ayuntamiento de San Clemente y su defensa de la Religión y de su Rey. Dos sentimientos antagónicos, el del invasor y el del patriota que defiende su tierra. Irremediablemente el amor a nuestra tierra nos lleva a simpatizar con los segundos. No obstante, a largo plazo, la semilla de las luces de la libertad que ha sembrado el invasor francés acabó germinando y disolviendo la vieja sociedad reaccionaria. Una lección: las ideas se imponen por la convicción y no la fuerza. Dicho en palabras trastocadas del pensamiento unamuniano: convencieron pero no vencieron. O vistas las cosas desde el oportunista día a día: el Marqués de Valdeguerrero, que se negó a obedecer la Constitución de 1812, aceptaría ser el primer alcalde constitucionalista de San Clemente.




Proclama de Darmagnac

El fanatismo, la seducción y el fraude os precipitan a tantos males: esclavos de la tiranía y serviles por vuestra condescendencia no conocéis la moral de Jesucristo ni la Religión Cristiana: que seáis homicidas y alevosos es todo cuanto os predican los ministros de un Dios de paz y de misericordia. Abrid los ojos y decid a esos seductores que el verdadero amor a la patria es hacer bien a sus semejantes y desear a todos que gocen tranquilamente de sus talentos, de sus trabajos y fortunas

Respuesta del ayuntamiento de San Clemente

Inútil es que el bárbaro, el despiadado, el incendiario Darmagnac rabie de coraje y se desespere al ver un pueblo superior a todas sus iras y favores, en vano es que este decantado general y gobernador les amenace con la cuchilla en una mano y la tea en la otra y es demás que trate de aterrarlos con su inhumana proscripción a muerte lenta. No; ni sus conminaciones amedrentarán ánimos resueltos, decididos e imperturbables ni sus artificios ni sus halagos ni sus caricias moverán la constante fidelidad jurada por los sanclementinos a su Patria, Rey y Gobierno


La documentación de la Guerra de la Independencia, en un fondo muy rico y completo, en AMSC. CORREGIMIENTO. Legs. 157-172. La proclama del francés Darmagnac fue transcrita por Diego Torrente Pérez


San Clemente durante la Guerra de la Independencia

viernes, 30 de diciembre de 2016

Documentos de la Guerra de la Independencia: cuando Cuenca se pudo dividir en dos, con una nueva capital en San Clemente

El 23 de septiembre de 1810, Luis Alejandro de Bassecourt, Comandante General de la Provincia de Cuenca, propone la división de la provincia en dos partidos, con capitales en Cuenca y San Clemente. El Consejo de Castilla elevaría su parecer negativo al Consejo de Regencia que dictaminó en contra. La rivalidad entre ambas poblaciones venía de lejos. San Clemente había constituido su Junta de Gobierno el nueve de agosto de 1808, quince días antes de la constitución de la Junta de Cuenca. Cuando la Junta de Gobierno de Cuenca pide a la de San Clemente su subordinación, ésta manifestó su desagrado, recordando que ya se había puesto bajo la obediencia de la Junta Suprema de Granada, sucesora de la Chancillería. Las diferencias de nuevo saldrán a la luz con la creación de las Diputaciones en 1811 y la elección de vocales para la Diputación de Cuenca.






Consulta del Consejo de Castilla al Consejo de Regencia

 Señor:

Con fecha veintitrés de setiembre último, D. Luis Alexandro de Bassecourt, Comandante General de la Provincia de Cuenca, propuso a V. A. que siendo grandes los males que experimenta la administración pública, especialmente en las presentes circunstancias, por el demasiado territorio, que corresponde a una capital, como sucede a Cuenca, convendría su territorio en dos, señalando a las ciudades de Cuenca y San Clemente por capitales de los dos nuevos partidos.

Con Real orden de treinta de Noviembre se sirvió V. A. mandar que el Consejo expusiera su parecer sobre si sería o no conveniente la división propuesta. El Consejo en su visita acordó oír sobre el particular a vuestro fiscal, quien con fecha 28 de Enero dice, que las circunstancias del día no permiten la libertad necesaria para la indagación de los precisos conocimientos que requieren en el asunto, no es tan fácil como parecen pues además de la justa proporción que tal operación exigiría por conocimientos geográficos, no son menos las indispensables disposiciones para el arreglo y orden que debería establecerse, así para escusar la confusión por el estado antiguo, como para evitar la complicación que el nuevo podía ofrecer a que se agrega los gastos que todo ello había de ocasionar bajo estos supuestos, entiende el fiscal que por ahora no es conducente se trate el asunto.

