El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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domingo, 3 de marzo de 2024

JOSÉ DE HARO CASTAÑEDA Y FERRER

 

GENEALOGÍA DE DON JOSÉ DE HARO CASTAÑEDA Y FERRER (bautizado el 5 de mayo de 1666 en Villanueva de la Jara)

PADRES

Antonio de Haro y Castañeda, vecino de Chinchilla, y Ana Isidora Ferrer, natural de Villanueva de la Jara

TÍAS POR PARTE DE PADRE

Francisca de Haro (madre de Fernando Antonio Núñez y Robres, caballero de la orden de Montesa) y Magdalena de Haro (madre de Marcos Enríquez, caballero de la orden de Montesa)

ABUELOS PATERNOS

Diego López de Haro y María Castañeda, naturales de Alarcón, y residentes en Motilla

ABUELOS MATERNOS

Juan Ferrer, natural de Villanueva de la Jara, y Francisca Rosillo Ruiz de Alarcón, natural de Palomares de Campo (hija de Gaspar Rosillo, natural de San Clemente y sobrina de Francisco de Alarcón, obispo de Pamplona y Córdoba, del linaje de los señores de Valera de Arriba)

Partida de Bautismo de Juan Ferrer

Villanueva de la Jara, 27 de febrero de 1587, hijo de Martín Ferrer y Ana de la Osa

En la iglesia de Santa María de Alarcón se encontraban los libros sacramentales del resto de iglesias de la villa de Alarcón: Santísima Trinidad, San Juan, Santo Domingo, Santiago y la propia iglesia de Santa María. Los libros habían sido trasladados allí desde el resto de iglesias. En 1654, la iglesia de la Santísima Trinidad sufre un incendio en el que se pierden los libros de Bautismo. El incendio afecta a la sacristía y archivo parroquial.

Diego López de Haro había sido bautizado en la parroquia de la Trinidad, donde se bautizaban los hombres principales de Alarcón; los bautizados en esta iglesia tenían el privilegio de antelación para las becas del Colegio de Cuenca del Monte Olivete de Salamanca. Don Diego de Haro vivía en la calle de los Caballeros, perteneciente a la parroquia de Santa María; los Haro tenían en la puerta de su casa y los cuartos de las mismas, sus armas en los escudos. Los Haro de Alarcón tenían su enterramiento ("sepultura sumptuosa") en el presbiterio de la iglesia de San Juan


Archivo Histórico Nacional, OM-CABALLEROS_MONTESA,Exp.243

martes, 12 de julio de 2022

Juan López Rosillo

 JUAN LÓPEZ ROSILLO, PADRE DE LA PATRIA SANCLEMENTINA


No sabemos nada de él o, al menos, todo lo que nos gustaría. Se llamaba Juan López Rosillo o Juan Rosillo el viejo, era un santamarieño llegado a San Clemente en año desconocido, según Enrique Fontes. Tal vez uno de tantos que llegaron a San Clemente en la década de 1450 al calor del villazgo concedido por Juan Pacheco. Era un hombre que se ganó el favor de los sanclementinos y alzó su voz cuando los demás callaban; hasta Castillo de Garcimuñoz fue en 1473 para decirle al marqués que eran los alcaldes de San Clemente los que debían juzgar los pleitos de sus vecinos. No le debieron hacer mucho caso, pero Juan López Rosillo era perseverante. 

San Clemente cayó en manos de los isabelinos en 1476, quizás porque entre Alcaraz y Alarcón solo había campo abierto y don Rodrigo Manrique y su hijo Pedro tenían su campamento cerca de Villarrobledo. Pero Juan Rosillo no se contentó fue hasta Segovia el dos de septiembre de 1476 y consiguió que la villa fuera de realengo y con mercado franco, haciendo de la casualidad de su conquista una realidad de futuro. No se contentó Juan López Rosillo, que seguía su cruzada particular, preparó, o le prepararon las mujeres sanclementinas, un complot. El objetivo, matar a todos los partidarios del marqués de Villena en San Clemente, al fin y al cabo, eran un conjunto de renegados que profesaban en secreto la fe judaica. El grito de guerra fue aquel de "ni mamantes ni piantes". El complot fracasó, un tal Peñasco fue colgado de una rama a la puerta de la iglesia de Santiago Apóstol. Rosillo escapó y corrió a cobijarse en las faldas de Isabel la Católica; imploraba su perdón, pero la convenció de que San Clemente no era un lugar de eras o lugar de pocas casas y muchas rosas, que decía don Diego López Pacheco. Y no solo eso, sino que vuelto a su tierra, con Juan de la Osa, convocaron a todos los pueblos del sur de Cuenca a una asamblea para preparar la sublevación contra los Pacheco. Juan de la Osa, pagó con su vida, Rosillo, preso en Castillo de Garcimuñoz, no sabemos como consiguió salvar la suya. Libre, siguió luchando, acompañó a don Jorge Manrique en sus desafortunadas andanzas guerreras y le sobrevivió. Sin él, ni Las Pedroñeras ni El Pedernoso ni Las Mesas serían lo que hoy son; fue el quien consiguió su libertad del marqués. Cuando los demás flaquearon, Juan López Rosillo siguió luchando y recriminando a los Reyes Católicos su escaso compromiso para acabar con los Pacheco. Toda su vida fue un inconformista, un picapleitos contra todos; dicen que pasado el año 1510 era un anciano que paseaba refunfuñando por los calles de San Clemente, viejo y apoyado en su bastón. Todos sabían que Juan López Rosillo, el viejo, era el liberador de San Clemente, el reductor del marquesado de Villena, el hombre que había devuelto la libertad a los labradores de los pueblos del sur de Cuenca.

Hoy, nadie sabe quién es Juan López Rosillo, ni una placa que lo recuerde ni una calle por donde rememorar sus hazañas y qué pocos serían capaces de ubicar su capilla en la iglesia de Santiago. San Clemente es una villa desmemoriada, San Clemente no puede mirar al futuro si no se reconoce en el pasado. Su capilla pervive en la iglesia Santa Ana al lado del Evangelio, con sus armas en la clave de la bóveda; su antigua casa, con su escudo de armas (una panela y seis rosas), en la plaza del Carmen, y al igual que el convento de carmelitas descalzos, que se ubicaba enfrente, hoy está destruida.

Dicen que el lema de los Ortega sanclementinos es "malo mori quam foedari", antes morir que ser humillado, quizás esa fuera la divisa de Rosillo

martes, 12 de octubre de 2021

HERNANDO DEL CASTILLO E INESTROSA CONTRA JUAN ROSILLO, ESCRIBANO

 

Hernando del Castillo e Inestrosa vivía en 1549 el cénit de su poder y poco hacía presagiar las desgracias familiares que llegarían a él y sus hermanos en la década siguiente. Hernando era señor de Valera de Yuso y La Losa y regidor perpetuo de San Clemente, pero sus enemigos ya andaban al acecho. La Losa no dejaba de ser un paraje junto al río Júcar en torno a los molinos familiares. Los Castillo habían fracasado en su intento, ya desde el abuelo el alcaide de Alarcón, de apropiarse un territorio adehesado y perdido en 1528 el pleito con la villa de Alarcón. Ahora, los enfrentamientos eran con Vara de Rey, que había conseguido el villazgo en 1537. Martín de Buedo, alcalde de Vara de Rey, como acompañado del juez de mestas, Antonio Carrascal, habían sentenciado que un terreno que intentaba apropiarse Hernando del Castillo, junto a las vertientes del río Júcar, era vereda de paso y abrevadero de los ganados mesteños. El pleito de Hernando del Castillo se remontaba a 1547 e iba referido al que mantenía con los alcabaleros de Vara de Rey por el pago de alcabala por las moliendas del molino de la Losa y la pretensión del concejo de Vara de Rey para cobrar esa alcabala. Hernando del Castillo había buscado el amparo del concejo de San Clemente, asentando con dicho concejo el pago de alcabala y no con el de Vara de Rey. A pesar de este asiento, Hernando del Castillo sería condenado a pagar cuarenta mil mrs. por el concejo de Vara de Rey, mientras el concejo de San Clemente olvidaba sus compromisos. Confluían en este pleito tanto las necesidades financieras de Vara de Rey, tras la compra de su villazgo y de la aldea de Sisante, como el recelo que inspiraba Hernando del Castillo y su control de la política concejil sanclementina.

En San Clemente, el recelo contra Hernando iba en aumento, se veía con desconfianza su proximidad a los gobernadores del marquesado. Los Rosillo no habían olvidado sus odios a esta familia de conversos, en especial Juan Rosillo, escribano del ayuntamiento, al que Hernando acusaba de perder, en su oficio, los papeles de los pleitos en los que Hernando estaba implicado con el concejo de San Clemente, que le debía en concepto de alcabala 40000 maravedíes. Hernando del Castillo ganó sentencia favorable que obligaba a Juan Rosillo a pagarle los 40000 maravedíes que le debía el concejo. La razón era que el pleito entendido por el alcalde mayor hacía dos años obraba en los papeles de la escribanía de Rosillo, que ahora se negaba a entregarlos ante el nuevo alcalde mayor para hacer cumplir la sentencia. Sin papeles no había pleito, sin pleito no había sentencia definitiva y sin sentencia no había reparación en su derecho para Hernando del Castillo. El problema no era menor, pues los gobernadores y alcaldes mayores entendían en primera instancia, violando aquella que por privilegio tenían los alcaldes ordinarios, pero los pleitos llevados ante los escribanos de las villas por donde pasaban quedaban en su poder, quedando los pleitos inconclusos.

El pleito se había desarrollado en junio de 1547, ante Juan Rosillo, pero había desaparecido de su poder. La pérdida de pleitos por escribanos no era algo nuevo. Los escribanos lo eran del número, es decir, para dar fe en asuntos entre particulares, pero, cuando eran nombrados, también lo eran del concejo, pasando ante ellos los pleitos en los que entendían los alcaldes ordinarios y justicia del marquesado. Era normal que los escribanos confundieran entre los papeles de su oficio y esos otros generados en la acción judicial, saliendo los pleitos de los ayuntamientos de las villas, aunque, al menos en este caso, lo que ocurrió es que se sacó del ayuntamiento y su archivo el pleito original para que diera su parecer el bachiller Rodríguez, letrado de prestigio en San Clemente, aunque el pleito volvió al ayuntamiento y a poder de su escribano, Juan Rosillo, posteriormente sería entregado por este al licenciado Perona, letrado de Hernando del Castillo. A partir de aquí, nadie sabía dónde paraban los papeles.

El pleito, apelado por Juan Rosillo, acabaría el año 1550 en la Chancillería de Granada, donde quedaría inconcluso

 

Testigos:

Francisco Huerta, 35 años, lleva los negocios de Hernando del Castillo

Francisco Jiménez, 49 años, regidor

Licenciado Perona, 49 años

Bachiller Avilés, 36 años, abogado por la villa de San Clemente en el pleito

Cristóbal de Tébar, 53 años, regidor

Alonso García, 42 años

Ruy González de Ocaña

Alonso de Belmonte y Francisco de Ocaña, 30 años, procuradores de la villa de San Clemente


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA, PLEITOS, 13986-7

domingo, 3 de octubre de 2021

Lope Rosillo

En 1494 eran alcaldes ordinarios de la villa de San Clemente Juan González de Orihuela y Martín López de Tébar. Ante ellos se presentó el procurador Gonzalo Vázquez en nombre del menor Fernán Vázquez de Haro con una carta de la obligación contraída por Lope Rosillo con su representado. Lope Rosillo era deudor de ochocientos maravedíes, correspondientes a ciento trece cabezas de ganado lanar y cabrío que Fernán Vázquez de Haro le había vendido. Pasado el plazo de pago, Fernán Vázquez de Haro pedía ahora una cantidad incrementada hasta 1356 maravedíes, por las rentas que la explotación del ganado había procurado a Lope Rosillo en ese tiempo y por las costas del juicio. Los alcaldes ordinarios fallarían a favor de Vázquez de Haro, ordenando la ejecución por alguacil de la villa de los bienes de Lope Rosillo. que recurrirá la decisión ante el teniente de corregidor Juan Martínez Guerrero y el alcalde mayor Juan Romo. La sentencia sería ratificada por la Chancillería.



