El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)
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sábado, 30 de diciembre de 2023

Los derechos del duque de Frías en Sisante

 El duque de Frías se había arrogado los derechos de borra, asadura y portazgo de los ganados trashumantes que pasaran por el suelo de la villa de Sisante por ejecutoria de 1 de agosto de 1645, expedida por la Chancillería de Granada. Dicho derecho le otorgaba una cabeza de ganado de cada mil


Archivo Histórico Nacional, DIVERSOS-MESTA,5,N.7

Censo a favor de las clarisas de Sisante

 Censo a favor del convento de monjas franciscas de la primitiva orden de Santa Clara, advocación de Jesús Nazareno contra doña y, que venía disfrutando Francisca Antonia Medina y Cabañas, mujer de don José Guzmán Laso de la Vega, vecinos de Sanlucar de Barrameda, por cesión del duque de Osuna. Se trata de un censo de veinte mil reales de vellón de principal. El censo viene de facultad real del 7 de marzo de 1535, aunque no se escritura hasta 28 de diciembre de 1548, y está cargado sobre las rentas y aprovechamientos de la villa de Archidona, sobre las arras y dote de doña María de la Cueva, condesa de Urueña, ese censo recae en los sucesores del duque de Osuna, que lo cederá a la mencionada Francisca Antonia, doscientos años después, en 3 de febrero de 1740, lo vende al convento de monjas de Sisante por mil pesos escudos de plata antigua. El interés del censo es de 33 al millar.

El 15 de diciembre de 1739 era abadesa del convento sor María Teresa del Santísimo Sacramento y monjas sor Agueda de la Santísima Trinidad, como vicaria, sor Agueda de Santa Catalina, maestra de novicias, sor Ana de la Presentación, sor Juliana de Nuestra Señora del Pilar, sor Antonia del Espíritu Santo, sor Josefa de San Francisco Javier, sor María de los Ángeles, sor María de San Francisco, religiosas discretas y velo negro de ese convento



viernes, 29 de diciembre de 2023

ALONSO DE MORATALLA TÉBAR

 En 1636, el doctor Alonso de Moratalla Tébar es nombrado oidor de la Audiencia Real de Guatemala, pasará a Indias con doña Antonia de Tébar, su hija, y tres criados: Micaela de Perona, Ambrosio de León y don Paulo Manrique. Otros acompañantes a su servicio serán Jacinto Mejía y Amaro del Arco y una esclava negra.

Tenemos la descripción de los pasajeros de origen sisanteño:

  • Antonia de Tébar, hija del doctor: Quince años, cariaguileña, buen rostro blanco, pelinegra, lunar en el lado izquierdo, junto a la barba.
  • Micaela de Perona, hija de María de Perona y José de Horcajada: edad de veinte años, blanca, carirredonda, señal de carbunco en la mejilla derecha, cerca del ojo.
  • Amaro del Arco: hijo de Alonso Martínez y María del Arco, edad diecinueve años, delgado, trigueño, ojos hundidos, le apunta el bozo (vello del bigote), una herida en el dedo meñique de la mano izquierda

ALONSO DE MORATALLA TEBAR

Archivo General de Indias, CONTRATACION,5418,N.12

miércoles, 27 de diciembre de 2023

SOBRE LA PREVALENCIA DE ASIENTO EN LA IGLESIA DE SISANTE

 Llegado el siglo XVII, Sisante había dejado muy atrás, desde 1635, a su villa madre, Vara de Rey. Sisante había adquirido la condición de cabeza de demarcación territorial con un corregimiento. Bien es verdad que su corregimiento era de los llamados de tercera y aquellos que eran designados como corregidores de Sisante no lo llevaban muy a gusto. Simple paso intermedio en su cursus honorum para conseguir un próximo ascenso. Había corregidores que echaban pestes del pueblo, pues a comienzos del siglo XVIII, Sisante todavía no presentaba el aspecto más nobiliario actual de sus palacios: "pues casas de Nacimiento he visto de mayor talla", nos dirá un corregidor que dedicará a la villa afrentosas coplas. 

Mientras construía sus edificios civiles y palacios, Sisante llegaba a superar mediado el siglo XVIII los mil vecinos, cuatro mil habitantes. Sisante era todavía muy pueblerino; por vecinos le corresponderían cuatro familiares de la Inquisición, pero tenía solo uno y bastante mal avenido con las autoridades. Las disputas, como suele ocurrir en un mundo de advenedizos a los que ciega el poder, eran cosa de niños. Ya sabemos la importancia que daban aquellos hombres, como los de ahora a ocupar un asiento en primera fila: así, que andaban moviendo los bancos del lado del Evangelio al de la Epístola o colocando unos bancos delante de otros para ocupar la primera fila. Y es que el corregidor podía ser de tercera, pero su orgullo no, así que procuró colocar delante del banco donde se sentaba el familiar un banco nuevo y los suficientemente grande para tapar la vista al familiar del Santo Oficio o lo que es lo mismo negar su visión y presencia a los demás. Hoy nos puede parecer cosa de chiquillos, pero que los familiares del Santo Oficio tuvieran un lugar visible en las iglesias venía recogido en un auto del Consejo de Castilla de 1730.

Quizás se rían ustedes de estas cosas, pero yo soy el primer sorprendido de estas cosas, Recuerdo que en mi niñez en un pueblo de la Alcarria de todos conocidos el alcalde se sentaba en el primer o en el último banco según llegara antes o después a la misa y que la única diferencia era aquella de los hombres a un lado y las mujeres a otro. Esa misma costumbre de separación por géneros la vi hace poco en un pueblo de Teruel, llamado Alacón. En la Mancha, creo que ya ha desaparecido esa discriminación, pero si van a cualquier iglesia verán el primer banco reservado a las autoridades. No todo es tan sencillo: al lado del Evangelio, el partido gobernante; al lado de la Epístola, el partido de la alternancia. No seré yo quien recuerde viejas normas donde se ha de sentar cada uno, aunque sí dar un consejo: en San Clemente,, cuando se negaban a reservar asiento a autoridad foránea, se quitaban todos los bancos de la iglesia y se llevaba cada uno su silla de casa.

PD: El resultado final del expediente es que el corregidor de Sisante tuvo que retirar el banco nuevo que había colocado  y se dio la razón al familiar Lorenzo Muñoz Serrano por la Suprema del Santo Oficio


AHN, INQUISICIÓN,3728,Exp.100, AÑO 1759

viernes, 25 de agosto de 2023

SISANTE VS. VARA DE REY

 Sisante nació de la ruina de Vara de Rey. Vara de Rey nunca pudo pagar los tres mil ducados que costó la compra de su aldea y muestra de ello es su iglesia inacabada. Si Vara de Rey fue incapaz de superar el coste para su economía del villazgo de 1537, más dura sería la separación y villazgo un siglo después de Sisante. En 1649, catorce años después de la separación, Vara de Rey intentará evitar lo inevitable: que Sisante se lleve con los nuevos términos las dehesas y pinares más ricos de su término, que van con esas dos leguas que se han dado a la nueva villa. El villazgo de Sisante se fechaba en 1635, tal como decían los testigos. El villazgo de Sisante fue caro, pues la nueva villa tuvo que pagar a la Corona nueve mil ducados, más otros dos mil ducados a Vara de Rey, que, hemos de entender, se correspondían con la cantidad que Vara de Rey arrastraba desde la década de 1540 por la compra de Sisante.

"que abrá catorce años poco más o menos que fue el tiempo quando esa dicha villa de Sisante se eximió de la jurisdición de Vara de Rei"

Sí, de ruina hemos de considerar para Vara de Rey la separación de Sisante y su correspondiente villazgo. Ruina económica y ruina social. En el privilegio de villazgo de 1635, concedido en un contexto de creciente belicismo en Europa y, por tanto, necesidades de Felipe IV, la Corona concedió a Sisante un término que se extendía hasta el río Júcar y dos leguas al oeste, cercenando los términos de Vara de Rey. La concesión planteaba problemas jurídicos y fue vista como un robo por los vararreyenses. Las dos leguas se justificaban, en lo que no era propiedad de particulares, como cesión de tierras de realengo a la nueva villa de Sisante. Vara de Rey, que ya andaba bastante preocupada por las pretensiones de los Ortega sobre su jurisdicción, protestó vehementemente, pleiteando con su antigua aldea y defendiendo que parte del término de Sisante arrebatado eran bienes propios de Vara de Rey, que anualmente arrendaba y le procuraban ingresos. La realidad era que Vara de Rey nunca poseyó como propias estas dehesas, pero sí gozaba de concesiones reales para su explotación que reportaban a sus propios setenta y dos mil reales, que iban bien a pagar las rentas reales, bien, paradójicamente, a pagar la deuda que arrastraba desde 1540 por la compra de Sisante, por el censo contraído con Diego del Álamo. Estos bienes tenidos como propios eran la dehesa de la Hoya de la Cierva y su ensanche, la dehesa del Carmen, la dehesa de los Riscos, la dehesa de la Planta, la dehesa de las Escobosas, la Muela de Tébar, amén de una buena parte del pinar de Azaraque. Junto a estas dehesas, que Vara de Rey conservó, consideraba injustamente arrebatados otros terrenos, algunos adyacentes a los mencionados, y cuya explotación había concedido la corona seguramente para el pago del servicio de millones en 1638, pero al concejo de Sisante: el pinar junto a la Muela de Tébar, el pinar de las Torcas y sierra Sestera, el carrascal de la cañada de Sisante y otras dehesas que la propia villa había creado nuevas como las de la Rada y Llanos del Concejo, la Losa, la Grajuela y la Hoya Chica y Grande.

