El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 5 de septiembre de 2015

Los Origüela, los Castillo y los Pacheco (III)

(cont.) cuya línea recaería el señorío de Valdosma. A ambas familias, Castillo y Pacheco, los vemos en la elección de oficios del año anterior, 1549, aislados respecto al resto de los regidores, en un momento en que el control de la vida municipal parece estar en manos de la familia de los Herreros y Oropesa (7). Un siglo después, los Castillo, que como hemos dicho habían hecho su fortuna al calor de la protección del marqués de Villena, estaban presentes en la principal familia del pueblo: los Pacheco. En 1612, Juan Pacheco, señor de Perona y alférez de la villa de San Clemente, a la sazón casado con la referida doña Elvira Cimbrón o del Castillo, manifestaba en una prueba de limpieza de sangre de un familiar, no sin cierto rubor, su ascendencia (el primer señor de Perona había sido Hernando del Castillo, el antecesor de la saga), y debiendo tener presente que otro pariente Alonso de Pacheco, casado con otra Castillo, de nombre María, había sido acusado de seguir los preceptos de la ley mosaica en 1563. Sus parientes de Minaya no podían olvidar que su ascendiente directo era Alonso del Castillo, el hermano de Violante González. Pero los Pacheco tuvieron éxito en borrar las huellas que sus enemigos trataban de desenterrar. Unas veces haciendo desaparecer los procesos inquisitoriales, tal como ocurrió con el proceso original de Violante González; otras, a costa de matrimonios con familias de cristianos viejos y la extensión de sus señoríos. Además no dudaron en construirse una genealogía, donde el patrón de la familia ya no se le buscaba origen en Santander, sino que al igual que los Orihuela, era el doctor Pedro Sánchez del Castillo, es decir, un descendiente directo de Clemén Pérez de Rus, el fundador de la villa de San Clemente. Otros descendientes de los Castillo, como los Piñán del Castillo, no tenían tanto éxito al estar encerrados en uniones endogámicas (8).



(7) AMSC. AYUNTAMIENTO. Acta municipal de 29 de septiembre de 1549.
(8) Sobre la genealogía y vínculos familiares de los Castillo es imprescindible el estudio de PARELLO, Vincent: “Une famille converse au service du marquis de Villena: les Castillo de Cuenca (XVe-XVIIe siècles)” en Bulletin Hispanique, 2000, Volumen 102, nº 1, pp. 15-36

Los Origüela, los Castillo y los Pacheco (II)

(cont.) conversos de sus familias no faltaban en la oscura genealogía del antecesor Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón y al servicio del marqués de Villena, apodado el aceitero, y vecino de Castillo de Garcimuñoz (4). Esta rama de los Castillo al igual que los González Orihuela había abandonado pronto el apellido paterno, que se desconocía o no se quería conocer. Hernando supo encumbrarse en la nobleza de la zona por sus servicios como paje del marques de Villena y hacerse con los señoríos de Altarejos y Perona. Tanto él como su hijo Diego tuvieron que hacer frente a sendos procesos inquisitoriales por judaísmo en 1498 y 1519, resueltos de forma expeditiva por el hijo echando a patadas al comisario de la Inquisición enviado a Alarcón, de donde era alcaide. Pero mientras Diego sufría los embates de la inquisición su hermano Alonso del Castillo medraba en silencio, creando por alianzas matrimoniales un patrimonio del que serían herederos los Pacheco de San Clemente. Alonso casó con María Hinestrosa, hija del comendador Alonso de Iniesta, que llevaría al matrimonio, por muerte de la hermana Elvira, el señorío de Valera de Yuso, al que se uniría un gran patrimonio que empezaba a tener como centro la villa de San Clemente: el señorío de Perona, con una dehesa, heredades en San Clemente, La Roda. El Cañavate, Vara del Rey y El Picazo, diversos censos y las dehesas de la Losa y Villalgordo y molinos de la Losa. Una herencia nada despreciable que recaería en el hijo Alonso del Castillo Hinestrosa el 2 de junio de 1517(5). Los nietos de este Hernando, el citado Alonso y sus hermanos Hernando y Francisco estaban avecindados en San Clemente hacia 1550 e inmersos en un pleito para ver reconocida su hidalguía con la invención de una fabulosa genealogía que les hacía proceder de Santander, negada por el concejo de San Clemente presto en recordar que los huesos de la madre del abuelo, Violante González, alias Blanca o Blanquilla, habían sido exhumados por la Inquisición y quemados en un auto de fe en la Plaza de Santa María de Cuenca el 21 de diciembre de 1491, auto de fe en el que estuvieron presentes todas las autoridades de la ciudad. Con estos Castillo, muy activos a mediados de siglo en la política municipal de mano de la regiduría perpetua que ostentaba Hernando, entroncarían los Pacheco. Juan Pacheco casaría con Elvira Castillo o Cimbrón, hija de Francisco (6), uno de los litigantes por su hidalguía en Granada, heredando los títulos de regidor y alférez mayor de San Clemente, señor de Perona y de la Losa. Unos años antes, el abuelo de Juan, Alonso Pacheco, regidor de San Clemente, señor de Santiago de la Torre y hermano del señor de Minaya, casaría con una hermana de los litigantes, Juana de Toledo. De esta línea a través de su hijo Diego, procederían las tres líneas de los Pacheco de San Clemente: Juan, señor de Perona, Alonso, señor de Santiago de la Torre, y Francisco, en


(4) RODRÍGUEZ LLOPIS, M.: op, cit. pp. 70-75. La persecución de los Castillo ha sido estudiada por PÉREZ RAMÍREZ, D.: “Don Diego del Castillo, alcaide de Alarcón, caballero a la española”, Cuenca, nº 11, 1977 y por PARELLO, V.: “Los Castillos ante el tribunal de la Inquisición de Cuenca (siglos XV-XVII)”, Les Cahiers de Framespa, 18, http//framespa.revues.org/3220, para la persecución de los herederos de Violante González y, en especial, Hernando y su hijo Diego del Castillo.
 (5) RODRÍGUEZ LLOPIS , M.: op, cit. pp. 74 y 75
(6) Este Hernando había casado con Elvira Portocarrero, fundando mayorazgo en 1545 con los bienes de Valera y La Losa. Se incluían entre estos bienes la Losa, la Losilla y la Noguera, con sus molinos en la ribera del Júcar (molinos conocidos por su ubicación como de la Noguera y de la Losilla) y sus dehesas. Francisco del Castillo, su hermano, se casó con doña Ana Cimbrón Ávalos. Su hija Elvira Cimbrón o del Castillo, aportaría al matrimonio con don Juan Pacheco y Guzmán, o Herreros, los señoríos de Perona, la Losa y Valera. Su hijo primogénito Rodrigo casaría en Guadalajara con María Mendoza, esa es la razón por la que desaparecen estos Pachecos de la primera línea de la vida política de San Clemente, aunque seguirían presentes como grandes hacendados de pueblo. La nieta de Rodrigo Pacheco y María Mendoza, María de Mendoza e Inestrosa se convertiría en I Marquesa de Valera en 1679.