Archivo de la Real Chancillería de Valladolid,REGISTRO DE EJECUTORIAS,CAJA 69,14

domingo, 17 de mayo de 2020

Alonso Rosillo, blasfemo



Signos de los escribanos de Villanueva de la Jara Francisco Navarro y Andrés Navarro y firma de Alonso Rosillo

Alonso Rosillo había nacido en la Navidad de 1527, en Villanueva de la Jara. Era un hombre sin oficio conocido; viviendo en casa de su padre, se limitaba a hacer lo que este le mandaba. En su familia, la educación era una prioridad y una obsesión por hacer de sus miembros unos buenos escribanos. Alonso Rosillo había estudiado las primeras letras en su pueblo de Villanueva de la Jara e incluso había recibido rudimentos de gramática. Pero el deseo de su padre de hacer de él un buen letrado al mandarlo a la Universidad de Alcalá se había traducido en un fracaso. Hacia 1546 llegó a Alcalá, donde estudió gramática durante dos años, pero tal vez mal estudiante, tal vez simple crápula, abandonó los estudios para volver a su pueblo, donde ayudaba a su padre en el oficio de escribano y en la administración de su hacienda. Su altivez le llevó a comienzos de 1551 ante el Santo Oficio por blasfemar en público. Su error blasfemar ante el alcalde mayor del Marquesado en el momento que se hacían ciertas cuentas de su padre, que para Alonso eran simples trampas que si no fuera Dios del Cielo otro no las podría averiguar o acabar. Una de tantas frases que se decían sin más importancia, pero no si alguien estaba dispuesto a denunciar. Fue el diablo quien le turbo la lengua, diría Rosillo entre lágrimas en su confesión ante la Inquisición. Decían los Inquisidores que las lágrimas del reo les habían conmovido, cosa improbable, pero sentimiento que anunciaba la sentencia benigna de nueve de marzo de 1551: simple advertencia. Este joven de veintitrés años ya había pasado su calvario particular, preso en la cárcel de su pueblo y en las del Santo Oficio en el Castillo de Cuenca. 

la familia de Alonso Rosillo era un ejemplo de superación, o al menos la mitad de ella, pues eran dos familias destacadas las que se habían encontrado: los Navarro y los Rosillo. Los Navarro, de sastres se convirtieron en labradores y escribanos. Los Rosillo, de origen incierto, de reductores del Marquesado de Villena en dilapidadores de su fortuna.



GENEALOGÍA DE ALONSO ROSILLO, en 1551


Padres


Francisco Navarro, escribano real y labrador que entiende en su hacienda en Villanueva de la Jara.
María López de Montoya, difunta

Abuelos paternos


Sebastián Navarro que fue sastre y luego vivió de su hacienda
Benita Simarro

Abuelos maternos


Alonso Rosillo, que vivió de su hacienda, fue hijodalgo y vivió en San Clemente
Mencía López

Tíos hermanos de padre

Andrés Navarro escribano, vecino de Villanueva de la Jara
Juan Navarro, labrador de Villanueva de la Jara
María Navarro, que fue mujer de García Gómez, herrero
Catalina Navarro, mujer de Francisco de Córdoba, labrador de Villanueva de la Jara
Isabel Navarro, mujer de Pedro Rodríguez, labrador de San Clemente

Tíos hermanos de madre

Juan Rosillo, labrador y vecino de San Clemente
Otro que fue casado con Isabel Navarro su tía
Teresa Rosillo, mujer que fue de Andrés Navarro

Hermanos

Francisco Navarro, que está estudiando en Salamanca

Hermanas

Mencía López, doncella
María López de Montoya, doncella
Benita Navarro, doncella


Mi agradecimiento a Julia Toledo por hacerme llegar este expediente


sábado, 7 de julio de 2018

Juan Rosillo, el reductor del Marquesado de Villena


Escudo de armas de la familia Rosillo,
 en la capilla de Santa Ana de la iglesia parroquial de Santiago Apóstol
Juan López Rosillo había tomado decididamente partido por la Reina Isabel desde los inicios de la guerra del Marquesado. Era hombre fiel a la Reina Católica y enemigo enconado del alcaide de Alarcón Hernando del Castillo, el hombre  del marqués de Villena en la zona. No es de extrañar que desde un primer momento recibiera mercedes de la Reina Isabel. El dos de septiembre de 1476, en Segovia, se expedía carta de privilegio e hidalguía a su favor. Juan Rosillo era reconocido como onbre hijodalgo e de solar conoçido e de vengar quinientos sueldos de mis rreynos. La carta sería confirmada posteriormente el nueve de octubre de 1503 y expedida ejecutoria en pergamino con sello de plomo colgado de hilos de seda el catorce de noviembre de 1503, en la ciudad de Segovia.

Curiosamente, la fecha de la carta de hidalguía de Juan Rosillo, dos de septiembre de 1476, coincide con la carta y privilegio que recibió la villa de San Clemente de no ser enajenada de la Corona real.

Carta de merced concedida a la villa de San Clemente para no ser enajenada de la Corona real.
AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 2/3. Segovia, 2 de septiembre de 1476
La coincidencia de fechas de ambas cartas no es azarosa. Tampoco las formas. Aunque el original de la carta de hidalguía de Juan Rosillo ha desaparecido, sabemos que era una carta de privilegio en papel sellada con sello de cera colorada, al igual que la carta de la imagen superior de no enajenación de la Corona real de la villa de San Clemente. Eran tiempos de guerras, de concesión de mercedes para ganarse fidelidades y no había dedicación ni para el pergamino ni para sellos de plomo colgados de hilos de seda. El privilegio de hidalguía de Juan Rosillo es recompensa por los servicios hechos a la Corona por lo mucho que había trabaxado en que la villa de San Clemente y las otras villas del Marquesado se reduxesen a la obidiençia rreal. Juan Rosillo fue uno de los tres procuradores de la villa de San Clemente que acudieron hasta Segovia para obtener la merced real de no enajenación de la Corona. Los otros dos eran Diego de Montoya (¡un declarado hombre del Marqués!) y Juan López, hijo de Martín López. La petición se hacía después del requerimiento de sumisión a la autoridad real del comendador de Segura, Pedro de Manrique (el hermano del poeta Jorge Manrique), y en un contexto, primavera y verano de 1476, en el que las villas del Marquesado iban cayendo en manos de la autoridad real. En la pequeña triada, que actúo como embajada de la villa de San Clemente, hemos de ver el frágil equilibrio de fuerzas en el que se movían los distintos grupos que luchaban por el poder local en la villa de San Clemente. Junto a Diego de Montoya, nos aparece Juan de Martín López, que junto a otros vecinos como Juan López Tendero o la familia origüela, lucharon por el control del poder concejil, aprovechándose de la reserva de los oficios municipales a los pecheros.

Don Diego Torrente siempre se topó con la falta de datos sobre este Juan López Rosillo, o Juan Rosillo, destacando su papel a favor de la Corona en la guerra del Marquesado, siendo conocido por su protagonismo destacado en dicha guerra como el reductor del Marquesado de Villena. La villa de San Clemente sería tomada por el capitán García de la Madrid al servicio del maestre don Rodrigo Manrique y, fallecido éste, de su hijo Pedro, pero el hombre que alzó a la villa de San Clemente contra el Marqués de Villena fue Juan Rosillo. Su papel agitador se extendió a todas las villas del Marquesado
hiço que se alçase la dicha villa de San Clemeynte contra el Marqués. E a los otros lugares que se alçaron contra el Marqués de Villena e contra la villa de Alarcón, en todo ello entendió como prinçipal parte (1)
Creemos que Juan Rosillo, junto a otros dos hidalgos de la villa de Vara de Rey, Juan Alonso de Palacios y Fernando de Peralta, formaba el núcleo de los almagrados, opuesto al bando de los sebosos del alcaide de Alarcón y enemigos declarados del Marqués de Villena, don Juan Pacheco, y luego de su hijo. Todos ellos tuvieron un papel clave en el levantamiento de las villa de San Clemente y su aldea de Vara de Rey a favor de la Corona real. Juan Rosillo es presentado por Hernando del Castillo como deservidor de Marqués, mal hombre y de mala conciencia, jactancioso, enemigo capital de los conversos y perjuro levantador de falsos testimonios (2). Palabras gruesas de un enemigo irreconciliable, el alcaide del Alarcón, que no debió ser ajeno a la condena de muerte de Juan Rosillo, condena que no acabaría ejecutándose.

Las acusaciones de Hernando del Castillo denunciando el carácter pendenciero de Juan López  Rosillo no eran desacertadas. Junto a sus grandes servicios a la Corona, especialmente en el final del verano de 1479, intentando un mayor compromiso de la villas del Marquesado en la guerra, vinieron en los años de paz múltiples pleitos por ofensas y deudas en los que nuestro protagonista se vio inmerso. Los documentos han sido transcritos por Diego TORRENTE, destacando el pleito por injurias contra su antiguo compañero de procuraduría en 1476 en la ciudad de Segovia Juan de Martín López, alcalde ordinario, que en 1486 le injurió y ofendió públicamente, llamándole traydor e rrobador e falsario. El pleito se prolongó durante dos años, con un perseverante Juan Rosillo dispuesto a conseguir el destierro y condena pecuniaria de su enemigo y defender su honra ante sus rivales. A este pleito seguirían otros con sus vecinos y otros de Castillo de Garcimuñoz o de Belmonte por deudas (3).

