El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 14 de mayo de 2016

Villarrobledo en 1604 y 1605: los años del hambre

El mes de septiembre de 1604, la villa de Villarrobledo había visto pasar con bastante ligereza las compañías de soldados del capitán Francisco de Luján y del capitán Castro; socorridas con pan, queso y vino, no habían llegado a alojarse en la villa, pues tenían orden real de llegar pronto, hemos de suponer a Cartagena, para embarcarse. A pesar de que también se proveyeron carros y bagajes para el transporte de la tropa, la villa debió respirar aliviada; el paso de soldados, aunque había costado 666 reales a la villa, 462 reales de los carros y bagajes y 204 reales de los alimentos, era una carga menor si pensamos en el coste evitado de la pernoctación de los soldados. Villarrobledo no estaba para muchos excesos, su concejo reconocía que la cosecha de ese año había sido flaca. 

1604 había sido uno de esos años que se podía invocar con razón la llamada esterilidad de los tiempos, pero esta vez, los infortunios se habían sucedido de forma calamitosa: hielos, tempestades y granizo habían dejado las cosechas arruinadas. Habitualmente se pagaban las tercias en especie, pero este año la villa decidió pagarlas a sus arrendadores en dinero al precio fijado por la tasa, mandando almacenar las mil fanegas de trigo, que disponían a la sazón, en el pósito municipal para auxilio de la siembra de los agricultores locales. Por eso a comienzos de octubre se pidió al Consejo Real concediera licencia para que se pudiera destinar un tercio del trigo a la siembra de los barbechos de los labradores. El dinero de las tercias también sirvió para resarcir los gastos de los vecinos que habían aportado los carros y bagajes para las compañías de soldados. Desde finales de octubre ya se anunciaba las necesidades crecientes de pan para los vecinos, aunque el mandato del regidor que se manda a Valladolid nos diga que una vez destinado un tercio de trigo para sembrar, el pósito cuenta con suficientes reservas para sustento de vecinos y viajeros. Pero la realidad era otra, los almacenes del pósito se habían resentido, pues la mala cosecha había impedido a los agricultores saldar sus deudas con el pósito. Para proveer el trigo necesario se tuvo que recurrir a pedir licencia al cardenal de Toledo para hacer uso del trigo procedente de las rentas pontificales del diezmo. A costa de hipotecar sus rentas y propios, la villa pidió el acceso a 800 fanegas de trigo y 1000 fanegas de cebada, a sacar de los despoblados de Millares, Fuente el Espino y Sotuélamos; su destino era proveer de simiente a los agricultores necesitados.

Pero la hipoteca de los propios y rentas del concejo de Villarrobledo no eran garantía suficiente para la Iglesia de Toledo, que pedía a los regidores que respondieran con sus bienes particulares. La desesperación de los regidores del ayuntamiento iba creciendo y las medidas improvisadas también. Se propuso crear un molino en la ribera del Záncara, fijar un precio más alto en la venta de pan para los forasteros, hasta los ocho maravedíes la libra. La situación financiera de la villa se intentó aliviar con una renegociación de los censos, contraídos a razón de quince y dieciséis al millar (entre el seis y el siete por ciento de interés), negociándolos a un interés menor de veinte al millar (el cinco por ciento). Se protestó, ante la ciudad de Toledo, el pago del servicio de millones exigido por la ciudad de Alcaraz y nuevos conflictos se unían a los viejos con el tesorero de las alcabalas del partido de Alcaraz, Pedro de Belbas, por la cobranza de estas rentas. Sin embargo, para el 19 de noviembre de 1504, los labradores seguían sin tener simiente para la siembra. Llegado el 22 de noviembre, los regidores villarrobletanos agotan su paciencia y deciden embargar el pan procedente del diezmo de los despoblados de Villavachos,Villarejo y Fuentelespino. Lo embargado corresponde con la parte correspondiente a las tercias reales que caen en la recaudación que pertenece a la ciudad de Alcaraz. Al tomar la medida, los regidores villarrobletanos son conscientes de los futuros pleitos con la ciudad de Alcaraz. El trigo y cebada recogido se guarda bajo llave en el pósito. Para evitar el conflicto con Alcaraz, los canónigos de la iglesia de Toledo, de los que se toma el pan como si las rentas embargadas fueran pontificales y no de las tercias, serán indemnizados con el valor del grano que fija a precio tasado la pragmática. El dinero quedará en depósito hasta en tanto lo cobren los canónigos, pero ni éstos están dispuestos a aceptarlo, ni el concejo dispone de la cantidad. El 26 de noviembre nuevos edictos, entre ellos, fijar un precio máximo de la venta del pan a 10 maravedíes la libra; para ello, los regidores se retrotraen a una real provisión del año 1599, que también fue muy estéril. Junto a limitación de precios, se decide el racionamiento del pan controlado por dos comisarios sin que ningún vecino pueda comprar más de lo correspondiente al consumo de un día. El 17 de diciembre se pide licencia al Consejo para la libertad absoluta y sin limitaciones de venta de pan cocido en un intento de evitar la especulación y escalada de los precios

Las cobranzas de rentas como los millones y alcabalas se veían como inoportunas en un mal año, pero las intromisiones del licenciado Tomás Cid, alcalde mayor del corregimiento de San Clemente, advocando pleitos se veía como un agravio al privilegio de primera instancia que la villa gozaba. Más cuando uno de los pleitos advocados atañía a los asuntos domésticos y desavenencias de todo un regidor de la villa con uno de sus pastores. Las intromisiones del alcalde mayor iban más lejos, obligando al concejo de Villarrobledo a admitir las posturas de uno de sus vecinos para panadear el trigo del pósito, previamente excluido por el concejo local. La necesidad de Villarrobledo le exigía el control de su propio trigo para panadear, dada las necesidad de sus vecinos. Las decisiones del concejo sobre libertad de venta de pan iban en sentido opuesto a las pretensiones del alcalde mayor. No eran los únicos conflictos; desde mediados de diciembre el alcalde entregador de La Mesta, licenciado Trillo, se ha instalado en Las Pedroñeras, acusa a Villarrobledo de romper heredades en la cañada real.

El 19 de diciembre se presenta en la villa, Juan de Coca, ejecutor enviado desde Toledo para el cobro de la parte correspondiente a la renta del subsidio y escusado del trigo embargado. Desesperadamente el concejo villarrobletano le ofrece pagarle la renta en moneda de vellón del caudal del pósito, el ejecutor no lo acepta y exige el pago en especie. Se llevará del pósito doscientas veinte fanegas de trigo. El concejo en un último intento pide un periodo dilatorio para trocar esa cantidad por el correspondiente dinero en plata. Pero qué puede ofrecer un concejo endeudado. La hacienda del concejo está arruinada, el 28 de diciembre el corregidor de San Clemente, Mudarra de Mendoza, presente en el pleno del ayuntamiento, tiene que escuchar de los regidores villarrobletanos cómo la villa no tiene dinero de los propios para pagar a los solicitadores y procuradores que la villa tiene entendiendo en diversos pleitos en la Corte y audiencias. El último día del año se celebra una nueva reunión del ayuntamiento; una más de unos regidores impotentes ante el agravamiento de la escasez que padece la villa. Ahora se reconoce que las deudas que se mantienen con la Iglesia de Toledo por el pan fiado de las rentas eclesiásticas proceden del mes de mayo. La cosecha de 1603 no debió ser tampoco muy larga. Además, en la reunión del día 31 de diciembre los regidores tienen ante sí las innumerables peticiones de salarios de oficiales, procuradores y solicitadores. Para pagar los salarios se acordará pagar los salarios del trigo de las tercias embargadas. Son decisiones que de momento ocultan los problemas de escasez que sufre la villa y sus vecinos, el año 1605, también acompañado de malas cosechas, desvelará la intensidad de la crisis. Villarrobledo, el granero de la Corte, será incapaz de superar este revés e iniciará un proceso de decadencia que ni la pequeña recuperación de la segunda década del siglo conseguirá parar.

Villarrobledo se encontraba por entonces renovando sus edificios civiles. Estaban en construcción las carnicerías públicas y en proyecto una nueva casa del ayuntamiento que de presente se quiere edificar, pero faltaba el dinero. El año de 1604 se había echado mano de las tercias para las obras; ahora, a comienzos de 1605 se acuerda contar para dicho fin con el producto de la renta de la almotacenía, calculado en doscientos ducados anuales.

En estos comienzos de 1605, asiste a las reuniones del ayuntamiento el corregidor del partido de San Clemente, Diego Mudarra de Mendoza. De la lectura de las actas, parecen haber desaparecido del orden del día la realidad de una villa dominada por la escasez. La imagen que se intenta ofrecer al corregidor es la de una villa opulenta, que continúa con sus programas de embellecimiento público. El ayuntamiento del seis de enero acordará seguir adelante con su proyecto de ensanchamiento de las casas del ayuntamiento, construcción de la cárcel y apertura de una gran plaza pública para lo que se embargarán y derribarán varias casas particulares. Asimismo se proyecta la construcción de una lonja delante las puertas de la carmizerías (cuya construcción se encomendara al maestro de cantería Domingo de Aguirre, al que se le adelantarán 400 ducados)Pero una vez que se ha ido el corregidor, el tono de las actas cambia. En la reunión del dieciséis de enero la solidaridad de los regidores en defensa de sus intereses les lleva a mancomunarse para defender sus intereses frente a la Mesta y el alcalde entregador Trillo. Ese día acuden todos, pero cuando al día siguiente se vuelve a tratar el estado de necesidad de la villa faltan muchos. Se reconoce que las existencias del pósito se están agotando. Cuatro días antes, un canónigo de Toledo se ha presentado para cobrar el montante de noventa y seis fanegas del trigo embargado unos meses antes. Se da por imposible encontrar trigo en toda la comarca, pues la esterilidad de las cosechas ha alcanzado a todos los pueblos. Por último, se invita a los labradores que dispongan de grano excedentario a que lo vendan al pósito para sobrevenir las necesidades de los vecinos.