Las dehesas de Vara de Rey, en su término, no planteaban más problemas jurídicos y esta villa las arrendaba a dueños de ganados de Casas de Guijarro como Juan de Araque o de Pozo Amargo como Antón López. Hay que tener en cuenta que Casas de Guijarro, en 1649 -según declaración del pastor Pedro López de Espinosa- nos aparece como lugar bajo la jurisdicción de San Clemente. Casas de Guijarro es un pueblo de pastores, donde se citan los ganados de Antón López o Jacinto Martínez. No obstante, Vara de Rey, antes de la exención de Sisante, ya había tenido problemas con los pueblos vecinos por el uso privativo de las dehesas, pues intentaba convertir en costumbre lo que eran concesiones del Consejo Real para explotar esas dehesas para el pago de arbitrios (y que los testigos elevaban de los 72000 reales mencionados a más de 80000). En fecha indeterminada (probablemente en 1645), el concejo de La Roda había ganado ejecutoria para poder disfrutar de las dehesas de Vara de Rey por considerarse de realengo o comunes, más bien por el segundo concepto, al pertenecer, tanto Vara de Rey como La Roda a un mismo suelo de Alarcón.

Por su parte, el concejo de Sisante, en la fecha señalada de 1638, había obtenido licencia real, previa prestación de 800 ducados, para que las dehesas arrendadas que habían quedado en su término fueran perpetuos. Esta licencia fue vista por Sisante como un segundo privilegio de confirmación a añadir al del villazgo, pues le confería el aprovechamiento de unas dehesas, ahora en su término, pero de cuyos usos había disfrutado Vara de Rey por licencias previas del Consejo Real. De tal hecho daba fe Luis de Alarcón, alférez mayor en el pasado en vara de Rey y dueño de la dehesa de la Olivilla en Sisante.

Los 800 ducados pagados por Sisante por el uso de las dehesas en 1638 se tenían por el segundo gran privilegio que había ganado la nueva villa (y que para los sisanteños fue título de propiedad sobre estos términos), pues el primero era obviamente el título de villazgo en 1635. Su precio: nueve mil ducados pagados a la Hacienda real, a lo que habría que añadir otros dos mil ducados que Sisante pagó a Vara de Rey para que este pueblo pudiera pagar de una vez la deuda que desde hacía cien años debía por la compra del entonces lugar de Sisante. La cuestión es que Vara de Rey también alegaba haber comprado a la Corona esas dehesas, treinta años antes, es decir, hacia 1619, defendiendo que esas dehesas (salvo una parte de la Muela de Tébar y la dehesa carnicera en la cañada de Sisante) eran bienes propios de la vieja villa. Vara de Rey se consumía como pueblo: los Ortega intentaban acaparar la jurisdicción de la villa desde la adquisición del oficio de alguacil mayor, San Clemente hacía suyos los términos al sur de Vara de Rey, donde el nuevo lugar de Casas de Guijarro nacía bajo la jurisdicción de los sanclementinos, que además conservaban los molinos del Concejo; por fin, ahora, las oligarquías sisanteña cumplían su sueño de tener una propia jurisdicción en el propio pueblo. Los herederos del doctor Pedro González del Castillo, conocidos como los Alarcones, tenían ahora su dominio bajo el nuevo apellido Girón.


Concejo de Sisante de15 de enero de 1649

Miguel de Moratalla y Sebastián Cavero, alcaldes ordinarios

Sebastián Cerezo, regidor

Jacinto Martínez Herrera, fiel ejecutor y regidor


ACHGR, pleitos civiles, c9911-16

miércoles, 2 de agosto de 2023

Pedro Ruiz de Alarcón: alférez mayor de la villa de Vara de Rey

El dos de diciembre de 1573, Pedro Ruiz de Alarcón hace valer su hidalguía en la Chancillería de Granada frente al concejo de Vara de Rey como descendiente del doctor Pedro González del Castillo y los Ruiz de Alarcón. Pedro Ruiz de Alarcón había nacido en Sisante, aunque había aprendido a leer y escribir con el clérigo Bernardino García en el lugar de Olivares. Luego, tras casarse en Granada, había vuelto a Sisante, si bien pasaba largas temporadas en el molino y batán del Licenciado, propiedad familiar en el Castillo de Garcimuñoz. El núcleo de sus propiedades estaban en la dehesa de la Olivilla. Su padre Pedro Ruiz de Alarcón se había significado en la represión de las Comunidades al servicio del comendador de Santiago Tristan Ruiz de Molina:

e le avía visto venir en tienpo de las comunidades y estar e posar en tienpo de las dichas comunidades en la dicha villa de Castillo de Garcimuñoz en casa en casa del comendador Tristán Ruyz de Molina

El padre Pedro se había casado con Leonor de Mendoza, hija del señor de Minaya, Rodrigo Pacheco y su mujer Mencía de Mendoza, su vida transcurría en la casa familiar de Sisante hasta que en 1525 participa en la guerra del Peñón de Vélez Gomera junto al marqués de Mondéjar; allí muere. El abuelo era Pedro González del Castillo, pero a partir de aquí la genealogía oficial que nos da la familia Ruiz de Alarcón se rompe, pues se salta a Alonso como bisabuelo para hacer del licenciado Hernán González del Castillo el bisabuelo real.

Quien nos relata la genealogía de Pedro Ruiz de Alarcón es el hidalgo Juan Núñez de Avendaño que vivía en las casas de Castillo de Garcimuñoz pertenecientes al doctor Pedro González del Castillo y que para comprarlas había obtenido licencia de Fernando el Católico, pues estaban vinculadas a mayorazgo. Este hidalgo nos relataba así su conocimiento del doctor Pedro, por lo que había oído a Alonso Álvarez de Toledo, señor de Cervera, y a su tío Diego Núñez

El doctor Pedro González de Castillo que hera oydor y rrefrendario del señor rrey don Juan y su alcalde chanciller cuyas fueron las dichas villa de Santa María del Canpo e Santiago de la Torre avía avido por su hijo natural en una donzella que tenía en su casa al dicho licenciado Hernán Gonçález del Castillo siendo el dicho dotor Pedro Gonçález soltero por casar e la madre del dicho licenciado Hernán Gonçález soltera y sin tener ynpedimiento alguno para poder se casar anbos e que como su hijo natural lo avía tenido e nonbrado e avía hecho en él mayoradgo de la dicha villa de Santa María del Campo e de Santiago de la Torre y lo avía casado como su hijo natural y que después siendo ya viejo el dicho doctor Pedro Gonçález del Castillo se avía casado e avía avido un hijo legítimo que se llamava Juan del Castillo Puertocarrero e que siendo de edad de siete años el dicho Juan del Castillo Puertocarrero avía hecho el dicho dotor Pedro Gonçález del Castillo en él el mayoradgo que primero avía hecho en el dicho licenciado Hernán Gonçález del Castillo su hijo natural y lo avía desmancipado para que goçase dél en su vida y que en rreconpensa dello le avía dado al dicho licenciado Hernán Gonçález del Castillo su hijo natural a la dicha villa de Albaladexo del Cuende y al heredamiento de la casa de don Benito en término de la dicha villa de Castillo de Garcimuñoz e los molinos que se dezían e nonbraban del licenciado y la dehesa y heredamiento que el dicho Pedro Ruiz de Alarcón poseya de presente en el dicho lugar de Sisante y la casa que dizen de la torre de San Clemente

Juan Núñez confundía algunas de las donaciones del doctor Pedro y le otorgaba otras de su hermano, el corregidor Hernán, como la Torre Vieja, pero no mentía en el hecho de que el doctor Pedro en 1445 con motivo de su testamento había fundado nuevo mayorazgo en favor de su hijo legítimo Juan y había desgajado de la hacienda y quitado a su hijo natural Hernán  Santa María del Campo Rus y Santiago de la Torre. Para poner orden en los dichos, el presbítero Alonso González Andújar,  que añadía que había otro Hernán González del Castillo, hermano del doctor Pedro y que había sido corregidor en Asturias, del que habían quedado la torre y casas que en medio del pueblo tenía, seguramente casa fuerte, tal como la arqueología indica. Alonso González Andújar era capellán de la capilla fundada por Hernán González del Castillo en la iglesia de Santiago de San Clemente

e que el dicho dotor Pedro Gonçález del Castillo avía tenido un hermano que se llamava Hernán Gonçález del Castillo que avía sido corregidor en Asturias y en otras partes e que avía hecho en la villa de San Clemente las casas y torre que estavan en medio de la dicha villa que llamavan la torre vieja

Junto a la Torre Vieja, estas casas aledañas todavía estaban en pie a comienzos del siglo XVI, pues sabemos que en ellas vivía Pedro Ruiz de Alarcón (nieto del doctor Pedro), junto a su mujer Leonor de Mendoza, hija de Rodrigo Pacheco y Mencía Mendoza, señores de Minaya. Sobre el carácter de casa fuerte de esta construcción es difícil aventurar, aunque parece lo más lógico al tratarse de edificación aneja y existir en los comienzos del Quinientos en ese lugar una calle llamada de las Almenas, que fue el primer lugar donde se instalaron los mercaderes y recordarnos ese hecho la casa de los Valdeguerrero con su muro almenado.

El licenciado Hernán González del Castillo había casado con Guiomar Alarcón, hija de Pedro Ruiz de Alarcón, señor de Buencahe. Del matrimonio había nacido Pedro Ruiz de Alarcón el viejo, que había casado con doña María Carrillo, hija de Juan Álvarez de Toledo y doña Leonor Cuello, señores de Cervera, ambos habían vivido en el heredamiento de Cañada Negrilla (o Negrita) y había procreado a Pedro Ruiz de Alarcón, padre del que litigaba. Al morir, tanto Pedro como María Carrillo habían sido enterrados en la capilla familiar de Santa Catalina, de la iglesia de San Juan de Castillo de Garcimuñoz.