El Consejo, Señor, teniendo en consideración lo que expone V. fiscal, y además que el arreglo de Provincias ha llamado muy seriamente la atención de las actuales Cortes, que se halla pendiente la discusión, conformándose con la referida respuesta, es de parecer que por ahora no conviene que V. A. haga novedad en el arreglo de la Provincia de Cuenca, o V. A, como siempre determinará lo más acertado. Cádiz, 19 de enero de 1811



Imagen: Real Academia de la Historia. Colección: Departamento de Cartografía y Artes Gráficas. Signatura: C-011-001-06, Nº de registro: 00897.  Signatura antigua: C-Atlas E, I a, 6

Archivo Histórico Nacional,CONSEJOS,12005,Exp.15. Consulta evacuada por el Consejo de Castilla al de Regencia sobre la propuesta de Luis Alejandro Bassecourt, comandante general de la provincia de Cuenca, para que dicha provincia se divida en dos partidos, con capital, respectivamente, en Cuenca y en San Clemente. 1811

ANEXO: PUEBLOS QUE COMPONÍAN LA JUNTA DE ARMAMENTO Y DEFENSA CON SEDE EN SAN CLEMENTE


San Clemente y sus aldeas (Casas de Fernando Alonso, Casas de Haro, Casas de los Pinos y Perona), Vara de Rey, Sisante, Pozo Amargo, Casas de Benítez, Casas de Guijarro, La Losa, Tébar, Cañavate, Atalaya de Cañavate, Cañadajuncosa, Honrubia, Castillo de Garcimuñoz, Pinarejo, Santa María del Campo Rus, Villar de Cantos, Villar de la Encina, Carrascosa de Haro, Alberca, La Rada de Haro, Villaescusa de Haro, Pedroñeras, Pedernoso, Las Mesas, Belmonte, Monreal, Hinojosos, Hontanaya, Osa de la Vega, Tresjuncos, Fuente el Espino, Villarejo de Fuentes, Alconchel, Villalgordo del Marquesado, Montalbanejo, Casasimarro, Villalgordo del Júcar, Tarazona, Madrigueras, Casas de Motilleja, Valdeganga, Pozo Lorente, Jorquera, Alcalá del Río, Alborea, Casas Ibáñez, Fuente Albilla, Abenjibre, Alatoz, Villatoya, Golosalbo, Cenizate, Mahora, Navas de Jorquera, Villagarcía, Quintanar del Rey, Villanueva de la Jara, Rubielos  Bajos, Picazo, Pozo Seco, Rubielos Altos, El Peral, Iniesta, Casas de María Simarro, Ledaña, Villamalea, Villalpardo y Villarta, Minglanilla, Mira, Puebla de San Salvador, Castillejo de Iniesta, Motilla del Palancar, Gabaldón, Barchín del Hoyo, Alarcón, Olmedilla de Alarcón, Marín y Zarza, Balazote, Torrubia del Castillo, Minaya, Munera, La Roda y su aldea de Montalbos, Villarrobledo, Fuensanta, Casas del Cerro, Barrax, Provencio, Santiago de la Torre

Surgida primero como Junta de Gobierno o de Observación y Defensa o de Armamento y Defensa desde abril de 1811.
La relación de pueblos se corresponde con aquellos que hacia octubre de 1812 estaban bajo la influencia de esta Junta de Armamento y Defensa, con sede en San Clemente. Debemos hablar de influencia más que de dependencia directa. La relación se ha extraído de consulta de documentos en el AMSC.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Documentos de la Guerra de la Independencia: Juan Girón, el fraile guerrillero

Exponemos la petición de un fraile de San Clemente, fray Juan Girón, a la Junta Central para formar una partida de guerrilleros con los mozos de la villa para luchar contra los franceses. Fraile trinitario en Madrid, abandona su convento con la llegada de las tropas napoleónicas y tras pasar por Córdoba y Badajoz se alista en un regimiento de Dragones, de donde es expulsado tras descubrirse su estado religioso. No se echará atrás el fraile que se ofrece como comandante de una partida irregular de guerrilleros formada con los mozos sanclementinos dispuestos a luchar contra el enemigo francés



más pensando descansar de mis fatigas y trabajos de la tropa me allado que está uno más inquieto y desazonado, pues no puede uno sosegar pues todo lo tala y está atropellando toda la Mancha por lo que e determinado si su Majestad lo tiene por combeniente y alla que mi persona es útil lebantar una partida en este mi pueblo (San Clemente), pues ay bastantes mozos y todos con deseos de venirse conmigo, ademas ay bastantes caballos y armas que se pueden recojer si su Magestad me lo permite y me ace comandante de dicha partida con la graduación que tenga por combeniente el dispensarme.