A pesar de ello, el desorden en el abasto de pan se ha instalado en el pueblo. La mayoría del pan cocido queda fuera de la red municipal y su fabricación y venta se hace al margen del control municipal. ¿Son los regidores villarrobletanos ajenos a estos procesos especulativos? Se ha señalado a estos regidores como los principales causantes de la crisis y decadencia de la villa al subordinar el bien público a su propio interés privado. Muestra de ello es que un análisis de las actas municipales nos demuestra la gran cantidad de pleitos que tiene que afrontar la villa; las reuniones municipales es una constante pérdida de tiempo en apoderamiento a procuradores ante las audiencias. La advocación de la primera instancia frente al corregidor de San Clemente acabaría, a partir de 1610, en un largo pleito de ocho años, que costaría entre apelaciones, vistas y revistas 20.000 ducados. Y es que la defensa de la primera instancia era la mejor salvaguarda que tenían los regidores y principales villarrobletanos para defender sus intereses, a cuyo servicio ponían una acción de gobierno donde la malversación de los propios y rentas públicas era la norma. Muestra de ello era la residencia del licenciado Santoren en el año 1600, la nueva residencia del corregidor Mudarra y el alcalde mayor Cid tres años después y la última auditoría de cuentas este mismo año de 1605 a cargo del juez real, el doctor Zarandona. En todas estas residencias quedó demostrada la nefasta e interesada administración de lo público por los regidores, obligados a restituir los alcances resultantes de las cuentas.

La declaración de los regidores de treinta y uno de enero es la prueba de cuánto había de infortunio y cuánto de malversación en el estado de necesidad de la villa. El pósito, que a pesar de la mala cosecha, contaba con 10.000 fanegas en septiembre de 1604, no tenía provisiones para aguantar hasta la cosecha de agosto. Sabemos que la presencia del corregidor en Villarrobledo, entre finales de diciembre y comienzos de enero, había tenido como finalidad descubrir el acaparamiento de trigo por los vecinos ricos, pero se había ido con las manos vacías. Los sembrados ya anunciaban una cosecha nefasta y el caudal y trigo del pósito se dilapidaba demasiado rápido:

dixeron que por el mes de septiembre próximo pasado de seyscientos quatro ubo en el pósito desta villa diez myll fanegas pocas mas o menos con las quales se entendió abía sufyciente abasto por la esperiencia que se tenía de otros años en el gasto del dicho pan y andando el tiempo se a visto que dicha cantidad no es sufyciente para fasta agosto que viene porque en los vecinos se ve en cada día mayores necesidades y están tan apretados con la mucha esterilidad que a sobrevenido, que no solo la nezesidad es presente pero yrá creciendo por la poca agua (tachado= con la mucha agua) que a sobrevenido y por estar los sembrados mal nacidos por cuya causa aún los más rricos compran el pan de que se sigue mayor carga en el dicho pósito y que con las dichas diez myll fanegas no ay sufyciente cantidad para el abasto y esto es más sin duda supuesto que aunque el señor don Diego de Mendoça corregidor deste partido a hecho grandes diligencias y cala y cata para entender quien tenya trigo no a hallado quien pueda rremediar aun asimismo y aunque los dichos señores alcaldes an fecho por su parte las dichas diligencias an hallado la misma dificultad y carestía y que si se aguardase a comprar trigo no se hallaría por ningún precio ni sería posible rremediar la necesidad que ya se be e a de apretar a esta villa y aviendo echo esperiencia del trigo que cada un día se gasta más y el día que menos se gastan sesenta fanegas y para oviar mal tan grande y nezesidad  tan forzosa que se espera= dixeron que mandauan y madaron que del caudal del pósito se compren tres myll fanegas lo qual fuere más nezesario y porque en la compra a de aver dificultades y no se a de hallar a la tasa de su magestad...


Se conminaba a tres vecinos a comprar las 3.000 fanegas de trigo allí donde se pudiere, tanto entre los vecinos de Villarrobledo como forasteros. Se ponía como condición que los precios de compra fueran a precios moderados, cosa difícil de cumplir dada la especulación a que había dado lugar la escasez de grano. Pero las cuentas tomadas por el corregidor denunciaban una deuda con el pósito de 4.900 fanegas de trigo y 6.700 reales. Los deudores tenían nombre y apellidos y lejos de la imagen que se pretendía dar de pobres labradores se correspondían con vecinos principales: así, García Ortiz de Vargas, regidor, debía 300 fanegas.

El caso es que para finales de febrero ningún deudor había satisfecho sus deudas al pósito. Para entonces, el problema había trascendido el ámbito local. El Consejo Real había comisionado al corregidor Mudarra para que examinara el trigo existente en los pueblos de su partido y el estado de la futura cosecha, pues hasta la Corte había llegado la noticia que en muchos pueblos por la falta de simiente los campos estaban sin sembrar:

en el consejo se tiene noticia que a causa de la poca cosecha de pan que ubo el año pasado en esas villas y su tierra y en otras muchas provincias destos rreynos los labradores y personas que an de labrar y sembra no tienen el trigo y simiente que an menester para hazer sementera este año...

La provisión, aunque de 24 de enero, se hacía notoria al ayuntamiento de Villarrobledo el 6 de marzo, del mismo modo que también se había comunicado al resto de las dieciséis villas. El corregidor trataba de saber el trigo real existente en los pósitos, las tierras que se habían dejado de sembrar y, sobre todo, las consecuencias de cara al futuro de una anunciada escasez, a añadir a la ya sabida de la cosecha de 1604. Pero el corregidor Mudarra mostraba una total falta de voluntad y una manifiesta incapacidad para imponerse a los regidores villarrobletanos, que soslayaban hablar de la escasez de trigo en el ayuntamiento, evadiéndose con temas considerados más importantes como la conveniencia de crear un convento de carmelitas descalzas con el legado dejado por Ana Ruiz, viuda de Juan Cano Moragón.

Por más que obviaran la realidad los regidores, ésta se imponía con crudeza, en las actas de cuatro de abril, por primera vez, aunque como una posibilidad, aparece la palabra hambre. Acordándose confeccionar un padrón con las personas necesitadas en el pueblo a las que se ha de repartir pan. Entre los necesitados, el convento de San Francisco, que pide prestadas veinte fanegas de trigo a devolver para Santa María de Agosto, aunque finalmente recibirá doce. Otras dieciséis fanegas de trigo irían para limosnas con motivo de la procesión del Villarejo del primer jueves de mayo. Esta procesión era una romería que se dirigía hasta la ermita de San Nicolás y que se venía haciendo desde que la villa tenía doscientos vecinos; se trataba de una rogativa para pedir al santo por un buen tiempo que facilitara los frutos del verano y se acudía a la necesidad de los pobres con seis mil maravedíes. Ahora, cuando villa contaba con tres mil vecinos se reconocía la impotencia para acudir a las necesidades de tantos pobres como había, las necesidades se traducían en dinero por cuantía de 40.000 maravedíes. Racionamiento y limosna se presentaban como medidas complementarias y solidarias en una sociedad golpeada por intermitentes crisis de subsistencias.

Por supuesto los regidores villarrobletanos veían el panorama de escasez que se presentaba ante sus ojos, pero eran parte interesada y aprovechada. Cínicamente defendían las libertades e independencia de la villa frente a las intromisiones del corregidor. Tal era el caso del regidor Francisco de Lamo, a quien el corregidor Mudarra había encausado por especular con el trigo y venderlo a un precio superior a la tasa. Todos los regidores cerrarían filas en defensa de la primera instancia, en una causa que, sin duda, les afectaba a todos: los autos se debían sustanciar en Villarrobledo y no en  San Clemente. A defender esta postura se mandó al licenciado Mérida de Minaya a la villa de San Clemente. Pendían otras causas ante el corregidor y el alcalde mayor iniciadas en Villarrobledo y llevadas a finalizar a San Clemente y algún vecino villarrobletano, Cristóbal Montoya, estaba preso en la cárcel de esta villa, pero el conflicto giraba en torno al trigo y su especulación por los regidores de Villarrobledo, que elevaron sus protestas a las ejecuciones de los alguaciles mayores del partido en la villa con la excusa de que llevaban un salario superior a los seis reales fijados. Se sumaban asimismo las protestas por apropiarse el corregidor de las penas impuestas por denuncias contra las ordenanzas y que según la costumbre debían ir al concejo. Además, el corregidor de  San Clemente tenía presos en la cárcel de la villa al mayordomo del concejo de Villarrobledo, Alonso Valero, y al arrendador de la correduría, Martín Sánchez de Posadas, por deudas de los salarios de Antonio de Quevedo, alguacil del partido, por valor de 500 reales correspondientes sus desplazamientos a Granada en las diligencias sobre un pleito que sobre ordenanzas de las rastrojeras se había llevado en la Chancillería. Cuando el mencionado alguacil pide sus salarios, recibe 24 reales.

Mientras las existencias del pósito estaban agotadas. El dieciocho de mayo los regidores deciden reponer existencias, echando mano del caudal monetario del mismo, a sabiendas del excesivo precio del trigo en estos momentos y su coste para la villa (o quizás del beneficio que pueden alcanzar como vendedores). El treinta de mayo se reconoce que la cosecha de cebada y centeno del presente año va a ser muy escasa. No solo las personas comen, también las bestias de labor. Para pasto de mulas, jumentos y yeguas se cede el pinar de Bernagosa. Para el ocho de junio se dan por agotadas cualesquier existencias de granos o dineros en el pósito, solo queda moneda de vellón  se que nadie quiere trocar en moneda de plata, única que parece aceptarse para las compras e trigo. Se vuelve a recalcar la pobreza de la cosecha que se espera y se aboga, en una decisión que marcará el futuro de la villa, por pedir a censo 20.000 ducados. Hasta Toledo se manda al regidor Diego de Bustos para implorar al cardenal que la villa pueda disponer del trigo de las rentas pontificales, el cual se promete pagar al contado. Lleva el mandato también de que los clérigos no puedan sacar trigo de la villa para venderlo fuera. Dos regidores recorrerán los campos para ver in situ la futura cosecha que se espera coger y si es tan pobre como se anuncia.