Pero Juan Núñez Avendaño advocaba además la genealogía familiar del doctor Pedro González del Castillo que se remontaba al fundador Clemén Pérez de Rus, que estaba enterrado en la capilla de San Antonio de la iglesia de San Clemente:

que el dicho dotor Pedro Gonçález del Castillo rrebisabuelo del que litigava hera honbre hijo de Alfonso Martínez del Castillo y este testigo descendía a quarto abuelo de Clemén Pérez de Rrus primero fundador de la villa de San Clemente el qual estava enterrado en la capilla de San Antonio de la dicha villa de San Clemente que es la advocación del señor Santiago yglesia mayor de la dicha villa de san Clemente el qual avia puesto su nombre al dicho pueblo por avello él fundado e que se llamava él Clemén Pérez de Rrus por otro nonbre que hera señor del castillo de Rrus que de presente estava derrivado e que él e sus subcesores avían servido sienpre a los señores rreyes de Castilla e questa genealogía la avía leydo este testigo en un protologo que tenia don Luis Girón y Alarcón señor de la villa de Albaladexo del Cuende

Las confusiones con Clemén Pérez de Rus eran comunes en otros testigos, como el bachiller Juan León Campuzano, en este caso, se le tenía por el que había levantado la Torre Vieja, asimilando la primera casa del fundador del pueblo con esta ubicación

Clemén Perez de Rrus que avía sido de la casa e castillo de Rrus primero fundador y poblador de la villa de San Clemente que en ella primero avía hecho fundación y casa en una torre grande que aún de presente se dezía torre vieja

Otros, como Diego López de Haro, no daban más veracidad a esta genealogía que el haberlo oído decir a otros

La ejecutoria de hidalguía es de 28 de abril de 1578

ACHGR, HIDALGUÍA, SIGN ANT 301-63-16

Probanza de 1574 

Juan Núñez de Avendaño, vecino de Castillo de Garcimuñoz, hidalgo. 64 años

Fray Gregorio de Alarcón, fraile profeso en el monasterio de San Agustín, hijo de hijodalgo y de 66 años, hijo de Pedro López de Alarcón, escribano del Castillo de Garcimuñoz, y Ana Vives de Arboleda

El bachiller Juan de León Campuzano, clérigo presbítero, beneficiado en el lugar de Honrubia, 72 años

Diego López de Haro, hidalgo de San Clemente, 82 años, hijo de Hernán Vázquez de Haro

Alonso González de Andújar, presbítero de San Clemente, hombre llano, 83 años

Juan González de Origüela, pechero de San Clemente, 73 años es el hijo de Luis Sánchez de Origüela. Según su testimonio había muerto con 65 años: en su testimonio reconoce que Leonor Mendoza y Pedro Ruiz de Alarcón se habían mudado a vivir a San Clemente hacia 1515

Alonso de Sepúlveda, hidalgo de Vara de Rey, 85 años

Alonso de Montoya, presbítero de Vara de Rey, de familia de hidalgos

Simón Carrero el viejo, morador de Tébar, 90 años.

Hernando de Montoya, hidalgo de Minaya, 80 años

Pedro de Montoya, hidalgo de Villarrobledo y natural de Vala de Rey

sábado, 24 de septiembre de 2022

Sisante y los Alarcón

 Los Ruiz de Alarcón de Sisante no son tales, pues su descendencia por vía recta de varón viene del doctor Pedro González del Castillo y su bastardo el licenciado Fernán González del Castillo.

En 1562, el sucesor de la familia era Pedro Ruiz de Alarcón, que disfrutaba en Sisante de la herencia familiar en la dehesa de Olivilla. Ahora los conflictos eran con la villa de Vara de Rey de la que dependía su aldea Sisante. Pedro Ruiz de Alarcón había sido condenado por el alcalde de Vara de Rey Jorge López de Gabaldón por haber movido los mojones de su dehesa de Olivilla y ocupado otros términos ajenos. Pedro Ruiz de Alarcón conseguiría provisión favorable de la corte para reabrir el caso, pero esta provisión no sería notificada hasta diciembre de 1563 a los regidores Diego de Buedo y Ginés de Andújar. 

El proceso contra Pedro Ruiz de Alarcón lo había llevado el concejo de Vara de Rey ante la justicia de su alcalde, actuando como procurador de la villa, el regidor Ginés de Andújar. No es que Pedro Ruiz de Alarcón fuera ajeno a ese concejo, pues detentaba el título de alferez de la villa. El conflicto venía, una vez más, por la necesidad de tierra de los sisanteños, aventura al que no debía ser ajeno Pedro Ruiz de Alarcón. El deseo de apropiarse de tierras en torno a la dehesa de Olivilla, término que había sido de caza, monte y pastos, provocó el conflicto, haciendo uso de la fuerza el citado Pedro Ruiz de Alarcón con sus criados y guardas.

Pedro Ruiz de Alarcón fue conminado a presentar los títulos de propiedad sobre la dehesa de la Olivilla mediante un auto requisitorio que recibió su criado Tomás Aparicio en los molinos del licenciado, junto al Júcar y en término de Castillo de Garcimuñoz. El caso es que Pedro Ruiz de Alarcón no tenía o no presentó los títulos que hubieron de corresponder al doctor Pedro Gonzáles del Castillo, así que se retrotrajo a la posesión familiar de la dehesa de la Olivilla desde tiempo inmemorial y con límites claros y definidos.

Las primeras incursiones de Pedro Ruiz de Alarcón en territorio que el concejo de Vara de Rey reclamaba como propio, fue en la llamada Punta del Arenal, cerca de la casa de Buedo de la Rada, hacia Tébar. A caballo y con dos criados andaba Pedro Ruiz moviendo mojones. Don Pedro había ensanchado su dehesa alrededor de entre ciento cincuenta y seiscientos pasos por diferentes parajes conocidos como el Arenal, la Carrasca, Tejarejos, el vallejo del Gato, el Enebro, el Calderón, el Tobarejo o los Calvillos, poniendo en duda aprovechamientos comunes como el pozo de la Olivilla, aunque sus acusadores, entre los que se hallaba la viuda de Martín de Buedo de la Rada, estaban labrando estos terrenos y cercenando aprovechamientos comunes, entre ellos, el agua del pozo de la Olivilla, donde bebían los ganados y anejo a las propiedades de Ruiz de Alarcón, que había defendido sus propiedades con un valladar.

La dehesa de Olivilla se había apeado en 1526 por diversos apeadores: Juan de Moratalla el viejo, Diego González, Pedro Martínez Pintor, Ginés de Llanos, este último vecino de San Clemente y escribano. Se apeó a petición de Alonso Carrillo, hijo de Alonso Álvarez, señor de Cervera como tutor de Pedro Ruiz de Alarcón. La ocupación de términos de Pedro Ruiz de Alarcón lo enfrentaba a la familia Buedo que tenía su casa y heredades al lado.

La sentencia del alcalde de Vara de Rey decía así: "que el dicho Pedro Ruiz y sus actores an tomado y ocupado del término común baldío desta dicha villa y concejo della y metídolo en la dehesa que pretende tener que dize de la Olivilla término desta dicha villa ensanchando la dicha dehesa en ello y despojando a esta dicha villa de la posesión que en ello tenía especialmente desde el mojón que en la dicha dehesa solía estar puesto para división della y del dicho término común baldío en la halda del cerro que dizen Tejarejos hazia el de la hoya la Graxa y hazia el del Vallejo el Gato y el pozo que dizen de la Olivilla y hasta dar en el mojón del Carril pegado a la hoya Mari Alva y que para esta dicha ocupación la parte del dicho Pedro Ruiz no a mostrado título bastante". La sentencia recogía además la retirada del título de alférez si no restituía los términos ocupados.

La defensa de Pedro Ruiz de Alarcón muestra su aislamiento en el juego político de Vara de Rey, en su apelación recuso a los jueces, el alcalde y su acompañado Diego López del Río. Pidió ser juzgado por letrados con conocimiento de justicia, siempre que no fuera el licenciado Antonio León. De poco le valió, pues la villa mandó a Ginés de Andújar a tomar posesión de los términos usurpados, a la antigua usanza:

"Luego el dicho Ginés de Andújar en el dicho nonbre de la dicha villa tomó la posesión conforme a la dicha sentencia y en señal de posesión tomo un açadón e rozó ciertas atochas e corto de un pino ciertas ramas dél e continuando la dicha posesión e de como la tomaba e tomó pidió a nos los dichos escrivanos se lo diésemos por testimonio". El terreno recuperado fue considerado baldío, propiedad del concejo de Vara de Rey y para aprovechamiento de sus vecinos. Justo en un momento que la Corona reclamaba estos baldíos para sí.


Concejo de Vara de Rey 25 de junio de 1562, no asisten otros regidores

Jorge López de Gabaldón y García Sánchez de Jávega, alcaldes ordinarios

Amador de Jávega, Ginés de Andújar, regidores

Ginés de Buedo, alguacil mayor

Testigos

Diego de Pedro López Simón, vecino de Sisante.