Señor



El padre fray Juan Girón, sacerdote profeso de la orden de la Santísima Trinidad de el combento de la corte y villa de Madrid: dice que abiendo salido de su combento cuando acometieron los enemigos a dicha villa y corte, pasó a Andalucía y abiendo sabido en Córdova que se lebantaba en Badajoz la Cruzada pasó a aquella plaza a alistarse entre los dichos cruzados, más no tubo efecto por averse deschado, mas llevado de la amor a la patria y Fernando 7 y la Religión; me alisté en el Regimiento que allí esistía de Dragones de Cazadores y estube de cavo en la 2ª Compañía sin que nadie supiese ni mi estado ni nombre, temiéndome lo que me sucedió que fue echarme de el regimiento luego que supieron de mi estado y mandándome me regresase a mi combento o casa lo que en efecto execute biniéndome a mi casa; más pensando descansar de mis fatigas y trabajos de la tropa me allado que está uno más inquieto y desazonado, pues no puede uno sosegar pues todo lo tala y está atropellando toda la Mancha por lo que e determinado si su Majestad lo tiene por combeniente y alla que mi persona es útil lebantar una partida en este mi pueblo (San Clemente), pues ay bastantes mozos y todos con deseos de venirse conmigo, ademas ay bastantes caballos y armas que se pueden recojer si su Magestad me lo permite y me ace comandante de dicha partida con la graduación que tenga por combeniente el dispensarme. Por tanto:



A S. Majestad suplica tenga a bien el concederme lo que le pide este el más inútil pero más ardiente y deseoso de defender la causa común que puede aver en el Reino: queda de Su Majestad este su más atento y seguro capitán que S. M. B. 



Fray Juan Girón 



San Clemente 21 de enero de 1810



A Su Majestad la Junta Central del Reino





Archivo Histórico Nacional, ESTADO, 41, C.   Sección de Guerra. Correspondencia de eclesiásticos que forman parte de las partidas de cruzada o están al frente de ellas. 1810

sábado, 17 de diciembre de 2016

Documentos de la Guerra de la Independencia: el desastre de Uclés

Esta carta de Francisco Ortiz de Taranco dirigida  a Juan Facundo Caballero no pasará como ejemplo de heroicidad de las tropas españolas durante la Guerra de la Independencia. Las tropas derrotadas por los franceses en Uclés el 13 de enero de 1809 huyen en desbandada. Los sentimientos de miedo y pánico se expresan con total naturalidad; se reconoce incluso que la carta, redactada en Motilla, se hace deprisa y corriendo ante el temor de ser alcanzado por las tropas francesas. Tres días después de la redacción de esta carta, el 20 de enero de 1809, las tropas francesas de la compañía de Dragones de Victor Latour Maubourg entraban en San Clemente, persiguiendo a un Ejército del Centro español en fuga.