La villa está exhausta, debiendo hacer frente a los réditos de censos y a los salarios sus oficiales y, en mayor cuantía, de sus procuradores y solicitadores de pleitos. Cuando el 14 de junio, con dos meses de retraso, llega la noticia del nacimiento del futuro rey Felipe IV, Villarrobledo responde que fiestas y alegrías por tal acontecimiento se carguen sobre las rentas reales de las alcabalas y no sobre sus propios. El veinte de junio, en lo que se considera un agravio insoportable, el contador de las rentas decimales del obispado de Toledo, Gaspar Yáñez, se presenta ante el concejo exigiendo que los labradores, antes de entrar el trigo de la próxima cosecha en sus graneros, estarán expuestos a la visita de los recaudadores. Aún así, Villarrobledo protesta el mandamiento diplomáticamente: no es posible realizar tales visitas de inspección en una villa que cuenta con quinientos o seiscientos labradores, esparcidos por un término de varias leguas.

El 27 de junio, en previsión de la mala cosecha que se espera, se acuerda idear un sistema de racionamiento para todos los vecinos:

a de ser necesario dar el pan del pósito por red y de causa de no auer auido este año más de una rred se a visto por esperiencia que se a gastado mucho más pan de lo nezesario demás que se tomauan mucho trauajo el pan en la dicha rred y la gente pobre y travajadores toman el pan tarde y pierden mucho de su trauajo y para rremedio de ello combiene se pongan tres casillas donde se dé el pan del pósito y por ello se haga lista de todos los vecinos desta villa a calle hita haciendo cada parroquia de por sí para que en cada una de ellas se ponga una casilla de pan donde se dé y se haga para cada una de ellas una tabla donde se escriban los nombres de las personas que an de acudir a la dicha rred y casilla

Entretanto, hasta que se recoja la nueva cosecha, el sustento de los vecinos se intenta atajar con la última compra de trigo, decidida por los regidores el 18 de mayo: mil fanegas al precio cada una de treinta reales y medio. La libra de pan, que hasta ahora se ha vendido a los vecinos a seis maravedíes, se venderá ahora a ocho. Se pretende que el pósito tenga que soportar graves pérdidas, pero asimismo disponer de liquidez para las mil fanegas de trigo adicionales que se estiman necesarias para llegar a la próxima cosecha.

 y por ser como es la nezesidad y poca cosecha de pan tan general si no se acude a el rremedio con tiempo tercia mucha dificultad y esta villa estaría en  peligro de perderse y despoblarse


De esta guisa rezaba la queja de los regidores villarrobletanos en el ayuntamiento celebrado el 11 de julio de 1605. La escasez se había apoderado del Reino. Hasta Villarrobledo había llegado petición de los Inquisidores del Tribunal de Murcia, pidiendo 1.500 fanegas de la próxima cosecha, pero la cosecha se esperaba nefasta, Los labradores todavía disponían de algún trigo pero se negaban a venderlo. El corregidor de San Clemente había suspendido la almoneda para panadear el trigo del pósito en el año venidero y había impuesto el control directo por el concejo del trigo panadeado. Los regidores daban cartas de poder para acudir ante el Consejo Real en Valladolid para obtener licencia para tomar a censo de 20.000 a 24.000 ducados. Por fin, el 21 de julio, quizás para emular la decisión del canónigo Yáñez, con más probabilidad para adelantarse a sus intenciones, se acuerda requisar el grano a los labradores que ya empiezan a cosechar:

mandaron que dos oficiales de este ayuntamiento juntamente con el rregidor Antonio Téllez alcalde ordinario al campo por las heredades de esta villa por su jurisdición a ver el pan que cada un labrador coje y los pegulajeros y a cada uno tomen para el dicho pósito la quantidad de trigo y centeno que les paresciere pueden dar y hagan cala y cata en las dichas heredades sin exceptar persona alguna

Se les pagará a catorce reales la fanega, cuatro reales por debajo del precio fijado por la tasa; sólo se les compensará esa diferencia de cuatros reales medio año después. El embargo se hizo extensivo a las rentas del diezmo e incluso al trigo acumulado por uno de los regidores, Francisco Martínez Bonillo. Se enviaron comisarios a Aragón y Valencia para la compra de trigo, pero previamente se intentó en Toledo cambiar  por plata la moneda de vellón existente en el caudal del pósito; la plata había desaparecido de la circulación en Villarrobledo. Para obtener el pan se mezcló el escaso trigo con el candeal, pero el precio se mantuvo en diez maravedíes la libra, pues la fanega de trigo ya superaba la tasa del año 1600, fijada en 18 reales, yendo más allá de los treinta reales. Se hicieron ensayos para ver la cantidad resultante de la mezcla del trigo con el candeal, por una fanega del primero se obtenían alrededor de 110 libras de pan, por una fanega del segundo, no llegaba a noventa. Se habilitaron 53 panaderos con licencia para la venta, distribuidos en tres puntos de ventas: uno en la plaza del Pozo y dos en la plaza Mayor. En uno de estos últimos puntos se situaba la venta a forasteros, a los que se vendía la libra a doce maravedíes.

El trigo necesario para el pósito se encontró por fin a comienzos de agosto en manos de un vecino de Villar del Águila, tierra de Huete, y sobre todo, en la comarca de Molina de Aragón, donde se envío a dos frailes para tratar la compra de cerca de 10.000 fanegas. Simultáneamente cuatro regidores, cumpliendo órdenes del corregidor, acompañados de alguacil y regidor, registraban el trigo de los labradores.

Los dos frailes se encontraban en la tierra de Molina a fines de agosto, comprando el trigo para el pósito. Los precios, con la cosecha recién recogida, ascendía ya a 30 y 36 reales la fanega de trigo; el doble del fijado por la tasa. Para evitar pérdidas, el concejo villarrobletano decidió subir el precio del pan a doce maravedíes la libra; el mismo que pagaban los forasteros, que pronto, el 2 de septiembre se subiría en dos maravedíes más. Pero los informes que desde Molina mandaba el padre Serrano, uno de los frailes, avisaban de la escasez de trigo en la zona de Molina obligaría a completar las compras en Aragón y que los costes de acarreo elevarían el precio de la libra de pan cocido a 17 maravedíes. Las noticias del fraile y otras negativas, como las del alférez Sebastián de Losa que se había desplazado a Medinaceli, llevaron a desechar la opción aragonesa e intentar comprar el trigo de Cartagena, ofrecido por el Marqués de la Vélez, gracias a la mediación del corregidor. Pero de nuevo se chocaba con la falta de numerario en plata. De hecho, el único dinero aceptado. la generalidad de las transacciones y pagos se hacía con moneda de vellón. Así se volvió de nuevo a la requisa y embargo del trigo del diezmo, que obraba en poder de los fieles, procedente de la reciente cosecha. Claro que el trigo que se procuraba embargar era el correspondiente a las tercias reales, pues el concejo bien se cuidaba de incluir en este embargo la cuarta parte de las rentas decimales, que se pensaba dedicar a la sementera. Para disponer de esta parte se procuraba utilizar el camino de la mediación con la Iglesia de Toledo. En cualquier caso, la parte de trigo embargado correspondiente a las tercias para comienzos de octubre ya estaba en el pósito. Dicho trigo daría lugar a un pleito con la villa de Almagro, a quien se habían arrendado los frutos decimales. En cuanto al trigo para la sementera sería cedido a finales de octubre por la iglesia de Toledo, pero de fiado y a pagar en la cosecha de agosto de 1606, en unas condiciones tan leoninas en los intereses que se decidió pagar al contado. Aunque el problema era el dinero.

Como un agravio en la villa, se debió ver el requerimiento del corregidor de San Clemente, que, con cargo de la parte del diezmo correspondiente a las tercias, decidió asignarse la dotación que, de los cereales villarrobletanos, hacía uso anualmente para su casa y para la casa del alcalde mayor (doscientas fanegas de trigo y ciento cincuenta fanegas de cebada para el corregidor y cien fanegas de trigo y cincuenta de cebada para el alcalde mayor).

El problema de la escasez afecta a todo el corregimiento. El corregidor decide convocar, en la vieja tradición de las juntas del Marquesado, una junta de las diecisiete villas del corregimiento. Se celebrará el domingo 16 de octubre de 1605 en Iniesta y acudirá un regidor o alcalde por villa. Deben acudir con las necesidades de trigo de cada uno de los pósitos locales. Por primera vez, se intenta dar una solución general a las malas cosechas. Se ha concedido licencia real para sacar 300.000 fanegas de trigo del Reino de Aragón para provisión del Reino de Toledo y otras tierras, entre ellas el corregimiento. La junta acordó que el corregidor escribiese al Consejo Real sobre la necesidad de trigo en el corregimiento. La petición sería defendida por Pedro Durango, estante en la Corte, que recibiría un salario de 50 ducados a repartir entre las villas. Las desavenencias vinieron cuando San Clemente y otras villas pidieron socorro económico al resto de villas por la plaga de langosta que estaba azotando sus frutos; Villarrobledo se negó a dárselo con la justificación de que ellos no padecían de esta plaga.

