El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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domingo, 25 de febrero de 2024

Los epígonos de los Haro en San Clemente

Avanzado el siglo XVI se comenzó a dudar de la hidalguía del apellido Haro en San Clemente. En 1585 varios miembros de la familia: Hernán Vázquez de Haro Pallarés, Antonio de Haro Pallarés, Pedro de Castañeda de Haro, Hernán Vázquez de Ludeña Haro y Diego López de Haro tuvieron que lidiar por su hidalguía de nuevo.

El primer Haro conocido es Francisco de Haro, vecino de Ocaña, aunque el que se establece en San Clemente es su hijo Diego de Haro o Diego López de Haro, que vivirá hasta la década de 1480 y que casará con Urraca Ludeña, de cuyo matrimonio nacerá Hernán Vázquez de Haro el viejo, que logrará ejecutoria de hidalguía en 1532. 

 Hernán Vázquez de Haro el viejo casará con doña María de Herreros, hija de Miguel Sánchez de los Herreros. Las propiedades de los Haro estaban en Villar de Cantos y el la villa de San Clemente, a las tierras unían la posesión de rebaños de ganados. El matrimonio había tenido por hijos a Hernán Vázquez de Haro, Diego López de Haro, Francisco de Ludeña de Haro y a Juan de Ludeña de Haro, y a un Antonio López de Haro, que vivió en la ciudad de Chinchilla, donde casará con Guiomar Buedo (será esta rama la que mantendrá la continuidad de los Haro en el futuro). Los tres últimos estaban muertos en 1585, mientras que el otro hijo era vivo, Hernán Vázquez de Haro estaba casado con Leonor Pallarés. De este matrimonio habían nacido Hernán Vázquez de Haro Pallarés y don Antonio de Haro Pallarés y otro hijo, luego clérigo, llamado Tristán Pallarés el viejo. Otro de los hermanos, Diego López de Haro había casado con Ana Ruiz de Villamediana y establecido residencia en San Clemente, del matrimonio había nacido Diego López de Haro. Otro de los hermanos Juan de Ludeña de Haro había casado con Francisca de Castañeda, establecidos en Alarcón, se había establecido después en San Clemente (en este matrimonio decían los testigos que había recaído la heredad y casa de labor de Villar de Cantos); del matrimonio había nacido Pedro de Castañeda de Haro y otro hermano Antonio López de Haro, y el último hermano Francisco de Ludeña de Haro había casado con Catalina de Caballón, de este matrimonio habían nacido Hernán Vázquez de Ludeña de Haro y Diego López de Haro su hermano.

Hernán Vázquez de Haro Pallarés, Antonio de Haro Pallarés y Hernán Vázquez de Haro Ludeña vivían en San Clemente y se desconocía la vecindad de Diego López de Haro, hijo de Diego López de Haro. Antonio de Haro Pallarés era patrón de una capellanía en la iglesia de Santiago, en la capilla de San Jusepe o San José, hoy de Pallarés, y además tenía el patronazgo de otra capellanía dejada por el clérigo Tristán Pallarés el viejo, su tío y hermano de su madre. Diego López de Haro tenía una heredad en la aldea que decían el Diego Simón el viejo, en la jurisdicción de San Clemente.


Alonso de Iniesta, clérigo, 75 años

Juan Sánchez Merchante, presbítero y comisario del Santo Oficio de Cuenca. 60 años


ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-92-11

domingo, 18 de febrero de 2024

Los Montoya de San Clemente

 Hernando de Montoya era hijo de Hernando de Araque, vecino de Villalgordo del Marquesado. Los Araque eran naturales de Villalgordo del Marquesado. Allí se conofían tres generaciones: Hernando Araque que era hijo de Alonso Hernández de Araque y Juana Piñan, y nieto de otro Alonso Hernández de Araque. En Villalgordo se pagaba una contribución especial a los señores de la villa, don Luis Pacheco y su hijo don Juan. Era el llamado rediezmo:

"de quince hanegas de pan trigo y cebada y centeno de todo lo que cogían después de dezmado una hanega lo que se pagaba por la tazmía y este servicio lo pagaban los ombres llanos pecheros de la dicha villa". 

Dicho impuesto había sido establecido por la condesa de Hellín, que había quitado un pecho anterior para establecer un nuevo rediezmo de una fanega por cada once cosechadas. Este rediezmo luego sería reducido a la quinceava parte.

La relación de los Montoya con los Araque viene por el matrimonio del mencionado Hernando de Araque con Violante Montoya. La mujer había muerto en el parto de Hernando de Montoya. La genealogía de la madre es conocida, era hija de Hernando de Montoya que era vecino de Vara de Rey y como hecho notorio se recordaba que había tenido la tenencia de la fortaleza de Requena con los RRCC. El primer progenitor de la familia era también Hernando de Montoya, del que hemos hablado en ocasiones anteriores.



Testigos de la probanza de 1541

Juan de Villanueva, morador en la Puebla de los Frailes, aldea de Castillo de Garcimuñoz

Juan de Luz, hijodalgo de Villagordo

Juan Hernández Cobo, vecino de Castillo de Garcimuñoz, 80 años.

Juan de la Osa, pechero de Pinarejo, se había trasladado desde la Puebla de los Frailes, donde su padre tenía heredad

Juan de Cuenca, morador en Pinarejo, antes morador en La Puebla de los Frailes, lo que nos lleva a pensar que Pinarejo recibió en la década de 1520 y en la de 1530 vecinos de este lugar

Diego de Liébana, hijodalgo de Villalgordo

Pedro del Castillo, el paje, de 76 años, hijodalgo  natural de Castillo de Garcimuñoz. Su hermano Rodrigo del Castillo vivía en Villalgordo

ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-15-8. EJECUTORIA DE 14 DE FEBRERO DE 1541

sábado, 20 de enero de 2024

EL INFORTUNIO DE LUIS POLVOROSA, MAESTRO DE LATINIDAD DE LA VILLA DE SAN CLEMENTE

 Debía ser tal el control de la enseñanza por los jesuitas en la villa de San Clemente, que, cuando fueron expulsados, la villa quedó huérfana de maestros. En 1810, Luis Polvorosa recordaba cómo había ejercido de catedrático y maestro de latinidad en la villa manchega durante cuarenta y un años; ahora, imposibilitado para la docencia y en un pueblo devastado por los franceses, pedía una pensión al Consejo de Castilla. Don Luis Polvorosa se presentaba en su petición sumisamente y como un humilde vasallo y su carta llegó hasta Cádiz o, mejor dicho, sus dos cartas, pues fueron dos veces, en junio y agosto de 1810, las que suplicó en tanto su expediente quedaba perdido en medio de la guerra y de otros papeles para no ser contestado nunca, más allá del habitual "infórmese". Era tal su humildad, que, en su petición, recordaba que aunque la pensión solicitada fuera "hasta el fin de su vida, que por mucha ancianidad será breve"; si bien con un poco de sorna no olvidaba que el destinatario de su solicitud era "una agitada monarquía".

Los jesuitas dominadores de la enseñanza en San Clemente habían sido expulsados de esta villa en 1767 y con su expulsión quedó la villa sin una educación, controlada hasta ese momento por los seguidores de San Ignacio de Loyola. No tardaría el gobierno en sustituir a los jesuitas por otros educadores. En 1769, convoca una oposición para cubrir la cátedra de latinidad de San Clemente. Un total de siete opositores acuden al examen, que se publicó por edictos en toda Castilla, consiguiendo la plaza Luis de Polvorosa, una persona foránea de San Clemente, del que no sabemos su origen, más allá de que nos dice que "se expatrió de Castilla", para acudir a San Clemente. A las enseñanzas de don Luis acudían niños de San Clemente y de los pueblos vecinos; ejerciendo su cátedra estuvo cuarenta y un años, hasta que viejo y ciego se vio imposibilitado de ejercer la enseñanza. Cuatro horas de enseñanza por la mañana y cuatro por la tarde, durante esos cuarenta y un años, hasta reconocer "que se la debilitado la cabeza, que padece accidentes vertiginosos y tanta falta en la vista que no puede leer ni escribir". El pobre maestro era objeto en su vejez de la burla de sus alumnos: "los jóvenes vilipendian al maestro y pierden el fruto de la enseñanza para lo que es tan necesario el vigor de la persona como pericia en el arte".

Un hombre, además, además honrado, pues siempre había vivido con su sueldo de nueve reales, rechazando los estipendios de sus alumnos o sus padres. Ahora, en su vejez, la invasión del pueblo por los franceses lo había dejado en la ruina, "con solo el vestido puesto", y con las cargas familiares de una hija paralítica de treinta años y una esposa tullida de setenta y ocho, con "un muslo tullido, huyendo de los franceses". Pero don Luis tenía su orgullo, y, en su segunda carta, ya no se quejaba de sus alumnos sino de los " mal intencionados que en el día mandan en el pueblo" a los que acusaba de deponerle en su Magisterio u obviar la petición de una jubilación para su persona "y privarle de la dotación de trescientos ducados que de orden de V.A. ha percibido unas veces en Madrid y otras en Cuenca", dejándole en un estado de mendicidad, después de haber dedicado a la enseñanza dos tercios de su vida. Don Luis Polvorosa no tendría respuesta.


Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS,12002,Exp.8

domingo, 5 de noviembre de 2023

LOS PACHECO CONTRA EL CONVENTO DE LA ASUNCIÓN DE SAN CLEMENTE

 A la muerte de Francisco de Mendoza y Castillo, en 1598, dejará en su testamento toda su hacienda para la fundación de un convento femenino del Carmelo Descalzo en sus casas principales de vivienda. Francisco de Mendoza había recibido gran parte de la fortuna de los Castillo sanclementinos, era hijo de Alonso de Mendoza e Inestrosa y María Mendoza y estaba casado con Juana Guedeja. Añadía una serie de condiciones:

  • Que en dicho convento hubiere dos capellanes. Uno de ellos debía decir una misa diaria por su alma, el resto de la fortuna iba a la fabrica de dicho convento, gastos de sacristía y ornamentos
  • Que dos monjas del dicho convento fueran del linaje Castillo
  • Dejaba como patrón de dicho convento a quien fuera señor de Perona, tal condición recaerá en su prima Elvira Cimbrón y Castillo, que ya era poseedora de la mitad de Perona y se hará con la otra mitad. Elvira estará casada con Juan Pacheco Guzmán, alférez mayor de la villa. 
  • Si las carmelitas descalzas no aceptaban esta fundación, la herencia de Francisco de Mendoza iría a las monjas del convento franciscano de la Asunción, con las condiciones anteriores
La fundación carmelita encontró, no obstante, demasiados inconvenientes. El primero de ellos que don Francisco Mendoza dejaría como usufructuaria de sus bienes a la viuda Juana de Mendoza, que enseguida entró en pleitos con los derechos que se arrogaban Elvira Cimbrón y su marido Juan Pacheco. El segundo inconveniente fue que el Carmen Descalzo desistió de fundar convento en San Clemente, quizás por las intrigas del matrimonio formado por don Juan Pacheco y Elvira Cimbrón, intentando marginar de la administración del legado testamentario a la viuda Juana Guedeja. De hecho, doña Elvira Cimbrón se quedó con la administración de la hacienda de su finado primo Francisco Mendoza, entrando en un largo pleito que solo se resolvería y temporalmente con una concordia el cinco de septiembre del año 1627, donde la mencionada Elvira impuso unas condiciones que tampoco eran nada despreciables para las franciscanas de la Tercera Orden del convento de la Asunción: el convento recibía las casas principales y accesorias de Francisco de Mendoza y un juro de dos millones y cien mil maravedíes con sus rentas anuales de 95600 maravedíes. Las condiciones eran que los frutos recibidos de la herencia de Francisco de Mendoza durante veinte años (8000 ducados) se destinasen a la fundación de los capellanías de la familia Pacheco-Cimbrón y que, además de las dos monjas impuestas por Francisco Mendoza en su testamento, se añadiera otra monja sin dote alguna, y que en señal de patronazgo se concediera a la familia una capilla al lado del Evangelio, con sitios y estrado para la familia, derecho de poner reja para cerrarla, las armas de la familia en su escudo y derecho de enterramiento para la familia en dicha capilla. Además se imponía la obligación de dos misas cantadas al año por las almas de los difuntos de la familia.

Estas condiciones fueron consideradas como impuestas por las monjas franciscanas, que dieron su poder al padre guardián del convento franciscano de Nuestra Señora de Gracia, fray Francisco de Quirós, para que hiciera valer sus derechos. La situación fue muy tensa entre doña Elvira Cimbrón y las monjas franciscanas; al parecer, el conflicto llegó a las amenazas directas contra las monjas en el invierno del año 1627 al 1628, teniendo que ceder a las pretensiones de Elvira Cimbrón. Las monjas estaban defendiendo la no intromisión de la familia Pacheco-Cimbrón (o Castillo) con el nombramiento de capellanes, pues de religiosos y confesores ya les proveía la orden masculina, pero también defendían intereses patrimoniales, pues dudaban que fueran a recibir nada de los cuatrocientos ducados de las rentas anuales de la hacienda dejada por Francisco Mendoza y disfrutada por Elvira Cimbrón y su marido durante veinte años y las mismas monjas consideraban que la pretensión de la capilla del Evangelio y su condiciones costarían mantenerla alrededor de tres mil ducados; rentas que, lógicamente, querían administrar las monjas y no dejar en manos de la familia Castillo; es decir, las monjas estaban dispuestas a conceder el privilegio de enterramiento junto al Evangelio al mejor postor y postulantes parecía que había varios.

El pleito se reavivó el año 1647, siendo abadesa del convento Ana de Hermosa y ya difunta Elvira Cimbrón


Testigos


Don Sebastián Moreno de Palacios vive de su hacienda en la calle de don Francisco de Araque. 70 años, primo hermano de la abadesa Ana de Hermosa.

Don Francisco de Alarcón Fajardo, hijodalgo, regidor perpetuo, 52 años

Martín Alfonso de Buedo, hijodalgo, viven en la placeta de Astudillo, 48 años

Pascual López de Lerín, labrador y familiar del Santo Oficio,  vive en la calle Ancha de San Cristóbal, 75 años

Baltasar de la Fuente, familiar y notario del Santo Oficio de la ciudad de Cuenca, 54 años. Tiene una hija profesando en ese convento.

Esteban de Vara de Rey, labrador, vive en la calle Ancha de San Cristóbal, 75 años

Cristóbal Ángel de Olivares, labrador, vive en la calle del cura Tébar. 75 años

Felipe Ruiz de Arce, labrador y regidor perpetuo, 80 años

Cristóbal García de Perona, vive de su hacienda en la calle del Olmo de Pallarés. 98 años

Juan Ramón Barbero, herrero antes y ahora labrador, vive en la calle de la Rambla. 60 años

Juan del Castillo Villaseñor, labrador e hijodalgo, vive en la calle de los Carrascosas, 60 años

Diego Esteban Patiño, clérigo de epístola, vive en el Arrabal, 46 años


ACHGR, PLEITOS CIVILES, SIG. ANT. C-10382-14

lunes, 25 de septiembre de 2023

LA COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE SEPTIEMBRE Y LOS CABALLÓN

 Nacer en Castillo de Garcimuñoz o proceder de allí no era buena carta de presentación y menos para pasar como cofrade a la cofradía de la Concepción y Natividad de San Clemente, con fama de solo admitir cristianos viejos. Tal tacha la tuvieron que soportar los hermanos Juan y Alonso Caballón cuando pidieron su ingreso en la mencionada cofradía el año 1556. Entonces, el provisor de la cofradía, Miguel Sánchez de los Herreros, y su mayordomo Juan de Oma recordaron a los dos hermanos que su ascendencia en el Castillo de Garcimuñoz era un mal principio para el ingreso y que debían demostrar con pruebas genealógicas que no estaban manchados de sangre infecta, es decir de judíos conversos. Aunque los Caballón se habían establecido en San Clemente con el abuelo, se recordó a los hermanos que eso no era suficiente y que presentarán sus ascendientes en el Castillo de Garcimuñoz. De la cofradía habían formado parte los de la Fuente y los Simón en los años treinta, pero ahora aparecían nuevos apellidos entre los que destacamos los Ángel, con gran proyección futura como oficiales del Santo Oficio. El cabildo de la cofradía, también llamada de Nuestra Señora de Septiembre, pues el ocho de septiembre se tenía por el día de nacimiento de la Virgen, decidió mandar al Castillo a indagar a un cofrade llamado Benito López del Campillo, otro apellido que en fundaciones religiosas dará que hablar en el futuro. La realidad era que la rancia cofradía de cristianos viejos ya presentaba dudas sobre la naturaleza limpia de sus miembros. Si bien es verdad que a Campillo le acompañó en su viaje un Cristóbal de Villanueva y un Juan de Olivares, ambos cofrades, pero el segundo con apellido sospechoso al igual que el escribano del cabildo Juan de Robres. Se apelaba a los fundadores de la cofradía y sus exigencias de calidades requeridas a sus miembros, pero a continuación se reconocía que la cofradía era presa de parcialidades, diferencias y confusiones en deservicio de Dios Nuestro Señor y su Santísima Madre.

La cofradía estaba deviniendo en un escaparate de representación social: el rico Francisco García era cofrade y Francisco Rosillo también. Es más, las ordenanzas se había cambiado con la excusa de ser más vigilantes en el ingreso de sus miembros, pero la realidad era otra. Las ordenanzas viejas es cierto que eran exigentes con la naturaleza de cristiano viejo, pero la cofradía, muy antigua, venía de cuando todos se conocía; ahora se habían implantado unos estatutos de limpieza de sangre, aunque con dinero todo se compraba, incluso las probanzas para el ingreso. Los sanclementinos recordaban cómo antiguamente podían pasar a la cofradía cualquier cristiano viejo, rico o pobre, solo debía dar una limosna según las posibilidades de cada cual; ahora, se exigían diez ducados por la entrada. El caso es que el cabildo de los cofrades decidió negar la entrada a los hermanos Caballón, por los inconvenientes que para la cofradía suponían sus calidades. La entrada también se vetaba a sus primos Juan Ramírez de Caballón y Diego de Caballón y constituía una exclusión de hecho de la buena sociedad sanclementino que había llegado al pueblo con el abuelo Gonzalo y sus dos hijos Juan y Diego, confirmada años después en expediente inquisitorial que situaba a un Caballón en el margen superior derecho del árbol genealógico de los Origüela. La cofradía determinaría la exclusión de la familia Caballón de la cofradía, que recurrieron la decisión a la Chancillería de Granada, donde sería de nuevo rechazada su solicitud. 

La mencionada cofradía tenía el nombre oficial de cofradía de la Natividad de Nuestra Señora Santa María, aunque era conocida popularmente como de Nuestra Señora de Septiembre en alusión a la festividad del ocho de septiembre, fecha que se tenía por el nacimiento de la virgen María y que era posterior en el tiempo, nueve meses, al día en el que la virgen había sido concebida, el ocho de diciembre. Por esta razón, la cofradía también era conocida como cofradía de la Natividad y de la Concepción. No lo sabemos, pero apostamos que el arraigo que el dogma de la Inmaculada Concepción en la villa de San Clemente tanto a esta cofradía como a la influencia del franciscanismo. La cofradía tenía su sede en la ermita de Nuestra Señora de Septiembre, luego colegio de jesuitas y actualmente llamado Teatro Viejo. Es más, la ermita daba nombre a la calle que hoy conocemos como Rafael López de Haro. Su organización interna estaba provista de un prioste, dos provisores, dos mayordomos, un escribano y el resto de cofrades. La cofradía se había dotada de unas ordenanzas antiguas, desde tiempo inmemorial se decía, aunque creemos que no irían más allá de la segunda mitad del siglo XV, si bien a mediados del siglo XVI se habían renovado en unas ordenanzas nuevas, más celosas de la preservación de los estatutos de limpieza de sangre. La exigencia a sus miembros de ser cristianos viejos, ahora venían especificadas con la mención a estar "limpios de toda raza y mácula de judíos y moros". De hecho, a los nuevos miembros se les exigía una probanza de testigos que, aparte de esa otra que los aspirantes pudieran aportar, era realizada por cofrades de la propia cofradía. Además de limpieza de sangre se les pedía no estar reconciliados por el Santo Oficio de la Inquisición, aunque la realidad era que las enemistades hacían que la simple sospecha era causa de rechazo del ingreso en la cofradía. En el caso de los hermanos Juan y Alonso Caballón de poco les valió que el hermano de su abuelo Gonzalo, Gabriel de Caballón hubiera sido contador de los Reyes Católicos o que los Caballones desempeñaron puestos de regidores y alcaldes en Castillo de Garcimuñoz desde 1400, pues pudieron más las acusaciones de judaísmo vertidas contra una familia procedente de Castillo de Garcimuñoz. 