Recibí la carta de v. e. de cuia fecha no me acuerdo, hemos andado estos días corriendo de una parte a otra y dimanado de que el viernes 13 perdimos en Uclés la primera acción entre la maior parte  de la Banguardia al mando del General Benegas, compuesta de unos 7.000 hombres de los que perdimos casi toda la infantería, que excedía de 5.500 hombres que quasi todos nos tomaron los franceses prisioneros. En la Banguardia tenemos poca gente y lo mismo sucede en la retaguardia por los muchos enfermos que hay y había, con motibo de los grandes yelos, niebes y agua que hemos experimentado. Los franceses eran 16.000 y de ellos 3.000 de caballería. De resultas de dicha acción nos retiramos el sábado a Cuenca y el día siguiente salimos de dicha ciudad con direción a Valera de Arriba y Vaja, pero fue tan cruel días de agua muy fría, que demás del perverso camino había tanto lodazal que no era posible sacar la artillería de él, ni poder andar los muchos infelices soldados, los quales nos daban la maior compasión; lo cierto es que más de la mitad de ellos quedaron por los pinares y también lo es que aunque la artillería y carros de municiones la custodiaban las mejores tropas, fue tal la furia con que se hecharon los franceses que la hemos perdido con vastantes equipajes, entre ellos el mío por lo que he quedado sin ropa alguna y armas, se intentó reconquistar aquella, solo hemos conseguido las de alguna pérdida de caballería, por lo que nos vamos retirando, y presumo por lo que me dijo, el sábado el maior General a Valencia, a donde sospechamos que pasen los franceses, pero entretanto nos van persiguiendo y haciéndonos retirar con demasiada viveza y sustos, que experimentamos a cada momento, como ha sucedido hoy, en el que estando tomando chocolate con otros, vino uno corriendo a decirnos que estaba en una altura próxima al lugar de Valera de arriba, en donde nos hallábamos una columna francesa, salí a zerciorarme de ello y hallé que eran dos nuestros, por lo que me sosegué como también los otros, pero no omití el hechar a correr como los otros hasta aquí, oyendo bastante cañonazos. Esto va mui mal por causa de tanto enfermo y asi puede v. e. insinuar al Gefe o a la Junta Central, que las órdenes que se remitan a este General se dirijan a Valencia pues luego que llegue a aquella ciudad pienso establecer paradas por el camino nuebo hasta Albacete; por dicha razón y la ocupación de esta parte por los franceses ya no sirbe la ruta que me incluie v. e. para Teruel i además que tengo desde junio del año último paradas de postas de a quatro calles desde Valencia al citado Teruel.
Disimule v. e. el todo de esta carta porque además de lo que ha ocurrido la escrito en una parada y deseando concluirla para hechar a correr, como sucede a todos.
Dios guarde a v. e. muchos años, Motilla del Palancar 17 de enero de 1809
Francisco Ortiz de Taranco

Archivo Histórico Nacional, ESTADO, 80, S. Control de Juntas territoriales. Motilla del Palancar.17 de enero de 1809

viernes, 16 de diciembre de 2016

Documentos de la Guerra de la Independencia: La villa de San Clemente niega su obediencia a José Bonaparte (1809)

Caricatura de José Bonaparte, conocido como Pepe Botella
El presente documento muestra la negativa de la villa de San Clemente a prestar juramento a José Bonaparte, el rey intruso. El pueblo ya había sufrido tres veces la llegada de los franceses. La última vez en enero de 1809, pero la situación es de tranquilidad. Nada que ver con la presencia de diez mil soldados del ejército del general Moncey en julio de 1808 ni con la aceleración de los acontecimientos a partir de mediados de 1810, que conducen a un clima de guerra generalizado, culminado en agosto de 1811 con la destrucción y saqueo de la villa y la huida de los vecinos. En abril de 1809, se vive una situación de calma, de nadar y guardar la ropa.


Señor

La Junta de la villa de San Clemente, subalterna de la de Cuenca, hace presente a V. M. que en el 8 del corriente por el comisario ordenador Echevarría se le comunicó una orden del general Sebastiani para que en el Ayuntamiento de aquella villa nombrase una diputación que fuese a prestar el juramento de fidelidad al Rey intruso. Que resuelta la Junta a no cumplir aquella orden acordó las siguientes providencias de precaución:

1ª Que el corregidor reservase las órdenes y acercándose el enemigo las llevase consigo para no ser víctima de su furor y poderle atribuir la culpa de no haberlas cumplido suponiendo que las ocultó

2ª Que en caso de que los enemigos viendo la tardanza a cumplir la referida orden se acercasen para castigar la inobediencia, si el número era proporcionado al vecindario se les resistiese hasta morir y si fueren número muy superior abandonase el pueblo tomando las precauciones de dexarlo exausto de víveres y utensilios para lo que tienen apostados espías en las inmediaciones del pueblo.

Manifiesta su dolor por no poder hacer toda la defensa que exige su lealtad por habérseles quitado las armas de fuego y blancas que tenían en las tres veces que estuvieron los enemigos en la villa pero que a pesar de esto y de que les faltan municiones y un xefe que los dirija, espera brillará en la ocasión su zelo y el de sus convecinos en obsequio de las Reales órdenes a cuyo fin a comunicado esta novedad al General del exercito del centro, Y concluye con el deseo que todo merezca la aprobación de V. M.

Aprobado todo con mucho aprecio

                               (8 de abril de 1809)


Archivo Histórico Nacional,ESTADO,81,M. Control de Juntas territoriales. San Clemente. 1809

domingo, 13 de diciembre de 2015

San Clemente durante la Guerra de la Indepedencia (1808-1814)

Aunque nos alejamos de la época en que estamos centrados, presentamos un breve bosquejo del San Clemente de la guerra de la Independencia


Cuando las tropas francesas del general Frère entraron en San Clemente el 20 de junio de 1808, encontraron una villa que había perdido gran parte de su esplendor de antaño. Estancada en torno a los ochocientos o novecientos vecinos desde hacía más de ciento cincuenta años, su estructura social reflejaba una mayoría de población campesina, en la que los pequeños propietarios y arrendatarios contaban tanto o más que los jornaleros, y una importante población urbana artesanal, testimonio de lo que en otros tiempos fuera centro de servicios de la comarca.