Sin embargo, la inquina del alcaide del Alarcón contra Juan Rosillo, creemos que no se responde con la realidad sobre el terreno de la sociedad sanclementina. A diferencia de otras poblaciones como Villanueva de la Jara o Iniesta, la lucha de bandos estaba muy mitigada en la villa de San Clemente o no adquirío la virulencia sanguinaria de otras poblaciones. En la obtención de la merced de no enajenación de la villa de San Clemente de la Corona real hay mucho de oportunismo, que no se entiende sin la letra de la concordia firmada entre la Corona y el Marqués el 11 de septiembre de 1476, fecha de la toma de la fortaleza de La Roda. Según dicha concordia, quedarían en poder real cuantas villas se alzaron a favor de la Corona antes del 8 de septiembre. Hubo prisas, pues, por obtener la merced apenas unos días antes para una villa, la de San Clemente (y su aldea de Vara de Rey), que contaba con declarados partidarios del Marqués. No olvidemos que San Clemente era lugar de residencia habitual de la Marquesa de Villena madre, doña María de Portocarrero. En sus calles había crecido y jugado un Diego López de Pacheco niño. Pero más allá de la anécdota, San Clemente era lugar de residencia de declarados partidarios del Marqués: Diego de Montoya o Diego López de Haro y término donde otros aliados del joven Diego López Pacheco tenían sus haciendas: Hernando del Castillo en Perona o Ruy Saez de Ortega en Villar de Cantos, sin olvidar los Pacheco de la vecina Minaya, que habían recogido la herencia de Hernán González del Castillo. La propia Marquesa disfrutaba por legado testamentario del difunto Juan Pacheco de quinientos mil maravedíes sobre la rentas, derechos y pechos de la villa de San Clemente (junto a las de Belmonte e Iniesta)

En este contexto adverso, Juan Rosillo fue capaz de formar un partido favorable a la Corona. Contaba con la enemistad de la villa con el alcaide de Alarcón, al que no perdonaba sus intentos de hacer de Perona un señorío propio y también con las rivalidades que en Vara de Rey existían entre las familias hidalgas, en especial, entre los Peralta y los Montoya (4). De la actividad militar de Juan Rosillo se conoce poca y responde a una nota sin referencias que nos dejó don Juan José Bautista, según la cual durante el año 1478, siendo campo de batalla la zona de Cañavate, Castillo de Garcimuñoz y Villanueva de la Jara, San Clemente habría figurado al frente de la rebelión contra el Marqués. Pero los datos históricos no confirman este carácter aguerrido de los vecinos de San Clemente y creemos que la mención hace justicia y da fe del valor y arrojo de Juan Rosillo. La carta de hidalguía de Juan Rosillo se obtiene en este contexto de guerra, al igual que la carta de hidalguía obtenida por Juan Alonso de Palacios, En la merced de hidalguía se hace hincapié junto al valor de la tradición más dudosa, aquella del solar conocido, en la remuneración militar, esta del vengar quinientos sueldos. Las hidalguías de estos tiempos de guerra serían muy discutidas en las villas pecheras. Juan Alonso Palacios mantuvo un pleito interminable con la villa de San Clemente hasta obtener confirmación de su hidalguía en 1494. Juan Rosillo tuvo que esperar hasta 1503. Incluso Hernando de Peralta, cuyo padre había ganado en acción militar en la guerra de Granada, en tiempos de Juan II, su hidalguía, entraba en conflictos con la pechera San Clemente, quedando en tierra de nadie al añadir
su ya declarada enemistad al alcaide de Alarcón.

Juan Rosillo estaba casado con Elvira López. Su hijo Antonio casó con María de Haro, el matrimonio tuvo por hijo a Antonio, que casó en La Alberca con Isabel de Alarcón. Es difícil precisar la fechas de la vida de Juan Rosillo, el reductor del Marquesado de Villena, pues no somos capaces de determinar las fechas de las probanzas mandadas hacer por sus nietos y biznietos, anteriores a una nueva ejecutoria de 1582. En años anteriores (la primera datación posterior es un auto de la Chacillería de 1578) se debieron hacer las probanzas. Felipe de Segovia, un anciano de San Clemente de 75 años, recordaba haber conocido a Juan Rosillo como hombre que andaba con palo por ser hombre tan viejo. Había fallecido cincuenta y ocho años antes. Creemos que las probanzas son cercanas a 1570. La razón, la encontramos en el testimonio que, en otra probanza sobre la hidalguía de los Haro, nos dio Juan Rosillo (otro hijo del reductor del Marquesado, nacido pasado el año 1460, que marchó a Chinchilla), que daba como fecha aproximada de la muerte de su padre la década de 1510.

Los Rosillo tenían capilla propia en la iglesia parroquial de Santiago Apóstol. La capilla de Santa Ana, lugar de enterramiento de la familia y fundación al parecer del hijo mayor de Juan Rosillo y Elvira López, Alonso López Rosillo


Capilla de Santa Ana, de la familia Rosillo,
 en la iglesia de Santiago Apóstol de la villa de San Clemente

Poco sabemos de la hacienda de los Rosillo, más allá de la afirmación de un hidalgo sanclementino de ochenta años llamado Francisco Gómez, que nos decía que era hombre que vivía de su hacienda y hacía mucha hacienda ansí en la villa de San Clemente como en otras partes. Sabemos de un vínculo fundado por Juan Rosillo en Pozoamargo. Entre las rentas que gozaba Juan Rosillo, una de ellas era un situado sobre las rentas reales del Marquesado de Villena de quince mil maravedíes


AGS, EMR, leg. 70. Relación de las rentas reales del Marquesado de Villena y Reino de Murcia. 1499-1500

Los Rosillo con el tiempo, y a lo largo del siglo XVI, se diseminaron por las poblaciones cercanas de La Alberca, Santa María del Campo y Villaescusa de Haro. En los años setenta se inician nuevos pleitos en la Chancillería de Granada por ver reconocida la ejecutoria de 1503 ante los concejos de los nuevos lugares de residencia. Los hijos de Antonio Rosillo, hijo de Juan el reductor del Marquesado de Villena, de nombres Antonio y Juan, habían marchado a vivir a La Alberca. A su vez, los hijos del primogénito Antonio vecino de La Alberca se habían establecido en Villaescusa de Haro, caso de Antonio, que fijo su residencia en la aldea de Villar de la Encina, y en Santa María del Campo Rus, caso de Cristóbal. Antonio Rosillo, vecino de Villaescusa de Haro, obtendría ejecutoria de hidalguía el 15 de junio de 1582.

Una rama de la familia se asentaría en Málaga. Los descendientes de Juan Rosillo, nieto de Juan el reductor del Marquesado, pero sin que podamos asegurar de que se trata del hermano de Antonio, establecido en La Alberca

Juan Rosillo que vino de San Clemente, este fue nieto de Juan López Rosillo, llamado el Restaurador del Marquesado de Villena, por lo que los Reyes Católicos le dieron varios heredamientos, con privilegio executoriado, sobrecartando su nobleza en Segovia a 9 de mayo de 1503, (¿octubre?), y la de sus descendientes legítimos, declarándolos a todos por hijosdalgo de sangre de los de vengar 500 sueldos áureos a fuero de España, como dicho Juan López lo era, y que como a tales les guardasen sus preeminencias en todas partes donde hicieren asiento y morada, por lo que el dicho Juan Rosillo y sus descendientes ganaron su executoria de confirmación, de Felipe II en 9 de marzo de 1575 y 16 de abril de 1581. Son descendientes suyos como venidos de la villa de San Clemente a Málaga sus mayores, los Medina Rosillo (5)
Hoy en la Chancillería de Granada tenemos copia de la carta de hidalguía de Juan Rosillo, cuyo original se conservaba en el Archivo de la familia Fontes y que desapareció desgraciadamente durante la guerra.

ARCHIVO DE LA CHANCILLERIA DE GRANADA. HIDALGUÍAS: Antonio Rosillo. Signatura antigua: 301-68-20, 15 de junio de 1582


(1) GARCIA MORATALLA, Pedro Joaquín: La tierra de Alarcón en el Señorío de Villena (siglos XIII-XV). IEA "Don Juan Manuel". Albacete. 2003.  pág. 217. Declaración de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón, ante el Santo Oficio en el expediente conservado en el Archivo Diocesano de Cuenca (INQUISICIÓN, Leg. 27/480, fol. 114 vº y 115 rº)
(2) Ibidem, pág. 217
(3) TORRENTE PEREZ, Diego: Documentos par la Historia de San Clemente. Tomo I. 1975. pp. 156 y ss.
(4) GARCIA MORATALLA, Pedro Joaquín: La tierra de Alarcón en el Señorío de Villena (siglos XIII-XV). IEA "Don Juan Manuel". Albacete. 2003.  pág. 217. Hernando de Peralta era enemigo declarado del alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo. Una rencilla con Pedro de Montoya, casado con una sobrina del alcaide, a la que había acudado de judía, le había llevado a perder el brazo.
(5) GARCÍA DE LA LEÑA, Cecilio: Conversaciones históricas malagueñas. Parte II. Málaga moderna. Imprenta Luis de Carreras. 1792
ARCHIVO DE LA CHANCILLERIA DE GRANADA. HIDALGUÍAS: Antonio Rosillo. Signatura antigua: 301-68-20, 15 de junio de 1582

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domingo, 20 de agosto de 2017

Vara de Rey, tierra de caballeros cuantiosos e hidalgos

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Vara de Rey
Era un nueve de mayo de 1478, la guerra del Marquesado entraba en su última fase, pero San Clemente y su aldea de Vara de Rey parecían ajenas al conflicto, que se desarrollaba con más virulencia en otros pueblos como Iniesta o Villanueva de la Jara. O eso parecía, porque el esfuerzo de la guerra exigía esfuerzos de todo el mundo; también de Fernando de Peralta, hidalgo de la aldea de Vara de Rey, que desde el mes de marzo era conminado a pagar los pechos reales y concejiles y al que se le requisó una mula valorada en siete mil maravedíes. No parece que se sacara utilidad a la bestia para la guerra, pues sería vendida en almoneda pública por el concejo vareño a un vecino llamado Mateo el Collado. Más que las necesidades militares acuciaba la misérrima situación que por aquel entonces presentaba Vara de Rey, conçejo e universidad donde auía biudas e huérfanos e menores e otras miserables personas; la aldea se quejaba de los desmanes del Marqués de Villena durante la guerra que la había dejado postrada en estado de necesidad, recibiendo munchos daños e rrouos e males e estauan muy ocupados en la guerra.

Esfuerzos pero también compromisos. Y si hay que hablar de comprometidos en la guerra del Marquesado, esos eran algunos hidalgos, o que se tenían por tales, de Vara del Rey, que se habían declarado enemigos del Marqués de Villena. Entre ellos destacaban tres. Juan López Rosillo, tal vez con solar en Pozoamargo, que levantó a la villa de San Clemente a favor de la Corona, y dos hidalgos vareños: Juan Alfonso de Palacios y Fernando Peralta. Juan Alfonso Palacios también había sido obligado a pechar y se le habían tomado prendas por valor de 1200 maravedíes. Defendiendo su hidalguía y su exención a todo pecho acudirá ante el Consejo Real, el 15 de junio de 1478, obteniendo ejecutoria de hidalguía dos años después. Parece, por las noticias vagas que tenemos de unos descendientes de la familia en Málaga, que Juan Rosillo actuó igual y obtuvo carta ejecutoria similar
Capilla de Santa Ana o de los Rosillo. Iglesia San Clemente
Juan Rosillo que vino de San Clemente, este fue nieto de Juan López Rosillo, llamado el Restaurador del Marquesado de Villena, por lo que los Reyes Católicos le dieron varios heredamientos, con privilegio executoriado, sobrecartando su nobleza en Segovia a 9 de mayo de 1503, y la de sus descendientes legítimos, declarándolos a todos por hijosdalgo de sangre de los de vengar 500 sueldos áureos a fuero de España, como dicho Juan López lo era, y que como a tales les guardasen sus preeminencias en todas partes donde hicieren asiento y morada, por lo que el dicho Juan Rosillo y sus descendientes ganaron su executoria de confirmación, de Felipe II en 9 de marzo de 1575 y 16 de abril de 1581. Son descendientes suyos como venidos de la villa de San Clemente a Málaga sus mayores, los Medina Rosillo (GARCÍA DE LA LEÑA, Cecilio: Conversaciones históricas malagueñas. Parte II. Málaga moderna. Imprenta Luis de Carreras. 1792)

Así el favor prestado a la Corona por estos enemigos del Marqués de Villena tuvo su contraprestación en el reconocimiento de su hidalguía. La duda nos quedará sobre si su hidalguía fue fruto del oportunismo o heredada de esos hidalgos de 500 sueldos, obligados a acudir al llamado del Rey para la guerra. Sobre la hidalguía de estos caballeros vareños se nos plantean muchas dudas. En algunos momentos se reconoce su obligación de poseer armas y caballo, al igual que los caballeros de cuantía, pero a la hora de presentarse en los pleitos lo suelen hacer como hidalgos en posesión, por tal se entendían aquellos hidalgos que gozaban los privilegios y preeminencias de tales, aunque no hubiera padrones de hidalgos (caso de esta zona), en esta posesión podía seguir durante generaciones mientras no se les molestase. Cosa que parece empezó ocurrir desde el mismo momento de la incorporación de Vara de Rey a San Clemente. Pero los hidalgos de Vara del rey también se llaman a sí mismos como hidalgos notorios de solar conocido de devengar 500 sueldos a fuero de España, tal consideración se ha entendido de forma diferente desde quienes quieren ver en los 500 sueldos la cantidad estimada para vengar sus injurias a otros que ven en los 500 sueldos la cantidad devengada por los hidalgos cuando iban a la guerra. En este sentido, ya se conocen algunas regulaciones desde la época de Alfonso X el Sabio, que marcan la evolución desde los caballeros villanos a estos nuevos hidalgos de soldada.