Villarrobledo disponía de otro pósito, el llamado pósito de los pobres, fundado por el doctor Uceda y Torres, cura de la villa. El caudal del dicho pósito, diecisiete mil reales, que obraban en poder del regidor Pedro de Montoya Vizcarra, sería requisado y agregado al caudal del pósito municipal, a cargo de su mayordomo Juan Rosillo. A marchas forzadas, se intentaba acumular suficiente dinero para la compra de trigo para la siembra a la Iglesia de Toledo. Así se conseguía recuperar más de 2.000 reales de algún deudor atrasado del pósito y la villa debió respirar aliviada cuando se conoció la rebaja en un millón de maravedíes del encabezamiento de las rentas reales del suelo de Alcaraz, tierra a la que fiscalmente pertenecía Villarrobledo. Pero a fecha de 13 de noviembre todavía había labradores sin simiente. De nuevo, se intentó obtener la cuarta parte de las rentas decimales de sus tenedores a precio de la tasa.

Durante el invierno, la escasez que vive la villa apenas si se trata  las reuniones del cabildo, hasta que el 13 de febrero de 1606 se recibe mandamiento del corregidor de San Clemente tasando el precio de la venta del pan, a petición del procurador sindico que se queja de que la libra de pan se está vendiendo a un precio superior a doce maravedíes la libra. Pero la situación que se vivía debía ser desoladora. En la vecina San Clemente, sin duda con menos provisiones de trigo que Villarrobledo, el panorama que se nos presenta el 21 de febrero, cuando se decide el reparto de dos mil ducados entre los pobres, es de hambruna:

y este presente año avía sido el más estéril en essa dicha villa y su tierra, que xamás se avía visto, y la gente pobre passava grandísima necesidad y se cayan muertos de anvre: y aunque algunos andavan clamando por las calles, no avía quien tuviesse posibilidad para socorrerlos, ni los que tenían heredades las cultivaban; y se temía que avría de suceder, por la dicha ocasión de aver tanta anvre, alguna enfermedad de peste como la que avía sucedido en essa dicha villa el año de 600 (1)

Las quejas de la villa de Villarrobledo se reavivan el 23 de febrero, cuando llega la noticia de que Villarrobledo debe aportar 30 carros y 90 mulas para la mudanza de la Corte de Valladolid a Madrid.

en esta villa no ay ni se podrán hallar mulas para que puedan servir en la dicha jornada por estar todas hellas muy flacas y decaydas de causa de la gran falta de zebada 

Lógicamente el Rey no podía recibir una simple negativa. Así que a la ritual exposición de motivos, bastante cierta, sobre la esterilidad de los tiempos y la pobreza de los vecinos, se añadía la petición de concesión de arbitrios para sufragar los costes de los carros y mulas, en una decisión que para nada beneficiaba a aquéllos en  cuyo nombre se solicitaban los mencionados arbitrios. La dehesa carnicera se roturaba para tierras de labor por tiempo de ocho años y se arrendaba por el mismo tiempo para pasto la dehesa de Calaverón. A corto plazo, la decisión tomada fue más tajante, para el uno de abril se decidió el embargo de 25 carros a varios vecinos con una compensación de 400 reales a pagar en agosto o septiembre del dinero obtenido con la próxima cosecha. En las actas del doce de abril aparecen los 25 carros finalmente embargados y el nombre de los vecinos afectados con todo detalle. Finalmente en mayo la aportación quedaría en quince carros.

Mientras los problemas de aprovisionamiento de pan se agudizan, viéndose obligada la villa a establecer el 13 de marzo un estricto racionamiento del trigo. Se fija un único punto de entrega del pan a los vecinos, las casas dejadas por el doctor Uceda, antiguo cura de la villa, con asistencia continua de dos regidores para evitar el descontrol en la distribución. A los problemas de distribución se unían los de malversación de fondos. Tal como se reconocía en la sesión de 13 de abril de 1606, varios vecinos encargados de la compra de trigo para el pósito se habían quedado con parte del dinero, tan necesario ahora para la realización de nuevas compras.

Para el 26 de abril la gravedad de la crisis ya nos aparece en toda su crudeza, reconociéndose la labor desinteresada de los médicos por atender el número creciente de los pobres de la villa:

dixeron que de causa de la nezesidad que padezen los vecinos pobres desta villa a avido y ay muchos enfermos y los médicos desta villa an tenido cuydado y lo tienen de presente de visitarlos sin ynterés alguno

Las condiciones de distribución de pan para los forasteros se endurecen, aumentándose el precio a 16 maravedíes la libra. Se intenta restituir la falta de trigo en el pósito con nuevas compras; esta vez en Alcázar de San Juan, que por entonces se llamaba Alcázar de Consuegra. Como el año anterior, aprovechando la procesión de San Nicolás de los Villarejos para el once de mayo, se repartirá pan cocido a los vecino pobres, panadeado del trigo veinte fanegas existentes en el pósito, correspondientes al beneficio curado de la villa, y que cedidas en un contexto de necesidad ahora el párroco pretende cobrar a precio tasado de 18 reales, aunque eso sí, en plata.

Pero ya se sabe que la cosecha del mes de agosto va a ser muy buena. La escasez presente con la abundancia futura desata los procesos especulativos. Desde villas como San Clemente o Belmonte se disparan las ofertas de compra por el grano de la venidera cosecha villlarrobletana. Son los propios vecinos ricos de Villarrobledo, que dando la espalda a la necesidad de sus convecinos, los que se desplazan a las villas comarcanas ofreciendo su futura cosecha al mejor postor. En saco roto caen las peticiones que las ventas se hagan primero entre compradores de la villa. El concejo solo puede ofrecer 22.000 reales para las compras de agosto para proveer el pósito con sus caudales. Se aportarán tres mil ducados más (¿del dinero obtenido a censo?), que se prestarán a vecinos de la villa para que compren trigo a partir del quince de agosto y se comprará más trigo para el pósito para abastecimiento de la villa para el periodo de junio a agosto. Mientras la necesidad y el hambre continúa, el cinco de junio de 1606, Villarrobledo, el granero de España, acuerda que para remediar el hambre se provea a sus vecinos de pan de cebada, se compren cuatro mil fanegas para el pósito, pero esta vez de centeno, y, en una medida sin precedentes en la villa se manda la expulsión de todos los forasteros en un plazo de tres días. La expulsión sería más gesto propagandístico que otra cosa, pues difícilmente podía prescindir Villarrobledo de los peones para la siega. No es de extrañar que pocos días después en otro ayuntamiento se volviera a decisiones anteriores de mantener el precio de pan a los forasteros a 16 maravedíes pero bajando la libra de 16 a 14 onzas.

El desabastecimiento iba acompañado de la especulación, el hambre presente de los vecinos era parejo a unos campos que ese verano mostraban una cosecha abundante como no se recordaba desde hacía tiempo.






Archivo Municipal de Villarrobledo (AMVi), Actas municipales del 22 de septiembre de 160 hasta el 29 de junio de 1606



(1) TORRENTE PÉREZ, Diego: Documentos para la Historia de San Clemente. Tomo II. Madrid, 1975. pp. 164




domingo, 8 de mayo de 2016

Los portugueses de San Clemente: los intercambios comerciales

Rembrandt: La novia judía. 1667
Nos equivocaríamos si pensáramos en la sociedad sanclementina de la Edad Moderna reduciendo nuestra imagen a una villa cerrada, cuyos intercambios humanos y económicos se limitaran a un espacio meramente comarcal o regional. La atracción de la sociedad sanclementina y su vertiginoso desarrollo económico desde comienzos del quinientos habían traído gentes llegadas de todas partes; así, aquellos vascos, constructores, canteros, orfebres o plateros, en busca del trabajo proporcionado por la explosión constructiva de edificios religiosos y civiles.

La crisis finisecular habría provocado un retraimiento de la sociedad de San Clemente; pero la crisis de muchos fue la fortuna de algunos que a comienzos del siglo XVII sientan las bases de sus haciendas familiares. Ni la peste de 1600 ni las crisis de subsistencias que la precedieron y sucedieron en los años inmediatos frenaron el desarrollo de la vida de la villa. Era una sociedad llena de cargas, que no había pagado las deudas del último tercio del siglo XVI, pero el crédito fluía y siempre había quien disponía del capital necesario para el préstamo. Cosa aparte es la limitación de los endeudados para pagar los réditos a sus deudores, a pesar de que los intereses que habían alcanzado el diez por ciento a finales del quinientos, ahora bajaban al siete e incluso al cinco por ciento. Algunos, incapaces de colocar su capital en parte alguna, adquirían tierras, caso de los hermanos Tébar o Rodrigo Ortega el mayor; otros prestaban a los concejos, obligados a empeñar sus propios, y sus ingresos, y algunos, como los Pacheco o los Guedeja, prestamistas en su tiempo, legaban su capital a la fundación de memorias de obras pías para mayor enriquecimiento de los institutos religiosos que, sin despreciar su historia pasada, viven su momento dorado.

La propiedad, de libre y en un continuo traspaso de manos, deviene en vinculada, bien a mayorazgos bien a las manos muertas. No obstante, esto es simplificar demasiado las cosas, porque entre 1610 y 1620, la sociedad sanclementina resurge de nuevo y este impulso se mantiene una década más. No es ajena, en este renacer económico la paz que trajo la Tregua de los Doce Años (1609-1621). Las oportunidades de negocio crecieron, aunque fuera a costa de la producción nacional; incluso para fracasados como Martín de Buedo, que soñará con recuperar su hacienda perdida. Con el negocio fácil fue pareja la corrupción y el pillaje de lo ajeno, pero también el crecimiento de las actividades económicas y comerciales que se desarrollaban en un mercado más amplio de ámbito nacional e incluso apostaba por eso que se ha llamado la economía mundo. San Clemente, que recuperaba el espíritu abierto del Renacimiento, era una sociedad satisfecha y que se divertía en esas representaciones teatrales y festivas, cuyo testimonio los documentos han conservado. Ni las sombras de la reciente expulsión de los moriscos o las pesquisas inquisitoriales fueran capaces de oscurecer esas ganas de vivir.