Los Origüela, los Castillo y los Pacheco

Las controversias del origen medieval del linaje Origüela y sus relaciones con los Castillo y Pacheco: origen converso de la nobleza regional

En realidad, las controversias del origen del linaje de los Origüela afectaba tanto a la rama infecta, procedente del escribano Sánchez Origüela como a la rama limpia de los caballeros de la banda y la espuela de oro. Los orígenes medievales del linaje han sido estudiados por el profesor RODRÍGUEZ LLOPIS (1). Los Origüela eran oriundos del Castillo de Garcimuñoz y su holgada posición va ligada a la corona desde el reinado de Enrique II. Ya en 1381 tenemos constancia de la existencia de Pedro Sánchez Orihuela como alcaide del Castillo de Garcimuñoz y de otros miembros del linaje con cargos en la corte. Aunque la familia comienza a adquirir notoriedad con el doctor Pedro González del Castillo, que inicia el proceso de patrimonialización de la familia al conseguir el señorío sobre Santa María del Campo y Santiago de la Torre, comprada a la familia Rodríguez de Avilés el 3 de enero de 1428, además de propiedades en Alarcón, Garcimuñoz y San Clemente y molinos en la ribera del Júcar. Prueba del origen converso del linaje es que el apellido Orihuela tendió a desaparecer sustituido por el de Castillo, del lugar de origen. No obstante, Pedro González Galindo procuró atenerse a la línea de uno de los hermanos del doctor Pedro, ascendiente directo y que siempre mantuvo el apellido de Orihuela. La razón está quizás en la persecución inquisitorial que sufrió en el pasado la familia Castillo, otra rama familiar del mismo origen en el Castillo de Garcimuñoz, que contaba con la protección del marqués de Villena. Muestra de ello es que las acusaciones pasarían el umbral del cambio del siglo y unos pocos años antes del comienzo del pleito de hidalguía de Pedro González Galindo, en 1613, había sido acusado de judaísmo por la Inquisición el regidor Francisco Castillo Inestrosa, descendiente de esta rama familiar2. Es aventurado apostar por la relación de estos señores de Santa María del Campo y sus parientes de San Clemente. La vinculación de los Orihuela con la villa de Santa María de Campo, que permanecería como aldea de señorío de esta familia hasta su paso a realengo en 1578, está demostrada por las vinculaciones familiares con vecinos de esa localidad: ejemplos claros son los Galindos, recuérdese el caso de María Galindo, o los Ortega3. Pero los Castillo de Santa María del Campo, sin duda inducidos por sus familiares de San Clemente, fueron más allá e inventaron una genealogía que les hacía proceder de Clemén Pérez de Rus, el fundador de la villa de San Clemente. Algo que Pedro González Galindo, sin duda conocedor, no se atrevió a mencionar en el origen de su genealogía. La afrenta de esta genealogía era mayúscula para familias como los Perona y Rosillo, otros como los Pacheco quizás preferían mirar para otro lado, pues los orígenes


(1)RODRÍGUEZ LLOPIS, M.: “Procesos de movilidad social en la nobleza conquense: la Tierra de Alarcón en la Baja Edad Media” en Tierra y familia en la España Meridional, siglos XIII-XIX, FRANCISCO GONZÁLEZ GARCÍA (ed.), Universidad de Murcia, 1998, pp. 62-65
(2) PARELLO, V.: “Los Castillos ante el tribunal de la Inquisición de Cuenca (siglos XV-VII”, Les Cahiers de Framespa, 18, http//framespa.revues.org/3220. Este autor cita cómo la persecución contra los Castillos llegó a uno de sus descendientes en San Clemente. Francisco del Castillo e Hinestrosa, regidor de San Clemente y miembro de la compañía de Jesús, acusado de criptojudaísmo y blasfemia, que mantenía estrechas relaciones con la comunidad de marranos portugueses en la villa, en especial uno de nombre Simón Rodríguez, con tienda de sedas y especias, y había estado al servicio del marqués de Villena en Roma. Se solía vanagloriar de su ascendencia judía: boto a Dios que sé mui bien que soi judío de señal o descendiente de judíos de señal.
3Expediente de limpieza de sangre de Antonio Ortega Galindo, colegial de la Universidad de Alcalá de Henares. 1652 (AHN. UNIVERSIDADES. Leg. 419)

Los marqueses de Valdeguerrero: el origen de la riqueza familiar

Los bienes y propiedades de los Valdeguerrero en 1743 se centraban en las localidades de Villar de Cantos, Vara del Rey y San Clemente, por un lado, aportados por los Ortega, y en la localidad de Alcaraz, aportados por los Guerrero:
"el mayorazgo fundado por Don Rodrigo de Ortega de Avilés el maior y Doña Ana Rosillo Gavaldón su Muger en que comprehende el señorío y hazienda de Villar de Cantos, Vara de Rey y la maior parte de la que ai en esta villa (de San Clemente), como también el que fundaron Alonso Garzía y Ana Martínez de Monteagudo su Muger con lo que a él agregaron Antón Garzía Monteagudo su hixo y Doña María Alvarez de Thevar*, y el que fundó Chatalina Rodríguez Viuda de Melchor de Soto, todos en esta villa, y los dos vículos que en la de Villaermosa fundó Doña María Rodríguez de Ávila para sus nietos Don Pedro Antonio y Doña María Gerónima Zambrana como el que fundó en la dicha villa Dª María del Abad Catalán. En cuanto a los bienes y propiedades de la ciudad de Alcaraz: los mayorazgos que en la ziudad de Alcaraz fundaron el bachiller Juan Martínez Guerrero y el que fundaron Agustín Guerrero y doña Ygnes de Mesa y Luna su Muger, y el que fundó en dicha ziudad Francisco Guerrero el Viexo y Doña Leonor de Alfaro su muger y el patronato que fundó en la dicha ziudad de Alcaraz Don Francisco de Arias cauallero del orden de Calatrua y señorío de la villa de Balazote, y Doña Ginesa de Agüero Guerrero su Muger del convento de Religiosas de la Magdalena de dcha ziudad con los demás patronatos de capellanías y obras pías que eran anexos a dchos mayorazgos y el vínculo que fundó Don Lucas de Avila agregado al referido maiorazgo de Agustín Guerrero y Doña Ygnes de Mesa"