En la cúspide de la pirámide social dos familias emparentadas, Sandovales y Melgarejos, poseían las mayores propiedades territoriales, acrecentando su riqueza con importantes ganados(1). El dominio económico se traducía en igual dominio político de la vida local. Aquella queja amarga del alcalde mayor de la villa, representante de la justicia real, ante el Consejo de Castilla en 1742, denunciando el dominio absoluto de la vida municipal por don Vicente Sandoval, marqués de Valdeguerrero, seguía siendo una verdad incontestable(2). El dominio social de estas dos familias sólo era equiparable al dominio espiritual que ejercían sus tres parroquias y cinco conventos, poseedores de
ricas haciendas, tierras de regadío y controladores además del préstamo de dinero a censo. Desempeñaban estos institutos religiosos una labor caritativa hacia el centenar y medio de pobres de solemnidad, pero también, a través de las actividades religiosas, un control de la vida social de los sanclementinos.

Este jerarquizado esquema social se vio parcialmente roto en la segunda mitad del siglo XVIII. El desarrollo económico de esta segunda mitad de la centuria y el acceso a las propiedades de los jesuitas expulsos (así, la familia de los Briz, compraría el heredamiento de las Cruces en Casas de Fernando Alonso), provocaron el advenimiento de nuevos ricos que aprovecharon las reformas municipales de Carlos III para hacerse un hueco en la vida municipal. Pero familias como los Girón, Yuste, Torrecilla, Moreno, Galindo, Briz, Cabrera, Rada, Jareño, Lanuga o Risueño nunca supieron o
quisieron escapar de unas redes clientelares que les colocaba municipalmente en segundo plano. Ni siquiera la crisis de comienzos de siglo, con las epidemias de terciana o la terrible crisis de subsistencia de 1804 pusieron en peligro la estabilidad de este esquema social, aunque contribuyeron a agudizar las tensiones sociales, como demuestran aquellos pasquines que aparecieron en la noche del 17 al 18 de marzo de 1804 en las puertas del ayuntamiento y del pósito(3).Así la llegada de los franceses no pareció exaltar mucho los ánimos y el general Frère encontró un pueblo no muy dado a dejarse llevar por entusiasmos patrióticos. Los privilegiados no parecían muy dispuestos a enfrentarse con un enemigo que no ponía en duda su dominio local, de igual parecer eran los funcionarios gubernativos y de la Hacienda; el común no debió ver en los franceses sino sustitutos de los regimientos borbónicos. Tan sólo el elemento eclesiástico parecía temer el nuevo talante del nuevo invasor, imbuido de ideas ilustradas.

Por supuesto que acontecimientos como el dos de mayo de 1808 y la formación de juntas revolucionarias eran conocidos. Y como no hay pueblo que viva de espaldas a la historia, en San Clemente hubo a primeros de junio de 1808, un principio de insurrección, no contra los franceses, que aún no habían llegado, sino contra las propias autoridades locales. Insurrección leve y cortada a tiempo, de la que poco sabemos, pero inquietante, pues, para evitar ulteriores progresos, se juzgó indispensable congregar al ayuntamiento, cura párroco, estado eclesiástico secular, prelados de los conventos de frailes franciscanos y carmelitas descalzos, individuos del estado noble, empleados de
las oficinas de rentas y otros varios hombres buenos del estado llano, acordándose la formación de rondas que vigilaran la quietud del pueblo. En este clima, llegaron las primeras tropas del general Frère, permaneciendo seis días y, aunque no hubo saqueos, sus peticiones excesivas y los enfermos dejados para su curación empezaron a genera un clima antifrancés en el pueblo. La situación se agravó cuando el seis de julio, tras haber pasado el destacamento del capitán Muller, llegó la división del general Moncey con diez mil soldados, dejando aniquilado a un pobre vecindario de tres mil quinientas almas.

Los saqueos y requisiciones de estas tropas no respetaron clase o condición social, y acabarían decidiendo a las autoridades locales, que, libres del ejército francés, se ponen en contacto con el ejército valenciano del general Cervellón, pidiendo consejo sobre el gobierno de la villa. Dicho general responde el dos de agosto de 1808, aconsejando la constitución de una Junta de Gobierno como las ya existentes en el Reino de Valencia.