Entre los enemigos del alcaide de Alarcón ocupaba un lugar destacado Fernando de Peralta. Quizás porque en una tierra de hidalgos, como era Vara de Rey, resultaba muy difícil romper las fidelidades y lazos familiares con el marqués de Villena. ¿O quizás era más fácil? Pues los hidalgos de Vara de Rey se reivindicaban como una nobleza independiente del Marqués y sus criados y anterior en el tiempo. Creemos que, aunque estaríamos tentados de pensar en sus orígenes en tiempo de la Reconquista de Alarcón, es más plausible la hipótesis de su surgimiento en tiempo de los Trastámara. El caso es que los Pacheco intentaron ganarse la fidelidad de los hidalgos de Vara de Rey, con sueldos y dineros (y también con alguna alianza matrimonial, caso de los Montoya), pero las obligaciones de los caballeros de Vara de Rey eran anteriores a la presencia de Juan Pacheco en la zona. Los caballeros de cuantía de Vara de Rey (o tal vez hidalgos de devengar 500 sueldos según fuero de Castilla) tenían obligación de poseer armas y caballos, y tal como reconocía uno de ellos, Gómez García de la Serna, mantenían un trato diferenciado respecto al resto de vecinos, juntándose en ayuntamientos propios
que sienpre auía visto al dicho Fernando de Peralta e al dicho su padre e cada uno dellos en su tienpo ayuntarse con los otros homes fijosdalgo del dicho logar sus vezinos e en sus ayuntamientos así como fijosdalgo e que así oyeron deçir que se ayuntaua su ahuelo del dicho Fernando de Peralta e que sienpre los viera a todos hellos e en el dicho tienpo que los conoçiera andar y estar como homes fijosdalgo e en áuitos de homes fijosdalgo teniendo cauallos e armas

Fernando de Peralta era hijo de Fernán Sánchez, Caballero, y Elvira Sánchez, y nieto de Fernán Sánchez Calanzo, todos moradores de Vara de Rey. Fernán Sánchez Calanzo tenía tres hijos: Fernán, García y Juan. Fernando de Peralta había nacido dos años después de que su padre se casara en 1433, el cual había nacido hacia 1409 y el abuelo, en fecha indeterminada del último cuarto del siglo XIV. Pero todos los testigos los señalaban como naturales y vecinos de Vara de Rey. Incluso el abuelo era conocido por algún testigo anciano por ser hijo de Simón García, vecino del dicho lugar.

El problema era si los mencionados que se tenían por hidalgos, eran tales o caballeros de cuantía. El padre, Fernán Sánchez, que aparece intitulado como caballero, había participado en las guerras de Granada en tiempo de Juan II. Podemos seguir el itinerario de Juan II a través de las descripciones de Pedro Carrillo de Huete el Halconero (1). La participación en la guerra de Granada debió acaecer en junio o julio de 1431 con motivo de la presencia real en la vega de Granada y la aventura de Ariza la podemos datar a comienzos de agosto de 1429. Parece que se casó con Elvira Sánchez entre ambas aventuras militares según los testigos, aunque la fecha aportada por los mismos, 1433, nos indica que el matrimonio fue posterior. Su propio hijo lo haría en las mismas guerras de Granada en tiempo de Enrique II.
e que fuera el dicho Ferrán Sánchez a la dicha guerra en la conpañía de Martín de Alarcón e de otros fidalgos de aquella tierra
que el dicho Fernán Sánchez cauallero padre del dicho Fernando de Peralta que fuera en seruiçio del señor rrey don Juan nro. padre a la gerra de harriza a seruir por fijodalgo así como fijodalgo e dixo que lo sauía porque este testigo (Miguel Sánchez Temprado) lo viera yr a la dicha guerra e seruir en ella a su costa e misión como home fijodalgo por quanto este testigo estaua a la sazón en la dicha guerra con García Rruyz de Alarcón su amo
Escudo de los Peralta. En el segundo cuartel puede verse el haz de quince lanzas sobre la acequia
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Pero quien nos da especial detalle de estos hechos es un vecino de San Clemente, Rodrigo Martínez de Villar de Cantos, que había acompañado en las guerras a Fernán Sánchez de sobrenombre Caballero, narrándonos como el joven había sido nombrado caballero por el propio Juan II en las guerras de Granada, tras una gesta. El padre de Fernando Peralta, que es de imaginar que al igual que el abuelo, tenía la obligación como caballero de cuantía a acudir con su caballo y armas a las guerras (del texto se constata que luchaba a caballo y de otros textos, la obligación militar de costearse estos recursos), fue armado caballero, saltándose todo el cursus honorum que tal hecho implicaba
que este testigo uiera al dicho Fernán Sánchez cauallero padre del dicho Fernando de Peralta yr por el llamamiento del señor rrey don Juan a la vega de Granada e que allí biera este testigo como el dicho Fernán Sánchez fuera harmado cauallero porque el dicho Fernán Sánchez e otros fasta de ochenta honbres de armas entrando un día en la guarda del dicho señor rrey don Juan que los moros fiçieran una açequia e estauan en una viña más de mill e quinientos dellos e puesta paliçada e que los vallos desos dichos moros les tirauan e enclabauan los cauallos fasta tant que se apeaban los dichos honbres de armas del dicho señor rrey don Juan e asimismo el dicho Fernán Sánchez cauallero e asy apeados que juntaron fasta quinze lanzas de armas e las ataran juntas con tocas e las atravesaran en la dicha açequia e pasaron por ellas como por puente para conbatir a los dichos moros fasta que los dichos moros se acoxieran e mataran a munchos de los dichos moros los dichos homes de armas e que por aquello que fiçieron que el dicho señor rrey don Juan los armara caualleros por les dar más honra entre los quales armara asimismo al dicho Fernán Sánchez porque fue él uno de ellos e que asymismo sabía que el dicho Fernán Sánchez cauallero que fuera en seruiçio del señor rrey don Juan a la guerra de hariza e que a entramas las dichas guerras fue a servir como fijodalgo 

Tanto en la guerra de Ariza como de Granada había una obligación de acudir a los llamamientos del Rey. Ahora bien, también denunciaban los pecheros y concejo del lugar de Vara de Rey que el abuelo y el padre de Fernando de Peralta siempre habían pechado y que nunca habían cumplido con los requisitos de cualquier caballero cuantioso, que el dicho Fernán Sánchez sienpre pechara e contribuyera fasta que diz que fuera armado cauallero por el señor rrey don Juan e dende en adelante se escusara llamándose cauallero como quier que no tenía armas ni cauallo ni las otras cosas que deuía según ni cómo ni de la quantía que la ley manda. Se trataba de demostrar que el hecho incidental de la vega de Granada no otorgaba las libertades y franquezas de los fijosdalgo al hijo. De hecho, se acusaba a Fernán Sánchez el caballero de imponer su hidalguía por la violencia, negándose a empadronarse en los libros de pecheros. Se denunciaba que Fernán, junto a los Ruiz de Alarcón y el alcaide de la fortaleza, llamado Juan Villodre, formaban banderiza y habían hecho apalear a un regidor del lugar de Vara de Rey, que intentó empadronarlo para pagar pechos. Tal vez en el estado de necesidad de las guerras del Marquesado, Fernando de Peralta se viera imposibilitado para mantener el coste de un caballo y unas armas y los gastos de cualquier aventura militar. El hecho de que el conflicto viniera por el embargo de una mula de arada, hasta qué punto dependía el hidalgo de la explotación de su hacienda.

Se denunciaba asimismo que Fernando de Peralta no había participado a favor de la Corona en las guerras contra el Marqués de Villena. Fernando de Peralta reconocía dicha inacción por el control que ejercían los Pacheco. Sabemos que en dicha decisión pudo pesar mucho más el miedo y los favores debidos. En el juicio de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón y hombre de confianza de los Pacheco, éste reconocía que Fernando de Peralta había obrado como un traidor con el Marqués de Villena por no servirle en las guerras, habiendo recibido sueldos y dineros de los Pacheco, que habían tratado de ganarse su lealtad. Es justamente la falta de esta lealtad la que había llevado al alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, a tomarle y prenderle los bienes. Además los hidalgos de Vara de Rey estaban divididos en la guerra del Marquesado. Pedro de Montoya, otro hidalgo de Vara de Rey, era fiel a los Pacheco. Estaba casado con una sobrina de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón. Fernando de Peralta acusó a esta mujer de judía. Su marido, Pedro de Montoya, respondió hiriendo en el brazo a Fernando de Peralta y dejándole manco (2).

Si San Clemente era villa de pecheros, que no admitía hidalgos, en Vara de Rey, el reparto de poder entre hidalgos y pecheros estaba más definido. En la aldea había una dehesa, la explotación de cuyas rentas iban a medias entre pecheros e hidalgos. Este reparto a partes iguales de la renta parecía remontarse a veintiocho años atrás, es decir, poco después de la incorporación de Vara de Rey como aldea de San Clemente
que auía una dehesa de yerua en el término del dicho logar, la qual dicha dehesa e la rrenta della dijo que era la mitad de los homes fijosdalgo del dicho logar e la otra mitad de los homes buenos pecheros e de ueynte e ocho años poco más o menos aquella parte e entonzes que los homes fijosdalgo del dicho logar auían leuantado e leuantauan la mitad de la dicha rrenta
Los alcaldes de los hijosdalgo darían la razón, y carta ejecutoria de hidalguía a Fernando de Peralta, obligando al concejo de Vara de Rey a devolverle las prendas tomadas y obligando a pagar unas costas judiciales que ascendía a 14456 maravedíes. Vara de Rey fue incapaz de cumplir la sentencia, por lo que se mandó ejecutor que embargó el horno de pan cocer de la villa y varias reses de ganado ovejuno y cabruno. Tras apelación, lo único que se consiguió fue aumentar las costas en 6820 maravedíes más. Fernando de Peralta obtendría carta de ejecutoria de hidalguía el 24 de noviembre de 1480. La derrota del concejo de Vara de Rey frente a sus hidalgos era total. Juan Alfonso de Palacios que también en 1478 iniciaba pleitos contra el concejo de Vara de Rey, obtendría sentencia favorable en 1494. Ambos vieron reconocida su hidalguía de padre y abuelo e devengar 500 sueldos.