Pedro Serrano, morador de Sisante

Pedro Lapuerta, morador en Tébar

Pedro González, vecino de Sisante

Miguel Herrainz, morador en Sisante

Pedro García, morador en Sisante

Jorge López, morador en Sisante

Antonio Buedo, vecino en Vara de Rey, hijo de Martín de Buedo y Catalina Hervías

ACHGR, PLEITOS CIVILES, 2581-12

sábado, 13 de agosto de 2022

La imagen de Jesús Nazareno de Sisante

 "Con un monasterio de monjas de la primitiva regla de Santa Clara de mui estrecha observancia. Fundose el año de 1714, habiendo sido beaterio 19 años antes, todo por dirección del Venerable Padre Christóval Hortelano, vecino de esta villa y presbítero de exemplar vida de quien después se hablará. Este sacerdote con el Exmo. Sr. D. Guillén de Moncada, marqués de Aitona lo fundaron y dotaron, dexándole aquel todos sus bienes y señalándole su excelencia 800 ducados anuales, que juntos con igual proción que le ha añadido al última señora marquesa componen más que una suficiente dotación. Refiérese que en la fábrica de dicho convento se apareció una yegüecita, que después de haber conducido todos los materiales para la obra, desapareció. Y aunque semejantes exemplares no son raros en la Historia Eclesiástica, yo de nongún modo salgo por fiador de su verdad, aun en medio de hallarlo mui authorizado en este pueblo. Venerase en la Yglesia de dicho convento una prodigiosa imagen de Jesús Nazareno, que es sin duda una de las más insignes de España. Es obra de la célebre esculptora Dª Luisa Roldán y el modo de su venida según consta de varios instrumentos que conservan las religiosas y se han franqueado para formar esta relación, es el siguiente. Hallábase el referido padre Hortelano (que así llamaban entonces a los presbíteros seculares, como también al presente en varios pueblos) en Madrid sumamente deseoso de encontrar una Ymagen de Jesús, para colocarla en su convento de Sisante, y practicando las diligencias para hallarlo, le salió al encuentro una niña de 8 años, llamada Elena, quien llamándolo con su propio nombre (sin haberlo visto jamás) lo llevó a la casa de los hijos de Dª Luisa Roldán en donde vio la Sta. imagen. Robole de tal modo el corazón que al considerarse imposibilitado a pagar la cantidad 15000 reales vellón que le pidieron por ella, concibió tal dolor, que se le saltó una costilla, durándole toda la vida su dolor. Pero el Señor consoló bien presto a su siervo, pues en menos de 24 horas, juntó la limosna suficiente para completar sus deseos. Siendo digno de dotarse, que habiendo estado frequentes veces encajonada la Sta. Ymagen para Roma y otras partes por orden de las primeras personas de Madrid, siempre se desencontó el trato y que en la misma mañana que salió para Sisante, fueron en su seguimiento con orden del rey para enbargarla, y colocarla en el convento de San Diego de Alcalá a expensas de su Majestad, lo que no hicieron habiéndola encontrado fuera de los términos de Madrid. Sabidores de todo los piadosos hijos de Dª Luisa dieron de limosna a esta Comunidad la bella imagen de Nuestra Señora de los Dolores, obra también de su madres, y ambas imágenes son de la estatura regular de un cuerpo humano. Hállase también colocado en dicha Yglesia un Santo Christo intitulado de la Buena Muerte que hizo un pastor con una navaja y regaló al Venerable Hortelano para su Yglesia, llamándolo a su choza, en donde lo tenía a tiempo, que iba haciendo Misiones por la serranía de Cuenca."

Relación dada por el licenciado Francisco Javier Montón, cura de Sisante y Pozoamargo (Diccionario Geográfico de Tomás López)




sábado, 7 de mayo de 2022

SAN CLEMENTE SE QUEDA SIN ERMITA

 El Provencio y su señor, Luis de Calatayud, estaban a punto de ganar pleito y ejecutoria contra la villa de San Clemente, pero ahora, en 1543 las disputas continuaban. La fijación de una frontera definitiva entre ambos pueblos era mal aceptada por la villa de San Cemente y vista como humillación el hecho de que una ermita de culto común, la de Santa Catalina, quedará en manos de los provencianos. 

La pérdida de la ermita de Santa Catalina fue respondida por los sanclementinos con la construcción de una nueva ermita, que los provencianos denunciaban como nueva iglesia. Hablar de ermita o iglesia no era lo mismo, pues la construcción de nueva iglesia se intentaba presentar como símbolo de una nueva población que buscaba atraer a los moradores de El Provencio y despoblarlo. Más, si pensamos que la ermita iba acompañada de la excavación de un pozo y que la ubicación de la ermita era a una legua y media de San Clemente, a apenas media de El Provencio, en las llamadas Saleguillas Nuevas, término de la última villa, y no muy lejos de la antigua ermita de Santa Catalina.

Los sanclementinos se estaban quedando sin ermitas y sin la advocación a Santa Catalina, muy extendida en la comarca. El Provencio había hecho de la propiedad de la ermita de Majara Hollín un símbolo de la identidad de su pueblo, pues consideraba que la ermita de Santa Catalina remitía su pasado a la misma fundación de la puebla de El Provencio. Expulsados los sanclementinos se estaban quedando sin lugar de devoción. El culto de Santa Catalina estaba extendido en la comarca. De hecho, existía otra ermita bajo la advocación de Santa Catalina en la aldea de Sisante, adonde los sanclementinos iban cada año en procesión. Pero, comprada a golpe de ducados, Sisante había pasado definitivamente a Vara de Rey con ocasión de su villazgo en 1537. Así San Clemente se había quedado sin centros de devoción y permanecerá sin ellos durante la segunda mitad del siglo XVI.

El Provencio, en un memorial de 27 de febrero de 1543, pedía el cese de unas obras de ermita y pozo que ya habían comenzado. El día 9 de febrero había llegado una carta al concejo de El Provencio de los alcaldes de la villa de San Clemente, Antonio Ruiz de Villamediana y Pedro Barriga, en la que los oficiales sanclementinos comunicaban el deseo de hacer una nueva ermita bajo advocación de Santa Catalina en el campo de las Saleguillas Nuevas. La carta expresaba que el lugar donde se iba a levantar la ermita y excavar un pozo manantial para servicio de esta y abrevadero de ganados era en término de San Clemente, pero para reconocer a continuación que el espacio a ocupar era el de dos hazas propiedad de dos provencianos, Pascual Vieco y Francisco de Titos. Se intentaba llegar a un compromiso con los dueños, tasando el valor de las hazas para su compra, al tiempo que se avisaba al concejo vecino para evitar suspicacias. La realidad era que Francisco Titos (y el concejo provenciano sería de la misma opinión) no estaba dispuesto a aceptar ni tasación ni venta de su haza, por lo que la carta remitida adquiría en su texto final un carácter amenazante invocando una acción de juez ejecutor para llevarla a cabo.

La carta de los alcaldes provencianos Andrés de Atienza y Esteban López respondiendo a sus colegas sanclementinos fue categórica dos días después: las Saleguillas era término provenciano y así se estaba defendiendo en pleito en la Chancillería de Granada y se añadía, términos tiene la dicha villa de San Clemente donde mejor pueda hazer la dicha hermita e pozo; siendo el único fin de la ermita construir edificios para alegar luego derechos de propiedad sobre esos terrenos. En la memoria de los provencianos aún permanecía el recuerdo de cuando los sanclementinos intentaron levantar una nueva población en la década de 1510 llamada Villanueva de la Reina; esta vez, además de llevar el asunto a la Chancillería de Granada, pedían el amparo de la persona del emperador Carlos, bajo cuya protección ponían las personas y bienes de El Provencio, temiendo que se produjeran sucesos como el de 1524, cuando los sanclementinos saquearon, mataron e hirieron a varios vecinos de la villa. Una última razón, que aparecerá en el memorial del 27 de febrero era motivo de oprobio y ofensa para los provencianos: la ermita se intentaba levantar sobre el mojón existente a la sazón y a escasa distancia de la vieja ermita del mismo nombre, símbolo identitario de El Provencio

La respuesta de la Chancillería de Granada fue taxativa, ordenando el cese de toda edificación en el lugar. San Clemente, más allá de las consabidas ermitas en la población, se quedó sin ermitas en el campo. La devoción a Santa Catalina se perdió en el tiempo, expulsados los sanclementinos de las procesiones de las ermitas de El Provencio y Sisante. Hasta la llegada de la nueva devoción a la virgen de Rus, ya en el siglo XVII, los vecinos de San Clemente acudían en romería a las ermitas de El Cañavate y Fuensanta.

ACHGR, PLEITOS, 3125-16

domingo, 9 de febrero de 2020

Los molinos de Pero Fernández o el Licenciado

Marqués de Trocifal: Relaciones Genealogicas. 1656, pág. 295
Pleito ante los alcaldes ordinarios del Castillo de Garcimuñoz, Francisco del Castillo y Pedro Piñan, entre Garci Ruiz de Alarcón, señor de Albaladejo y Piqueras, y Pedro Ruiz de Alarcón, vecino de San Clemente y morador de Sisante. 2 de enero de 1524.

Ambos hermanos heredan de su padre los mitad de los molinos llamados del Licenciado, antaño de Pedro Fernández (la otra mitad era de los señores de Valverde), como los batanes, tinte, tierras de pan llevar y casas junto a la ribera del Júcar, término de Castillos de Garcimuñoz. Ambos hermanos heredan la mitad familiar de estos molinos a partes iguales, pero el año 1523 Garci Ruiz de Alarcón, pone cerraduras y llaves para que no pueda acceder a los molinos su hermano Pedro. El corregidor Francisco de Verastegui ordenará se quiten las cerraduras para que cada hermano pueda disfrutar de su parte.

Las disputas venían de antaño, al parecer una riada del río Júcar se había llevado los molinos. Es probable que esa riada fuera la del año 1510, que se llevó también los molinos Nuevos más abajo. Pedro Ruiz de Alarcón parece que sufragó en su totalidad gastos, incluyendo la construcción de nuevos edificios, e intentó excluir del aprovechamiento de los molinos a su hermano Garci. Pasados unos años, en los que Pedro disfrutó de las rentas del molino exclusivamente, su hermano Garci decidió apoderarse por las bravas del molino, negando el acceso a su hermano y considerándolo de su propiedad en tanto su hermano le era deudor de los beneficios obtenidos en el tiempo que lo uso con exclusividad.