Ese contexto era la oportunidad perfecta para minorías sociales marginadas, pero inclinadas al riesgo de un mundo abierto que superaba los localismos. Así es como nos aparece la figura del converso portugués, prestamista y mercader. Desarraigado sí, pero que mantiene todos los lazos con sus antiguos hermanos de fe. La anexión de Portugal en 1580 ha eliminado las fronteras para estos hombres, la Tregua de los Doce Años les ofrece una posibilidad única de negocio por sus contactos con la comunidad judía de Holanda.

En San Clemente se estableció también una pequeña comunidad portuguesa. Su personaje central es Simón Rodrigues el gordo, socio en los negocios de especias y sedas del regidor Francisco del Castillo e Inestrosa, figura tan cosmopolita como enigmática, y víctimas ambos de las persecuciones inquisitoriales, fruto de su naturaleza judía, que ni negaban ni renegaban. Hacia 1616, cuando comienza nuestra historia, Simón Rodrigues ha fallecido; su hijo y heredero Juan Alvares se hace cargo de los negocios, pero su casa o posada es morada de otros mercaderes portugueses. En torno al patio de la casa, diferentes comerciantes tienen sus habitaciones con llaves propias, donde almacenan todo tipo de mercancías, añinos, lienzos o especias y el dinero obtenido por su venta. Es, dicho con todo respeto y con una osada comparación, el fondaco de los portugueses. En torno a estos aposentos, en los que la Inquisición pone enseguida sus ojos, se desarrolla una compleja red de intercambios comerciales y financieros: compra de fardos de lienzos en Cuenca o Madrid, con un origen que no tiene por qué ser nacional, pagos aplazados y comprometidos en las ferias de Alcalá o de Mondéjar, factores en Portugal, que introducen en España las mercaderías extranjeras, y recepción en la villa de San Clemente de la producción regional de añinos o de azafrán para su exportación al exterior, Y además, participación en las operaciones menudas de intercambio a nivel local, que incluyen los pequeños préstamos a los vecinos y que les facilita el numerario necesario para la adquisición de las mercaderías vendidas por los portugueses. Era una época que no se pagaba al contado y se vivía mucho de fiado.

En ese juego de intercambios es donde nos aparecen los Luises, hermanos portugueses, víctimas del secuestro de sus bienes por la Inquisición al tenerlos depositados en la misma casa que Manuel Alvares, que arrastraba en su persona los pleitos inquisitoriales que su padre había padecido.

La presencia de portugueses en la villa de San Clemente comienza a hacerse visible desde comienzos del siglo XVII. La anexión de Portugal por Felipe II en 1580 había eliminado las fronteras, pero también obligado a una diáspora de la población judeoconversa a destinos más lejanos, como las Provincias Unidas. No obstante, el rigor de la actuación de la Inquisición en Portugal provocó que muchos marranos portugueses buscaran su destino en España, donde la actuación inquisitorial por estas fechas era mucho más benigna. Las medidas tomadas por Felipe II en 1587 para que los conversos no salieran de Portugal no tuvieron continuidad. En el asentamiento en suelo castellano, debió ser crucial el trato al que los conversos portugueses llegaron con Felipe III a principios de 1605: a cambio de una gran suma de dinero, 1.700.000 cruzados, obtuvieron condiciones especiales, en lo que sería un perdón general, sancionado por un breve papal en el mes de agosto, y que era el contrapunto al permiso de salida al extranjero que se les había otorgado en 1601 en un intento de relajar las tensiones con una comunidad, cuyo grado de conversión al cristianismo era poco sincero.

La dispersión de la población conversa portuguesa puso las bases de un extensa red para el desarrollo de los negocios que sería aprovechado en el largo periodo de paz del reinado de Felipe III. La bancarrota de 7 de noviembre de 1607, situó a algunos portugueses junto a los genoveses como asentistas de la Monarquía, anunciando lo que ya sería, con motivo de la quiebra de 1627, el papel financiero de primer orden de los conversos lusos en la época de Olivares. No obstante, en el intermedio, coincidiendo con los años finales del reinado de Felipe III y los inicios del de Felipe IV, la persecución contra los conversos de la nación portuguesa se agravó.

El espacio económico y fiscal formado por el corregimiento de San Clemente y el distrito de rentas reales del Marquesado de Villena no fue ajeno a estos vaivenes de la política real con la minoría conversa de los portugueses. Testimonios de la presencia portuguesa en San Clemente nos han quedado en el Archivo histórico de San Clemente. Algunos llamativos, como aquel portugués llamado Domingo Enríquez y los escándalos que provocó por el año 1615 en el convento de monjas franciscanas clarisas (1). Otros portugueses eran asalariados al servicio de algún vecino principal de la villa, como Martín Collado, mayoral del escribano y regidor Miguel Sevillano, que nos ha dejado por testimonio, entre otros muchos, una carta escrita en mal castellano, por la presencia de vocablos portugueses,


Fragmento de carta del Martín Collado, portugués (AMSC. 1632)
Aunque, la huella portuguesa también nos aparece a lo largo del siglo XVII de la mano de los asentistas portugueses, que disfrutaban de las rentas de juros situados sobre las rentas reales del Marquesado de Villena. Cartas de pago expedidas por el tesorero Astudillo Villamediana a favor de los banqueros lusos se nos conservan en la década de los cuarenta. Pero ya antes, a comienzos de siglo, cuando la tesorería estaba en manos de los Buedo, tenemos testimonio de un proceso ejecutivo de 1613, seguido por los hermanos Castro contra Fernando Muñoz de Buedo, arrendador de rentas reales, para asegurarse el cobro de las rentas de sus juros situados sobre las alcabalas del Marquesado de Villena.

Sin embargo, era la comunidad de comerciantes portugueses existentes en la villa, de origen converso, la que más participaba con sus tratos mercantiles y humanos en la vida sanclementina y la que más recelos despertaba. Ya nos hemos referido cómo estas actividades se organizaban en torno a la casa de Simón Rodríguez y, muerto éste, de su hijo Manuel Álvarez (ambos preferían utilizar por razones obvias sus nombres y apellidos castellanizados). En torno a esta casa, llamada la posada que dizen de los portugueses, y en los años que van de 1616 a 1618, nos aparecen diversos comerciantes, entre los que destacan los Luises, hermanos de los que el mayor, Francisco López Luis, solía residir en Lisboa, desde donde ocasionalmente, en ciertas épocas del año, se desplazaba a San Clemente para controlar el negocio de sus otros dos hermanos, Simón Gómez y Manuel Luis. El caso es que cuando en 1616 Manuel Álvarez tiene problemas con el Santo Oficio, a la hora de secuestro de bienes no se hace distinciones entre las mercaderías de Manuel Álvarez y sus socios y esas otras de los Luises, aunque estos insistan en la independencia de su negocio, que cuenta con aposento propio, del que solo ellos disponen la llave de acceso.

Los hermanos Luis procedían de Trancoso, una población portuguesa, notoria por su judería y la dedicación al comercio de sus habitantes. De hecho, las casas del barrio judío que nos han llegado hasta hoy destacan por tener dos puertas, una más ancha para el comercio, y otra más estrecha de acceso al domicilio familiar.

La defensa de los hermanos Luis, que por precaución han huido a Madrid, la llevará el hermano mayor, el cual, desde Lisboa, se desplazará a mediados de abril de 1617 a Cuenca para intentar recuperar las mercancías embargadas por la Inquisición en el mes de enero, entre las que había mercancías por valor de 7.236 reales. adeudadas a un portugués llamadas Felipe Fernández. El valor del proceso inquisitorial reside menos en saber la suerte de unos hermanos, que decidirán fugarse de la persecución de los inquisidores, y mucho más en la complejidad de las relaciones comerciales que desvela.

Las mercaderías tratadas por los portugueses eran lienzo, telas, holandas y diversas especias, que iban del azafrán local a otras más exóticas como el clavo y la canela. Francisco López Luis solía comprar sus mercancías en diversas ferias de ámbito regional, entre las que destacan Alcalá, Torrija o Tendilla y Pastrana, pero otras veces las compras se realizaban en Madrid e incluso en Lisboa. Se encargaba de hacer llegar las mercancías a sus hermanos en San Clemente, que las vendían por toda la comarca y regresaban el dinero obtenido de las ventas a Portugal. Francisco López Luis no compraba al contado, sino que las tomaba en préstamo o fiadas y sólo pagaba a sus proveedores, con el dinero obtenido por sus hermanos en las ventas. No faltaba ocasión en que Francisco se personaba en San Clemente para ayudar a las ventas a sus hermanos Manuel y Simón. Aunque, para evitar el embargo, Francisco siempre se presentó como el propietario de las mercancías y a sus hermanos como simples agentes o factores, de los documentos conservados parece que estamos ante una compañía societaria. El aposento que tenían los hermanos Luis estaba en el patio de una casa, donde existían otras tiendas de portugueses. Empleamos el término tiendas, pues además de almacén, estos aposentos eran puntos fijos de venta, adonde acudían los vecinos a realizar sus compras.

De los testigos presentados por Francisco López Luis para su defensa, conocemos los nombres de algunos portugueses que residían en la villa de San Clemente: Juan Rodríguez, Gaspar López, Francisco Díaz Cardoso o Simón Donís, pero también de otros mercaderes locales de la villa, que tenían una relación de complementariedad con los portugueses; actuando en otras ocasiones como mediadores en operaciones con otros comerciantes. Así Julián Martínez Mondoñedo, mercader de 34 años y vecino de San Clemente, adelantó a Francisco López Luis, un 20 de agosto de 1616 y en la feria de Alcalá de Henares, quinientos reales, con los que éste pagó a un mercader toledano de nombre Tomás de la Fuente el montante de un fardo de lienzos. Francisco giraría carta de pago a sus hermanos en San Clemente, en cuya posada se presentó Julián Martínez para cobrar los quinientos reales ¿Con interés? Sin duda, como le aplicarían a él en operaciones de sentido inverso.