Entre los nombres que se citaban desde finales del siglo XV como alcaldes de Castillo de Garcimuñoz se citaban a Alonso González de Caballón, Andrés González de Caballón, Francisco de Caballón el viejo y Juan Vázquez de Caballón. Los Los testigos favorables a los Caballón en Castillo de Garcimuñoz iban más allá de declarar su condición de cristianos viejos, además recalcaban que ninguno había sido reconciliado por el Santo Oficio y, añadían, no se conocían quemados por el Santo Oficio, condena esta última que tampoco se les había preguntado en el interrogatorio, pero no debemos olvidar que a la entrada de la iglesia de San Juan Bautista de Garcimuñoz había varios sambenitos colgados, algunos de ellos con unas llamas dibujadas. Al parecer, en Pinarejo, los Caballones tenían su hacienda; destaca el testimonio de un labrador de Pinarejo, Francisco Parrilla, que se desdecía en alabanzas hacia Alonso González Caballón.

y el dicho Alonso González de Caballón iba a vivir a una heredad  que tenía en el Pinarejo y allí era persona muy estimada y que no entendía sino en hacer paces e limosnas a pobres y huérfanos y cuando se volvió a vivir a esta villa todos los del Pinarejo lo echaron de menos porque casó dos o tres huérfanas e les daba viñas e dineros

La figura principal de los Caballones era Gabriel Caballón, contador del rey Fernando el Católico. A la altura de 1550 todavía había en Castillo de Garcimuñoz unas casas principales conocidas como las casas del contador Caballón. Como en estos casos, los testigos unos tenían más memoria que otros. Un labrador de Barchín recordaba como su abuelo le había dicho que los Caballones era cabeza de uno de los bandos con un pariente del marqués de Villena, llamado Juan de Valencia Téllez Girón. El propio marqués don Diego López Pacheco había hecho llamar a Andrés y Alonso González de Caballón para que fueran a recibir en Toledo a Felipe el Hermoso cuando llegó a España. Pleitesía que obligó a muchos servidores del marqués a endeudarse y vender parte de su hacienda, pues se les debió obligar a vestirse con los mejores trajes, que eran ajenos a la existencia de estos hombres. En los Caballones se reconocían letrados y clérigos, gente ajena a bajas condiciones, que a la altura de 1550 vivían de las rentas, aunque se reconocía que habían perdido el espíritu militar de sus antepasados. No obstante, se sabía de un Diego Vázquez de Caballón que había participado como alférez en la toma de Orán de 1509.

De la genealogía de la Real Academia de la Historia, el origen de los Caballón se inicia con Juan Vázquez de Caballón y su mujer Inés Méndez de Arboleda, para centrarse en la descendencia de uno de los hijos Alonso, y regodearse con la sucesión luego en la villa de Moya o de su nieto Juan de Caballón, conquistador de Costa Rica, apenas si se cita al otro hijo el contador Gabriel y se ignora completamente a Gonzalo, el que llega después de la guerra del Marquesado a San Clemente, pero su vida en medio de miserias es más entretenida que la de conquistadores y servidores de marqueses. De la antigüedad de los Caballones daba fe la documentación de Castillo de Garcimuñoz:

del archivo del cabildo de la dicha villa de Castillo de Garcimuñoz parece por ciertos autos de las escrituras que en treynta días del mes de junio de mill e quatrocientos y diezisiete que Juan Fernández de Caballón e Francisco Fernández de Olivares e otros sus compañeros como regidores de la dicha villa proveyan ciertos autos tocantes a la buenna gobernación e asymismo los dichos los dichos Juan Fernández Caballón y sus compañeros como tales regidores de la dicha villa en veynte e cinco días del mes de julio del dicho año de mill e quatrocientos y diezisiete proveyeron otro auto como tales regidores de la dicha villa sobre cierta hordenança y por otro auto del ayuntamiento fecho en la dicha villa de Castillo de Garcimuñoz en quinze de agosto de mill e quatrocientos y treynta e quatro parece que Juan Díaz de Caballón como alcalde ordinario de la dicha villa y los regidores della se juntaron en su cabildo en ayuntamiento e hicieron cierto repartimiento para los gastos e nescesidades de la dicha villa


El 27 de febrero de 1563 la Chancillería de Granada declaraba limpios a los primos hermanos Caballón, permitiendo su ingreso en la cofradía de Nuestra Señora de Natividad de Santa María


Probanza 1556

Jorge de la Pastora, Castillo de Garcimuñoz, 75 años

Francisco Parrilla, labrador de Pinarejo, 70 años

Cristóbal de Honrubia, labrador de Castillo de Garcimuñoz, 80 años

Pascual Gutiérrez, labrador de El Cañavate, 85 años

Miguel de Gil Gómez, vecino de Barchín, 77 años

Andrés de Buenache, vecino de Castillo de Garcimuñoz, 75 años

Alonso de Villanueva, morador en El Pinarejo, 84 años

Miguel Sánchez Requena, labrador de Pinarejo, 75 años

Hernán Vázquez de Haro, 51 años, de San Clemente

Gonzalo de Zaragoza, 80 años, de San Clemente


ACHGR, PLITOS, C 4555-16

viernes, 4 de agosto de 2023

SAN CLEMENTE NIEGA OBEDIENCIA A JOSÉ BONAPARTE (1809)

 Señor:


La Junta de la villa de San Clemente, subalterna de la de Cuenca, hace presente a V. M. que en el día 8 del corriente por el comisario ordenador Echevarría se le comunicó una orden del general Sebastiani para que el ayuntamiento de aquella villa nombrase una diputación que fuese a prestar el juramento de fidelidad al rey intruso, que resuelta la junta a no cumplir aquella orden acordó las siguientes providencias de precaución

1ª.- Que el corregidor reservase las órdenes y acercándose el enemigo las llevase consigo para no ser víctima de su furor y poderle atribuir la culpa de haberlas cumplido suponiendo que las ocultó

2ª.- Que en caso de que los enemigos, viendo la tardanza en cumplir la referida orden, se acercasen para castigar la inobediencia, si el número era apropiado al vecindario, se les resistiese hasta morir y si fuesen en número muy superior abandonar el pueblo, tomando antes las precauciones de dejarlo exhausto de víveres y utensilios, para lo que tienen apostados espías en las inmediaciones del enemigo.

Manifiesta su dolor por no poder hacer toda la defensa que exige su lealtad por habérseles quitado las armas de fuego y blancas que tenían en las tres veces que los enemigos estuvieron en la villa los enemigos, pero que a pesar de esto y de que les faltan municiones y un jefe que les dirija, espera brillará en la ocasión su celo y el deber con vecinos en obsequio de las reales órdenes a cuyo fin ha comunicado esta novedad al general del ejército del Centro. Y concluye con el deseo de (que) todo merezca la aprobación de V. M. 

Aprobado todo con mucho aprecio


NOVIEMBRE DE 1809, dirigido a la Junta Central


Archivo Histórico Nacional, ESTADO,81,M

domingo, 25 de junio de 2023

Capilla de San Juan en el convento de Nuestra Señora de Gracia de San Clemente

 



...y mando que sea sepultado en la yglesia del señor Sant Francisco desta villa en la capilla del señor Sant Juan adonde están enterrados Pedro Sanz de Origüela y la Galinda mis padres sus fundadores y de su capellanía y memoria que santa gloria ayan


ACHGR, HIDALGUÍAS, sign. ant. 301-107-36. Testamento del licenciado Galindo de 1566


martes, 28 de febrero de 2023

Granero de San Clemente


Diego López Granero casado con Leonor Velázquez, bisabuelos, vecinos de Alarcón; tienen por hijos a Diego Granero, casado con Catalina Coello, a Hernando de Alarcón Granero y a Juan Velázquez Granero, casado en La Roda.

Diego López Granero tenía un hermano, Alonso Granero,

Diego Granero y Catalina Coello, vecinos de Villaescusa de Haro y Belmonte, habían tenido por hijo a Andrés Granero Alarcón que litigaba. Este último se había casado con María Caballón y se había ido a vivir a San Clemente,

Del matrimonio de Andrés Granero Alarcón y María Caballón había nacido Diego Granero de Heredia

Del matrimonio de Andrés Granero y Jerónima de los Herreros había nacido José Granero y Alarcón


ACHGR, HIDALGUÍAS, 301-111-55


Testigos, 1599

Antonio de Peralta, hidalgo de Alarcón

Andrés López Solonarde, labrador de Alarcón

Bautista de Alarcón Fajardo, hidalgo de San Clemente

Francisco de Araque, hidalgo de San Clemente

sábado, 11 de febrero de 2023

Los del Campo de Cañavate

 Francisco y Damián del Campo habían iniciado el pleito por su hidalguía frente  a la villa de El Cañavate el tres de abril de 1531. Eran hijos de Juan del Campo y nietos de Alonso del Campo.