El corregidor Verastegui sentenciaría una concordia entre los hermanos que obligaba a García a pagar a su hermano Pedro los gastos de reparación del molino tras la riada, pero no debió complacer tal dictado a García, que protestó ante el marqués de Villena, el cual encargó el caso ante su contador Andrés del Castillo, dictando nueva sentencia, acompañado como juez de Pedro Guerrero, alcalde de Alarcón. La sentencia restituía en todos sus derechos sobre los molinos a Garci Ruiz de Alarcón, obligaba a Pedro a quitar el molinero que había puesto en la parte de los molinos de su hermano y le condenaba en las costas del juicio.

La sentencia fue apelada en la Chancillería de Granada, que daría de nuevo la razón a Pedro Ruiz de Alarcón, en sentencia de 4 de febrero de 1525, revisada en 13 del mes de abril de 1526, obligando a nombrar un maestro tasador para que determinase los gastos hechos por Pedro en la reparación del molino, y una vez sufragada la mitad de los mismos por Garci, se le diese la mitad de la posesión de los molinos. Entretanto, Pedro Ruiz de Alarcón había muerto en la conquista del Peñón de Vélez Gomera dejando como heredero a un hijo menor de dos años.

Las alegaciones nuevas de Garci Ruiz de Alarcón irían en el sentido que una riada del Júcar de 1504 había obligado a reparar los molinos con un coste de 120000 maravedíes. Nueva sentencia de 12 de mayo de 1527, esta vez salomónica, que obligaba a dividir los frutos y rentas de los molinos entre los dos hermanos, desde el dos de enero de 1524, y obligaba a Garci a dar al hijo menor de su hermano Pedro 59090 maravedíes. Seis días después la sentencia sería confirmada definitivamente.


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 9066, PIEZA 18


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GENEALOGÍA DE LOS RUIZ DE ALARCÓN de SISANTE (tomado de Sebastián Hernández y Julia Toledo y marqués de Trocifal).


Marqués de Trocifal: Relaciones Genealogicas. 1656, pág. 295

1.- Doctor Pedro González del Castillo

2.- Licenciado Hernán Gonzaléz del Castillo (hijo bastardo del anterior). Del Consejo Real en tiempo de los Reyes Católicos, compra Albaladejo en 1474, casado con Guiomar de Alarcón y Peralta (hija del primer señor de Buenache)

3.- Pedro Ruiz de Alarcón y González del Castillo, llamado Burro de Oro, casado con Catalina de Alarcón, o Barba, hija de Lope de Alarcón, señor de Valverde

4.- Alonso Ruiz del Castillo, compra Albaladejo; casado con María Carrillo, hija de los señores de Cervera

5.a.- Garci Ruiz de Alarcón Carrillo, señor de Albaladejo y Piqueras, casado con Guimar Girón Velasco, hija única de los señores de Piqueras.

5.b.- Pedro Ruiz de Alarcón Carrillo, de los Alarcones de Sisante. (muerto en 1525 en la conquista del Peñon de Vélez de la Gomera), casado con Leonor Mendoza, hija de Rodrigo Pacheco y Avíles (señor de Minaya). Del matrimonio nacerá Pedro Ruiz de Alarcón y Mendoza



viernes, 18 de mayo de 2018

La familia Gómez de Vara de Rey

Escudo de armas de los Gómez. Ejecutoria de hidalguía de 1 de agosto de 1593. A la derecha, representación de San Martín de Tours y al fondo una población y paisaje en el que la descripción bibliográfica de la obra quiere ver la villa de Vara de Rey (según la propia leyenda Toledo)
Carta ex[ecutori]a de hidalguia a pedimiento [manuscript] : de Martin Gomez y Pedro Gomez, hijos de Diego Gomez, vezinos de la villa de Valaderey. Rare Book & Manuscript Library University of Pennsylvania Ms. Codex 168




(Mi agradecimiento a Valentín Casco Fernández por haber hecho pública esta carta ejecutoria)

Los orígenes de los Gómez se remontaban a Villanueva de la Jara, aunque Martín Gómez había abandonado esta villa y el hogar de su padre García para casarse en Vara de Rey. García y su hermano llamado Juan eran hijos de Martín Gómez y Mari Álvarez de Espinosa. Este Martín ya se le conocía como un vecino principal de Villanueva de la Jara con muchas casas y hacienda en el pueblo. Procedía del El Cañavate y era conocido como Martín el hijodalgo, el del Cañavate. Su hijo García casaría con María Álvarez de Villaseñor. Del matrimonio nacería Martín, casado en Vara de Rey con Teresa Ramona, y dos hijas. Los hijos del matrimonio de Martín y Teresa, Diego y Julián, vecinos de Vara de Rey y luego moradores de Sisante, litigarían por su hidalguía. Diego y Julián fueron llamados para la campaña de Perpiñán de 1543, pero no llegaron a combatir, pues la gente reclutada en el Marquesado se volvió. El 26 de septiembre de 1582 conseguirían sentencia favorable de hidalguía, ratificada el el 18 de febrero de 1583. Diego Gómez casaría con Ana de Tébar, establecidos en Sisante tendrían por hijos a Pedro y Martín, los cuales verían ratificada su hidalguía en 1593; obteniendo carta ejecutoria hidalguía el uno de agosto de 1593 (aunque en la Ejecutoria aparece 1583, considero que el año de expedición de la misma es una década posterior).

Del primero de los Gómez, Martín, llamado el hijodalgo del Cañavate, sabemos que procedía de este lugar y cómo la fortuna le acompañó una vez establecido en Villanueva de la Jara. Su procedencia de Cañavate viene confirmada por las Relaciones Topográficas de Felipe II, donde nos aparecen varios hidalgos ejecutoriados con el apellido Gómez.
auía sido vezino de la dicha villa de Vilanueua de la Xara e auía viuido en la dicha villa  con su casa pobladea e familia bienes e hazienda e que auía sido un hombre muy honrrado e principal en la dicha villa de Villanueua de la Xara e que como tal hombre principal auía dexado una capellanía en la yglesia parrochial de la dicha villa de Villanueva de la Xara a la mano derecha de la dicha yglesia que desçían la capilla de Sancta Catalina
La capilla de Santa Catalina también se la conocía por la capilla de Martín Gómez. La fundación conjunta por Martín Gómez y Martín Gómez Prieto de esta capellanía tiene por fecha el 30 de junio de 1477. Dicha capilla ha sido identificada actualmente con la primera capilla lateral izquierda de la iglesia de la Asunción de Villanueva de la Jara, mirando desde el coro (1). Aunque nosotros tenemos nuestras reservas. Este hombre era tenido por el único hidalgo existente en Villanueva de la Jara en su tiempo. Además de hidalgo, era rico y benefactor de la villa de Villanueva de la Jara, pues en ella fundó un hospital para pobres.

Figuras orantes de Diego Gómez y Ana de Tébar. A la derecha sus hijos Pedro y Martín con sus familias
Carta ex[ecutori]a de hidalguia a pedimiento [manuscript] : de Martin Gomez y Pedro Gomez, hijos de Diego Gomez, vezinos de la villa de Valaderey. Rare Book & Manuscript Library University of Pennsylvania Ms. Codex 168

Probanza de 1582

Juan de Higueras, vecino de Villanueva de la Jara, labrador, 93 años
Alonso de Sepulveda, hijodalgo de Vara de Rey, 86 años
Bachiller Ginés González, hombre pechero de Villanueva de la Jara, 75 años
Juan de Jábega, labrador pechero, vecino de Vara de Rey, 65 años
Pedro Alonso de Palacios, hijodalgo de Vara de Rey, 63 años, hijo de Pedro Alonso de Palacios, fallecido en 1532 con setenta años
Alonso Cardos, pechero de Villanueva de la Jara, 78 años



(1) GABALDÓN SALAMANCA, Desiderio : "El hecho religioso en Villanueva de la Jara" en Testigos de la Historia Villanueva de la Jara (Ed. Carlos Julián Martínez Soria), Villanueva de la Jara, 2009. pp. 57 y 58

Carta ex[ecutori]a de hidalguia a pedimiento [manuscript] : de Martin Gomez y Pedro Gomez, hijos de Diego Gomez, vezinos de la villa de Valaderey. Rare Book & Manuscript Library University of Pennsylvania Ms. Codex 168

ARCHIVO DE LA CHANCILLERIA DE GRANADA HIDALGUÍAS. Ejecutoria de Pedro y Martín Gómez , vecinos de Vara de Rey, 1 de agosto de 1583. Signatura antigua: 301-76-45

domingo, 30 de julio de 2017

La lucha por la libertad en las tierras conquenses del Marquesado de Villena a comienzos del quinientos

Juan Martínez de Sancho murió en 1512, por entonces tenía alrededor de 65 años. Aún recordaba sus años de mozo, cuando todos los pueblos comarcanos formaba una comunidad única con Alarcón. Coetáneos y convecinos suyos eran Gil Rodríguez o Alonso Jiménez, que murieron diez años después. Alonso Navarro o Diego Navarro eran incluso más viejos, de una generación anterior. Unos y otros habían vivido los viejos tiempos de la tierra de Alarcón, cuando pueblos como El Peral mismo o Villanueva de la Jara se regían por la leyes y ordenanzas de la villa de Alarcón. Todas disfrutaban de los bienes comunales de una misma tierra y nadie osaba saltarse las ordenanzas comunes. Todos sabían que arrancar un pino doncel, aunque fuera del grosor de un dedo estaba penado con seiscientos maravedíes.