Aunque quien realmente salió derrotada era la villa de San Clemente, que había ayudado a su lugar de Vara de Rey económicamente para llevar los pleitos. Cerrado su gobierno a los hidalgos desde 1445, vio como su aldea de Vara de Rey se convertía en caballo de Troya para romper esta norma: las hijas de los pecheros de San Clemente se casaban con los hidalgos de Vara de Rey, sus descendientes exigían su nueva condición hidalga y su exención tributaria (3). Así, los Castillo y Pacheco, criados del Marqués de Villena, y únicos hidalgos (discutidos en el primer caso) de la villa sanclementina, veían reforzado su núcleo nobiliario con los nuevos integrantes de Vara de Rey. pronto el grupo se reforzaría con hidalgos que, como Martín Ruiz de Villamediana, procedente de Tierra de Campos, venían de lejanas tierras. En el año de 1512, exigirían sus derechos ante la Chancillería de Granada. Pero el concejo de San Clemente no era tan débil como el de su aldea de Vara de Rey y resistiría veinticinco años para que dichos derechos se vieran reconocidos.



Testigos de Vara de Rey a favor de Fernando de Peralta en 1478

Juan López de Perona, morador de Vara de Rey, presenta los testigos
Pedro de Barriga, morador de Vara de Rey, presenta los testigos
Juan García Moreno, morador de Vara de Rey, hijo de Fernán García que Dios haya, alrededor de 63 años. Se llama a sí mismo hidalgo.
Gómez García de la Serna, morador de Vara de Rey, hijo de Juan Gómez de Cañada Juncosa. Se llama a sí mismo hijodalgo
Aparicio Sánchez, morador de Vara de Rey, hijo de Martín Sánchez de Meza
Martín García, morador de Vara de Rey, hijo de Martín García
Gonzalo Rodríguez, morador de Vara de Rey, hijo de Pedro Rodríguez; pechero
Miguel Sánchez Temprado, vecino de San Clemente, hijo de Miguel Sánchez Temprado; pechero de 90 años
Juan Sánchez de Albelda, vecino de San Clemente, hijo de Hernán Sánchez de Albelda
Rodrigo Martínez del Azoguejo, vecino de San Clemente, hijo de Lope Martínez del Azoguejo
Pascual García del Campillo, vecino de San Clemente, hijo de Juan García del Campillo
Rodrigo Martínez de Villar de Cantos, vecino de San Clemente, hijo de Pedro Rodríguez de Villar de Cantos; pechero de 67 años, había nacido y vivido hasta los treinta años en Vara de Rey, momento en que se pasa a vivir en San Clemente
Ruy López de Cañada Yncosa, vecino de Cañavate, hijo de Ruy López de Cañada Yncosa

Testigos presentados en segunda probanza por Fernando de Peralta

Miguel Martínez de Buenache, vecino de El Provencio
Miguel López de Perona, hijo de Juan López de Perona, vecino de Minaya
Alfonso de Montoya, hijo de Fernán Álvarez de Montoya, vecino de San Clemente
Alfonso López, hijo de Alfonso López de Garcilópez, vecino de San Clemente
Pedro Barriga, hijo de Martín Sánchez Barriga, morador de Vara de Rey
Gil Sánchez de Jávaga, hijo de Juan Sánchez de Jávaga, morador de Vara de Rey
Alfonso López Carrelero, vecino de Cañavate
Andrés Martínez de la Atalaya, vecino de Alarcón

Testigos presentados por el concejo de Vara de Rey, contra la hidalguía de Fernando Peralta

Pedro Sánchez de Enguidantes, hijo de Martín Sánchez de Herrera, vecino de Villanueva de la Jara
Pedro López, hijo de Alvar López, morador de Vara de Rey
Juan Martínez Collado, hijo de Juan Martínez Collado, morador de Vara de Rey
Juan de Sevilla, regidor y morador de Vara de Rey
Juan Sánchez Collado, hijo de Fernán Sánchez de Mateo Sánchez, morador de Vara de Rey
Antón López, hijo de Pedro López, morador de Vara de Rey
Pedro López de Huete, hijo de Pedro López, morador de Vara de Rey
Juan Gómez, hijo de Benito López, morador de Vara de Rey
Gil Sánchez de Jávaga, hijo de Juan Sánchez de Jávaga, morador de Vara de Rey

(1) CAÑAS GÁLVEZ, Francisco de Paula: El itinerario de la Corte de Juan II de Castilla (1418-1454). Silex. Madrid. 2007. pp. 245-246 y 264-265
(2) GARCIA MORATALLA, José Joaquín: La tierra de Alarcón en el señorío de Villena (siglos XIII-XV) IEA Don Juan Manuel. Albacete, 2003, p. 217
(3) dis que tyenen las dichas fidalguías en algunas personas syngulares de vos el dicho conçejo tenéys parte en el rregimiento e governaçión de la dicha villa e que tenéys casadas vuestras hijas e nietas con hijos e hermanos de las personas que tyenen las dichas fidalguías 
(Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 148003, 248)
BNE. Mss. 11670. Hidalguía de Fernando de Peralta. Traslado de 1488
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viernes, 18 de agosto de 2017

Los Rosillo de Santa María del Campo

María Rosillo, era natural de Santa María del Campo, estaba casada con don Miguel de Ortega, vecino de San Clemente. Era mujer de carácter, pero su vida en San Clemente no fue fácil. Su marido estaba enfrentado, más bien habría que decir, enemistad visceral, con Francisco del Castillo e Inestrosa, y estas diferencias las sufriría la propia María Rosillo, cuyos ancestros eran originarios de San Clemente y su aldea de Vara del Rey. Así, la descendiente de Juan Rosillo, el reductor del Marquesado de Villena, sería acusada de tener sangre mora. Se le relacionaba con Hernando Sanclemente, un regidor sanclementino de comienzos de siglo que había sido quemado por moro y apóstata y de otro moro conocido por Macacho.

Sin embargo, doña María era hija de hijodalgo, don Cristóbal Rosillo, que había sido alcalde de la villa por este estado, y podía exhibir muchos actos positivos, entre ellos que un primo hermano suyo, el doctor Pedro García de Campos, era colegial mayor en la Universidad de Alcalá, donde estaban vigentes los estatutos de limpieza de sangre (otros, estaban obligados a estudiar en Salamanca, donde no tenían que responder por su sangre judía o pasado converso). Además tenía otros dos primos hermanos familiares de la Inquisición, Miguel Galindo de Campos, en Santa María del Campo, y Juan de Mena Ortiz, en Las Pedroñeras. La misma María Rosillo había pasado por dos pruebas de limpieza de sangre, como mujer y madre de Miguel y Diego de Ortega, que aspiraban a una familiatura del Santo Oficio. Ambos se investirían con el título de familia, a pesar de las trabas para empatar el proceso de Francisco del Castillo, que trajo a colación algunos matrimonios no muy limpios y cuando los Ortega andaban de críos a pedradas con los oficiales de la Inquisición.

No obstante, la acusación más grave contra María Rosillo es que su hijo Diego de Ortega había mudado de bisabuela para obtener el título de familiar. Es decir, la abuela de doña María Rosillo había sido permutada por otra. Quien traía a colación estas acusaciones era don Francisco de Alarcón Fajardo, vecino de San Clemente, aunque la acusación venía de treinta años atrás, con motivo del expediente de limpieza de sangre del mencionado Diego de Ortega. Los acusados eran Diego del Castillo e Inestrosa, Pedro González de Tébar y Pablo Cuenca. Pero los papeles acusatorios que estaban en el oficio de este último se habían perdido o, pasados ya treinta años, nadie quería saber nada de ellos. Pero la acusación era muy grave, pues el sambenito de Hernando Sanclemente, quemado en 1517, colgaba en la iglesia parroquial de San Clemente.

María Rosillo de Mendoza era hija de Cristóbal Rosillo, alcalde de los hijosdalgo en varias ocasiones en Santa María del Campo. Del papel protagonista de los Rosillo, como defensores de la causa real, en los tumultos de la década de los ochenta del siglo anterior ya se ha hablado.



ANEXO I: Testigos a favor de la limpieza de sangre de María Rosillo en Santa María del Campo Rus en 1641

Don Fernando Ruiz de Alarcón, caballero del hábito de Santiago y señor de la villa, 63 años.
Licenciado Francisco de Mendiola, cura de la villa reservativo, 87 años.
Miguel López de Alarcón, notario del Santo Oficio, 51 años
Don Rodrigo de Ortega, 40 años.
Jerónimo Rubio, 64 años
Jerónimo de Toro Ramírez, 70 años
Juan de Mendiola Ramírez, 61 años
Licenciado Pedro Sánchez de Villamayor, 57 años
Licenciado Juan de Toro Ramírez, 66 años
Licenciado Fernando Gallego Patiño, 71 años
Juan García, 65 años
Juan Ruiz de la Fuente, 66 años
Juan Rubio Carralero, 65 años
Francisco Rubio, 74 años
Jerónimo Galindo, 61 años
Francisco de Chaves, alguacil mayor de la villa, 65 años
Juan Herranz Fromista, 58 años
Jerónimo Patiño, 51 años
Nicolás Martínez Patiño, 72 años
Esteban Rubio, escribano, 51 años
Licenciado Gil García de Campos, 63 años
Francisco de la Solana, 70 años
Pedro Rubio Carralero, 61 años
Miguel Ruiz, 54 años
Martín López de la Torre, 60 años
Domingo Sánchez de Rus, 78 años
Juan de Castro, 75 años
Blas Martínez Bermejo, 81 años
Martín Blanco Muñoz, escribano del ayuntamiento, 56 años
Antonio de Villagarcía y Salas, 70 años
Pedro Pérez, 65 años
Andrés de Vieco, 50 años
Juan de Castro, 64 años
Bachiller Blas Martínez, prebítero, 58 años
Diego Esteban Rubiales, 70 años
Pedro Cano, 70 años
Alejo Martínez, 70 años
Miguel Saiz Jareño, 77 años
Juan Herrainz Patiño, 56 años
Alonso de la Casa, 60 años
Jerónimo de Toro el mozo, 50 años
Juan Rubio Agraz, 58 años
Miguel Redondo Marzo, 67 años
Juan de Requena Galindo, 37 años
Juan de Alarcón, 66 años
Alonso Nieto, 64 años
Pedro Esteban, 66 años
Juan de Castro Gómez, 58 años
Tomé de Vita, 75 años
Licenciado García González de Arrieta, médico, 65 años


Archivo Histórico Nacional, OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp. 6009.  Ortega Guerrero, Diego de. 1640

sábado, 7 de enero de 2017

Altercados, tumultos y luchas banderizas en Santa María del Campo Rus (1580-1586)-IV