 * Uno de los bienes aportados por el mayorazgo de García Monteagudo es el oficio de regidor perpetuo en la villa de San Clemente (AMSC. AYUNTAMIENTO. Leg. 29/14; Cristóbal García Monteagudo renuncia el oficio de regidor a favor de Diego Ortega. 1634)

AHPCu. NOTARIAL. FRANCISCO LÓPEZ HELLÍN. Leg. 2479. 10 de febrero de 1743. Capitulaciones matrimoniales entre el señor don Francisco Ignacio de Sandoval y Ortega y Doña María Manuela de Castro y Pacheco . Como anécdota, la madre de la esposa, doña Manuela Gertrudis de Ortega y Guerrero excluía de la dote matrimonial de su hija un autógrafo de Santa Teresa de Jesús, guarnezida y con un cristal delante. Es posible que los sucesores de los señores de Valdosma y Tejada todavía conserven esta reliquia o, tal vez, dada la vinculación directa de doña Manuela Gertrudis con los Valdeguerrero, obre en poder de esta familia.


El origen de la riqueza familiar estaba centrado en torno a Villar de Cantos, cuya jurisdicción comprará Rodrigo Ortega y Tébar en 1626, antes se había hecho con los oficios de justicia del concejo de Vara de Rey, incapaz de hacer frente a las deudas contraídas con don Rodrigo. Las alianzas familiares con los Rosillo o García Monteagudo habían contribuido no poco a su riqueza. Hasta el punto que dos Ortega, Rodrigo Ortega y Ortega (o García Monteagudo) y Diego de Ortega Guerrero, junto a otras familias como los Oma, comienzan a controlar la vida municipal a mediados del siglo XVII. Las alianzas matrimoniales con los Guerrero de Alcaraz y los Pacheco, afianzarán ese poder.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Clemén Pérez de Rus, fundador de San Clemente

Una mención a Clemén Pérez de Rus aparece en la invención de una peregrina genealogía del manuscrito 3251 de la Biblioteca Nacional. Es la genealogía de los Castillo Puertocarrero, señores de Santa María del Campo Rus.La transcribimos por su valor para la historia de San Clemente, pues aparece una mención a la historia de Clemén Pérez de Rus, complementaria a la de las Relaciones Topográficas y anterior en treinta años, pues toma como fuente la Crónica de la Historia de España de Florián Ocampo, cronista oficial del emperador Carlos V:

"Genealogía de los Señores de S. María del Canpo, que tienen por sobrenombre y apellido del Castillo, los quales proçedieron del buen caballero Clemén Pérez de Rus, que fue el primer honbre que edificó casa en la villa de San Clemente en la Mancha, de quien asimismo proçede don Lope Guzmán como hixo de doña Catalina de Aragón y visnieto de Juan del Castillo Puertocarrero señor de la billa de Sta. María del Canpo e rebisnieto del doctor Pedro Gonçalez del Castillo, del Consexo Real del rey don Juan el segundo e trasrebisnieto de Lope Martínez del Castillo Macacho, hixo de Alonso Martínez Macacho, el quel fue hijo del dicho Clemén Pérez de Rus, por manera que el dicho Clemén Pérez de Rus es octavo agüelo del dicho Lope de Guzmán. Clemén Pérez de Rus fue natural de Rus, que era un castillo pequeño cuios edificios aún ahora permanecen aunque mui deribados en la Mancha (escrito en el lateral del folio: una legua de la uilla de St. Clemente ençima del río), fue cauallero e hixodalgo según parece por un letrero y epitafio, que está en su enterramiento en la capilla maior de la uilla de St. Clemente, del qual ansimiso pareçe que el dicho Clemén Pérez fue el primero fundador de la dicha uilla, el qual letrero y epitafio diçe de esta manera: “Aquí yaçe el honrrado cauallero Clemén Pérez de Rus, el qual fue el primer honbre que fundó casas en este lugar” Conprueuase esto ansimismo con el dicho testimonio de Florián de Ocanpo, coronista del enperador Ntro. Sor., el qual entre otros libros dexó un librito escrito de su letra y mano que tiene el sr. Liçençiado Fuenmayor del Consexo de su Magestad, en el qual dejo una copla antigua que hiço en tiempo y en la persona de don Bernardino del Castillo Puertocarrero, trasrebisnieto del dicho Clemén Pérez de Rus, la qual diçe de esta manera:

                     Copla
El doctor Pedro Gonçalez nieto
Que su casa vinculo
Y el sol del moro ganó
Aquél que es reuisnieto
Clemén Pérez el perfeto
A quien espuela calçó
El rey y en el canpo dio
A el castillo más efeto

Junto a esta copla, puso el dicho Florián del Ocanpo de su misma mano y letra las palabras siguientes:
Fue el doctor Pº Gonçalves del Castillo de noble sangre hixo de Lope Martínez del Castillo Macacho, que fue mui buen cauallero de los rreyes don Henrique segundo y don Juan primero y don Henrique terçero, fue Lope Martínez hixo de Alfonso Martínez, el que según algunos fue hixo de Clemén Pérez natural del castillo Rus del Castillo de Garçimuñoz , hixodealgo a quien el rey don Alonso armó caballero y le dio por divisa un sol demás del castillo porque mató un moro en presençia del Rey que traya por armas un sol"


Fuente:


  •  BNE. Mss/3251 Linajes de España, fol. 304
  • RAH, Salazar y Castro, 9/257,  fols.  85 al 93

jueves, 3 de septiembre de 2015

Rodrigo de Santelices Guevara y Arredondo (III)

(Cont.) Entretanto Juan López Toledano regresa; el 8 de abril da cuentas al ayuntamiento y, en especial al corregidor Antonio Sevillano. Esta vez faltan 17 soldados; las órdenes de Santelices son taxativas: prendellos, secuestro de bienes y condenados a muerte. Algunos de los soldados han vuelto a sus hogares, entre ellos el propio sargento de la compañía, Juan de Alarcón. También un soldado que en la expedición de septiembre de 1640 ya se había incorporado con retraso a su compañía en marcha, no sin antes garantizar para su mujer un socorro de un real diario; se trata de Juan Pontones, que se mueve en los peldaños inferiores de la administración municipal; cuando salga por segunda vez ya no volverá de la guerra. Con él irán camino de Molina dos García Iniesta, hermanos de aquel Melchor que conducía como cabo los soldados de presidios. Un año después, Francisco López Lope pide la libertad de su hijo, huido en las levas de los dos años anteriores, pues ha dejado de labrar sus barbechos y sus viñas, su hacienda se arruina y con la suya la del Rey y la de la Iglesia, es deudor de más de 500 reales de rentas, tercias y primicias. Todos ellos son vecinos con arraigo en el pueblo. Debemos pensar en aquellos hombres que habían visto en la milicia un reconocimiento social a nivel local y ahora están inmersos en una guerra distante de la que no saben si volverán. Los regidores, auxiliares del reclutamiento, se veían obligados a enviar al frente a aquellos que por redes clientelares constituían su base social. Nuevos hombres, que han comprado regidurías perpetuas se van incorporando al ayuntamiento en sustitución de la vieja oligarquía. El ayuntamiento colabora y pide a Santelices que no mande ejecutores contra la villa, se considera su coste insoportable, 150 reales del ejecutor Juan Pareja y 200 reales del escribano Juan Albiz. Se decide nombrar tres comisarios para todo lo anejo a las diligencias del corregidor, a saber, apresamiento de soldados fugitivos, presentes en la villa, y de los nuevos sorteados, entre los que hay hermanos y padres de los huidos sin paradero. El corregidor garantiza que los soldados vayan con prisiones a Molina, a cargo de cabo veterano, Alonso de Arcos, salvo que den imposible fianza de 500 ducados. Los gastos los ha de pagar el regidor Juan López Toledano, de los 4.400 reales que recibió todavía tiene en su poder 2.730 rls. Los pueblos intentan eludir sus obligaciones, pero el rigor no es menor. El 17 de marzo se presenta ante el corregidor Antonio Sevillano, el cabo Diego López Carbonel que ha conducido los 13 soldados de Vara del Rey. Han huido todos. El corregidor no se arredra y pide que los prendan y secuestren sus bienes muebles y raíces. Diego Embito de Robres, alcalde ordinario de la villa debe garantizar con su persona y bienes el cumplimiento de la orden. El corregidor Antonio Sevillano tiene fama ganada de perseguir a los soldados huidos por los campos. Acaba de mandar al alguacil ejecutor, Francisco de Salcedo, a Belmonte a apresar al soldado Juan Villarejo, vecino de San Clemente. Es un soldado huido de presidios, que se ha refugiado en tierra de señorío como también otros soldados de la conducción de Santelices. Apresado se le pone con el resto en la Roda, camino de Cartagena. No se repara en gastos: 70 reales de la comisión del alguacil que ha perseguido al soldado de presidio y 180 reales para pago de las actuaciones contra los milicianos por Pedro Nieto, verdugo de Belmonte. Los paga conjuntamente López Toledano, sin rechistar, aunque su dinero sea expresamente para milicias y no para presidios. El obrar de Rodrigo Santelices parece excesivo a la Junta de Ejecución, que por boca de su ministro José González advierte en mayo que “algunas de las cosas las dispone con mucha irregularidad y rigor; y particularmente no me puedo conformar en que quede puerta abierta a las justicias para que quede a su arbitrio la ejecución de las penas”. Junto con la arbitrariedad, se abre la puerta de las venganzas locales y lo que menos se desea es la anarquía y el enseñoramiento del particularismo. Habrá un giro en el modo de proceder. Los superintendentes se mantendrán, pero de las labores de reclutamiento se encargará el sargento mayor.

Fuentes:

  • AMSC. CORREGIMIENTO. SECCIÓN MILICIAS
  • Véase artículos en pdf

Rodrigo de Santelices Guevara y Arredondo (II)