Pronto se olvidó el rigor de estas ordenanzas. A comienzos del siglo XVI el hambre de tierras y la fiebre roturadora dejó en el olvido las viejas ordenanzas. Conocemos el caso de Barchín y la roturación de su monte: las viejas leyes se entendieron al revés y ahora, con las excusa de abrir paso a los ganados en la espesura del monte, lo que se permitía era cortar aquellos pinos más delgados. Del tamaño del brazo o de la pierna de un hombre. En los concejos, uno en Alarcón y otro en la villa de Barchín, existía un molde llamada marco de hierro, que definía con precisión el grosor máximo del árbol, que podía ser cortado. Pronto los corredores abiertos en el monte devinieron en expolio total del monte. Incluso se recuperaron viejos capítulos del fuero de Alarcón para recordar que quien roturara, labrara y sembrará la tierra en un plazo de dos años sería dueño de ella. Primero cayeron los carrascales, más enmarañados, luego los pinares, que más aptos como abrigos de ganados en invierno, pronto serían aprovechados para la construcción de arados y la estructura de las nuevas casas de unas villas que multiplicaban su vecindad. En apenas treinta y cinco años, el paisaje de la antigua tierra de Alarcón se transformó radicalmente: las masas boscosas de pinos y carrascas dieron paso a los campos sembrados de trigo y a los viñedos.

Ya conocemos el caso de San Clemente, que, antes de entregar a su recién emancipada aldea de Vara de Rey el pinar de Azeraque, prefirió dar libertad a todos los vecinos de los pueblos de la comarca para que lo talaran. Así lo hicieron vecinos venidos de La Roda, Minaya, Villanueva de la Jara o los propios vareños y sanclementinos, que en apenas unos días dejaron el pinar arrasado. Algún vecino recordaba haber cortado él solo quinientos pinos. Los contemporáneos narraban así los hechos ocurridos, creemos que en torno al año 1540
que avrá siete o ocho años poco más o menos que se dixo públicamente en las dichas villas de Vala de Rrey e San Clemente que avían dado sentençia los señores de la audiençia rreal de Granada en que mandavan que el pinar se diese e rrestituyese a la villa de Vala de Rrey y esto se dixo por muy público e que mediante este tienpo que avía esta nueva este testigo, vio que un día vinieron çiertos vezinos de San Clemente a la villa de Sisante y posaron en casa de este testigo y le dixeron que venían a cortar madera en el pinar sobre que se traya pleyto y que venían a cortar en él porque la villa de San Clemente avía desvedado para que todos pudiesen cortar syn pena y luego los dichos onbres fueron al dicho pinar y estava lleno de gente que avía venido a cortar como lo avían desvedado y avía mucha gente de la villa de San Clemente y de otros pueblos de la comarca y en tres o quatro días vio que no quedó en todo el pinar pino por cortar carrasco ni rrodeno que valiese nada porque todos los cortaron y talaron que no dexaron sino los pinos donzeles y esto vio ser e pasar e vio que avía muy buen pinar y como lo desvedaron en tres días no dexaron pino bueno en todo él

Los intereses contrapuestos, pues, entre vareños y sanclementinos se lidiaban en torno a la aldea de Sisante, elemento clave para unos y otros. En Sisante estaba el pinar de Azeraque, motivo de litigio e imprescindible para la economía sanclementina, fuente de recursos madereros y lugar de abrigo para los ganados sanclementinos, que tenía su continuidad en el pinar de la Losa, pasando el río Júcar. Sisante era el acceso al río Júcar, donde se encontraban los molinos harineros y entre ellos el llamado del Concejo, propio de San Clemente. El litigio fue duro y giró en torno a la propiedad del pinar de Azeraque, pero hacia 1540 Vara de Rey conseguiría hacerse con la aldea de Sisante y su pinar; el precio a pagar por lo vareños fue de 3.000 ducados, bajo el compromiso real de que la aldea no se enajenaría nunca. El compromiso fue roto cien años después, en 1635, cuando Sisante consiguió el privilegio de villazgo. Para entonces, Sisante había sobrepasado en población a Vara del Rey, aprovechando su posición clave entre San Clemente y Villanueva de la Jara, a cinco leguas de cada una de ellas.

Era en torno a la mencionada fecha de 1540, los hombres más conscientes de la catástrofe dieron su grito de alarma e intentaron poner remedio. Conocemos el caso del regidor motillano Pedro García Bonilla, que inició una política de repoblación forestal, sin duda con poco éxito. Es igual, su ejemplo sirvió, marcando el camino para que otras villas como San Clemente o El Provencio se dotaran de pinares propios. Hacia 1540 las viejas ordenanzas volvieron a renacer y a aplicarse con el máximo rigor: doscientos maravedíes de pena por cortar un pino carrasco o rodeno sin licencia y seiscientos maravedíes por cortar pinos donceles; la corta de leña tenía como finalidad el aprovechamiento personal de los vecinos de la tierra de Alarcón, no se podía dar ni vender a forasteros. El renacimiento de las viejas ordenanzas, no obstante, tenía bastante de egoísmo de las villas por evitar el aprovechamiento común de sus montes y sus pinares. El caso más claro es el pinar de la Losa en Villanueva de la Jara. Tradicionalmente, había sido lugar de refugio e invernada de los ganados de otras villas como El Peral, La Roda o San Clemente. Ahora, a la altura de 1540, Villanueva solo está dispuesta a compartir su pinar con El Peral, con quien había desde antaño una concordia para el aprovechamiento comunal de los bienes, acordada tras los violentos hechos acaecidos (asesinato del alcalde peraleño Juan López Berdejo) entre ambas villas al finalizar la Guerra del Marquesado. La razón era que el fuerte incremento demográfico hacía insuficientes los recursos del pinar incluso para el uso exclusivo de los propios vecinos de Villanueva de la Jara.

La semilla de la discordia ya venía del final de las guerras del Marquesado. Acabadas las guerras a estas tierras había llegado el licenciado Molina para fijar términos propios a las villas recién eximidas: fijó las fronteras de los pueblos, símbolo de nuevos espacios de libertad conquistados al Marqués de Villena, pero reconoció asimismo los viejos usos comunales. Una cosa y la otra se mostrarían como una contradicción insalvable de cara al futuro. Los pueblos adehesaron las tierras incultas, negando su uso comunal, roturándolas y sembrándolas. El antiguo suelo de Alarcón, que antaño se extendía doce leguas desde la tierra de Cuenca a la de Alcaraz, se había roto con la emancipación de sus aldeas en 1480; desde comienzos del quinientos, los espacios comunales que existían en el interior de las villas exentas eran cerrados, se adehesaban formando redondas, negando su aprovechamiento comunal, luego se dividían en suertes para ser roturados y arados. Algunas veces el proceso era simple usurpación de tierras por los particulares; otras era una labor titánica de conquista de un espacio agreste de matorral y bosque o desecación de lavajos. La nueva realidad tenía dos polos opuestos: Alarcón, la vieja fortaleza, recluida en un recodo del Júcar y rodeada de pinares, se estancaba en población, su declinar solo era ocultado por los frutos decimales que recibían sus iglesias; Villanueva de la Jara y sus aldeas, en la llanura, multiplicaban una población laboriosa en unos campos que se extendían hasta el fin del horizonte. Las dos habían partido de una vecindad de doscientos vecinos a comienzos de siglo, pero si Alarcón apenas los había incrementado, Villanueva los había cuadruplicado hasta ochocientos vecinos para 1547. Solo hay un caso de desarrollo demográfico más notorio: el de San Clemente, con alrededor de mil doscientos vecinos (mil quinientos a decir de algunos), pero esta villa empezaba a abandonar su imagen de pueblo agrario para presentarse como centro urbano de servicios. Aún así, San Clemente todavía es un gran pueblo recio, en palabras de un coetáneo, pronto será corte manchega.

Villanueva de la Jara
El conflicto, que ya se remontaba a 1518, se reavivó entre Villanueva de la Jara y San Clemente. Hay que pensar en el shock que para la economía de San Clemente supuso la pérdida del pinar de Azeraque y la necesidad de buscar pinares alternativos para sus ganados y necesidades de leña de sus vecinos. Por entonces, no existían ni el pinar Viejo ni el Nuevo, tan solo algunos carrascales. Dicho trauma vino en el peor de los contextos posibles. Los cuarenta se iniciaron con sequías que arruinaron las cosechas y continuaron con condiciones adversas toda la década. De la sequía se pasó a los temporales, para volver a nuevas sequías y culminar la década con un revivir de una de las plagas bíblicas, la de langosta.

Lo peor de todo fue en el plano de las mentalidades. La generación que vivió el cambio de fines del cuatrocientos al quinientos era una generación que venía de la guerra. En torno a 1510 empezó a vislumbrar un futuro mejor para sus hijos. A éstos y a sus hijos les correspondió el duro trabajo de rompimiento del monte y el nacimiento de un nuevo espacio agrario. Fue una sensación de que cada uno dependía de sí mismo y de su trabajo. Así la guerra de las Comunidades en la Mancha conquense fue la reafirmación de los creadores de riqueza, de esos hombres de frontera que se había hecho a sí mismos, frente a los que heredando un estatus pretendían aprovecharse de la riqueza creada por aquellos. A la altura de 1540, los hombres recordaban sus logros, y lo hacían con nostalgia. Lamentaban la desaparición de los pinares y tierras montuosas, recordaban aún cómo ciervos y venados corrían por los bosques, pero en sus mentes quedaban impresas las imágenes del logro de su trabajo: los campos de trigo, los viñedos, los puentes y molinos levantados sobre el Júcar, las pueblos con sus casas nuevas, las construcciones edilicias y las imponentes iglesias, las villas duplicadas y triplicadas en población y las casas de labor o quinterías que, como Quintanar del Rey, de sus setenta y cinco vecinos a comienzos de siglo había devenido en villa populosa de trescientos vecinos. No es tanto que Villanueva de la Jara, desde sus doscientos vecinos, hubiera triplicado su población, es que las aldeas de Tarazona, Gil García o Madrigueras, superaban en población a la villa madre.