Imagen. http://www.ayuntamiento.org/santa-maria-del-campo-rus.htm
Los sucesos de San Mateo de 1582, en los que el alcalde ordinario Martín de la Solana se había enfrentado a la Justicia del Marquesado, representada por el alcalde mayor licenciado Jaramillo, provocaron el apartamiento del poder local del mencionado alcalde. Aún así, las elecciones de primero de enero de 1583, los Gallegos habían conseguido poner un próximo, Francisco Galindo, para compartir el poder con los Rosillos, que, poniendo a Alonso Rosillo como alcalde ordinario por el estado de los hijosdalgo, fueron los principales beneficiados del ostracismo en que cayeron la mayoría de los oficiales del concejo de Santa María del Campo . La revuelta de San Mateo de los vecinos santamarieños contra el gobernador Mosén Rubí de Bracamonte, que había seguido a esa otra del día de Santa Ana, y en la que el pueblo había hecho piña en torno a su alcalde Martín de la Solana, había dejado a la autoridad del Marquesado huérfana de apoyos en la villa de Santa María del Campo. Apoyarse en los Rosillo era demasiado arriesgado, pues los Rosillo eran muy ambiciosos y despertaban muchos odios en la villa. Así, con la elección como alcalde de Francisco Galindo se procuraba un frágil equilibrio de poderes. Pero Francisco Galindo era una figura lo suficientemente débil como para que los Gallego y Ortega no usarán su oficio en favor de sus intereses. Y los Rosillo eran demasiado impetuosos como para no avivar los conflictos. A finales de septiembre de 1582, el alcalde ordinario Alonso Rosillo intentó apresar al licenciado González y a Hernando Gallego Rubio con la excusa de que estaban quebrantando el destierro al que estaban condenados. La respuesta fue que el licenciado González espada en mano hirió a Alonso Rosillo en su intento de apresarle. Ante la pusilanimidad del otro alcalde Francisco Galindo, Alonso Rosillo intentó llevar la causa a San Clemente ante el alcalde mayor, sin duda escarmentado de los recientes sucesos de San Mateo. A hacer las averiguaciones a Santa María del Campo fue enviado el escribano Francisco de Astudillo, que sin duda conocedor del clima alterado de la villa, pasaría de puntillas en su comisión pero fiel a su oficio y amistad con el licenciado Jaramillo reunió cuanta información inculpatoria pudo. Así el licenciado Jaramillo rescantando el caso del alcalde de cañadas y el quebrantamiento de destierro dictaría sentencias ejemplarizantes en diciembre de 1583. La sentencia a cuatro años de galeras contra Hernando Gallego Rubio ya la conocemos, el licenciado González será condenado a dos años de destierro y el alcalde Francisco Galindo a un año de suspensión de oficio y dos de destierro. El problema es que el alcalde mayor, que fue recusado por el licenciado González, se veía impotente para imponer estas condenas, pues no había alguacil que osara pisar la villa de Santa María del Campo para ejecutarlas.

Sin embargo, lo que enturbió especialmente el conflicto fue un acto infortunado de los Rosillo. El bachiller Alejo Rosillo de Mendoza era abogado de la villa de Santa María del Campo, en una información de testigos a pedimento de Catalina de Araque había incluido en el interrogatorio una maliciosa pregunta que insinuaba la ascendencia mora de Gallegos y Ortegas. La acusación de ascendencia mora de Gallegos y Ortegas será una acusación recurrente de los enemigos de estas familias. La descendencia de un moro llamado Macacho volverá a reaparecer en la información de testigos efectuada con motivo de la obtención del hábito de Santiago de Diego de Ortega Guerrero en 1648. Claro que para entonces Ortegas y Rosillos ya habían emparentado y sus dos ramas familiares en San Clemente y Santa María del Campo, haciendo causa común frente  a la acusación vertida contra el padre de don Diego de Ortega; acusación que andaba en los chascarrillos populares, a saber, que había trocado una abuela morisca por otra cristiana vieja. Del mismo modo los Rosillo de Santa María del Campo se habían librado de su pariente Hernando de Sanclemente, morisco cuyo sambenito colgaba de la iglesia mayor de Santiago de San Clemente, al que todos tenían por ascendiente de la familia. Y es que a la altura de mediados del siglo XVII todo el mundo quería olvidar aquel cambiante siglo XVI, donde las alianzas matrimoniales miraban más al dinero que a la limpieza de la sangre; ahora, en el seiscientos, todos preferían olvidar el pasado no deseado propio y el ajeno. Por aquel entonces, el tan manido y actual tema de la memoria histórica era dejar enterrados en el olvido los antepasados con alguna gota de sangre judía o mora, o simplemente cortar las ramas de los árboles genealógicos y en su lugar implantar nuevos injertos.  Pero en 1580, la acusación de ascendencia mora debió doler a Gallegos y Ortegas tanto o más que ver el poder local arrebatado en manos de los Rosillo. A pesar de los expedientes judiciales y condenas sufridas, estas dos familias tenían suficientes influencias y relaciones familiares en toda la comarca como para aceptar un sino adverso.

Los Gallego de acusados tomarían la iniciativa para ser acusadores. Se había mancillado su honra con graves acusaciones de ascendencia mora. Ante el Consejo Real, en el mes de octubre de 1583, se querellaron los regidores Hernando Gallego Patiño, Pedro Gallego Patiño, el licenciado Hernando González Gallego y el alférez mayor Pedro Ortega Montoya, así como sus esposas y hermanas (Elvira Gallego o Posadas estaba casada con el licenciado González y Jerónima Gallego con el alférez mayor Pedro de Ortega), pero también el señor de Montalbo, Pedro Coello Carrillo, casado con Catalina González, y el licenciado Pedro de la Jara, vecino de Cañavate y casado con Ana Gallego, hija a su vez del licenciado González. La idea era que se comisionara al gobernador del Marquesado, como así se hizo, para que entendiera en las injurias de los Rosillo. Pero ni el Mosén Rubí de Bracamonte parecía tener prisa en su cometido ni los Gallego tiempo que perder, así que aprovecharon la presencia de un deudo como alcalde, Francisco Galindo, para meter en la cárcel de la villa, esta vez bien guardada, al bachiller Rosillo. No obstante, saldría pronto de ella por la puerta y bajo el amparo legal de un auto dado por el otro alcalde ordinario, Alonso de Rosillo, y la protección del regidor Cristóbal Rosillo, hermano del alcalde. Los Gallego acudirían de nuevo al Consejo Real, ahora acusando a los tres Rosillos, consiguiendo prisión del bachiller Alejo Rosillo, sobrino de Alonso y Cristóbal e hijo de una tercer hermana llamada Mencía López, durante dieciséis meses y apartar del poder local a los hermanos Alonso y Cristóbal Rosillo.

Los Rosillo tardarían en reaccionar, mientras su deudo, el bachiller Alejo, letrado e hidalgo, veía pasar los días en la cárcel de Santa María del Campo sujeto con dos grillos. Solo en septiembre de 1584, convencidos de la inutilidad de las acciones del gobernador, acuden al Consejo Real pidiendo amparo, que obtendrán en marzo del año siguiente, cuando se le ordena al gobernador que saque al bachiller Rosillo de la cárcel de Santa María del Campo y lo traslade a la de Quintanar del Rey. La respuesta del licenciado González Gallego cuando se le notificó la provisión del Consejo Real ordenando el traslado del bachiller fue de altanería: puesto que se había cometido al gobernador para tal misión, que se presentará él mismo y no mandara alguaciles ni al alcalde mayor Jaramillo, recusado por no respetar la primera instancia de la villa. El bachiller Rosillo conseguiría salir de la cárcel un trece de marzo, pero con fianza de dos mil ducados, para ser trasladado a la cárcel de Quintanar. Era suficiente, desde Quintanar podía organizar su defensa, acusando a los Gallego de no obedecer las comisiones otorgadas por el Consejo Real a la justicia del Marquesado.

Los Gallego, acusados y condenados por la justicia, no parecían temerla en exceso, aunque prudentemente se habían ausentado de sus domicilios cuando los alguaciles hicieron acto de presencia en Santa María del Campo para llevarse al bachiller Rosillo a Quintanar y seguían llevando su vida cotidiana sin más alteraciones. Aparte de Pedro Coello y su familia que residía en Montalbanejo, lugar de la jurisdicción de Alarcón, el licenciado González seguía en Santa María del Campo con sus negocios y sus papeles de oficio de abogado, ahora centrados en el pleito del bachiller Rosillo, y Hernando Gallego había ido hasta Cifuentes a comprar trigo para el pósito de la villa. Pero para el 30 de marzo todos estaban en sus domicilios; un día antes el bachiller Rosillo era libre de la cárcel de Quintanar. El alcalde mayor Jaramillo ha decidido actuar de oficio en la causa del bachiller Rosillo y nombrar fiscal en la persona del alguacil mayor del Marquesado Cristóbal Coello. Considera que lo que se pone en duda es la misma justicia real. Los Gallegos guiados por el licenciado González habían decidido convertir el caso particular del bachiller Rosillo en un pleito centrado en la defensa de las libertades de la villa y su jurisdicción propia frente a la intromisión del poder y la justicia real.

En los años cincuenta los gobernadores del Marquesado habían fracasado en su intento de dotarse de un escribano de provincia ante quien pasaran los autos judiciales incoados en las villas donde se hallaran presentes dichos gobernadores. Su fracaso era el triunfo del reconocimiento de la primera instancia de las villas. Ahora en la década de los ochenta la figura de Francisco Pérez de Oviedo, escribano de comisiones del Marquesado se parecía bastante  a esa figura del escribano de provincia, más si tenemos en cuenta que las comisiones encargadas al gobernador o su alcalde mayor eran repetidas en el tiempo, hasta seis para la villa de Santa María del Campo, y sin término de plazo. Las intromisiones continuas del alcalde Jaramillo en los asuntos de la villa y que los pleitos se sustanciasen y juzgasen desde las vecinas villas de San Clemente y Villanueva de la Jara crearon un clima de odio y animadversión a la justicia real en Santa María del Campo. A la generación de ese odio contribuían hechos como el remate de cincuenta fanegas de trigo y cincuenta de cebada embargadas a Hernando Gallego Rubio para pagar los veinte mil maravedíes en que había sido condenado por el alcalde mayor Jaramillo. Trigo y cebada se remataron por valor de nueve reales y medio y tres reales y medio la fanega en favor de Francisco de Astudillo, que actuaba como escribano  en alguno de los juicios de Jaramillo. La subasta además de beneficiar a un hombre próximo a la justicia del Marquesado, Francisco de Astudillo, que nacido en 1560 por entonces contaba veinticinco años, se celebró en la Plaza Mayor de San Clemente, pues en Santa María del Campo no hubo quien se atreviera a pujar por el cereal embargado. Ya el año de antes, el de 1584, considerado como un año de excelente cosecha de cereal en Santa María del Campo (no así en San Clemente deficitaria de trigo por su monocultivo de viñas), el alcalde Jaramillo se había hecho traer para consumo de su casa diecisiete fanegas de trigo y más de cuarenta de cebada. El bachiller Rosillo citaba como curiosidad la calidad del trigo de Santa María del Campo frente al de San Clemente, cuyo trigo era rrubión de menos valor e no tan bueno para pan coçido.

El escribano Francisco de Astudillo es el ejemplo más claro de aquellos oficiales públicos sanclementinos que medraron y se enriquecieron a la sombra del poder. Es el modelo de la nueva élite que aprovecharon su cargo en beneficio propio. Cuando el concejo de Santa María del Campo acuse con ciento veinticinco capítulos en el juicio de residencia, obligado al finalizar su mandato, al alcalde mayor Jaramillo y al gobernador Mosén Rubí de Bracamonte, Francisco de Astudillo defenderá con ahínco la probidad del alcalde mayor en sus cuatro años y siete meses de ejercicio del oficio público. A su entender hombre de probada rectitud que no aceptaba nunca regalo alguno. Francisco de Astudillo hablaba con la autoridad, y complicidad de quien había acompañado al alcalde mayor como escribano durante cuatro años por las villas del norte del Marquesado. El testimonio de Astudillo sería corroborado por otros vecinos de San Clemente como los regidores  Francisco de Pacheco, de 50 años, y Juan de Oropesa, de 48 años, o gente principal como Andrés Granero y Alarcón, de 38 años, o Jerónimo Carrasco de Herreros, de 35 años, y por varios escribanos, entre los que destacamos a Miguel Sevillano, nacido en 1556,  y abogados de la villa como el licenciado Agüero o el licenciado Diego de Montoya. Otros testimonios favorables al licenciado Jaramillo eran parte interesado, como era el caso de dos santamarieños ya conocidos y no ajenos a los disturbios: Alonso Rosillo y el bachiller Alejo Rosillo, su sobrino. Los testigos declarantes, que debían su fortuna a su relación de servicio con el gobernador del Marquesado, constituían un partido de hecho favorable a la política de centralización de la Corona que chocaba con los particularismos de las oligarquías locales. Por supuesto que tal partido se alimentaba también de los miembros de esas mismas oligarquías alejadas del poder local.