(Cont.) Baltasar de la Fuente para la administración del dinero de la compañía de Andrés Sanz de los Herreros e igual debían obrar los otros tres concejos donde residía el capitán de sus milicias. En apenas una semana, que va del 31 de agosto al 6 de septiembre da por cerrada su estancia en San Clemente. Las compañías están completadas y el dinero de los gastos asegurado, incluido el establecimiento de un sistema de socorros para las mujeres de los soldados.  Se pensaba movilizar los 584 soldados del partido de San Clemente con sus capitanes y oficiales al mando de las cuatro compañías existentes. Sin embargo, el 17 de noviembre Rodrigo de Santelices manifiesta su malestar desde Cuenca por la gran cantidad de fugitivos e impedidos de los soldados enviados en septiembre; de los ochenta soldados que debía mandar San Clemente cuarenta y dos se han fugado o están impedidos. En esta ocasión su rabia va dirigida contra los soldados, pero responsabiliza también a los regidores de la villa. Para hacer valer sus drásticas decisiones se hace valer de las dos personas más próximas a la corona en la villa. Ordena al corregidor Antonio Sevillano Ordóñez reponer los 42 soldados por sorteo o elección, le da facultad para prender, secuestrar y vender los bienes de los fugitivos con los que se ha de pagar la nueva leva y a falta de dinero deberá responder el ayuntamiento con sus bienes y los propios regidores con penas de 200 ducados por incumplimiento de las órdenes. Se comprende que la causa de las deserciones es el desvalimiento de las familias de los milicianos, por lo que se dan socorros a sus mujeres, a cuenta de las alcabalas y rentas de la villa. Francisco Destudillo, tesorero de rentas reales, no dudará pedir la prisión de los regidores para hacerse con el dinero. Un dinero que no olvidemos estaba consignado al pago de juros y asentistas. Cuando en febrero de 1641, Rodrigo Santelices, ya titulándose superintendente de milicias, inicia su segunda leva, ha perdido algo de su ingenuidad pero no su determinación. Ahora le preocupa más la selección de los soldados; evitar los casados con más de cuatro hijos, y en lo posible reclutar solteros y casados sin hijos, que sean hábiles para el manejo de las armas y cumplan con los límites de edad marcados los milicianos, de dieciocho a cincuenta años. Vuelve a las formas de financiación anteriores para la conducción de soldados, adelanto del caudal del pósito que se ha de reponer de los arbitrios, aunque rebaja la cantidad por soldado a setenta reales. Y endurece las amenazas a los regidores a los que hace responsables de la marcha de los soldados hacia Cuenca y del pago de socorros, so pena de 4.000 ducados para gastos de guerra, prisión y embargo de sus bienes. El 8 de marzo, en presencia de Rodrigo Santelices, San Clemente tiene los 80 soldados de la villa listos para marchar hacia Molina. Para el día 12 los soldados salen conducidos, no por un cabo, sino por el regidor Juan López Toledano, que lleva los 4.400 reales de la conducción consigo y la responsabilidad de llevar a buen término la empresa. El perseverante inquisidor manda dar traslado de los autos al escribano Julián Albiz de Laredo, para su remisión a la Junta de Ejecución. Como garantes del cumplimiento firman los alcaldes ordinarios de la villa, Juan Rosillo y Mateo Lucas. Esta vez ha conseguido levantar la milicia en quince días. A los regidores no se les da respiro. El 27 de marzo reciben la visita de Antonio Miranda, del Consejo de su Majestad, con nuevas peticiones y presentando al ayuntamiento el desolador estado del Reino. Viene a pedir 1000 ducados y levantar una compañía de coraceros. El ayuntamiento eleva el tono, recuerda los donativos anteriores y la reciente aportación de los 600 ducados a soldados de milicia, redondeados en sus quejas a 1.000; tiene deudas por valor de 10.000, contraídas con sus acreedores los González Galindo y Piñán Castillo. Se accede a dar los mil ducados que se endosarán al resto de los pueblos del partido, pero no los coraceros, pues el omnipresente como odiado corregidor Antonio Sevillano hace ocho días que ha adelantado una leva de hidalgos para la guerra de Portugal. El 29 de mayo Antonio Miranda vuelve con 120 coraceros reclutados en la Mancha y Albacete. A los caballos se les dará paja y cebada, a él y sus soldados, salvo tres regidores que hospedarán a familiares de otras localidades, les negarán la hospitalidad, teniendo que repartirse entre las casas del corregidor y el resto de casas de los vecinos.

Rodrigo de Santelices Guevara y Arredondo: reclutamiento militar en la Mancha conquense en 1640






Rodrigo de Santelices Guevara y Arredondo Bracamonte, superintendente de milicias

                               "Hacemos lo que debemos. Ya que la necesidad nos obliga, seamos dignos y fuertes…"(Wallenstein, Schiller)



Cuando los hermanos Rodrigo y Juan de Santelices de Guevara fueron comisionados para levantar dos coronelías de 1.500 soldados en agosto de 1640,  debieron pensar en todas y cada una de las palabras pronunciadas por el Wallenstein de Schiller doscientos años después. Nadie mejor que ellos para ejecutar los planes de Olivares en aquel difícil verano de 1640. Su experiencia vital les convertía en los ejecutores ideales para llevar a cabo unos planes militares en un momento crítico: extrema necesidad de la Monarquía hispánica por la amputación de uno de sus miembros, tras la rebelión catalana de junio, y oportunidad única de los dos hermanos para olvidar una desagradable memoria familiar y hacer una carrera profesional fulgurante. 

 Ambos hermanos habían abandonado su tierra natal de Escalante, en la Montaña, para hacer carrera en la administración del conde duque; estigmatizados por la memoria de un padre engañado por su primera mujer al ausentarse los veranos por sus obligaciones militares, que hacía dudar de la propia legitimidad de los hijos, a pesar de ser nacidos de un segundo matrimonio más respetable. El hermano mayor Juan hizo carrera en el campo de la administración, legando a su sobrino su puesto en el Consejo de Castilla, título al que añadió el de regente de la Audiencia de Sevilla, arzobispo de Salamanca e Inquisidor de la Suprema. Por su parte, Rodrigo, nacido en 1604, hizo carrera religiosa como inquisidor apostólico en el Tribunal de Cuenca, coincidiendo con las levas de milicias de 1640 y 1641, y posteriormente en el de Sevilla, donde salieron a relucir sus conductas indecorosas con monjas del convento de San Leandro y su afición por el buen comer. Esta terrenal vida no le impediría ser nombrado capellán de honor de Felipe IV, después de obtener con su hermano en 1648 expediente de limpieza de sangre. Poco después moriría victima de la peste el 12 de junio de 1649. Su muerte fue un ejemplo más de la perseverancia, que no acompañó su vida, en el cumplimiento de los cometidos reales, pues poco antes había sido nombrado miembro de la Junta para combatir la peste. Tildado de tonto en vida por sus vecinos sevillanos (su hermano Juan no salía mejor parado con los títulos de bellaco y traidor); quizás esa simpleza, apego al vivir diario por escarmiento de la trayectoria vital paterna, fue su principal valor, y lo que necesitaba la monarquía en esos momentos: hacer lo que debía, es decir lo que se le mandaba, aunque fuera con excesivo celo, pues de la segunda frase de Schiller, ya que la necesidad nos obliga, eran conscientes sus comitentes, el círculo de hechuras próximo a Olivares. 