Las generaciones de la primera mitad del quinientos fueron las generaciones de la libertad. Con el ejemplo de sus padres y abuelos plantaron cara al Marqués de Villena, que intentó recuperar sus posesiones al final de la muerte de la reina Católica, se enfrentaron a los malos usos feudales de los Castillos Portocarrero en Santa María del Campo Rus y de los Calatayud en El Provencio, huyendo de la servidumbre y siendo acogidos en ese espacio de libertad en que se estaba convirtiendo la villa de San Clemente; negando, caso de los sanclementinos, cualquier derecho señorial a Alonso del Castillo sobre la aldea de Perona; expulsando a sus señores, como se expulsó a Alonso de Calatayud de El Provencio, y sometiéndolos a juicios populares que trastocaban todo el orden social; ocupando sus casas y propiedades, como vio ocupadas las suyas Bernardino del Castillo Portocarrero, que por un momento vio como el sacrosanto derecho de propiedad a las tierras vinculadas al mayorazgo creado por su abuelo el doctor Pedro González del Castillo era negado y usurpado por sus vasallos; de disputa de derechos señoriales, como ese que poseían en los molinos de la ribera del Júcar los Castillo de Alarcón y los Pacheco de Minaya, o, en suma, de disputa del poder y posesión de tierras de la nobleza local: así, los quintanareños que colonizaban las dehesas que en torno al Júcar poseía la villa de Alarcón y su señor don Diego López Pacheco o la negación que con la conquista de nuevas tierras, inclinaban la balanza a favor de los labradores, en ese extraño reparto que en las aldeas de Madrigueras y Gil García existía entre el Marqués de Villena y el concejo de Villanueva de la Jara. Pero no hay nada comparable al esfuerzo heroico de motillanos, barchineros y gabaldonenses por romper los montes. Heroico por la dificultad de ganar unas ásperas y accidentadas tierras a la naturaleza y heroico, en mayor medida, por discutir los derechos que sobre el monte tenía el Marqués de Villena.

Y sin embargo, cuando las viñas, las tierras de pan llevar lo invadieron todo, los hombres volvieron la vista atrás y en su memoria revivió el recuerdo de la naturaleza agreste y el modo antiguo de vivir que les procuraba lo elemental: la recogida de la grana para mayo, de la piña para San Martín, de la bellota para San Lucas. Revivió el recuerdo de su errar con los ganados de pinar en pinar, del intercambio diario de vivencias en los molinos de los Castillo, Pacheco o Ruiz de Alarcón, de sus coincidencias, haciendo guardias en la fortaleza de Alarcón. El viejo conflicto contra el Marqués, que alineaba a los hombres en sebosos y almagrados, que colocaba a cada uno en la seguridad de una clientela ante la que responder, había dado lugar a hombres libres de ataduras. Hernando López, el niño pastor de Vara de Rey, que a comienzos del quinientos recorría con sus ganados, sin fronteras que respetar, todas la villas del Marquesado conquense, se había convertido en agricultor y, ganada una posición, en regidor de la villa de Motilla del Palancar, donde se había casado y formado familia.

Esa es la década de los años cuarenta en el sur de Cuenca. Hombres que, ya ancianos, se sienten orgullosos de sus logros. Ante sus ojos ven los pueblos y las casas levantadas con sus manos, los campos de labor, arrebatados al monte, despojados de piedras y arrancadas de raíz las matas, y que ahora inundan la llanura de tierras de pan llevar y viñedos. Pero ancianos que añoran la vida de sus abuelos y padres, cuando el ager no había vencido al saltus. Sus hijos resolverán la contradicción; se apegarán al poder, comprando las regidurías perpetuas en 1543; abandonarán la cultura del sacrificio y del trabajo: el oficial público, el escribano, el clérigo o el bachiller serán los oficios de referencia para los hijos de los campesinos. Todavía, durante la segunda mitad del siglo XVI, algunos triunfadores reciben el apodo de el rico, pero ya no hablamos del que se ha laborado la riqueza con sus manos, sino del que hace ostentación de una riqueza ganada con la compra del trabajo ajeno. Y es que a mediados del quinientos se generaliza el trabajo a jornal. En las fuentes manuscritas aparece con mucho desdén eso de emplearse a jornal. Pero todos saben que el trabajo a jornal es la fuente de riqueza y su desdén el origen de toda penuria. Los ricos se convierten en hidalgos, los jornaleros intentan escapar de su infortunio deviniendo en tenderos o artesanos, los segundones de familias de bien marchan a Belmonte o Villaescusa, cuando no a Alcalá o Salamanca, para ser abogados, procuradores o simples beneficiados de alguna iglesia, los miembros marginales de la sociedad se enrolan en las banderas que los capitanes colocan en las plazas de los pueblos. Y sin embargo, es una generación hueca, ha heredado la ambición de los padres, pero no sabe nada ya de su espíritu de sacrificio. Cervantes, cincuenta años después sabrá lapidariamente en una frase definir la nueva realidad: por su mal le nacieron alas a la hormiga. El Sancho labrador pretende ser gobernador.





AChGr. 01RACH/ CAJA 5355,  Pieza 8. Pleito en torno al aprovechamiento del pinar de Villanueva de la Jara. Hacia 1547

sábado, 15 de julio de 2017

De un mercader portugués en Santa María del Campo Rus

En Cubillán, Portugal, a seis leguas de Guarda, nació Florinda, la hija del conde don Julián, llamada por los árabes la Cava, y por quien el último rey visigodo, don Rodrigo, perdió el entendimiento y también el Reino. En Cubillán, villa industriosa en la fabricación de paños, nació también, pero casi novecientos años después, Clara Rodríguez, una judía conversa,  que convencería a su marido Pedro López de Acosta para abandonar el Reino de Portugal. No sabemos el periplo del matrimonio, aunque en 1591 están instalados, desde hace ya veinticinco años, en la villa de Santa María del Campo Rus como mercaderes con tienda propia.

Iglesia de San San Silvestre en Cubillán
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Cubillán era una villa de la provincia de Beira. Destacamos este dato, porque de esta comarca procedía un grupo de mercaderes portugueses de origen converso que acabarían asentándose en el sur de la provincia de Cuenca.

Pedro López de Acosta y su mujer Clara, hija de otro mercader llamada Diego Rodríguez, fue uno de esos conversos, que llegados de Portugal se asentaron en el sur del obispado de Cuenca y, aprovechando la amistad con otros factores portugueses, vendían en esta zona las mercancías, sobre todo telas y lienzos, aunque también especias, que ya compradas en las ferias regionales o ya introducidas en el mercado nacional desde los lugares más distantes de Europa y el mundo, acababan en las tiendas de estos portugueses. Pedro López de Acosta tenía su negocio en unas casas compradas al escribano Juan Muñoz, situadas en un lugar de la villa bien situado para los tratos, alinde de las del clérigo Martín Ruiz, junto al horno de la Torre. El precio que pagó por esas casas fue de doscientos diez ducados y parece, que atisbando el peligro que corría, intentó venderlas por cien ducados más a otro vecino del pueblo llamado Martín de Buedo Hermosa. Era un hombre industrioso, hábil e inteligente en todo tipo de tratos y granjerías, pero ocupaba el punto final de una cadena, la venta al detalle en unas casas habilitadas como tienda, de un comercio cuyas redes estaban integradas en los circuitos internacionales que iban desde las especias de las Molucas a los paños y telas de Holanda o el azafrán local. De la prosperidad del negocio dan fe los quinientos ducados que Pedro ganó en los seis años que fue propietario de las dichas casas. De las casas se aprovechaba todo, incluso el agua del aljibe, cuya venta les procuró algún día quince reales de ganancia al matrimonio portugués. Su tienda ocupaba un lugar privilegiado en Santa María del Campo Rus, en la plaza del pueblo y cercana a la Iglesia, lugar de paso, donde acudían a comprar las mujeres del pueblo
por estar las dichas casas en el mejor puesto de toda la villa para su trato de lençería por estar junto a la yglesia y la plaza y en el paso más común de las mugeres vendía mucha más mercaduría de la que vendiera en qualquier otra parte del lugar y asy tubo grandísimo aprovechamiento y utilidad
Iglesia derruida Santa María del Campo Rus
Pedro López de Acosta había llegado a la Mancha conquense, en contra de lo que pudiera parecer, mucho antes de la integración de Portugal en la corona hispánica. A decir de un testigo, hacía treinta años, por el año 1565. Sus primeros tratos habían sido la venta de machos y mulas (negocio con el que seguiría después). Su éxito como tratante le dio cierta respetabilidad en el pueblo, donde le fue concedida vecindad. Deseoso de lavar su imagen de judío converso, consiguió ser aceptado en la cofradía de la Sangre de Cristo, donde llegó a ser mayordomo, y participar en las suertes para la elección de alcaldes ordinarios. Justamente cuando estaba a punto de integrarse en la sociedad santamarieña fue denunciado, dando con sus huesos en la cárcel del Santo Oficio de Cuenca.

Pedro López de Acosta fue condenado el 22 de noviembre de 1596 por sentencia del Tribunal de la Inquisición de Cuenca. Para entonces ya había muerto en las cárceles inquisitoriales; en el cadalso que se levantó en la Plaza Mayor de la Ciudad de Cuenca, escuchando la sentencia condenatoria de herejía y apostasía estaba, en su lugar, una estatua, pero también sus huesos desenterrados. Todos su bienes fueron secuestrados. La Inquisición le acusó de cometer delitos de herejía desde veintitrés o veinticuatro años atrás. Allí también estaba presente su viuda, Clara Rodríguez, que en una sentencia más benigna fue reconciliada y admitida de nuevo en el seno de la Iglesia católica, aunque ya procuró el Santo Oficio que perdiera todos sus bienes.