El bachiller Alejo Rosillo tenía veintisiete años en 1586 y su testimonio, aunque parcial, nos acerca un poco más al pasado histórico de Santa María del Campo en aquellas fechas. A su juicio la villa estaba tiranizada por el licenciado González sus deudos, enfrentados a la justicia del gobernador del Marquesado de Villena y con tratos en la Corte, donde se había mandado a Diego Baíllo, para tratar que la villa fuera lugar de behetría con posibilidad de elegir quién debía ser su nuevo señor

que fue cosa muy açertada açer contradiçión en corte de su magestad para que no se hiçiese la dicha beetría como en efeto lo pretendían porque si se hiçiera lo que ansí pretendían hera acauar con el pueblo y destruirse los vezinos della si no fuera a los deudos del dicho liçençiado gonçález e consortes como dicho tiene y que llanamente conbino e fue muy nezesaria la contradiçión que fue echa por los demás veçinos de la dicha villa e ansimesmo conbino açerse el gasto que se hizo en la dicha contradiçión para la paz de la dicha villa 

La versión de los Rosillo era totalmente opuesta  a la del licenciado González y parientes, que se presentaban como paladines de los privilegios y primera instancia de la villa. Consideramos que la versión de los Rosillo es más verdadera y, a falta de pruebas, creemos que en el momento que don Antonio del Castillo Portocarrero trocó esta villa por la de Fermoselle, en la Corte se planteó la venta de Santa María del Campo a jurisdicción señorial, si no se hizo fue porque la villa compró su libertad por dieciséis mil ducados, una cantidad demasiado elevada que no evitó que la villa cayera bajo jurisdicción señorial en 1608 de nuevo. Pero a la altura de 1583, una vez comprada la libertad, el debate no estaba en elegir entre jurisdicción real o jurisdicción señorial; a decir del regidor Juan de Toro Remírez lo que los Gallego planteaban era desgajar Santa María del Campo de la gobernación del Marquesado de Villena y su incorporación al partido de Cuenca. Sabemos que hubo una reunión de oficiales y vecinos de Santa María del Campo en la ermita de San Roque para mayo de 1583 en la que se decidió dar poderes a un procurador para acudir a la Corte  a solicitar que la villa se hiciera de behetría y se incorporara al corregimiento de Cuenca

que la dicha villa de santa maría del canpo fuese lugar de beetría e ponello en el partido de quenca

La continuidad de Santa María del Campo Rus en la gobernación del Marquesado de Villena la defendió en Madrid Alonso de Rosillo. En opinión de su hermano Cristóbal, el licenciado González y los Gallegos pretendían exonerarse de la cercana justicia del gobernador y alcalde mayor para aprovecharse en beneficio propio de los propios y alhorí de la villa. La razón que pudieran tener los Rosillo como defensores de la villa de Santa María del Campo la perdieron por su alianza con la justicia del Marquesado. Los errores que cometió el alcalde mayor Jaramillo entrometiéndose en cualquier conflicto de la villa, ya fuera político, de disputas banderizas, o moral era visto como una negación de las libertades de un pueblo cuyo recuerdo de sojuzgamiento señorial bajo los Castillo Portocarrero estaba muy presente. A ellos se sumaba el alto coste que tuvieron para la villa y los inculpados las costas judiciales y salarios llevados por los alguaciles y escribanos enviados por la justicia del Marquesado, vistos por los santamarieños como una lacra cuyo único fin era el enriquecimiento de los oficiales reales. De hecho, la mayoría de los ciento veinticinco capítulos iban en este sentido y las pocas sentencias condenatorias del juez de residencia Noguerol se centraban en los abusos de los alguaciles. Por eso, dada la generalidad de los abusos, en el juicio de residencia contra el gobernador Mosén Rubí de Bracamonte quien se presentó como querellante fue el concejo santamarieño y no personas concretas. Al margen de los Rosillos, siempre fieles a la Corona, firmando los ciento veinticinco capítulos acusatorios estaban juntos los viejos enemigos. Basta enumerar sus nombres para verlo: Pedro de Ortega Montoya y Pedro de Campos, alcaldes ordinarios, y los regidores Alonso Montejano, Fernando Gallego Patiño, Pedro Redondo, Cristóbal de Chaves, Juan Rubio, Andrés Redondo, Francisco de Villagarcía Salas, el síndico Francisco Galindo y el bachiller Jerónimo de Mendiola. Entre los apellidos sólo echamos de menos a Martín de la Solana y su hijo. Sus nombres desaparecen de esta historia tras la actitud gallarda del padre el día de San Mateo de 1582, guiando al pueblo para hacer frente al alcalde mayor. Creemos que su desaparición en los papeles no es casual y que su actitud desinteresada de defender las libertades de la villa la pagaron  con algo más que su marginación.

Poco importa que Mosén Rubí de Bracamonte y su alcalde mayor, el licenciado Jaramillo, salvo alguna pena pecuniaria menor, fueran absueltos de casi todos los capítulos acusatorios, pues su fracaso como gobernantes era evidente. Fracaso doble, pues Santa María del Campo Rus tuvo una integración tan precaria como corta en la gobernación del Marquesado de Villena y la propia institución de la gobernación de lo reducido del Marquesado de Villena desaparecía para siempre. Los gobernadores fallaron como reclutadores militares en la guerra de las Alpujarras y fallaron como recaudadores de las rentas reales, sustituidos por el administrador Rodrigo Méndez. Ahora fallarían como garantes de la paz social y de la prerrogativa regia a la hora de impartir justicia. La gobernación estaba muerta: su división en dos corregimientos con respectivas sede en San Clemente y, de hecho, en Albacete (la capital oficial era Chinchilla), venía a reconocer una realidad ya presente desde hacía años: ¿acaso no reconocía el gobernador Mosén Rubí de Bracamonte, con residencia entre Albacete y Almansa, que desconocía el quehacer diario de su alcalde mayor Jaramillo, residente en San Clemente y distante catorce leguas?


Archivo General de Simancas. Cámara Real de Castilla. Juicio de Residencia de mosén Rubí de Bracamonte. Exp. 311. Pieza 8 bis y pieza 9. 1586

lunes, 12 de septiembre de 2016

Situado de Juan Rosillo en las rentas reales del Marquesado de Villena

El apunte mostrado en la imagen inferior muestra el situado o la pensión que anualmente disfrutaba, a cargo de las rentas reales, Juan López Rosillo, vecino de San Clemente, llamado el reductor del Marquesado de Villena. El montante total ascendía a 15.000 maravedíes.
Moneda de dos mrs., época de los RRCC
Juan Rosillo se nos presenta en esta época como un defensor de los intereses y patrimonio de la corona en la zona. Sus denuncias e informes dan lugar a que se expidan cartas reales comisionando al gobernador del Marquesado de Villena o al corregidor de Murcia para que entiendan en diferentes situaciones en defensa del patrimonio regio.





Juan Rrosyllo, quinze myll mrs.        xv (mil)





AGS, EMR, leg. 70. Relación de las rentas reales del Marquesado de Villena y Reino de Murcia. 1499-1500

sábado, 4 de junio de 2016

La infame memoria de Luis Sánchez de Origüela.

Mencionar el nombre de Luis Sánchez de Origüela y recordar las gotas de su sangre judía que podía llevar cualquier sanclementino era la mayor afrenta que podía sufrir cualquier vecino de la villa. Una sola gota de su sangre en las venas podía acabar con las aspiraciones de cualquiera que quisiera ocupar una posición principal en la villa, pero también un golpe a su buen nombre, a su honra y a su consideración de cristiano viejo. Y sin embargo eran muchos los que participaban de esta sangre; incluso los descendientes de Juan López Rosillo, el reductor del Marquesado, se hallaban contaminados. No es extraño, que cuando Juan de Rosillo, alcalde ordinario el año 1641, lanzó un furibundo ataque contra Francisco de Astudillo Villamediana, sacará a colación una retahíla interminable de parientes judíos del susodicho, penitenciados y relajados, pero evitará mencionar el maldito nombre de Luis. Sí lo hará con motivo del expediente para la obtención del hábito de Santiago de don Rodrigo de Ortega, pero para decirnos que a Luis Sánchez de Origüela lo quemaron por soberbio no por hereje. Todos conocían su historia y su nombre, pues su sambenito colgaba de la puerta principal de la Iglesia Mayor de Santiago. El sambenito denunciaba la herejía, pero ante todo la mezcolanza de una sociedad en rápido crecimiento demográfico, donde todos, adquirido cierto poder, se intentaban presentar como cristianos viejos y donde siempre había enemigos dispuestos a recordar los turbios orígenes sociales de cada cual.

Hoy menospreciamos el valor de los símbolos en aquélla sociedad del seiscientos, pero para los contemporáneos eran muy importantes. Recuerdo que el primer documento que leí sobre la villa de San Clemente, allá por el año 1985, fue un testamento que hoy sería incapaz de situar en los protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, por aquel entonces en la Casa de la Cultura. Inmerso en los estudios de las mentalidades y los cambios en la religiosidad, me encontré con este documento tan curioso y su protagonista tan singular. El protagonista era un hombre que, como última voluntad testamentaria, mandaba se le enterrara cubierto por una estera en el suelo de la entrada principal de la Iglesia mayor de Santiago para ser pisoteado por todos los feligreses; pretendía así redimir su principal pecado en vida: su vanidad en el vestir.

Valga la digresión para entender cómo impresionaban en aquella sociedad las imágenes visuales o los simples gestos rituales. Todavía en 1641, ciento veinticuatro años después de su muerte, se conservaba colgado a la entrada de la Iglesia de Santiago el raído sambenito del quemado Luis Sánchez Origüela. Hasta allí fueron los comisarios del Consejo de Órdenes, don Antonio Pimentel y Sarmiento y don Andrés de Nieva y Salazar, un veinticuatro de abril de 1641, con motivo de la pruebas para el hábito de Santiago del III señor de Villar de Cantos, encontrando fijado en la puerta principal de la Iglesia el mencionado sambenito:

sambenito que está fixado sobre la puerta principal de la iglesia mayor de esta billa que mira a medio día ... 
"Luys Sánchez de Origüela vecino de San Clemente hereje y judaiçante quemado año de mil i quinientos i diez i siete"

(AHN. ÓRDENES MILITARES. CABALLEROS DE SANTIAGO. Exp. 6008. Don Rodrigo de Ortega y Monteagudo. 1641, fol. 182)*

¿Sería aventurado decir que la construcción de la fachada norte de la Iglesia de Santiago esconde la intención de ocultar la infame memoria de Luis Sánchez de Origüela y su sambenito? Ese lienzo de muro corrido de la Iglesia de Santiago que da su espalda a la plaza del ayuntamiento nos parece el símbolo de una construcción celosa de sus secretos que quiere ocultar su pasado a la modernidad.