 La dignidad nadie se la había pedido ni era necesaria en la labor encomendada, puramente ejecutiva. Rodrigo de Santelices, como juez privativo para el establecimiento y ajustamiento de las compañías de milicia de los partidos de Cuenca, Alarcón, tierra del marqués de Escalona, y San Clemente, se puso manos a la obra con decisión. Rescatando la real cédula de 10 de abril de 1625, que establecía la milicia en todo el Reino y por mandamiento impreso de 25 de agosto de 1640, llevado por Juan Pareja, daba un plazo a la villa de San Clemente de dos días para remitir los soldados de milicia, sustituyendo los muertos por otros nuevos, apresurándose a elegir arbitrios para correr con los gastos de armas y socorros, calculados en 150 reales por soldado y encomendado la conducción no ya a un cabo sino a los propios justicias y regidores. A las repetitivas penas condenatorias por incumplimiento, no vaciló en añadir de su puño y letra: “y se executarán las penas sin rremisión ninguna”. Esta vez las penas iban contra los soldados, en próximos mandamientos irán contra los regidores. Aunque para la imposición de arbitrios era necesaria licencia previa del rey, ahora  Rodrigo de Santelices llevará autorización real de 8 de agosto para conceder la licencia necesaria para garantizar la financiación de su leva, pudiendo esperar cuatro meses la expedición de títulos para el arrendamiento de los propios. Para sufragar el coste de 80 soldados de la milicia de la villa de San Clemente, calculado en 6.600 reales, se recurre, en una fórmula que tendrá éxito en posteriores ocasiones; se adelanta el dinero, 600 ducados, del caudal del pósito de don Alonso de Quiñones, que se repondría del fruto del arrendamiento de las dehesas y pinares. El concejo debía nombrar un depositario, Baltasar de la Fuente, para la administración del dinero de la compañía de Andrés Sanz de los Herreros e igual debían obrar los otros tres concejos donde residía el capitán de sus milicias. En apenas una semana, que va del 31 de agosto al 6 de septiembre da por cerrada su estancia en San Clemente. Las compañías están completadas y el dinero de los gastos asegurado, incluido el establecimiento de un sistema de socorros para las mujeres de los soldados.  Se pensaba movilizar los  584 soldados del partido de San Clemente con sus capitanes y oficiales al mando de las cuatro compañías existentes. Sin embargo, el 17 de noviembre Rodrigo de Santelices manifiesta su malestar desde Cuenca por la gran cantidad de fugitivos e impedidos de los soldados enviados en septiembre; de los ochenta soldados que debía mandar San Clemente cuarenta y dos se han fugado o están impedidos. En esta ocasión su rabia va dirigida contra los soldados, pero responsabiliza también a los  regidores de la villa. Para hacer efectivas sus drásticas decisiones se hace valer de las dos personas más próximas a la corona en la villa. Ordena al corregidor Antonio Sevillano Ordóñez reponer los 42 soldados por sorteo o elección, le da facultad para prender, secuestrar y vender los bienes de los fugitivos con los que se ha de pagar la nueva leva y a falta de dinero deberá responder el ayuntamiento con sus bienes y los propios regidores con penas de 200 ducados por incumplimiento de las órdenes. Se comprende que la causa de las deserciones es el desvalimiento de las familias de los milicianos, por lo que se dan socorros a sus mujeres, a cuenta de las alcabalas y rentas de la villa. Francisco Destudillo, tesorero de rentas reales, no dudará pedir la prisión de los regidores para hacerse con el dinero. Un dinero que no olvidemos estaba consignado al pago de juros y asentistas.

 Cuando en febrero de 1641, Rodrigo Santelices, ya titulándose superintendente de milicias, inicia su segunda leva, ha perdido algo de su ingenuidad pero no su determinación. Ahora le preocupa más la selección de los soldados; evitar los casados con más de cuatro hijos, y en lo posible reclutar solteros y casados sin hijos, que sean hábiles para el manejo de las armas y cumplan con los límites de edad marcados para los milicianos, de dieciocho a cincuenta años. Vuelve a las formas de financiación anteriores para la conducción de soldados, adelanto del caudal del pósito que se ha de reponer de los arbitrios, aunque rebaja la cantidad por soldado a setenta reales. Y endurece las amenazas a los regidores a los que hace responsables de la marcha de los soldados hacia Cuenca y del pago de socorros, so pena de 4.000 ducados para gastos de guerra, prisión y embargo de sus bienes. El 8 de marzo, en presencia de Rodrigo Santelices, San Clemente tiene los 80 soldados de la villa listos para marchar hacia Molina. Para el día 12 los soldados salen conducidos, no por un cabo, sino por el regidor Juan López Toledano, que lleva los 4.400 reales de la conducción consigo y la responsabilidad de llevar a buen término la empresa. El perseverante inquisidor manda dar traslado de los autos al escribano Julián Albiz de Laredo, para su remisión a la Junta de Ejecución. Como garantes del cumplimiento firman los alcaldes ordinarios de la villa, Juan Rosillo y Mateo Lucas. Esta  vez ha conseguido levantar la milicia en quince días. 

A los regidores no se les da respiro. El 27 de marzo reciben la visita de Antonio Miranda, del Consejo de su Majestad, con nuevas peticiones y presentando al ayuntamiento el desolador estado del Reino. Viene a pedir 1000 ducados y levantar una compañía de coraceros. El ayuntamiento eleva el tono, recuerda los donativos anteriores y la reciente aportación de los 600 ducados a soldados de milicia, redondeados en sus quejas a 1.000; tiene deudas por valor de 10.000, contraídas con sus acreedores los González Galindo y Piñán Castillo. Se accede a dar los mil ducados que se endosarán al resto de los pueblos del partido, pero no  los coraceros, pues el omnipresente como odiado corregidor Antonio Sevillano hace ocho días que ha  adelantado una leva de hidalgos para la guerra de Portugal. El 29 de mayo Antonio Miranda vuelve con 120 coraceros reclutados en la Mancha y Albacete. A los caballos se les dará paja y cebada, a él y  sus soldados, salvo tres regidores que hospedarán a familiares de otras localidades, les negarán la hospitalidad, teniendo que repartirse entre las casas del corregidor y el resto de casas de los vecinos.