El abuelo Alonso del Campo era de San Clemente, hasta que se casó por segunda vez y se fue a vivir a Cañadajuncosa para casarse con una hija de Martín de la Serna, llamada Elvira Alonso de la Serna. Alonso tenía un hermano llamado Hernando. La primera mujer de Alonso era Catalina del Campo, ambos vivían en San Clemente con su suegra, "la vieja del Campo". Alonso, casado por segunda vez con Elvira Alonso Serna, habían tenido por hijo a Juan del Campo, nacido en Cañadaajuncosa, cuando el padre ya había muerto. Juan del Campo casaría con Elvira López, naural del Buenache e hija del pechero Mingo López, tendría dos hijos, Francisco y Damián, el segundo casaría en Gascas.

Alonso y Hernando del Campo habían venido con el corregidor Hernando González (del Castillo) o Macacho, como criados suyos. Este Hernán González del Castillo decía venir de las montañas, aunque a decir de Pedro Palomares hablaba castellano

e que creía que hera de las montañas aunque no hablaba lengua della syno castellano.

Alonso del Campo había tenido dos hijos, uno era Juan, que se había criado con Hermosilla, un criado del marqués de Villena, y el otro llamado Pedro.

Alonso del Campo era hijo de Juan Sánchez de Briviesca al que se recordaba en "tierra del campo de Montiel en Manjavacas"


Ejecutoria de 18 de marzo de 1536

AChGr, HIDALGUÍAS, 301-10-28

Probanza de testigos, 1531

Juan Ballesteros, 65 años, vecino de San Clemente, criado antes de la guerra del marquesado de Juan González de Origüela, escribano de la villa de San Clemente.

Pedro de Palomares, 85 años, vecino de San Clemente

Mari López, 75 años, viuda de Pedro Hernández Crespo, hidalga, vecina de San Clemente

Alonso Álvarez de Rebe, 84 años, vecino de San Clemente.

Teresa López, viuda de Alvar González, hidalga, vecina de Cañadajuncosa, setenta años

Álvaro de Villanueva, alcalde de Alarcón, 66 años

Juan de Olivares, hombre pechero, vecino de El Cañavate y morador en la Atalayguela, sesenta y cinco años o setenta años

martes, 27 de diciembre de 2022

La capellanía de Bartolomé Sánchez de Llanos


 El pleito por el vínculo fundado por Ginés de Llanos se dirimió entre Lope de Aguado y los hijos menores de Alonso de Alarcón y Elvira López Juana de Alarcón y Alonso de Alarcón, fraile carmelita descalzo, representados por su madre y Martín Ruiz de Machín ante el gobernador licenciado Martínez Santotis.

Lope de Aguado era espadero o forjador de espadas y el pleito trataba de ciertas casas que la madre en nombre de los menores le vendieron cargadas con un censo para la capellanía del patronazgo fundado por Bartolomé Sánchez de los Llanos.

El testamento de Ginés de Llanos y su mujer Ginesa de Ojeda es de 31 de diciembre de 1545

  • Piden ser enterrados en la capilla familiar existente en la iglesia de Santiago bajo la advocación de la Magdalena. Se digan las misas correspondientes por los clérigos y frailes de San Francisco
  • Se reconoce que Bartolomé Sánchez de los Llanos fundó la capilla de la Magdalena y la dotó de los siguientes bienes: unas casas de morada que solían ser de Juan Herrero, en la calle que baja de la dicha iglesia para San Sebastián en la acera de la mano izquierda en la esquina de la calle que se aparta a la casa de la bienaventurada Nuestra Señora de Septiembre, cuarenta tinajas de vino, unas casas en la misma calle, valorada en 22000 maravedíes, un huerto de árboles tras la celadilla, alinde de Juan del Castillo, clérigo, y de Sancho López de los Herreros y de Miguel Sánchez de Vala de Rey. 
  • Las obligaciones de la capilla son dos misas, lunes y viernes, y una misa de aniversario por la Magdalena. Además una misa los domingos cada quince días.
  • Nombra por patrón de la capellanía a su hijo Ginés de Llanos, que recibe en herencia los bienes raíces de la familia en El Pedernoso.
  • Nombra por albaceas a Gaspar de Sevilla, Cristóbal de Tébar, Esteban, Juan Ángel su yerno.


DESCUBRIENDO LAS CAPILLAS DE LA IGLESIA DE LA IGLESIA DE SANTIAGO APOSTOL DE SAN CLEMENTE: LA CAPILLA DE LA MAGDALENA o DE LA FAMILIA LLANOS
Ya hemos hablado, en ocasiones anteriores, de la capillas de la iglesia de Santiago Apóstol de San Clemente. De la capilla de San Antonio o de los Pacheco (luego llamada del Cristo y ahora del Pilar), de la capilla de los Herreros o de San Antón, donde se guarda hoy la cruz de alabastro o de la capilla de San José o de la familia de Pallarés, luego en manos de los Haro. Todas ellas en el lado sur de la iglesia. En el lado norte, únicamente seríamos capaces de situar la capilla de los Rosillo o de Santa Ana, y del resto sabemos que una de esas capillas era de la familia de los Llanos. Esta capilla la conocemos por alguna referencia y por los datos, ahora nuevos, del testamento en 1541 de Ginés de los Llanos y su mujer María de Ojeda. Ginés de los Llanos declara que la capilla había sido fundada por su por padre Bartolomé Sanchez de los Llanos una generación anterior.
Pero no es únicamente el vínculo fundado por esta familia el que nos llama la atención, que, por cierto, acabaría siendo uno de los núcleos de la hacienda de los Ortega (y luego de los marqueses de Valdeguerrero) aportado por el vínculo matrimonial de un Ortega con Jimena de Llanos Tébar. Lo que nos llama la atención es el propio apellido Llanos. Primero por sus vinculaciones con familias antiguas de San Clemente como los Tébar, los Simón o los Ángel, y en segundo lugar, porque todos los indicios nos van llevando a la relación de esta familia con el pintor Hernando de los Llanos, el otro grande de la pintura del Renacimiento conquense. Es evidente que la atribución del origen de Hernando de los Llanos al pueblo de Santa María de los Llanos es posible por razones obvias, pero también es evidente que esta familia adquiere notoriedad en San Clemente, donde ocupa los cargos de gobierno a comienzos del siglo XVI, y que los bienes raíces de la familia Llanos están en El Pedernoso, es decir, un pueblo fronterizo de Santa María de los Llanos.
Hace tiempo ya dijimos que el apellido Yáñez de Almedina escondía ese otro de Santacruz presente en la villa de San Clemente. No decimos nada más, simplemente que hay una vinculación, aunque fuera pasajera, de la pintura del Renacimiento y San Clemente. En este contexto se entiende la existencia de pintores en Vara de Rey, que si bien no han pasado a la Historia, sí tuvieron cierta notoriedad entre sus vecinos: así, un Gabaldón, de familia rica e hidalga, o un Pedro Martínez el pintor. Y que San Clemente fuera la cuna de nacimiento de Martín Gómez el viejo, de familia hidalga de San Clemente y con ramificaciones en El Cañavate, Vara de Rey y Villanueva de la Jara. De estos años sabemos muy poco, pues la documentación escasea, pero con menos se han levantado afirmaciones con menos fundamentos.
San Clemente no debe sentirse acomplejada de su Historia. Lugar elegido como residencia temporal por grandes figuras, María Portocarrero (mujer del maestre don Juan Pacheco), don Jorge Manrique, en los escasos cuatro meses que anduvo en esta tierra; San Clemente fue lugar de atracción para hombres de toda condición. Solo en hogares donde sobraba la riqueza, los hombres se podían dedicar a pintar y pintores llegados a San Clemente, dispuestos a enseñar su oficio o levantar el interés por el mismo.
Nada. Felices fiesta y próspero 2023, que espero que venga acompañado de una nueva publicación o dos (si los documentos nuevos que me van apareciendo sobre el convento de clarisas dan para una publicación)

ACHGR, 928-15

sábado, 17 de diciembre de 2022

Martín Sánchez de Lequerica y su hermano Juan, hidalgos de El Provencio

 La pretensión de los hermanos Lequerica, vecinos de El Provencio, por obtener su hidalguía comenzó en enero de 1544, pero no obtendrían ejecutoria de hidalguía hasta quince años después. 

Los hermanos Martín y Juan Sánchez de Urneta habían nacido en Mota de Cuervo y eran hijos de Machín de Lequerica. Otros descendientes era Amador y dos hijas más. El padre había llegado a Mota de Cuervo hacía cuarenta años, es decir, con el comienzo del siglo, hacia 1508 o 1509, para "labrar de cantería en una capilla que se fazía a la sazón en la dicha villa de La Mota". En Mota casó con una vecina llamada Francisca Martínez la Zarca.

Machín de Lequerica permaneció desde su llegada a Mota diez años mancebo, veinte años casado en Mota del Cuervo y luego marchó a San Clemente. En Mota del Cuervo tuvo cierto reconocimiento como regidor y alguacil dos años.

Mota del Cuervo era lugar de asentamiento de canteros. Hemos hablado de Pedro López de Chavarrieta y los canteros procedentes del valle de Ispaster. La casa de Urneta (actual Urnieta) era dependiente del lugar de Lequerica, donde había ocho casas solariegas más e incluida en la anteiglesia de Nava Ruiz (hoy Nabarniz), salieron varios maestros canteros hacia la Mancha de Aragón. En Mota del Cuervo se asentó Machín de Lequerica (o Martín Sanchez de Urneta) y un primo de Fernando Uribarri. Este Fernando de Uribarri había ido hasta Mota del Cuervo, hacia 1510, para visitar a un primo suyo que vivía allí, y que coincidió en el tiempo con Machín de Lequerica*.Machín Lequerica, como hemos dicho, sabemos que labró piedra tanto en Mota del Cuervo como en San Clemente, donde moriría, tal vez en la década de 1520 o en la década de 1530, ¿tal vez en el ejercicio de su oficio en Santa María de Gracia?. Otras de las casas solariegas de Lequerica era la de los Arteaga, de donde salió hacia Calahorra Juan de Arteaga a labrar la piedra y la de los Zabala, de donde salió el maestro cantero Pedro de Zabala, que fue a ejercer el oficio en Vélez, donde era conocido por Veléndez, y los últimos de los que tenemos datos son los hermanos canteros, Oma (aunque los testigos de la época integran la casa de Oma en la anteiglesia de Cortezubi), Pedro y Martín, el primero actúa en San Clemente y el segundo en Belmonte.