Lo normal era que los portugueses fueran los prestamistas; así Martín de Ávalos, escribano, les pidió en cierta ocasión 20 reales. Estas cantidades pequeñas debían ser lo corriente en los préstamos. Devuelta la cantidad a los tres o cuatro días, creemos que los portugueses le aplicaron cuatro reales de interés, es decir, un veinte por ciento. Estas operaciones de poco montante serían las más numerosas tanto en los préstamos como en las ventas de mercaderías; tales tratos son los que mantenía un barbero de Honrubia o el labrador Felipe Fromista, y así lo corroboraba el almotacén Fernando de Juera. Aunque algunos otros, como el sastre Alonso López, eran clientes habituales, que tenían a los portugueses como proveedores fijos de su oficio. El sastre solía comprar las telas de fiado y pagar cuando sus clientes le habían satisfecho el precio de sus jubones y vestidos. Otros, como Cosme Cribelo y Salas, notario apostólico en la villa de San Clemente, intentaba tratar con los portugueses y chocaba con su desconfianza. El regidor Francisco del Castillo e Inestrosa, de treinta años de edad, que cuatro años antes se había visto involucrado en un proceso inquisitorial, fue llamado a declarar como testigo de cargo, pero, parco en palabras, hábilmente se desmarcó de cualquier acusación para destacar la buena calidad de la lencería vendida.

Los testimonios del escribano Martín López Caballón y del cortador Juan Navarro son los que nos aportan más información. Nos cuentan que los hermanos Luis además de vender lencería y paños más delicados como buratos, compraban también azafrán y añinos por toda la comarca, que luego revendían. Solían integrarse en la vida del pueblo, participando de los juegos. Uno de estos juegos populares eran las tablas, a las que se jugaba con dados y fichas, similar al actual backgammon; sus reglas fueron descritas por Alfonso X el Sabio en el Libro de ajedrez, dados y tablas. Destacaban en este juego los portugueses y, en especial, Manuel Luis con apuestas de veinte a treinta reales. A decir de los dos testigos, este Manuel Luis debía ser hombre muy despierto y de gran entendimiento que siempre salía ganador en el juego.

Juego de las tablas en la Torre de Londres

Barrio judío de Trancoso

Los Luises eran el extremo final de una red comercial, vendiendo las mercancías al por menor. En esa red el papel de mayorista correspondía a otro converso portugués llamado Felipe Fernández, natural de la villa de Pinhel, villa al igual que Trancoso perteneciente a la región de Beira y distantes ambas apenas unos 30 kilómetros. Felipe Fernández, estante en Madrid, actuaba como agente en España para introducir diversas mercancías extranjeras, que iban de especias como la canela o el clavo a telas de mayor calidad que las fabricadas en España, tales como holandas o cambrais, o simplemente fardos de lienzo que sin calidad notoria, producidos a menor coste en el exterior, darían la puntilla a la producción nacional. Aunque los tratos entre este comerciante mayorista y los Luises, y hemos de suponer también otros mercaderes, se cerraban en Madrid. Los pagos de estos contratos de compraventa se aplazaban a las ferias de Alcalá, celebrada el 24 de agosto, y Mondéjar, que tenía lugar el 30 de noviembre.  En este caso, al ser embargada la mercancía a los Luises, el mayorista dejará de cobrar y presentará demanda para recuperar los 7.236 reales de la venta. Reproducimos la carta de obligación de la operación entre los portugueses, aunque fuera tildada de falsa por la Inquisición, que refleja muy bien estos circuitos comerciales:

Francisco López Luis y Manuel Luis mercaderes portugueses hermanos rresidentes en la villa de Sant Clemente y estantes al presentes en esta corte... nos obligamos a dar y a pagar y que daremos y pagaremos a Philipe Fernández y a Francisco Fernández su sobrino y a Luis Fernández vecinos de la villa de Pinel y rresidentes en esta corte y a cada uno dellos in solidum y a quien el poder de qualquier dellos ouiere siete mill y ducientos y treynta y seys rreales los quales le debemos y son por rrazón de compra de un fardel de nariales manchados con ochocientas y cinquenta y quatro varas a precio de nouenta y ocho maravedís la vara que montó dos mill quatro cientos sesenta y un rreales y medio y por dos arrobas de clauos de especia a precio de diez y ocho rreales y quartillo la libra montaron nueuecientos y doce rreales y medio y por una banasta de canela con ciento y ochenta libras a precio de seis rreales y medio la libra monto mill mill y ciento y setenta rreales y por ocho piezas de cambrays a precio de ochenta y dos rreales la pieça montaron quinientos y cinquenta y seis rreales y por diez piezas de olandas a precio de ciento e veynte rreales la pieza montaron mill y ducientos rreales y por quatro piezas de selicios a precio de ciento e veynte e siete rreales la pieza montaron quinientos y ocho rreales e por seys pieças de telillas a precio de quarenta rreales la pieza montaron ducientos y quarenta reales y por dos piezas de bombacias a precio de quarenta y quatro rreales la pieza montaron ochenta y ocho rreales que todo le compramos a los dichos precios y summó y montó los dichos siete mill y ducientos y treynta y seis rreales ... y nos obligamos a les pagar los dichos marauedís la mitad dellos para veynte y quatro días del mes de agosto feria de Alcalá y la otra mitad l'ará postrero día del mes de nouiembre feria de Mondéjar todo el año que viene de mill y seiycientos y diez y siete años puestos y pagados todos ellos a nuestra costa y mención en las dichas ferias o en esta villa de Madrid en manos y poder de los susodichos qualquiera dellos en rreales de contado y si no se los pagaremos como ya donde dicho es... en la villa de Madrid a veynte y tres de junio de mill y seyscientos y diez y seys años






Archivo Histórico Nacional, (AHN), INQUISICIÓN, 4534, Exp. 14.  Pleito fiscal de Felipe Fernández, 1616-1620



(1) AMSC. CORREGIMIENTO. Leg. 81/7

sábado, 7 de mayo de 2016

Villanueva de la Jara según el "Viaje de España" de Ponz

14. ... Desde Alarcón tomé el camino de Villanueva de la Xara, que antiguamente fue su aldea, distante tres leguas, viajando por un territorio que parte está sembrado y parte es monte baxo, de romerales, carrascales, con algunos pinos, &c. Todo él abunda de caza: !gran tierra para los aficionados a ella! A la izquierda se dexa el lugar de Villahermoso y Rubielos Altos, á la derecha Rubielos Baxos. Se atraviesa á la mitad de este camino una gran llanura, que se extiende por todos lados y parece un mar en calma. Al cabo de ella está Villanueva de la Xara, junto á un pequeño arroyo. Es una de las villas que están en mejor ser en La Mancha, tocante á las habitaciones de sus vecinos, á la llanura, rectitud, y anchura de calles. En sus inmediaciones, antes de llegar á ella, se encuentra porción de olivares, y viñas, que los que quieren (!ojalá lo quisieran todos!) las tienen cercadas de espinos, y zarzas, en lo que se conoce ser tierra fresca y adaptada para otras muchas suertes de árboles, particularmente la espaciosa vega, que se forma por donde corre el arroyo que dixe, cuyo nombre es Valdemembra, por los muchos membrillos que antes había plantados en dicha vega, según su conjetura. Me aseguraron que se hacen cada año hasta cincuenta mil arrobas de vino, y las otras cosechas principales son de trigo, cebada, y aceytuna.

15. En este pueblo, que fué antes de los Marqueses de Villena, sucedió un caso, que si algún Autor Griego hubiera dexado escrito su semejante, se admirará entre los más heroicos del mundo. Se habla de él en la Crónica de los Reyes Católicos, escrita por Hernando del Pulgar, fol. 120, con las siguientes palabras:

donde estaban por Capitanes contra el Marqués, D. Jorge Manrique, y Pedro Ruiz de Alarcón, peleaban los más días con el Marqués de Villena, y con su gente, y había entre ellos algunos reencuentros, en uno de los quales D. Jorge Manrique se metió con tanta osadía entre los enemigos, que por no ser visto de los suyos, para que fuera socorrido, le firieron de muchos golpes, y murió peleando cerca de las puertas del castillo de Garcimuñoz, donde acaesció aquella pelea, en la qual murieron algunos escuderos, y peones de la una y de la otra parte. En aquella guerra había algunos prisioneros, que se tomaban: y los Capitanes del Rey, y de la Reyna, acordaron de aforcar seis hombres de los que tomaron, y prendieron, porque siguiendo guerra injusta, peleaban contra el Rey, en su reyno. Visto por la gente de armas, que estaba con el Marqués, aquella justicia, recelando que qualquiera de ellos que fuese preso sería ahorcado, requirieron á un caballero, que se llamaba Juan  de Berrio, Capitán de la gente del Marqués, que ahorcase otros seis de los prisioneros que estaban en su poder. Aquel Capitán, temiendo que su gente por aquella causa no enflaqueciese, acordó de ahorcar algunos de los que tenía presos, y mandó que echasen suertes en los presos, y los seis de ellos a quien cayese la suerte, fuesen degollados. Acaeció que una de aquellas suertes cayó a un escudero de la villa de Villanueva de la Xara, aldea de Alarcón, hombre de hasta cuarenta y cinco años, casado, y con hijos, el qual tenía un hermano, que estaba asimismo preso con él, mozo de hasta veinte y cinco años. Este mozo, visto que por la suerte que había caído a su hermano mayor, había de morir, dixo: Hermano, yo quiero morir en lugar vuestro, porque no podría sufrir la pena que habría en vuestra muerte, y carecer de vuestra vista. El hermano mayor le respondió: No plegue Dios, hermano, que padezcas tú por mí: yo quiero sufrir con paciencia esta muerte, pues a Dios plogo que muriese de ésta manera: no es razón que tú, que eres más mozo, y aún no has gozado de los bienes de esta vida, mueras en tan tierna edad: encomiéndote mi muger, y mis hijos. El hermano menor replicó: hermano, vos sois casado, tenéis mujer, e fijos pequeños, los quales quedarían sin abrigo; más vale que muera yo; y dexe pronto las tribulaciones de esta vida, pues de mi muerte no viene otro daño sino a mí. Esta qüestión pasó entre estos hermanos, y al fin venció el menor, y por grandes ruegos que hizo al Capitán, fue degollado, y quedo vivo el mayor. Pónese aquí este caso, por ser singular exemplo de buena hermandad.