 Entretanto Juan López Toledano regresa; el 8 de abril da cuentas al ayuntamiento y, en especial al corregidor Antonio Sevillano. Esta vez faltan 17 soldados; las órdenes de Santelices son taxativas: prendellos, secuestro de bienes y condenados a muerte. Algunos de los soldados han vuelto  a sus hogares, entre ellos el propio sargento de la compañía, Juan de Alarcón. También un soldado que en la expedición de septiembre de 1640 ya se había incorporado con retraso a su compañía en marcha, no sin antes garantizar para su mujer un socorro de un real diario; se trata de Juan Pontones, que se mueve en los peldaños inferiores de la administración municipal; cuando salga por segunda vez ya no volverá de la guerra. Con él irán, camino de Molina, dos García Iniesta, hermanos de aquel Melchor que conducía como cabo los soldados de presidios. Un año después, Francisco López Lope pide la libertad de su hijo, huido en las levas de los dos años anteriores, pues ha dejado de labrar sus barbechos y sus viñas, su hacienda se arruina y con la suya la del Rey y la de la Iglesia, es deudor de más de 500 reales de rentas, tercias y primicias. Todos ellos son vecinos con arraigo en el pueblo. Debemos pensar en aquellos hombres que habían visto en la milicia un reconocimiento social a nivel local y ahora están inmersos en una guerra distante de la que no saben si volverán. Los regidores, auxiliares del reclutamiento, se veían obligados a enviar al frente a aquellos que por redes clientelares  constituían su base social. Nuevos hombres, que han comprado regidurías perpetuas se van incorporando al ayuntamiento en sustitución de la vieja oligarquía. El ayuntamiento colabora y pide a  Santelices que no mande ejecutores contra la villa, se considera su coste insoportable, 150 reales del ejecutor Juan Pareja y 200 reales del escribano Juan Albiz. Se decide nombrar tres comisarios para todo lo anejo a las diligencias del corregidor, a saber, apresamiento de soldados fugitivos, presentes en la villa, y de los nuevos sorteados, entre los que hay hermanos y padres de los huidos sin paradero.  El corregidor garantiza que los soldados vayan con prisiones a Molina, a cargo de cabo veterano, Alonso de Arcos, salvo que den imposible fianza de 500 ducados. Los gastos los ha de pagar el regidor Juan López Toledano, de los 4.400 reales que recibió todavía tiene en su poder 2.730 reales. 

Los pueblos intentan eludir sus obligaciones, pero el rigor no es menor. El 17 de marzo se presenta ante el corregidor Antonio Sevillano, el cabo Diego López Carbonel que ha conducido los 13 soldados de Vara del Rey. Han huido todos. El corregidor no se arredra y pide que los prendan y secuestren sus bienes muebles y raíces. Diego Embito de Robres, alcalde ordinario de la villa debe garantizar con su persona y bienes el cumplimiento de la orden. El corregidor Antonio Sevillano tiene fama ganada de perseguir a los soldados huidos por los campos. Acaba de mandar al alguacil ejecutor, Francisco de Salcedo, a Belmonte a apresar al soldado Juan Villarejo, vecino de San Clemente. Es un soldado huido de presidios, que se ha refugiado en tierra de señorío como también otros soldados de la conducción de Santelices. Apresado se le pone con el resto en la Roda, camino de Cartagena. No se repara en gastos: 70 reales de la comisión del alguacil que ha perseguido al soldado de presidio y 180 reales para pago de las actuaciones contra los milicianos por Pedro Nieto, verdugo de Belmonte. Los paga conjuntamente López Toledano, sin rechistar, aunque su dinero sea expresamente para milicias y no para presidios. El obrar de Rodrigo Santelices parece excesivo a la Junta de Ejecución, que por boca de su ministro José González advierte en mayo que “algunas de las cosas las dispone con mucha  irregularidad y rigor; y particularmente no me puedo conformar en que quede puerta abierta a las justicias para que quede a su arbitrio la ejecución de las penas”. Junto con la arbitrariedad, se abre la puerta de las venganzas locales y lo que menos se desea es la anarquía y el enseñoreamiento del particularismo. Habrá un giro en el modo de proceder. Los superintendentes se mantendrán, pero de las labores de reclutamiento se encargará el sargento mayor.

Fuentes:

  • AMSC. CORREGIMIENTO. SECCIÓN MILICIAS
  • https://www.academia.edu/20355067/El_reclutamiento_militar_en_el_corregimiento_de_San_Clemente

Bienes propios de la villa de San Clemente

BIENES PROPIOS DE LA VILLA DE SAN CLEMENTE A COMIENZOS DEL SIGLO XVII. VALOR DEL BIEN PROPIO Y VALOR RENTA ANUAL

Escribanía pública, que sirve diez o doce escribanos, 20.000 ducados, 231.776 mrs.

Escribanía del ayuntamiento, consumidas (vendidas a particulares), 2.000 ducados, 0 mrs.

 Correduría y oficio de corredor, 5.000 ducados, 80.000 mrs.

Renta de la almotacenía, 4.000 ducados, 70.000 mrs.

Caballería de la sierra para guarda de los montes, términos y vedados, 3.000 ducados, 75.000 mrs.

Renta perpetua: Censos contra vecinos impuestos sobre tierras de la Cañada de Santa Ana, 1.000 ducados, 16.000 mrs.

Dos oficios de fieles ejecutores, servidos por dos regidores, pagados con penas de cámara, 2.000 ducados, 12.000 mrs.

Casa de los molinos harineros en la ribera del Júcar, 10.000 ducados, 136.000 mrs

1/3 de las cortas de montes, pinares y dehesas, valor indeterminado, 20.000 mrs.

Dehesa de Alcadozo, valor indeterminado, 13.600 mrs.

Dos montes de encinas y pinares en los caminos de Villarrobledo, valor indeterminado, 27.200 mrs.

Monte de encinas de Alcadozo y otro de Villar de Cantos (arrendada la bellota junto a la de las encinas ubicadas en los pinares, valor indeterminado, 136.000 mrs.

Dehesa y pinar de la hoya de la Cierva, que es monte de encinas, pertenecientes a las heredades de Villalpardillo, valor indeterminado, 34.000 mrs

Sitios yermos, ejidos de Rus, heredad de Casablanca, valor indeterminado, 20.000 mrs.

Renta que pagan los abastecedores de carnicerías por el abasto y uso de la dehesa carnicera, valor indeterminado, 53.256 mrs.

Alhorí de la villa,   2.000 ducados (valor de trigo y dinero) 0 mrs.