En cualquier casa hubo lo que hoy llamaríamos un efecto llamada o de contagio; a la salida de los primeros canteros siguieron los de sus vecinos. Así lo demuestra la proximidad de las anteiglesias de Nabarniz, Kortezubi e Ispaster. Tal vez los más primeros que salieran de tierras vascas, fueron los Oma. Nuestra hipótesis es que perfeccionaron su formación de canteros en la catedral de Burgos (en fin, todo es cuestión e datar un documento, que solo conozco por la comunicación de una técnica de archivo, pero que creo que es anterior cien años a lo que se me dice, pues hablamos de una copia posterior). Los Oma, como tantos otros, participarían en la fase final de la guerra de Granada, como soldados, y acabada la guerra, en 1492, los vemos en esa década obrando en la iglesia de Jumilla, para pasar a tierras de Alarcón posteriormente y asentarse, en el caso de Pedro, en San Clemente.

Una segunda ola se produce hacia 1508, posiblemente coincidiendo con el cataclismo y desestructuración de la peste de ese año, que coincidiría con la llegada a Mota del Cuervo de varios canteros desde las feligresías de Ispaster, los Chavarrieta, y Nabarniz, los Urneta de Lequerica y los Uribarri también de Lequerica, que probablemente se trasladaran luego a Granada a trabajar con Siloé. En relación con este segundo momento, vemos la llegada a la Mancha de la familia Albiz (Pedro de Albiz de la mano de su tío Juan, que no hermano), que trabajan en Alarcón y La Roda, antes de asentarse en Cuenca, dada la proximidad a Ispaster y Nabarniz, de Mendata y la casa de Albiz, en la merindad de Busturia. También de esta zona viene otra saga de canteros que interviene en el sur de Cuenca desde comienzos de siglo: son los Legarra, que llegaron por estas fechas con Sancho de Legarra (posiblemente sea su hijo el que nos aparece mediado el siglo obrando en la iglesia de Santiago de San Clemente), que venía acompañado de un hijo de Juan Ruiz de Guizaburuaga; ambos eran procedentes de Aulestia. Las poblaciones de esta comarca estaban sometidas al fuero de Busturia, a la justicia del alcalde de Garnica y participaban en las Juntas Generales de Vizcaya.

Una tercera ola de canteros llega desde el valle de Errezil (o Regil o Arregil), algo más distante del núcleo anterior, contemporánea a la segunda. El primero que llega es Domingo de Arregil, que había perfeccionado el oficio en tierras de Navarra y Logroño. Domingo había llegado con Juan de Iraola y habían labrado la piedra en Barchín del Hoyo. Serían el reclamo para la llegada de otros canteros que luego adquieren notoriedad en otros lugares de Cuenca como maese Hereceta, el más conocido Pedro de Loyde o Loidi y los hijos de los citados Arregil o Iraola.

Machín de Lequerica era hijo de Martín Sánchez de Urneta y nieto de otro Martín del mismo nombre, procedente de la casa de Horrubia.

La sentencia de hidalguía de Martín y Juan es de 25 de noviembre de 1546, confirmada en grado de revista el seis de septiembre de 1558. La ejecutoria es de 29 de julio de 1559.

ACHGR, HIDALGUÍAS, SIG. ANT. 301-29-7




Testigos de Miguel García de Martín Alonso, vecino de Mota de Cuervo

Miguel Zarco, vecino de Mota del Cuervo, 56 años

Alonso de Illescas, vecino de Mota del Cuervo, 76 años

Alonso Sánchez de Manjavacas, vecino de Mota de Cuervo, 62 años.

Juan de Cetoquiz, vecino de la anteiglesia de San Juan de Murelaga, hombre hidalgo. 75 años

Fernando de Uribarri, vecino de la anteiglesia de Nava Ruiz, 75 años

Martín de Aldecoa, vecino de la feligresía de Nava Ruiz. 72 años

Domingo Andía de Guiarburnaga, de la anteiglesia de San Juan de Murelaga, 70 años

Juan Ortiz de Sologuren, de la anteiglesia de San Juan de Murelaga, 66 años

Ochoa López de Aulestia, de la anteiglesia de San Juan de Murelaga, 

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El único maestro cantero que hemos localizado con el apellido Uribarri es Sancho Huribarri que labra piezas para la catedral de Granada en 1531



ZURI, Juan: Maestro de cantería activo en La Mancha, durante la segunda mitad del siglo XVI. En 1587 se le documenta la torre del Ayuntamiento de San Clemente, Cuenca, que es terminada en 1592 (Torrente, p. 7). Al año siguiente se encarga del edificio de la cárcel. En 1598 realiza su portada (lb., p. 334). Otro vizcaino, Domingo Zalbide, estuvo también ocupado en la obra del Ayuntamiento (véase), y otros vascos, un •Vizcaino• y el maestro Bias de Legarra estuvieron vinculados a la iglesia de Santiago, de este mismo pueblo. No es imposible que Juan Zuri sea el maestro Juan de Zuridevieta (Juan Zuria de Ubieta), que en 1554 - 55 colabora en una cuadrilla de vizcainos: Gazaga, Sagarraga, Urtiaga, en la obra de San Juan de Albacete (Mateas y Sotos, p. 77)

sábado, 10 de diciembre de 2022

Juro a favor del monasterio de la Asunción (1609)

 El convento de monjas de la Tercera Orden de San Francisco de la villa de San Clemente, bajo la advocación de la Asunción, fue construido gracias a las aportaciones de Isabel de Pedrola, pero su continuidad en el tiempo fue posible gracias a las dotes aportadas por las monjas, hijas de familias principales, y las rentas procedentes de la deuda pública del momento, los llamados juros, Este es un juro de 1565, que por venta llega al convento sanclementino en 1605. Otras rentas eran las procedentes de los heredamientos de Atalaya.

"Por ende otorgo y conozco que vendo a la abadesa monjas y convento del monasterio de Nuestra Señora de la Asunción de la villa de San Clemente de la orden de San Francisco para ella y para la abadesa monjas y convento que por tiempo fueren en el dicho monasterio y para quien dellas oviere título o causa para siempre 14690 de juro por 292800 mrs. (unos intereses del 5%) que por ellos pago en dineros contados don Juan Ybañez de Segovia..."
Este juro venía del año 1565 y era a favor de doña Isabel de Ávalos y estaba situado sobre las alcabalas del marquesado de Villena. La carta de juro a favor de las monjas de San Clemente está dada en San Lorenzo del Escorial a dos de junio de 1609. La carta de privilegio del juro sería dada en pergamino el dos de agosto de 1609 en Madrid.

AGS, CME, 736,3

martes, 6 de septiembre de 2022

Visitas de los Inquisidores a San Clemente

 En 1593, todavía se recordaba la visita del Inquisidor General de la Inquisición de Cuenca  Fernando Cortés a la villa de San Clemente once años antes; entonces, y en la iglesia de Santiago Apóstol, se sentó en una silla y una almohada de terciopelo a los pies en el altar mayor, en la parte del Evangelio y bajo un dosel. El familiar del Santo Oficio de San Clemente Gonzálo Ángel decía que esa era la costumbre en San Clemente y en otras villas como Castillo de Garcimuñoz, así lo había visto en esta última villa durante la visita del Inquisidor Jiménez Reinoso. Aunque los problemas venían porque en la visita del Inquisidor Pedro Cifontes de ese año 1593, algunos oficiales del concejo y personas honradas habían metido sus sillas, aparentemente cuando el Inquisidor asistía a los oficios y no a la visita oficial, de anatema y edicto, momento en el que únicamente había un escaño en el centro de la iglesia y estaba prohibido que los vecinos metieran silla alguna en la iglesia. Las palabras exculpatorias de los familiares no parecieron convencer, a pesar, o quizás por ello, de citar la visitas a San Clemente y Castillo de Garcimuñoz, villas con bastante fama de judaizantes.

No es que se prodigaran los Inquisidores para San Clemente, afortunadamente, pues al edicto de fe y carta de anatema que leían iba seguido de un periodo de gracia para que los pecadores se autoinculparan o lo que era más frecuente fueran denunciados por sus vecinos. Se recordaba la visita del Inquisidor licenciado Diego del Camino hacía 25 años, la citada Fernando Cortés hacia 1581 o 1582 y esta que tratamos de Cifontes Loarte. Los Inquisidores visitaban los pueblos cuando podían, así el doctor Jiménez Reinoso visitó Castillo de Garcimuñoz en 1586 y Villanueva de la Jara e Iniesta en 1589. Sabemos que el inquisidor Camino visitó San Clemente, Castillo de Garcimuñoz y Belmonte en 1561.

Aunque el que más sabía del asunto era el doctor Tébar, cura propietario de la parroquia y descendiente directo de judíos, que habiendo preguntado cuál era la costumbre a los familiares del Santo Oficio le señalaron el uso. Mandó el doctor Tébar al sacristán Juan Agudo que pusiera silla al Inquisidor Cifontes y se puso una silla de terciopelo carmesí y una almohada, que no debió ser del gusto del Inquisidor, pues hubo de cambiarse la silla por una de cuero negro. Si ya la cosa principió con roces, estos fueron a más, cuando a instancia del cura Tébar, el alcalde mayor, los alcaldes ordinarios y los regidores, llevaron hasta la iglesia sus asientos del ayuntamiento para ocupar en la iglesia una posición principal. Si la justicia y regidores ocuparon el lugar central de la Iglesia, debió molestar más al inquisidor Cifontes que el doctor Tébar colocará su silla en el centro del altar mayor y junto a él la del alcalde mayor. Par más inri parece que el doctor Tébar, que demostrando quien mandaba procuró rodearse en el altar mayor de todos sus clérigos, colocó una silla más, pues mientras el Inquisidor pronunciaba sus edictos, el cura quería hablar de unos negocios particulares con el alcalde mayor,el licenciado Juan de la Fuente Hurtado, y tener una buena posición ante el predicador de la homilía, que resultó ser el cura de Villarrobledo.