16. Ya ve V. que el suceso es digno de que este escritor lo dexase registrado: también lo cuenta el padre Mariana, pero ni uno, ni otro dicen como se llamaban los hermanos. Sus nombres eran, el del casado Martín Saiz Talaya, y el del mancebo Juan Saiz Talaya, y tales aparecen de las relaciones, que de mandado del señor Felipe II, se hicieron por los pueblos, de las particularidades que en ellos había dignas de notarse en el año de 1575, en lo tocante á esta villa, y á la del castillo de Garcimuñoz, en la qual se executó la tal sentencia. Dichas relaciones se depositaron en la Real biblioteca del Escorial.

17. Lo que hay en Villanueva de buena arquitectura, es una fachada, que da entrada al pórtico de la casa del Ayuntamiento, con columnas de orden dórico debaxo, y otras tales encima formando una galería. Ni es mala fachada una de las de la parroquia, cuyo principal adorno consiste en quatro columnas de orden jónico, dos á cada lado de la puerta. El templo es muy grande, pero executado sin la decoración arquitectónica correspondiente al mejor gusto; y su altar principal es una monstruosidad del arte, en que acaso se consumiría un pinar entero. En la sacristía vi dos cuadros de Simón Villa, de quien hace conmemoración Palomino, y yo lo haré en algún otro pasage.

18. Hay en esta villa un convento de Carmelitas Descalzas, que fundó Santa Teresa, con una iglesia muy bien construida, y lo es el altar mayor, compuesto de quatro columnas corintias en su primer cuerpo, y en el segundo de dos compuestas. No son malas las pinturas que en él están colocadas , ni tampoco lo son sus altares colaterales. En el convento de San Francisco se encuentra un altar dedicado a Santa Silveria, fundado por el Excelentísimo señor D. Alfonso Clemente de Aróstegui, en donde se venera el cuerpo de la Santa. El nicho del medio contiene una pintura executada en Roma por un tal Rosi. La población de Villanueva me dixeron que era de hasta seiscientos vecinos. Yo fui muy bien recibido, y agasajado en la casa del expresado Señor (1) (a quien por algunos años debí un afecto particular), y en ella vi colocadas algunas pinturas de D. Conrado Giaquinto, y de otros autores italianos de crédito.

(1) El Excelentísimo señor D. Alfonso Clemente de Aróstegui, falleció de 77 años de edad, el día 10 de febrero de este presente año de 1774. Fue el primer Vice-Protector que tuvo la Real Academia de San Fernando; y habiendo vuelto de Nápoles, en donde servía á S. M. de Embaxador, le nombró nuevamente Vice-Protector de la misma Academia. Fue del Consejo de Estado de S. M., Comisario General de la Cruzada, Caballero Gran Cruz de la distinguida Orden de Carlos III, amante, y promotor de las Bellas Artes, y de los profesores y se puede decir, que contribuyó principalísimamente á la fundación de la expresada Real Academia, cuidando del aprovechamiento de sus discípulos, no solamente aquí, sino también de los que había pensionados en Roma, mientras se mantuvo en aquella corte en el empleo de Auditor de Roca.


Viage de España : en que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella (1789).  PONZ, Antonio, 1725-1792. Madrid : Por la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía. 1789. Biblioteca Valenciana. Colección: BV Fondo antiguo. Ubicación: BV Carreres.  Signatura: XVIII/1268, pp. 192-197

Las salinas de Minglanilla

20. El mismo día que salí de Villanueva de la Xara, llegué por la tarde á la Minglanilla, pueblo de doscientos vecinos, célebre por sus inmediatas salinas, que están como media hora de camino distantes ácia su parte oriental. Quise baxar á ver aquellas cavernas horrorosas, y ciertamente tuve grandísimo gusto de entrar en ellas, llegando hasta lo más profundo en donde se forma un gran espacio redondo á forma de plaza, cuya bóveda, circunferencia, y todo lo demás está cavado en la viva piedra sal que en algunas partes parecía como espejos cristalinos al resplandor de las luces, que llevábamos. Los escalones para baxar á dicha profundidad son cerca de doscientos; y es sabido que dicha mina da á S. M. gran utilidad.

21. Estas noticias me dio el actual administrador de ella, y se cree por lo que dicen algunos escritores antiguos, que desde la dominación de los Romanos en España, han suministrado gran copia de sal, y por lo que se ve la suministrará perpetuamente.

22. La Minglanilla es abundante de caza: de los frutos de la tierra no lo es tanto, pues ya empieza desde aquí la sierra, que divide el Reyno de Valencia de la Mancha




Viage de España : en que se da noticia de las cosas mas apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella (1789).  PONZ, Antonio, 1725-1792. Madrid : Por la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía. 1789. Biblioteca Valenciana. Colección: BV Fondo antiguo. Ubicación: BV Carreres.  Signatura: XVIII/1268; pp. 198-199    




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Oficios concejiles en San Clemente y aldeas hacia 1740

Año 1740

Regidores: Don Juan de Espila Perona, don Sebastián de Belmonte, don Juan Pacheco Toledo
Alcaldes de la Santa Hermandad: don Juan Francisco Pacheco y Guzmán, señor de las villas de Valdosma y Tejada (por el estado noble) y Cristóbal Rubio (por el estado general)
Mayordomo de propios: Alonso Montero
Mayordomo del pósito: Sebastián de Sevilla
Teniente en la aldea de Casas de Fernando Alonso: Martín Carrasco y Pedro de Haro, tras el fallecimiento del primero
Teniente en la aldea de Casas de Haro: Diego O(so)na ?
Teniente en la aldea de Casas de los Pinos: Diego Girón menor, al que sustituye Julián Esteso
Teniente en la aldea de Perona: Pedro de Jávega, al que sucede Fernando de Jávega
Receptor de Penas de Cámara: Bernardo Capiech
Procuradores de causas y del número: Bartolomé López Toledo, Cristóbal de Lerín, y Diego Carboneras y Juan Díez de la Cruz (desde 9 de junio de 1742)
Escribanos del ayuntamiento y del número: Francisco González del Mazo, José Saiz de la Blanca, Francisco López Hellín (también de comisiones), Francisco Antonio Cifuentes Mazo (sucede al anterior en la escribanía de comisiones) y Tomás Javier Muñoz
Alcaldes de la cárcel: Domingo Rubio, Manuel González Torrecillas y Francisco Catalán
Fieles Almotacenes: Pedro Olivares
Ministros ordinarios: Jerónimo de la Pola y Pedro Segovia, Asensio Martínez, José Molina, Pedro y Miguel Crespo, José Peregrín y Sebastián del Castillo.

Año 1741

Regidores: Se despide don Juan Pacheco de Toledo y entran don Tomás Martínez Buedo y don Miguel Sedeño

Año 1742

Regidores: Vuelve don Juan Pacheco de Toledo y se incorporan don Felipe Antonio Pacheco y don Antonio de Oma y Haro y don Joaquín José de Ortega, como alguacil mayor con voz y voto en el ayuntamiento y por teniente de alguacil mayor, desde 1743, a Antonio Rosillo Carbonel
Alcaldes de la Santa Hermandad: don Felipe Antonio Pacheco (por el estado noble) y Andrés Muñoz (por el estado general)

Año 1743:

Regidores: se incorpora don Vicente de Sandoval y Guerrero, caballero de la orden de Alcántara,
Depositario General y receptor de penas de cámara: don Sebastián del Castillo y, desde 29 de agosto, el licenciado don José Herraiz, abogado de los reales consejos.
Alcaide y guarda mayor: don Fernando Pacheco y Mesía, le sucede don Francisco Antonio Sandoval y Pacheco
Jurado: don Pedro Manuel de Ortega
Procurador Síndico General: don José Royo de Cantos
Alcaldes de la Santa Hermandad: Joaquín de Cantos (por el estado noble) y Diego Saiz (por el estado general)

Año 1744:

Regidores: se recibe por nuevo regidor a don Cristóbal Martínez de Buedo
Alcaldes de la Santa Hermandad: don José Melgarejo (por el estado noble) y Bernardo Esteso (por el estado general)



Archivo Histórico Nacional, CONSEJOS, 31801, Exp. 3.  Autos generales de la residencia que en la villa de San Clemente (Cuenca) tomó Carlos Wogan a Salvador Antonio Barnuevo, corregidor de ella, y demás ministros que debieron darla. 1744

jueves, 5 de mayo de 2016

Los portugueses de San Clemente: la villa en el primer tercio del siglo XVII

Nos equivocaríamos si pensáramos en la sociedad sanclementina de la edad moderna reduciendo nuestra imagen a una villa cerrada, cuyos intercambios humanos y económicos se limitaran a un espacio meramente comarcal o regional. La atracción de la sociedad sanclementina y su vertiginoso desarrollo económico desde comienzos del quinientos habían traído gentes llegadas de todas partes, así, aquellos vascos, constructores, canteros, orfebres o plateros, en busca del trabajo proporcionado por la explosión constructiva de edificios religiosos y civiles.