La Junta de Gobierno se compuso de los siguientes hombres: el corregidor Manuel Echegoyen, como presidente, el cura párroco Francisco de Luján y Beamud, Pedro Mancheño, eclesiástico nombrado por el ayuntamiento, los prelados de las comunidades religiosas masculinas, el padre fray Gabriel Pertusa, guardián del convento de San Francisco, y el padre fray Marcelino de la Concepción, guardián del convento del Carmen Descalzo, el procurador síndico general, Pedro José Risueño, y seis miembros nombrados por el ayuntamiento; dos regidores: marqués de Valdeguerrero y Francisco Antonio Melgarejo; dos nobles: Gaspar Melgarejo y Espinosa y Antonio José Melgarejo, y dos miembros del estado llano: Juan Alfonso Cabrera y Pedro Antonio Rada.

Constituida la Junta el nueve de agosto, fue la primera Junta de la provincia, pues Cuenca ocupada por los franceses no constituirá su propia Junta hasta el veinticuatro de agosto. Ese retraso daría lugar a sus suspicacias, pues la Junta de San Clemente, que se había puesto bajo la protección de la Junta Suprema de Granada, sucesora de la Chancillería, nunca vio con agrado la subordinación que le pidió el veintiséis de agosto la Junta de Cuenca. La rivalidad entre Cuenca y San Clemente continuaría durante toda la guerra, hasta tal punto que el 21 de septiembre de 1810, el comandante de la provincia de Cuenca, general Luis Alejandro Bassecourt, propone la división de la provincia en dos partidos con capitales en ambas localidades. La propuesta sería rechazada por el Consejo de Regencia desde Cádiz el 19 de febrero de 1811, alegándose las circunstancias del momento que impedían cualquier estudio y el incremento del gasto que supondría(4). Las diferencias de nuevo surgirían en mayo, cuando la Junta de San Clemente pide la disolución de la Junta Provincial con ocasión de la reciente creación de la Diputación provincial(5).

Al comienzo, la Junta de Gobierno continuó con las actuaciones políticas propias del corregidor. Sólo en los últimos meses de 1808 toma medidas más patrióticas: registro de los bienes franceses, armamento y leva en masa de la población, ampliación de sus miembros, extensión de su radio de acción al partido y, por fin, el cinco de diciembre, establecimiento de un cuerpo de vecinos llamados milicia honrada. La constitución de este cuerpo en el pueblo, imitación de la milicia nacional de la Revolución Francesa, pareció encaminar a San Clemente hacia su primera revolución burguesa. Así los oficiales designados para dicha milicia, al mando de Francisco Julián Sandoval, eran los estratos medios de la sociedad sanclementina: Joaquín Girón, Antonio Javier Galindo, Pedro José Risueño, Miguel Torrecilla, Ventura Briz,.. Pero dicha institución siempre fue un cuerpo inoperativo, tanto en lo militar como en la definición de la vida ciudadana; sus preocupaciones se redujeron a proveerse de un vestuario suficientemente atractivo, que imitaba aquel de los revolucionarios franceses, pero nada más: La vuelta y la solapa, color amarillo limón, collarín encarnado, botón blanco con la cifra
honrados, sombrero redondo con escarapela(6).

De hecho, la Junta siempre confió la defensa de la villa a las tropas regulares y el ejército procuraba limitar sus actividades en la guerra a aprovisionar a las tropas españolas, tal como hizo con las tropas del duque del Infantado en el invierno de 1808-1809. Cuando el pueblo se encontraba con hechos consumados, como la entrada el veinte de enero de 1809 de la primera Compañía de Dragones de Víctor Latour Maubourg, la actitud de la Junta fue de colaboración con los franceses y pedir comprensión hacia los vecinos huidos. La misma ambigüedad se mantuvo hacia la Junta Central: negativa a jurar lealtad a José Bonaparte, pero reconocimiento de la incapacidad de hacer frente a los franceses que había desarmado a la población en las tres ocupaciones del pueblo(7).

Los años 1809 y primer semestre de 1810, San Clemente vivió al margen de la guerra. La presencia de los franceses en Socuéllamos, contenidos por el comandante militar de La Mancha, José Martínez de San Martín, nunca se tradujo en una amenaza seria, ni siquiera tras la derrota de Ocaña, y las funciones de la Junta se San Clemente, conocida ahora como Junta de Armamento y Defensa, se redujeron a sus labores de intendencia: provisiones a las tropas del marqués de Talayuelas y al Ejército del Centro, a la vez que se perseguía las actividades de contrabando y entendía en los agravios cometidos por el ejército con los vecinos.