Si el encontronazo del día de los edictos no sentó muy bien al Inquisidor, peor sentó que el día de la virgen de Marzo, fiesta popular en el pueblo, autoridades y pueblo de San Clemente acudieran cada uno con su silla al oficio divino, mientras que el Inquisidor era reducido a simple banco común

El doctor Tebár no debía estar muy contento con el Santo Oficio, pues seis años antes la Suprema había ordenado poner la palabra judaizante en el sambenito de su tío abuelo Luis Sánchez de Origüela, que colgaba con otra docena a la entrada de la Iglesia. 

Gonzalo Ángel, familiar del Santo Oficio de San Clemente, 50 años

Juan de Montoya, familiar del Santo Oficio de San Clemente, 56 años

Cristóbal Simón Ángel, secretario del Santo Oficio de Cuenca, 46 años

Cristóbal de Tébar y Valenzuela, 42 años (su declaración es de 3 de junio de 1593)

Juan del Campo, clérigo, 45 años

Francisco Martínez, clérigo, 50 años

Juan Agudo, sacristán de la Iglesia, 40 años

Licenciado Diego de Montoya, abogado, 51 años

Bachiller Alonso Ruiz de Villamediana, abogado, 62 años

Francisco Ángel, 36 años, labrador

Antonio García de Villamediana, familiar del Santo Oficio, 60 años

Pedro de Garnica Zapata, regidor, 34 años

Martín Ochoa, nuncio del Santo Oficio de Cuenca, 55 años


Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN,1924,Exp.25

martes, 12 de julio de 2022

Juan López Rosillo

 JUAN LÓPEZ ROSILLO, PADRE DE LA PATRIA SANCLEMENTINA


No sabemos nada de él o, al menos, todo lo que nos gustaría. Se llamaba Juan López Rosillo o Juan Rosillo el viejo, era un santamarieño llegado a San Clemente en año desconocido, según Enrique Fontes. Tal vez uno de tantos que llegaron a San Clemente en la década de 1450 al calor del villazgo concedido por Juan Pacheco. Era un hombre que se ganó el favor de los sanclementinos y alzó su voz cuando los demás callaban; hasta Castillo de Garcimuñoz fue en 1473 para decirle al marqués que eran los alcaldes de San Clemente los que debían juzgar los pleitos de sus vecinos. No le debieron hacer mucho caso, pero Juan López Rosillo era perseverante. 

San Clemente cayó en manos de los isabelinos en 1476, quizás porque entre Alcaraz y Alarcón solo había campo abierto y don Rodrigo Manrique y su hijo Pedro tenían su campamento cerca de Villarrobledo. Pero Juan Rosillo no se contentó fue hasta Segovia el dos de septiembre de 1476 y consiguió que la villa fuera de realengo y con mercado franco, haciendo de la casualidad de su conquista una realidad de futuro. No se contentó Juan López Rosillo, que seguía su cruzada particular, preparó, o le prepararon las mujeres sanclementinas, un complot. El objetivo, matar a todos los partidarios del marqués de Villena en San Clemente, al fin y al cabo, eran un conjunto de renegados que profesaban en secreto la fe judaica. El grito de guerra fue aquel de "ni mamantes ni piantes". El complot fracasó, un tal Peñasco fue colgado de una rama a la puerta de la iglesia de Santiago Apóstol. Rosillo escapó y corrió a cobijarse en las faldas de Isabel la Católica; imploraba su perdón, pero la convenció de que San Clemente no era un lugar de eras o lugar de pocas casas y muchas rosas, que decía don Diego López Pacheco. Y no solo eso, sino que vuelto a su tierra, con Juan de la Osa, convocaron a todos los pueblos del sur de Cuenca a una asamblea para preparar la sublevación contra los Pacheco. Juan de la Osa, pagó con su vida, Rosillo, preso en Castillo de Garcimuñoz, no sabemos como consiguió salvar la suya. Libre, siguió luchando, acompañó a don Jorge Manrique en sus desafortunadas andanzas guerreras y le sobrevivió. Sin él, ni Las Pedroñeras ni El Pedernoso ni Las Mesas serían lo que hoy son; fue el quien consiguió su libertad del marqués. Cuando los demás flaquearon, Juan López Rosillo siguió luchando y recriminando a los Reyes Católicos su escaso compromiso para acabar con los Pacheco. Toda su vida fue un inconformista, un picapleitos contra todos; dicen que pasado el año 1510 era un anciano que paseaba refunfuñando por los calles de San Clemente, viejo y apoyado en su bastón. Todos sabían que Juan López Rosillo, el viejo, era el liberador de San Clemente, el reductor del marquesado de Villena, el hombre que había devuelto la libertad a los labradores de los pueblos del sur de Cuenca.

Hoy, nadie sabe quién es Juan López Rosillo, ni una placa que lo recuerde ni una calle por donde rememorar sus hazañas y qué pocos serían capaces de ubicar su capilla en la iglesia de Santiago. San Clemente es una villa desmemoriada, San Clemente no puede mirar al futuro si no se reconoce en el pasado. Su capilla pervive en la iglesia Santa Ana al lado del Evangelio, con sus armas en la clave de la bóveda; su antigua casa, con su escudo de armas (una panela y seis rosas), en la plaza del Carmen, y al igual que el convento de carmelitas descalzos, que se ubicaba enfrente, hoy está destruida.

Dicen que el lema de los Ortega sanclementinos es "malo mori quam foedari", antes morir que ser humillado, quizás esa fuera la divisa de Rosillo

martes, 5 de julio de 2022

UN CONCEJO ABIERTO EN 1563

 El concejo abierto de 1563 de la villa de San Clemente se celebró de dos a tres horas de la tarde, su finalidad era aprobar unas ordenanzas de sastre que debían ser aprobadas luego por el Consejo Real, cosa que no haría. El concejo abierto había sido convocado por los el alcalde mayor, licenciado Noguerol Sandoval. Era un concejo nuevo respecto a aquel de veinte años antes. Las familias principales se habían echado a un lado, ahora los cargos añales estaban en familias de antaño: Juan Rosillo era alcalde ordinario, y Gómez Valenzuela, Julián Sedeño, Antón García Monteagudo, el licenciado Muñoz y Antón de Avalos regidores. El concejo abierto se celebró en la plaza, pudiendo asistir cualquier vecino. Es de pensar que los oficiales se situaron bajo los arcos del ayuntamiento, mientras el pueblo en la plaza leía unas ordenanzas de sastres que nadie entendía, pero que aprobaron. Daban fe de ello, Juan González de Origüela, Baltasar de Perona y Francisco Martínez, y lo plasmaba por escrito el escribano Cristóbal del Castillo.

Era San Clemente un pueblo de 1500 vecinos en 1563, de gente de mucho lustre se decía, con gran gasto de paños finos y sedas, aunque el oficio de sastrería estaba desregulado y la  fabricación de ropa muy desmerecida

sábado, 25 de junio de 2022

Juan Antonio Gracia, el sanclementino convertido a la fe mahometana (1732)

 Hoy vemos el pasado de las villas del sur de Cuenca como un conjunto de pueblos atrasados y sin historia, ajenas a lo que pasaba en el resto del mundo, pero a los hombres de los siglos XVI, XVII o XVIII se les hacían pequeños estos pueblos e iban en busca de fortuna por esos mundos. Así, es natural encontrar expedientes de sus vecinos repartidos por los archivos de otros países,

Tal ocurre en el Archivo Nacional de Portugal o de la Torre de Tombo, donde es posible encontrar las andanzas de varios vecinos del obispado de Cuenca. Uno de ellos es el sanclementino Juan Antonio Gracia, detenido por la Inquisición lisboeta, bajo la acusación de haberse convertido a la fe mahometana y vestir y practicar las costumbres de los moros. Juan Antonio Gracia era natural de San Clemente, hijo de Juan Gracia y Lorenza Sepulveda. Su padre era un asalariado, y en el primer tercio del siglo XVIII no debía ser ajeno a los constantes tratos comerciales de la villa conquense con la capital lisboeta; el hijo, trató de evitar el trabajo a jornal del padre y buscar la fortuna en la aventura militar como soldado, pero un hecho le cambiaría la vida: su apresamiento por los moros en la ciudad de Ceuta. Iniciaría nuestro hombre un periplo por ciudades Marruecos como cautivo de la morisma: primero en Tetuán, luego en Mequinez, para ser reducido a esclavo del Jerife y condenado a trabajos forzados. Nuestro paisano tuvo que adaptarse a las circunstancias para mejorar su situación, así que en los tres años de su estancia en Marruecos aceptó la fe musulmana y empezó a vestir y adoptar las costumbres de los moros.

Nuestro hombre, Juan Antonio Gracia, era un hombre nacido hacia 1700, y criado en el barrio del Arrabal de San Clemente. Sus padres lo habían bautizado en la iglesia de San Juan, una pequeña ermita en el mencionado barrio, situado en la calle del mismo nombre que hoy persiste, aunque este pequeño templo fue saqueado y destruido por las tropas napoleónicas. La advocación de San Juan es santo preferido del mundo converso, minoría muy presente, de la mano de la familia Origüela, en este barrio. Pero las indagaciones del Santo Oficio lisboeta iban en otra dirección: el barrio del Arrabal era un foco de marginalidad; sabedores de ello, los inquisidores lisboetas llevaron sus pesquisas a descubrir la genealogía de Juan Antonio Gracia. Pero nuestro protagonista tenía memoria olvidadiza; a igual que apenas si se acordaba de detalles de su cautiverio moro, más allá de andar vagando tres años por toda la Berbería en busca de una oportunidad para pasar a reinos cristianos, tampoco recordaba quiénes eran sus abuelos paternos o maternos. Se presentaba como un joven analfabeto, reconocía por su patria la villa de San Clemente, pero olvidaba toda su infancia y mocedad, para rememorar su presencia en tierra de moros, Mequinez y otras tierras de la Berbería. Decía no haber renegado de su fe católica, para declarar, a continuación, su fingimiento, "fingirse mouro". Afirmación vista por la Inquisición como apostasía, por más que Juan Antonio confesaba mantenerse apartado de las fiestas y solemnidades de moros y comer carne de cerdo a la menor ocasión. Pero los inquisidores lisboetas desconfiaban una y otra vez de este sanclementino, al que veían como un converso hábil, que había mutado su cautividad por sus servicios leales al jerife de Mequinez y gozado de una libertad de acción por todas las tierras de Berbería. No en vano, nuestro hombre empezó a ser conocido en tierras moras como Alí.
Juan Antonio Gracia se rindió a los inquisidores y comenzó a relatar su conversión al islam: tras una estancia de veinticuatro días en Tetuán había llegado cautivo a Mequinez; allí se le dio la bienvenida con una soga la pescuezo y atemorizado de morir colgado se aprestó a abrazar la fe de Mahoma, "temendo morte dijo e que nao matasen porque queria ser mouro". Convertido, consiguió la libertad, se casó con una mora, tuvo libertad de movimientos y pudo huir a tierras cristianas. Poco importaba a los inquisidores, a los que mantener la fe cristiana en su interior era una afrenta para quien había tenido la oportunidad de elegir el martirio en ese momento que la soga apretaba su pescuezo.