Las dudas nos surgen a la hora de determinar la verdadera razón del proceso inquisitorial que acabaría con Luis Sánchez de Origüela en la hoguera. La versión de la figura del judío falsamente convertido, que se burlaba de las imágenes de Semana Santa y comía carne los viernes, rivalizaba con la propia versión de los Origüela y sus aliados, que recordaban a su antepasado en la viva memoria oral como víctima de las rivalidades políticas de aquellos años de comienzos del quinientos. Nosotros nos quedamos con esta segunda versión, sin dudar de los orígenes judíos de la familia Origüela.

La presentación de Luis Sánchez de Origüela como víctima de las rivalidades políticas fue recordada por Miguel Sevillano en 1641. Miguel Sevillano, que había nacido hacia 1579 y contaba por entonces sesenta y dos años, fue uno de los hombres más influyentes de la vida sanclementina de la primera mitad del seiscientos. Escribano y regidor del ayuntamiento de la villa, era hijo de forasteros que habían llegado a la villa en la segunda mitad del siglo XVI y ejemplo de hombre hecho a sí mismo. Su proximidad al poder local y al corregidor, su propio oficio de escribano, que le permitía controlar todas las transacciones económicas, y su habilidad para mantener un equilibrio entre las rivalidades de las familias le había servido para medrar personalmente. No faltó alguna afortunada alianza matrimonial. Su padre del mismo nombre, había recibido una rica herencia de su suegra María de Montoya; era hijo de Martín Sánchez de Posadas, que de Socuéllamos había ido a vivir a San Clemente, donde casaría con Elvira Sainz Sevillana, que a su vez, como delatan los apellidos era hija de dos foráneos: Clemén Sainz Sevillano y María Catalana. El caso es que Miguel Sevillano, el hijo, consolidará una gran fortuna personal, en la que no faltará el negocio ganadero, y será determinante en la política sanclementina de la primera mitad del siglo XVII, apoyando la política central del corregidor y ayudando al encubramiento de las dos familias que dominarán los años centrales del seiscientos: Astudillos y Ortegas.

Miguel Sevillano, conocedor como nadie de las rivalidades por el poder, supo presentarnos a Luis Sánchez de Origüela, como una víctima más de las mismas. Exagerando en su defensa como cristiano viejo, acertaría en la valoración política de los hechos ocurridos ciento veinte años antes, aprovechando para lanzar una clara acusación de mestizaje no deseado contra los Rosillo y dudando así de la limpieza de sangre de una familia de las rancias y de abolengo, que hacía de su capilla de Santa Ana el símbolo de su pureza:

preguntado si sabe que Luys Sánchez de Origüela fue relaxado al braço seglar por el Santo Oficio de la Ynquisición y por qué= dixo que el dicho Luys Sánchez de Origüela siendo como era christiano biejo e noble abía tenido algunos enemigos e conspiraron contra él diciendo auía dicho mal de los monumentos de la Semana Santa y abía comido carne en biernes y otras cosas que en aquellos tiempos debieron de sonar mal e por ello fue relaxado y quemado en esta villa año de mill e quinientos e diez y siete y sabe este testigo que el dicho Luys Sánchez de Origüela era como tiene dicho christiano viexo e hidalgo porque era nieto por baronía de Juan González de Origüela caballero de la banda y espuela dorara en tiempo del rey don Juan el segundo e porque era ermano de don Gonçalo de Origüela que casó una hija con hijo de Juan López Rosillo  por donde entró el apellido en casa de los Rosillo

(AHN. ÓRDENES MILITARES. CABALLEROS DE SANTIAGO. Exp. 6008. Don Rodrigo de Ortega y Monteagudo. 1641, fol. 174)

Ser hidalgo, y más en esta zona, no significaba ser cristiano viejo. En San Clemente contaba más la segunda condición que la primera. San Clemente no aceptaba a los hidalgos: nunca tuvo, a diferencia de otras villas, un padrón de hidalgos. Cuando un jovenzuelo llamado Pedro Sánchez de Origüela, el primero de los Origüela, llegó con pretensiones nobiliarias a la villa de San Clemente el 30 de junio de 1455, tuvo que renunciar a ellas para ser aceptado como vecino, además de pagar dos mil maravedíes:

Pedro Sánchez de Origüela el qual fue reçiuido por veçino hidalgo y hauiendo pedido en su petiçión que le metiesen en los ofiçios deste conçejo no se le conçedio hasta que rrenunçiase su hidalguía y él la rrenunçió y con esto fue rresçiuido con condiçión que diese dos mill mrs. para el dicho concexo 

(de la copia de ejecutoria e hidalguía de Pedro González Galindo, folio 12 vº, inserta en el expediente del hábito de Santiago de Francisco de Astudillo Villamediana. AHN. ÓRDENES. CABALLEROS DE SANTIAGO. Exp. 2798)

La renuncia a su hidalguía posibilitó el ascenso de los Origüela a los oficios municipales. Su acceso a las alcaldías está constatada. La participación de esta familia en los cargos municipales en los años previos a la condena de Luis fue muy activa. Dos hijos del primer Origüela accedieron a los cargos de alcaldes ordinarios en 1514 y 1515, Pedro Sánchez de Origüela y Alonso Hernández de Origüela. Por aquella época la lucha banderiza entre familias era el pan de cada día. Don Diego Torrente Pérez ya atisbó algo de esta situación. Los documentos que nos aporta sobre Lope Rodríguez, macero real, nos hablan de la familia Origüela, de los hijos de Pedro, como aliados y hemos de suponer defensores oportunistas de los intereses políticos de los Reyes Católicos. Pero también de las luchas de dos hombres defensores de los intereses reales, Alonso López Rosillo, hermano del reductor del Marquesado, Juan López Rosillo, y Juan López Tendero. No olvidemos que con la hija de este López Tendero, de nombre Elvira, casaría el primogénito de los Origüela, Pedro. Por eso la situación de los Origüela cambia. De perseguidos y solicitadores de seguro y amparo real en 1478, pasan a triunfadores de la vida municipal de la villa de San Clemente en 1491. La situación tras la muerte de Isabel la Católica en 1504 y las dos décadas siguientes desataría las rivalidades. Perona o Herreros y también los Rosillo, en un bando, y Tendero y Origüela, en otro.

Las alianzas y las rencillas entre Rosillo, Origüelas y otras familias se fraguaron en esta época, en la que alternan los odios y matrimonios según los intereses de cada momento. Pero, los odios de los Rosillo (que vienen de estos años ochenta del siglo XV, embarcados en pleitos con los vecinos de Castillo de Garcimuñoz y con la comunidad judía), pudieron más que las alianzas matrimoniales. Y es de suponer que renacerán en la segunda década del quinientos con Alonso López Rosillo, el hijo de Juan, alternando y rivalizando en la alcaldía del pueblo con los Origüela. Dicho de otro modo, Alonso López Rosillo, casado con la hija de un Origüela, rivalizaba y compartía el poder municipal.

En las rivalidades intervino un segundo factor, como fue la marginación del poder local de los hidalgos. Estos en su mayoría se había refugiado en la aldea de Vara de Rey, pero ya en 1480, habían intentado participar en el poder local de San Clemente con matrimonios con las hijas de los vecinos principales sanclementinos. Aunque fueron rechazados en aquel momento, por la exención fiscal que pretendían, los sanclementinos llegados por vía matrimonial a la nobleza.

El conflicto se plantearía años después en la Chancillería de Granada. En los años que van de 1512 a 1519, los hidalgos de San Clemente intentarán vía judicial el acceso al poder local. Curiosamente los Rosillo harán valer su condición hidalga en el pleito, pero no los Origüela ni Alonso López Rosillo, casado con una Origüela, que prefieren seguir controlando el poder municipal desde su condición pechera. La sentencia no vendría hasta 1537, en una época que ya no tenía mucho sentido, pues pocos años después el acceso al poder se haría a través de regidurías perpetuas. Ese mismo año los hidalgos de Vara del Rey conseguían una parcela propia de poder con el título de villa de este lugar y la exención jurisdiccional de la villa de San Clemente. El hecho es que durante todo el primer tercio del siglo XVI, se impidió el acceso al poder, al menos sobre el papel, de varias familias principales, tentados de acceder a él vía matrimonial. Eran los años del inicio de la pujanza de la villa, que recibía numerosos inmigrantes, vecinos de las villas comarcanas o de lejanas tierras.

Es en ese contexto, de una sociedad temerosa de perder su identidad por la avalancha de recién llegados, donde se dan los procesos inquisitoriales contra los Origüela, no sólo en San Clemente, también en su tierra solar del Castillo de Garcimuñoz. Ya en 1510, el presbítero Alonso González de Origüela había sido penitenciado por decir misa sin guardar el ayuno. Los procesos inquisitoriales entre 1518 y 1521 persiguieron a los Origüela tanto en San Clemente como en su villa natal de Castillo de Garcimuñoz. En la Iglesia mayor de esta villa, la de San Juan Bautista, colgarían varios sambenitos de esta familia condenados en esas fechas. La condena de Luis Sánchez de Origüela vino precedida por un cambio en los cargos municipales en San Clemente. que, aparte de la natural rotación del poder, mostraba la marginación de los Origüela: Francisco de los Herreros sustituiría a Alonso González de Origüela como alcalde ordinario en 1516.

Los intentos de aproximación al poder de los Origüela a mediados de siglo, serían respondidos con nuevos procesos inquisitoriales. Entre las condenas de ese momento destaca la de Pedro González de Origüela en 1561, el nieto del quemado Luis, acusado de palabras contra el Santo Oficio e inhabilitado para desempeñar oficios públicos. Conocedor de la inhabilitación y temeroso del Santo Oficio, se hallaba en Córdoba ejerciendo de alguacil.

Hoy planteamos muchas de las rivalidades citadas como hipótesis, el tiempo y la consulta de los documentos de la época nos dará o nos quitará razones. Pero creemos que estamos obligados a plantear hipótesis que animen a la investigación del pasado histórico olvidado de la villa de San Clemente. Las luchas banderizas en las ciudades y villas en Castilla a la muerte de Isabel Católica fue algo común en todas ellas; la lucha por el poder de las oligarquías locales a costa de los recién encumbrados conversos también. Si conocemos estas disputas quizás lleguemos a saber qué fue de San Clemente en 1521 con ocasión de la guerra de las Comunidades.

 Mientras, olvidado y esperando nuestra curiosidad, permanece en una de las estanterías del Archivo Diocesano de Cuenca el proceso de Luis Sánchez Origüela. Su infame memoria que sería recordada durante ciento cincuenta años por las familias rivales sanclementinas como la mancha y raíz infecta de la que había que huir, hoy reposa plácidamente junto a un puñado de legajos. Es un reto y una obligación moral recuperar la memoria de este hombre, víctima de sus ideas y sus ambiciones personales y políticas.

* También en el expediente para la obtención del hábito de la orden de Santiago de Francisco de Astudillo, se puede leer sobre el mencionado sambenito:
hallamos uno con llamas que es el primero de la segunda ilera que dice ansí= Juana Hernández de Astudillo, muger de Pedro Hernández de Hellín vecina de San Clemente hereje judaiçante quemada año 1521= iten hallamos otro sambenito con llamas que es el quinto de la primera hilera y dice ansí= Luis Sánchez de Origüela vecino de San Clemente hereje judaiçante quemado año de 1517 (fol. 123 vº)