El alejamiento de la actividad militar fue acompañado del alejamiento de la actividad política, y prueba de ello fue que San Clemente no envió ninguno de los seis representantes de la provincia de Cuenca a las Cortes de Cádiz, que habrían de dar a España su primera Constitución. La propia Junta redujo sus miembros de treinta a cinco, adoptando la medida a la que se había negado cinco meses antes. El cambio se realizó por sorteo, aunque el marqués de Valdeguerrero no tardó en hacerse un sitio, al provocar la renuncia de uno de sus miembros, Antonio Valero Zorío. Esta situación de calma cambia a finales de mayo de 1810, cuando los franceses embarcados en la campaña de Andalucía, intentan impedir la formación de cuerpos militares que amenacen su retaguardia en la provincia de Cuenca. El veintiocho de mayo de 1810, entran en Cañete por el camino de Aragón; el cinco de julio con dos columnas de 1500 hombres se dirigen a Tarancón, pasando el Tajo por Fuentidueña y, simultáneamente, el comandante francés de Guadalajara, general Hugo, intenta marchar hacia Cuenca. El objetivo lo alcanzará desde Tarancón el general Lucotte, marqués de Sopetrán, el diecisiete de junio, destruyendo durante tres días una ciudad abandonada por sus vecinos. Las tropas se retirarán el veinte de junio a Huete y Tarancón. En esta última villa, para cubrir la línea del Tajo, establecieron una columna volante y movible de mil hombres que, con las tropas de Guadalajara, dominará los pueblos del norte de Cuenca, destruyendo algunos como Sacedón, Trillo y Azañón, y atosigaría a los del sur.

Muestra de lo último es la ocupación durante un día, el nueve de julio, de San Clemente por una columna de 1200 hombres , que también ocupará El Provencio y Villarrobledo(8). ¿Con qué tropas contaban los españoles para hacerles frente? En primer lugar, con la división de Bassecourt, comandante de la provincia de Cuenca, retirado en Minglanilla, donde intentaba una infructuosa leva en masa de todos los habitantes de la provincia; en segundo lugar, y en el norte, las guerrillas de El Empecinado, cuyo comisionado en La Mancha era Bibiano Hellín. El Empecinado consiguió a comienzos de 1811 evitar un tercer saqueo de Cuenca, que ya había sido saqueada por segunda vez en diciembre de 1810. En tercer lugar, las guerrillas de La Mancha, donde la lealtad de Vicente Richart contrastaba con la partida irregular de Francisco Sánchez, compuesta por zapateros remendones y frailes renegados, que siempre vieron en la guerra un medio de lograr su propio provecho.

La descoordinación de estos elementos patriotas se demostraría el veinte de septiembre de 1810, cuando los franceses al mando de Lorestier entraron en San Clemente. Lejos de actuar la división de Minglanilla, superior en número a los franceses, se esperó una intervención de El Empecinado, demasiado alejado para actuar. Por eso, vista la debilidad, Lorestier se permitió desde Belmonte amenazar con quemar San Clemente, y así hubiera sido si los franceses, que avanzaban con esa intención, no hubieran sido derrotados en el Puente de Santo Domingo, junto a las Casa de los Frailes, en el término de las Pedroñeras, por Vicente Richart. El ayuntamiento de San Clemente prometió entregarle un escudo con el título de liberador de la villa, pero no está claro que lo recibiera, pues el teniente Carrasco también se atribuyó aquella acción. Lo más significativo de estos hechos es la intransigencia a la que habían llegado las posturas:los franceses, cansados de la resistencia española, y los sanclementinos, cada vez más radicalizados por los costes humanos y económicos de la guerra. Las actitudes de connivencia con los franceses eran ahora inviables y, por eso, personajes como el marqués de Valdeguerrero, al comprenderlo, y comprender también el nuevo rumbo liberal que tomaban las Cortes de Cádiz, intentaba renunciar a su puesto de vocal en la Junta de Armamento y defensa. El pueblo sanclementino ahora iba más lejos que sus autoridades, aprovechando la muerte del enfermizo corregidor Manuel Echegoyen, el cinco de mayo de 1810, se elige, hecho revolucionario en sí, como corregidor a don José María de Aguirre, antiguo corregidor de Miranda de Ebro, preso en Vitoria por negarse a prestar juramento a José Bonaparte y, ahora, refugiado en San Clemente.