La realidad era que Juan Antonio García había conseguido escapar de tierras moras y llegado a Lisboa se había presentado voluntariamente ante el Tribunal del Santo Oficio, para "legalizar" su situación.

PROCESSO DE JOÃO ANTÓNIO GARCIA, Archivo nacional de Tombo, portugal, PT/TT/TSO-IL/028/00014

domingo, 5 de junio de 2022

EL MERCADO DE SAN CLEMENTE

 Veo las imágenes del mercado medieval-renacentista de la villa de San Clemente, con un poco de maldad diría que es lo uno o es lo otro, pero justamente para reconocer a continuación que el ignorante es el que escribe y que ese mercado, medieval o renacentista, tiene una continuidad histórica. San Clemente es una pequeña Albion en miniatura, o lo fue; San Clemente es una república de tenderos. República porque el comercio antaño se movía en categoría éticas de justo precio y el lucro cesante y como todas las actividades de los hombres buscaban un bien común.


Hoy el mercado sanclementino es un foco de atracción turística, pero este espíritu bastardo de búsqueda del interés particular no era ajeno a la tradición histórica. La obsesión por un mercado franco no es ajena a esa tradición histórica. Las villas buscaban un lugar y un momento, que solía ser los jueves, para, previa obtención de licencia regia, obtener exención de pago de tributos, en aquellos tiempos no pagar alcabala, un 10% ad valorem del precio de los productos. Esos mercados están impregnados en la mente de los hombres y mujeres. A mi memoria viene cuando, como si fuera ritual, acudía con mi madre al rastro que se celebraba una vez a la semana en el barrio de las Quinientas. Aquel mercado parecía tener un valor taumatúrgico para engañar las miserias económicas familiares.
Si volvemos a la Historia, la comarca de nuestro estudio tuvo sus mercados francos. Primero fue Alarcón, pero como era penoso subir a ese risco, el mercado de los jueves se trasladó a Cervera del Llano, que mal que se desarrollaba por el peligro de la morisma. Y en esas llegó Castillo de Garcimuñoz, en la que todos quieren ver glorias militares, pero, en realidad, su nacimiento y esplendor es fruto de esos comerciantes, que Pirenne llamó pies polvorientos. Si alguien lo duda, que se pregunte por qué a El Castillo se le llamó Garcijudea.

San Clemente que importó todo de Castillo de Garcimuñoz para dejar de ser un pueblo de labriegos: sus actividades, su cultura y la sangre fenicia de sus habitantes, quiso tener también su mercado franco y al calor de la guerra del Marquesado consiguió su mercado franco de los jueves el día dos de septiembre de 1476. Hasta Segovia fueron Juan López Rosillo, Diego de Montoya y Martín López para conseguirlo. Junto al privilegio de mercado franco en sus alforjas traían el título para la villa de no ser enajenada de la Corona real. Una y otra cosa eran el símbolo de los nuevos aires de libertad. Debieron pensar los Reyes Católicos, apremiados por las necesidades financieras de las guerra de Granada , que había demasiados mercados francos en Castilla, así que trataron de abolirlo, pero San Clemente, a diferencia de otras villas del Marquesado de Villena, mantuvo el suyo. Y hace poco hemos sabido que Villanueva de la Jara también... y más cosas sabríamos si su archivo no hubiera sido destrozado por las guerras. No se podía eliminar lo que ya existía. Isaque el judío que colocaba su tenderete en lo que hoy es la posada del Reloj, debió pensar que no había suficientes reyes para cesar en su negocio. Primero el negocio, luego los principios; por esa razón no dudaría en convertirse a la verdadera religión antes que perder sus mercadurías.

Pero la Plaza Mayor de San Clemente, la actual y la del pósito, era unos cuantos mesones y tiendas sin geometría alguna, donde se vendía pan de horno, como se derramaba el aceite o vino comerciados, si es que no se despellejaban y degollaban reses de ganado con un tufo maloliente. Además, vaya lugar para comerciar si el cementerio estaba anejo a la presente iglesia. El mercado se tuvo que desplazar y lo hizo allí donde se encontraban los caminos: en la confluencia de la actual calle Feria y la llamada de las Almenas, cuyas formas aún recuerdan las tapias del palacio del marqués de Valdeguerrero. En ese espacio confluían los caminos que venían del sur, de la ya decaída Alcaraz y su más potente Villarrobledo -que ahora se abría a la Mancha ciudarrealeña- y los caminos que vía Alarcón y Vara de Rey venían de Cuenca. En este último camino, los franciscanos, una orden nacida al calor de los mercaderes, como era el padre del fundador, esperaban a los regatones y buhoneros, mientras que en el camino del sur, la ermita de la virgen del Remedio recordaba al viajero que el pobre poblachón manchego era una república orgullosa.

Tal vez no fuera ese el camino elegido por Martín Ruiz de Villamediana o los hermanos de la la Fuente, llegados de tierra de Campos, pero fueron ellos, mercaderes, los que dieron al paleto San Clemente del año 1500 una proyección que sitúo a la villa en el centro político de España. Era algo más, supieron introducir a San Clemente en los circuitos internacionales del comercio y supieron hacer del mercadeo una actividad estable: las casas familiares se abrían a las calles con dos puertas, una para la entrada al hogar y otra para mercadear, tal como habían aprendido de la comunidades judías de Trancoso en Portugal. Esa fue la geografía urbana que se extendió por el barrio del Arrabal, auténtico motor económico de la villa sanclementina y de sus esplendor en el Siglo de Oro. Incluso San Clemente, trató de emular a una ya decaída Medina del Campo en los años finales del quinientos. Al calor de la actividad artesanal de sus moriscos, establecidos en el Arrabal, y donde la familia Origüela mantenía esa mentalidad fenicia del comerciante, llegaron los judíos portugueses. Hasta San Clemente llegaron los objetos de lujo que desde Lisboa o vía esta ciudad, desde Amsterdam, llegaban al corazón de la Mancha conquense, a través de una última etapa en Madrid o las ferias de Mondéjar. Hasta podríamos hablar de un "fondaco" de los portugueses a imitación de ese de los Tudescos, pero los portugueses traían demasiadas novedades: una vida licenciosa, que no respetaba clausuras de conventos, su afición desmedida al juego y su libertad de acción y pensamiento. Se habían procreado tanto como los comisarios y familiares inquisitoriales, pero para desgracia suya ganaron la apuesta los segundos.

Luego llegaron los Borbones y su feria franca del mes de septiembre, pero esa feria ya existía de trescientos años antes. Como siempre los Borbones llegan a todos los lugares llenos de bonhomía y a destiempo 

domingo, 22 de mayo de 2022

Genoveses y deudas de rentas decimales

Juicio entre Ginés Sánchez y consortes, vecinos de San Clemente, contra Pedro Y Diego de Mendoza, deán y canónigo de la catedral de Cuenca y Jusepe Cibo y Diego de la Muela, en proceso ejecutivo sobre ganado, vino y bienes muebles. El remate de bienes tiene lugar en agosto de 1568.

Ginés Sánchez es ejecutado en todos su bienes a pesar de haber pagado una deuda 155930 mrs. La ejecución se hace sobre el mencionado ganado, vino y bienes muebles, pero Ginés se quejará del bajo precio con que se tasarán estos bienes: las ovejas a cuatro reales, cuando su precio es de 13 reales (hasta los testigos contrarios reconocían un precio de 7 u 8 reales por cabeza. El embargo de ovejas ascendía a dos manadas de quinientas ovejas. El vino se remató a real la arroba, cuando su precio en el mercado era a 3 reales y medio. 

Ginés Sánchez era deudor de los dos canónigos, pero estos había cedido la deuda a los genoveses por los préstamos que de estos habían recibido. Los genoveses, y como tal aparece, además de Jusepe Cibo, Diego de la Muela, tenían mala fama:

que sabe v.m. cuanto se enrriquecen en España con semejantes execuciones y es fecho de compradores de pleitos y deudas agenas que v. m. sabe quan odiosos son en derecho

El incumplimiento de pago de Ginés Sánchez era como arrendador del diezmo, en un contexto en el que la Corona había ordenado el embargo del grano de las tazmías para proveer de sementera a los labradores

porque por cédula de su magestad se les tomó todo el trigo e çeuada de donde emanó la deuda prestado hasta lo nueuo que se dio a los labradores para hacer su sementera


http://ciconia.gobex.es/biblioteca/es/consulta/registro.cmd?id=1119

Allegationes iuris [Manuscrito]: [compendio de documentos legales sobre pleitos celebrados en el S. XVI], h. 93-97

sábado, 7 de mayo de 2022

SAN CLEMENTE SE QUEDA SIN ERMITA

 El Provencio y su señor, Luis de Calatayud, estaban a punto de ganar pleito y ejecutoria contra la villa de San Clemente, pero ahora, en 1543 las disputas continuaban. La fijación de una frontera definitiva entre ambos pueblos era mal aceptada por la villa de San Cemente y vista como humillación el hecho de que una ermita de culto común, la de Santa Catalina, quedará en manos de los provencianos. 