Pósito de Alonso de Quiñones, 10.000 fanegas de trigo, no hipotecables a deuda alguna, 0 mrs.

Casas de la cárcel, casas de su cabildo e ayuntamiento y las casas de las carnicerías y pósito, valor indeterminado, 0 mrs.


TOTAL RENTA DE LOS PROPIOS: 954.834 mrs.

martes, 1 de septiembre de 2015

Los Origüela de San Clemente: Astudillos y Piquinotis

En la villa de San Clemente, durante el quinientos, vivía en el arrabal, en la calle despectivamente llamada de la Amargura, una importante comunidad conversa que tenía por apellido Origüela.

El primero de esta familia Pedro Sánchez de Origüela había llegado procedente de Castillo de Garcimuñoz y se había avecindado en San Clemente en 1455. Daría lugar a una prolífica descendencia de diez hijos. Aunque a nosotros nos interesan cuatro. De la hija María, descenderían los Montoya, familiares y calificadores del Santo Oficio; del hijo Pedro, descenderían los González Galindo, que vía matrimonial acabarían enlazando en los años treinta del siglo XVII con los Piquinoti, asentistas genoveses, y de Alonso vendría la saga de los Astudillo. Un cuarto hijo de nombre Luis sería quemado por la Inquisición y su sambenito colgaría de la Iglesia de Santiago como estigma acusador de toda la familia.

La fama de poco limpios de esta familia estaba acreditada, se buscase su origen en un Juan González Orihuela, caballero de la banda y de divisa dorada, o se remontase esa ascendencia al escribano Hernán Sánchez de Orihuela, como hacían los detractores. Los enemigos, fundamentalmente familias como los Rosillo o los Perona, supieron aprovechar la memoria colectiva para hacer del recuerdo de la penitencia de Luis Sánchez Orihuela en 1517, un arma arrojadiza para intentar arrinconar en la vida municipal a la familia Orihuela. Sabemos que cortaron de forma tajante, con el proceso inquisitorial mencionado, la participación de los Orihuela en los cargos de alcaldes ordinarios. Que nuevos procesos inquisitoriales se incoaron a mediados del quinientos para frenar su influencia y que las acusaciones por la rayz infecta judaica afloraron a partir de 1616 con motivo del pleito de Pedro González Galindo para obtener ejecutoria de hidalguía.

Las acusaciones de falta de limpieza de sangre fueron demoledoras contra Francisco de Astudillo Villamediana, tesorero de rentas reales del Marquesado de Villena, en el expediente de 1641 para la obtención del hábito de Santiago. En su caso, el estigma de la infamia era doble, pues a las acusaciones de judío se añadían las de moro. Además al recuerdo del oprobio de Luis Sánchez de Orihuela, se sumaba otro sambenito colgado en la iglesia de Santiago, el de su tía bisabuela Juana Fernández de Astudillo.

Su padre había consolidado la riqueza familiar y el reconocimiento público como alcalde, escribano del ayuntamiento y regidor de la villa de San Clemente, uniendo el codiciado cargo de tesorero de rentas reales del Marquesado de Villena, logrado en 1615 a costa de su declarado enemigo Rodrigo de Ortega,  futuro señor de Villar de Cantos y antecesor de los Valdeguerrero.

 Francisco de Astudillo Villamediana sería objeto de las acusaciones viscerales de Juan Rosillo, el licenciado Villanueva o los Perona; pero no sólo sufrió el odio de las viejas familias del pueblo sino el vacío de muchos  regidores que, menospreciando su origen, envidiaban su riqueza y no aceptaban ni su reconocimiento social ni su participación en la vida pública. Al final de su vida, cuando muere (de momento hemos localizado el testamento de su hijo en 1679), el todopoderoso Astudillo del año 1640, es un hombre solo y derrotado. Los acreedores, asentistas y dueños de juros, lo han perseguido en interminables pleitos, ha visto embargado su título de regidor y su descendencia se extinguirá con la muerte de su hijo y único heredero pocos años después. De aquel hombre que se atrevía a encarcelar a los regidores, colaboraba con la monarquía en la ambiciosa política de Olivares o deslumbraba a sus vecinos con fastuosas fiestas del Corpus, apenas si queda nada.

Veinticinco años antes, su pariente Pedro González Galindo se enfrentó a un largo pleito con el concejo de San. Clemente para su aceptación como hijodalgo. A las ya consabidas acusaciones judaizantes se sumaron otras más groseras de bastardía. Pero don Pedro González Galindo no era hombre que se dejara humillar. Con unos veinte años, en 1586 se había ido a América, huyendo de la familia de su madre, los García Monteagudo, poco dispuestos a compartir con el hijo el patrimonio familiar. Las Indias fue la tierra talismán donde hizo fortuna, en cuyo origen no faltó la aportación de su mujer María deTebar, perteneciente a otra rama de los Origüela. La misma de la que procedería el omnipotente doctor Cristóbal de Tébar, párroco de la villa y fundador del colegio de la Compañía de Jesús.

Su vuelta a España fue avasalladora, estableciendo su casa en la calle de Alcalá, creemos que no muy lejos de otros asentistas como Octavo Centurión, que vivía en la próxima Caballero de Gracia. Asentado en el hoy derruido palacio de los Piquirroti, participó en la vida sanclementina desde la distancia, hipotecando los bienes de la villa a un préstamo de 10.000 ducados o controlando el excedente del trigo de las tercias reales del Marquesado con un juró de 1950 fanegas.

Consolidado su poder económico impuso su aceptación en la vida pública de San Clemente, como cofrade de Nuestra Señora de Septiembre, donde sólo se admitían cristianos viejos, como hidalgo en una sesión del ayuntamiento de mayo de 1623 y, en el mismo lugar cinco años después, como familiar del Santo Oficio.

Su ascensión en la corte no era menor. Estableció alianza con los Piquinoti, asentistas genoveses de los reinados de Felipe IV y Carlos II, con el matrimonio de su hija Antonia con Francesco María. El hijo de este matrimonio sería el primer conde de Villaleal.

FUENTES:

  • AHN.ÓRDENES. CABALLEROS DE SANTIAGO. Exp. 2798
  • Véase artículo en PDF (en proceso de redacción)
https://www.academia.edu/20361548/Los_Orig%C3%BCela_de_San_Clemente