De la mano del nuevo corregidor y del ánimo más exaltado del prior del convento del Carmen Descalzo, el padre fray Marcelino de la Concepción, los sanclementinos se adentrarán en una segunda fase de la guerra más cruel, que iniciada en las escaramuzas con los franceses durante 1810 y 1811, culminará en agosto de 1811. El cinco de agosto de ese año, la columna francesa de Villanueva de los Infantes saquea los graneros del pueblo y el treinta de agosto, la columna de Tarancón al mando de Darmagnac, incendia las casas, saquea y destroza los templos (el convento del Carmen Descalzo de frailes, aunque no completamente destruido como dice don Diego Torrente, si fue muy dañado por el fuego), obligando a los habitantes de San Clemente, dirigidos por fray Marcelino de la Concepción, a estar huidos del pueblo desde el veintiocho de agosto al doce de septiembre.

El encono de las posturas en la guerra se traduce de las propias palabras de Darmagnac, jefe del gobierno francés en la provincia, en su proclama de treinta de agosto a los sanclementinos:

El fanatismo, la seducción y el fraude os precipitan a tantos males: esclavos de la tiranía y serviles por vuestra condescendencia no conocéis la moral de Jesucristo ni la Religión Cristiana: que seáis homicidas y alevosos es todo cuanto os predican los ministros de un Dios de paz y de misericordia. Abrid los ojos y decid a esos seductores que el verdadero amor a la patria es hacer bien a sus semejantes y desear a todos que gocen tranquilamente de sus talentos, de sus trabajos y fortunas

Si esta proclama de Darmagnac es la exaltación guerrera de un ilustrado, la respuesta del ayuntamiento de trece de septiembre no dejaba lugar para las transacciones:

Inútil es que el bárbaro, el despiadado, el incendiario Darmagnac rabie de coraje y se desespere al ver un pueblo superior a todas sus iras y favores, en vano es que este decantado general y gobernador les amenace con la cuchilla en una mano y la tea en la otra y es demás que trate de aterrarlos con su inhumana proscripción a muerte lenta , No; ni sus conminaciones amedrentarán ánimos resueltos, decididos e imperturbables ni sus artificios ni sus halagos ni sus caricias moverán la constante fidelidad jurada por los sanclementinos a su Patria, Rey y Gobierno

Momento grave fue éste para la Historia de San Clemente, pero superado. La presencia en 1812 del segundo y tercer Ejércitos en La Mancha daría tranquilidad al pueblo, sólo alterada cuando de retirada las tropas francesas del ejército de Mediodía, al mando de Soult, destrozaron de nuevo el pueblo entre el 18 y el 24 de octubre de 1812. Pronto, con las tropas francesas en retirada durante los años 1813 y 1814, las cosas volvieron a la normalidad. Tan a la normalidad que el primer alcalde constitucional fue le marqués de Valdeguerrero, el cual un año antes se había negado a acatar la Constitución de 1812, excusándose con su ya prolongado ataque de crisipela en la pierna derecha.

No obstante, aunque muchos intentasen hacer bueno el viejo dicho de cambiar para que nada cambie, algo había cambiado. Las nuevas élites de poder municipal que aparecen en los años 1820 y 1823 y a partir de 1834 así lo demuestran. Los nombres de los primeros alcaldes constitucionales: Antonio Javier Galindo, Ventura Briz, Bibiano Hellín, Proceso Girón, nos recuerdan los apellidos de aquellas familias atrapadas en las redes clientelares de Melgarejos y Sandovales y que ahora buscarán su protagonismo y emancipación política.

NOTAS

1 No obstante, el mayor hacendado de San Clemente a mediados del siglo XVIII es Diego Manuel Mesía, de la familia de los Pachecos. Las tres familias están emparenadas
2 AHN. CONSEJOS. Leg. 26998-4
3 Uno de estos pasquines decía: “Si se sube el pan, mueran y ardan las casas de los poderosos, que son piratas de los infelices; no hay nada que temer: ardan sus haciendas y sus personas”. Los otros
pasquines no están faltos de insultos a las autoridades locales
4 AHN. CONSEJOS. Leg. 12005-15
5 AHN. CONSEJOS. Leg. 49807-1
6 Junta de 18 e mayo de 1809. AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 161/2
7 AHN. ESTADO. 81.M
8 AHN. DIVERSOS-COLECCIONES, 94, N. 107