La pérdida de la ermita de Santa Catalina fue respondida por los sanclementinos con la construcción de una nueva ermita, que los provencianos denunciaban como nueva iglesia. Hablar de ermita o iglesia no era lo mismo, pues la construcción de nueva iglesia se intentaba presentar como símbolo de una nueva población que buscaba atraer a los moradores de El Provencio y despoblarlo. Más, si pensamos que la ermita iba acompañada de la excavación de un pozo y que la ubicación de la ermita era a una legua y media de San Clemente, a apenas media de El Provencio, en las llamadas Saleguillas Nuevas, término de la última villa, y no muy lejos de la antigua ermita de Santa Catalina.

Los sanclementinos se estaban quedando sin ermitas y sin la advocación a Santa Catalina, muy extendida en la comarca. El Provencio había hecho de la propiedad de la ermita de Majara Hollín un símbolo de la identidad de su pueblo, pues consideraba que la ermita de Santa Catalina remitía su pasado a la misma fundación de la puebla de El Provencio. Expulsados los sanclementinos se estaban quedando sin lugar de devoción. El culto de Santa Catalina estaba extendido en la comarca. De hecho, existía otra ermita bajo la advocación de Santa Catalina en la aldea de Sisante, adonde los sanclementinos iban cada año en procesión. Pero, comprada a golpe de ducados, Sisante había pasado definitivamente a Vara de Rey con ocasión de su villazgo en 1537. Así San Clemente se había quedado sin centros de devoción y permanecerá sin ellos durante la segunda mitad del siglo XVI.

El Provencio, en un memorial de 27 de febrero de 1543, pedía el cese de unas obras de ermita y pozo que ya habían comenzado. El día 9 de febrero había llegado una carta al concejo de El Provencio de los alcaldes de la villa de San Clemente, Antonio Ruiz de Villamediana y Pedro Barriga, en la que los oficiales sanclementinos comunicaban el deseo de hacer una nueva ermita bajo advocación de Santa Catalina en el campo de las Saleguillas Nuevas. La carta expresaba que el lugar donde se iba a levantar la ermita y excavar un pozo manantial para servicio de esta y abrevadero de ganados era en término de San Clemente, pero para reconocer a continuación que el espacio a ocupar era el de dos hazas propiedad de dos provencianos, Pascual Vieco y Francisco de Titos. Se intentaba llegar a un compromiso con los dueños, tasando el valor de las hazas para su compra, al tiempo que se avisaba al concejo vecino para evitar suspicacias. La realidad era que Francisco Titos (y el concejo provenciano sería de la misma opinión) no estaba dispuesto a aceptar ni tasación ni venta de su haza, por lo que la carta remitida adquiría en su texto final un carácter amenazante invocando una acción de juez ejecutor para llevarla a cabo.

La carta de los alcaldes provencianos Andrés de Atienza y Esteban López respondiendo a sus colegas sanclementinos fue categórica dos días después: las Saleguillas era término provenciano y así se estaba defendiendo en pleito en la Chancillería de Granada y se añadía, términos tiene la dicha villa de San Clemente donde mejor pueda hazer la dicha hermita e pozo; siendo el único fin de la ermita construir edificios para alegar luego derechos de propiedad sobre esos terrenos. En la memoria de los provencianos aún permanecía el recuerdo de cuando los sanclementinos intentaron levantar una nueva población en la década de 1510 llamada Villanueva de la Reina; esta vez, además de llevar el asunto a la Chancillería de Granada, pedían el amparo de la persona del emperador Carlos, bajo cuya protección ponían las personas y bienes de El Provencio, temiendo que se produjeran sucesos como el de 1524, cuando los sanclementinos saquearon, mataron e hirieron a varios vecinos de la villa. Una última razón, que aparecerá en el memorial del 27 de febrero era motivo de oprobio y ofensa para los provencianos: la ermita se intentaba levantar sobre el mojón existente a la sazón y a escasa distancia de la vieja ermita del mismo nombre, símbolo identitario de El Provencio

La respuesta de la Chancillería de Granada fue taxativa, ordenando el cese de toda edificación en el lugar. San Clemente, más allá de las consabidas ermitas en la población, se quedó sin ermitas en el campo. La devoción a Santa Catalina se perdió en el tiempo, expulsados los sanclementinos de las procesiones de las ermitas de El Provencio y Sisante. Hasta la llegada de la nueva devoción a la virgen de Rus, ya en el siglo XVII, los vecinos de San Clemente acudían en romería a las ermitas de El Cañavate y Fuensanta.

ACHGR, PLEITOS, 3125-16

domingo, 6 de marzo de 2022

El comercio en San Clemente, mediado el siglo XVI

 El gran momento de la villa de San Clemente era el mercado de los jueves. Desde el año 1476 y una posterior ratificación de 1483 se había concedido un mercado franco los jueves de cada semana. Tal franqueza significaba que los mercaderes que acudían a la villas podían vender sus productos sin pagar el llamado impuesto de la alcabala, un gravamen del diez por ciento ad valorem de cada mercancía vendida, aunque los mercaderes se solían igualar con los arrendadores de alcabalas para pagar por debajo de cincuenta maravadíes el millar. La exención del pago se extendía durante las veinticuatro días del jueves, pero se permitía a los comerciantes introducir sus mercancías desde un día antes, el miércoles. Se trataba de preparar unos puesto ambulantes que ocupaban las llamadas calles de las Almenas y de la Feria, confluyendo en este cruce de calles los vendedores que llegaban desde el sur por el puente del Remedio y del este por el camino de Alarcón. Los jueves la villa de San Clemente era un hervidero de gentes: forasteros de los lugares comarcanos, comerciantes que andaban de pueblo en pueblo y los propios vecinos del lugar, que aprovechaban para sus transacciones.

La exención impositiva no iba acompañada por una libertad de precios, que debían ser fijados, tasados, por la justicia sanclementina y sus regidores. Esta intervención de precios solía acompañarse por la correspondencia de los diversos productos a los capítulos de unas estrictas ordenanzas, que fijaban su fabricación y la composición de los materiales o su peso. Obviamente, las reglamentaciones eran incumplidas, si bien es verdad que las infracciones eran castigadas con multas de seiscientos maravedíes que iban a sufragar las obras públicas de la villa.

Junto a un comercio de productos elaborados, el abasto de los productos básicos para la villa era una prioridad: garantizar el abasto de pan era una obligación del concejo, si bien existía un alhorí desde el inicio del siglo XVI para evitar las bruscas fluctuaciones de precios y el almacén de grano necesario, esta política de munificencia social no se consolidaría hasta la creación del pósito de don Alonso de Quiñones en 1572. En épocas de necesidad, los regidores solían encargar a uno de ellos la tarea de buscar trigo en otros lugares aunque no existía el control de la red de distribución o rederos y hornos de pan cocer. El pan y el trigo estaba exento del pago de alcabalas; únicamente se exigía a los forasteros que presentara el trigo que iban a vender en la villa en la plaza y siendo la venta pública se pudiera vender en el resto de las calles en transacciones privadas. Testimonio nos ha quedado del año 1571(1), cuando unos panaderos de Manzanares vendieron su pan en la plaza mayor de la población, tras las gestiones realizadas por el regidor Diego de Alfaro en esa localidad manchega para la compra de trigo ante una villa necesitada después de la guerra de Granada (2). Otro regidor había hecho lo propio un año antes en Sigüenza (3). Este libre comercio de granos, si bien limitado en épocas de carestía, contrastaba con las prácticas restrictivas de otras villas y tiene su razón de ser en los problemas de abasto de pan de una villa con una producción cerealista limitada. Al igual que el trigo, la leña también se vendía libre de todo impuesto, con condición de presentar las ventas en la plaza publica. Estas buenas prácticas contrastaban con los movimientos especulativos de personajes ya conocidos, tales el licenciado Melgarejo o Hernando del Castillo e Inestrosa. 

Mediado el siglo XVI, pescado y aceite eran si no elementos comunes de la dieta, si deseados. Desde el concejo se daba todo tipo de facilidades para la introducción de estos productos en la villa. Eran los propios sanclementinos los que iban en busca de estos productos y rebajaban las exigencias fiscales para su introducción en la villa. La generalización del aceite en lugar de la manteca se intentó conseguir con la plantación de un olivo por cada cuatro viñas, pero el intento se saldó en fracaso y el abasto de aceite fue siempre un problema. Mercaderes forasteros, cuando no eran los sanclementinos, introducían el pescado en la villa, procedente del Mediterráneo y que tenían como punto intermedio de distribución la villa de Hellín.

Los naturales de la villa estaban en principio excluidos del comercio de la lencería. Se trataba de evitar una competencia desleal a los tejedores locales, por la introducción de lienzos extranjeros y las consiguientes reventas, duramente castigadas. El mercadeo de tejidos estaba sometido al alcabala del viento, aunque también gozaba de la franquicia de los jueves.

Aunque se considera que fue Felipe V quien concedió el privilegio de una feria de seis días en el mes de septiembre, la realidad es que la celebración de esa feria, coincidiendo con la festividad de la Vera Cruz, era una tradición desde el siglo XVI. Esta feria duraba seis días; los impuestos de alcabala, junto a otros gravámenes locales como la correduría y el portazgo, recaudados esos días iban íntegramente al concejo sanclementino


Sancho López de los Herreros y Martín de Oma, alcaldes ordinarios

Regidores de 1561: Alonso Pacheco, Francisco García, Antonio de Alarcón, Antón de Ávalos, Francisco de Albelda, Julián de Sedeño 

Diego de Caballón, alguacil mayor

(1) AMSC. AYUNTAMIENTO, Leg. 73/18

(2) AMSC, AYUNTAMIENTO, Leg. 92/57

(3) AMSC. AYUNTAMIENTO, Leg. 92/56

AMSC, AYUNTAMIENTO. Leg. 102/36. Cuaderno de condiciones para el arrendamiento del alcabala. Año 1561