El expediente estudiado, tangencialmente, nos muestra otra realidad. La de la villa de Santa María del Campo Rus endeudada por la toma de censos. Ya nos hemos referido al censo de dieciséis mil ducados tomados por la villa para comprar su libertad de los Castillo Portocarrero. Ahora la villa, el catorce de marzo de 1584, toma un nuevo censo por valor de 2600 ducados, prestados por un rico de Sisante, llamado Pedro Girón. No sabemos la finalidad de este censo, pero para hacer frente al pago de dicho censo, el concejo de la villa los volvió a prestar a numerosos vecinos por un interés mayor, que obligados a devolver las cantidades prestadas dos años después facilitarían a la villa la redención del censo, al tiempo que obtenía beneficios con los réditos pagados por los vecinos a un interés mayor. Uno de los vecinos que obtuvo crédito de la villa fue el escribano del número y ayuntamiento, Juan Muñoz, que recibiría 210 ducados. Como prenda de dicho préstamo hipotecó su casa, que con sus cargas, sería la que vendió al portugués Pedro López de Acosta. Inteligente como era el mercader portugués se comprometió con el escribano a adquirir la casa con un valor de venta equivalente a la redención del principal del censo y los réditos anuales del mismo. Satisfechas estas cantidades en su totalidad se haría con la plena propiedad de las casas. Obligado a pagar los 210 ducados del censo en 1591 al concejo de la villa, el portugués, viendo la oportunidad de negocio o la amenaza inquisitorial, decidió vender su casa a Martín de Buedo, por 315 ducados. Quizás el delator del portugués fuera el propio Juan Muñoz, envidioso de ver cómo el portugués había acumulados una riqueza de 500 ducados en su antigua casa de morada y ahora pretendía conseguir otros cien más con su venta.

Pedro López de Acosta, perdería sus bienes, confiscados por el Santo Oficio. Juan Muñoz perdería el pleito en el Consejo de la Suprema de la Inquisición para hacerse con sus antiguas casas. Pero los portugueses y sus tratos no desaparecieron de la comarca. Dos décadas después, durante la apertura del reinado de Felipe III, los portugueses aparecen de nuevo en escena. Esta vez, ya no es el viejo tratante de mulas el que resucita, sino el Pedro López de Acosta, que posee tienda propia. Los nuevos mercaderes portugueses de la mano de Simón Rodríguez el gordo, afincado en San Clemente, insertan a toda la región en los intercambios comerciales internacionales. De nuevo, la Inquisición cortó de raíz esta primavera y despertar mercantil.



Anexo I. Concejos de la villa de Santa María del Campo: oficiales del ayuntamiento

Concejo de Santa María del Campo, 9 de mayo de 1591

Fernando Piñán Castillo, alcalde ordinario por le estado de hijosdalgo, Alonso Galindo Castillo, Juan Hernaiz, Alonso Montejano, Juan Rubio, Domingo Pérez, Diego González, Jerónimo de Toro, regidores

Concejo de Santa María del Campo, 28 de septiembre de 1596

Juan de Luz y Andrés Martínez de Campos, alcaldes ordinarios; Hernando Gallego Patiño, Alonso Galindo Castillo, Juan Rubio, Diego Delgado, Alonso de Polán, regidores


Concejo de Santa María del Campo, 4 de abril de 1598.

Fernando Piñán Castillo, alcalde ordinario por el estado de los hijosdalgo; Pedro Galindo Puerto, alcalde ordinario por los pecheros; Juan Hernaiz, Juan de Cuéllar, Alonso Galindo Castillo, licenciado Alonso Montejano, Miguel López, Alonso de Polán, Juan Rubio, Diego González, regidores

Concejo de Santa María del Campo, 9 de mayo de 1598

Fernando Piñán Castillo, alcalde por los hijosdalgo, Alonso Galindo, Juan Hernaiz, Alonso Montejano, Juan Rubio, Domingo Pérez, Diego González, Jerónimo de Toro, regidores



Anexo II. Testigos de la probanza pedida por Juan Muñoz, escribano, ante el cura licenciado Mendiola

Cristóbal de Chaves, 65 años, de oficio albañil
Alonso Montejano, 71 años, regidor
Francisco de Torres, 47 años
Juan de Luz, 42 años
Bartolomé Ruiz, 33 años, de oficio albañil
Alejo Galindo el viejo, 65 años
Martín Esteban, escribano, 54 años



Archivo Histórico Nacional, INQUISICIÓN, 4532, Exp. 9. Pleito fiscal de Juan Muñoz

domingo, 19 de marzo de 2017

Los molinos de la ribera del Júcar según el catastro de Ensenada

Villa de Alarcón (en la ribera del Júcar)


  • Molino llamado del Inchidero, inmediato a la población, con cuatro ruedas, dos de ellas pertenecientes a los propios de la villa de Alarcón y dos ruedas propiedad de Juan Villanueva, vecino de Alarcón. Muele 400 fanegas, ochenta para el molinero
  • Molino llamado de Vizcarra, a media legua de Alarcón, de tres piedras o ruedas, muelen la mitad del año; propiedad de Manuel Bermúdez y Salcedo. 180 fanegas para el molinero 36.
  • Molino de la Noguera, distante media legua de Alarcón, muele con cinco piedras, once meses al año. Propiedad del Marqués de Valera. 550 fanegas, 110 para el molinero.
  • Molino de la Losilla, distante tres leguas de Alarcón, con tres ruedas, muele tres meses al año. Propiedad del Marqués de Valera. 240 fanegas de trigo, 48 para el molinero.
  • Molino de los Nuevos, distante de Alarcón tres leguas. Muele con cuatro ruedas tres meses al año. Pertenece a los propios de la villa de Villanueva de la Jara. 400 fanegas de trigo, ochenta para el molinero.
  • Molino de Valdespinar, distante de Alarcón legua y media, con cuatro piedras que muele diez meses al año. 400 fanegas de trigo, ochenta para el molinero. Propiedad de don Diego Julián López de Haro, vecino de Ciudad Real, y a don Pedro de Buedo, vecino de Vara de Rey y otros vecinos de Alarcón, que tienen otro molino al otro lado de río Júcar, que muele con cuatro ruedas, ocho meses al año. 250 fanegas de trigo, al molinero 50
  • Molino del Picazo, distante dos leguas. Muele con tres ruedas la mitad del año. Perteneciente a los propios de Alarcón. Muele 250 fanegas de trigo, 36 para el molinero

San Clemente (en el río Rus)

  • Siete molinos en el río Rus, distantes una legua de San Clemente, con dos puestos de piedra. El molino de Rus, propiedad del Marqués de Valera; otro que llaman Blanco, propiedad de Juan Caballón presbítero; otro que llaman de la Talayuela, propio de Francisco Prieto Roldán; otro que llaman el Sedeño, propiedad de Miguel Sedeño, regidor; otro que llaman el Segundo, propio de Juan Muñoz Céspedes, vecino de Valladolid; otro que laman el Primero, inmediato a la villa, propio de la iglesia parroquial; otro que llaman de Cueto, propio de Ana María Rosillo, monja trinitaria. Todos ellos muelen entre 15 y 60 fanegas.
  • Molinos de viento contiguos a la villa de San Clemente. Uno de las monjas carmelitas descalzas, otro propio de don Pedro de Oma y otro más de Lorenza María Martínez, vecina de Villarrobledo
Sisante (en la ribera del Júcar)

Hay tres paradas de molinos
  • Una que incluye dos molinos con siete piedras; uno, los intitulados molinos Nuevos, propiedad de Bernarda González Pacheco, vecina de San Clemente
  • Otra intitulada el Batanejo, con cuatro piedras, perteneciente a don Diego Mesía Pacheco, señor de Minaya
  • Otro llamado del Concejo, con cinco piedras, propiedad de la villa de San Clemente
La Losa (en la ribera del Júcar)
  • Un molino a doce varas de la población, propiedad del señor de Valera, con cinco piedras
Villanueva de la Jara (en la ribera del Júcar)

  • Molino del Picazo, dista dos leguas de la villa, con cuatro piedras

sábado, 15 de octubre de 2016

Descripción de Sisante por un corregidor desagradecido (siglo XVIII)

Sisante era a mediados del siglo XVIII una villa próspera. En 1635*, se había eximido de Vara de Rey y conseguido el título de villa; ahora con sus 900 vecinos la supera demográficamente y como centro administrativo. Contaba ya con un corregidor cuya jurisdicción se extendía a Vara de Rey, Casas Benítez, Casas de Guijarro y Pozo Amargo. No veía tal prosperidad el corregidor recién nombrado que le dedicó las coplas satíricas que reproducimos a continuación. 

Ayuntamiento de Sisante
El corregimiento de Sisante era un corregimiento menor, punto de partida para la carrera administrativa de cualquier burócrata, pero, poca cosa sin duda, para el ambicioso autor de estas coplas. Describe la villa como un pueblo de casas de poco porte (pues casas de Nacimiento he visto de mayor talla), que dan poca prestancia al pueblo (la tal villa debe ser subterránea). En algún momento, llega a compararlo con una zahúrda. Tal corregidor debió llegar en un primer momento del establecimiento del corregimiento, previamente a la construcción de edificios civiles de mayor porte, como las casas de diferentes familias hidalgas o como el ayuntamiento, finalizado en 1789.


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Relación que hizo un correxidor al recivimiento que le hizo la villa de Sisante en tierra de la Mancha, la que embió á un amigo á la Corte, pintando todo lo acaecido en el día de su entrada

LLegue Señor, y aquí empieza, 
lo que aquí nunca se acaba,
llegué, y al llegar aquí, 
ö quién aquí no llegara!

LLegué á ver no ya en ydea
la ynsula Barataria
ó fue un lunes por la noche,
ó un día por la mañana.