La crisis finisecular habría provocado un retraimiento de la sociedad de San Clemente; pero la crisis de muchos fue la fortuna de algunos que a comienzos del siglo XVII sientan las bases de sus haciendas familiares. Ni la peste de 1600 ni las crisis de subsistencias que la precedieron y sucedieron en los años inmediatos frenaron el desarrollo de la vida de la villa. Era una sociedad llena de cargas, que no había pagado las deudas del último tercio del siglo XVI, pero el crédito fluía y siempre había quien disponía del capital necesario para el préstamo. Cosa aparte es la limitación de los endeudados para pagar los réditos a sus deudores, a pesar de que los intereses que habían alcanzado el diez por ciento a finales del quinientos, ahora bajaban al siete e incluso al cinco por ciento. Algunos, incapaces de colocar su capital en parte alguna, adquirían tierras, caso de los hermanos Tébar o Rodrigo Ortega el mayor; otros prestaban a los concejos, obligados a empeñar sus propios, y sus ingresos, y algunos, como los Pacheco o los Guedeja, prestamistas en su tiempo, legaban su capital a la fundación de memorias de obras pías para mayor enriquecimiento de los institutos religiosos que, sin despreciar su historia pasada, viven su momento dorado.

La propiedad, de libre y en un continuo traspaso de manos, deviene en vinculada, bien a mayorazgos bien a las manos muertas. No obstante, esto es simplificar demasiado las cosas, porque entre 1610 y 1620, la sociedad sanclementina resurge de nuevo y este impulso se mantiene una década más. No es ajena, en este renacer económico la paz que trajo la Tregua de los Doce Años (1609-1621). Las oportunidades de negocio crecieron, aunque fuera a costa de la producción nacional; incluso para fracasados como Martín de Buedo, que soñará con recuperar su hacienda perdida. Con el negocio fácil fue pareja la corrupción y el pillaje de lo ajeno, pero también el crecimiento de las actividades económicas y comerciales que se desarrollaban en un mercado más amplio de ámbito nacional e incluso apostaba por eso que se ha llamado la economía mundo. San Clemente, que recuperaba el espíritu abierto del Renacimiento, era una sociedad satisfecha y que se divertía en esas representaciones teatrales y festivas, cuyo testimonio los documentos han conservado. Ni las sombras de la reciente expulsión de los moriscos o las pesquisas inquisitoriales fueran capaces de oscurecer esas ganas de vivir.

Ese contexto era la oportunidad perfecta para minorías sociales marginadas, pero inclinadas al riesgo de un mundo abierto que superaba los localismos. Así es como nos aparece la figura del converso portugués, prestamista y mercader. Desarraigado sí, pero que mantiene todos los lazos con sus antiguos hermanos de fe. La anexión de Portugal en 1580 ha eliminado las fronteras para estos hombres, la Tregua de los Doce Años les ofrece una posibilidad única de negocio por sus contactos con la comunidad judía de Holanda.

En San Clemente se estableció también una pequeña comunidad portuguesa. Su personaje central es Simón Rodrigues el gordo, socio en los negocios de especias y sedas del regidor Francisco del Castillo e Inestrosa, figura tan cosmopolita como enigmática, y víctimas ambos de las persecuciones inquisitoriales, fruto de su naturaleza judía, que ni negaban ni renegaban. Hacia 1616, cuando comienza nuestra historia, Simón Rodrigues ha fallecido; su hijo y heredero Juan Alvares se hace cargo de los negocios, pero su casa o posada es morada de otros mercaderes portugueses. En torno al patio de la casa, diferentes comerciantes tienen sus habitaciones con llaves propias, donde almacenan todo tipo de mercancías, añinos, lienzos o especias y el dinero obtenido por su venta. Es, dicho con todo respeto y con una osada comparación, el fondaco de los portugueses. En torno a estos aposentos, en los que la Inquisición pone enseguida sus ojos, se desarrolla una compleja red de intercambios comerciales y financieros: compra de fardos de lienzos en Cuenca o Madrid, con un origen que no tiene por qué ser nacional, pagos aplazados y comprometidos en las ferias de Alcalá o de Mondéjar, factores en Portugal, que introducen en España las mercaderías extranjeras, y recepción en la villa de San Clemente de la producción regional de añinos o de azafrán para su exportación al exterior, Y además, participación en las operaciones menudas de intercambio a nivel local, que incluyen los pequeños préstamos a los vecinos y que les facilita el numerario necesario para la adqusición de las mercaderías vendidas por los portugueses. Era una época que no se pagaba al contado y se vivía mucho de fiado.

En ese juego de intercambios es donde nos aparecen los Luises, hermanos portugueses, víctimas del secuestro de sus bienes por la Inquisición al tenerlos depositados en la misma casa que Manuel Alvares, que arrastraba en su persona los pleitos inquisitoriales que su padre había padecido.

Los portugueses de San Clemente: los intercambios comerciales

martes, 3 de mayo de 2016

Cómo los Garnica entroncaron con la Grandeza de España (1593): El calvario de Gaspar de Garnica


En la uilla de San Clemente en veinte y nuebe días del mes de nobiembre de mill e qinientos e noventa e tres años, el señor don Juan de Venavides y Mendoça corregidor e justicia mayor deste partido por su magestad dixo que mandaba e mando se notifique a doña Juana de Balderrama, viuda de Fernando de Avilés, en cuya casa y poder está doña María de Avilés su hija, de oy en adelante no consienta que don Jorje de Mendoça entre ni esté en su casa ni de noche ni de día ni le rreciba en ella y al dicho don Jorje se le notifique lo mismo para que no entre y estando en la dicha casa se salga luego della y así lo cumplan cada uno por su parte so pena de cada mill ducados para la cámara de su magestad y que procederá contra el que no lo cumpliere conforme a derecho y fírmolo don Juan de Venavides y Mendoça, ante mí Francisco Rodríguez

De esta guisa rezaba el auto de veintinueve de noviembre del corregidor Benavides. Dispuesto a hacer cumplir su mandato, envío a notificarlo a casa de Juana Valderrama al escribano, acompañado del alguacil Gonzalo Sánchez de Maguilla, encargado de sacar de dicha casa al infortunado Jorge de Mendoza. Doña Juana de Valderrama no se arredraría y protestaría el auto

v. m. do debe dar lugar que se perturben los matrimonios, apartando y que no estén juntos haciendo vida maridable marido y mujer ... 

...que se cumpla

contestaría secamente el corregidor. El dos de diciembre el que protestaba ante el Consejo Real, apoderando a Francisco de la Fuente Comeño, era el propio don Jorge de Mendoza y Aragón. Pero quien llevaba las riendas del pleito era doña Juana Valderrama, por eso, enseguida el procurador de don Jorge delegara sus poderes en favor del procurador de aquélla, Francisco Enrique de Paz, que representaría a toda la familia hasta el final del proceso. Eso sí, don Jorge Mendoza escribiría una carta de su puño y letra dirigida a la Corte, quejándose del corregidor Benavides, cuya acción de gobierno se guiaba por el odio a su persona y tendente a perturbar su vida maridable. Dicha carta acompañaría a una nueva petición de quince de diciembre al Consejo Real para que don Jorge pudiera entrar en casa de su suegra.

Las dudas, que el Consejo Real mantenía, impedían una rápida resolución del conflicto. Es más el pleito se envenenaba con otras desavenencias marginales. En la segunda fase de su arresto, unos pocos días, don Jorge Mendoza había estado confinado en el ayuntamiento de la villa y custodiado por el alguacil Juan Ruiz; el corregidor pedía que los Garnica, responsables solidarios de don Jorge (que para esto si tenía valor legal el matrimonio), pagaran las costas y salarios del alguacil. En total Juan de Benavides pedía a los Garnica cuatrocientos reales, comenzando a sacar prendas  como garantía de una futura ejecución de bienes. Además la situación de Gaspar de Garnica, que para finales de diciembre llevaba ya ochenta días preso, acusado de ser testigo en el desposorio, estaba enconando los ánimos, al verse la prisión como acto arbitrario y pasional del corregidor

y caso que ubiera alguna culpa se debe tener ya por bien satisfecha y purgada con tantas días y tan larga prisión

Tras sucesivas peticiones, solo el 23 de diciembre el Consejo Real determinará su libertad condicional por un periodo de cuarenta días, tras satisfacer fianzas y pago de costas del juicio. Esta libertad provisional se ejecutaría por la Pascua de Navidad, pero pasados los cuarenta días Gaspar de Garnica volvería a la cárcel. La situación empantanada intentaría ser desbloqueada por la personación en la causa del otro testigo del matrimonio. Desde Belmonte, el tres de enero de 1594, Antonio de Oma Zapata dará su poder a procuradores para personarse ante el Consejo Real como víctima de la ´persecución del corregidor de San Clemente. Y es que Juan de Benavides había enviado varias cartas requisitorias a la justicia de Belmonte (jurisdicción señorial del marqués de Villena) para prender a Antonio de Oma. Por supuesto al amparo de la jurisdicción señorial las cartas no habían tenido ningún efecto ni parece que se llegase a un conflicto de competencias entre la jurisdicción señorial y real, pero ahora Antonio de Oma planteaba el caso ante la Corte, sin duda en apoyo de su sobrino Gaspar de Garnica y quizás viendo la posibilidad de verse libre de unos cargos, una vez conseguida la medida benevolente de la libertad provisional de su pariente. Y lo consiguió, pues el Consejo de Real determinó la conclusión de las actuaciones contra Antonio de Oma, lo que no dejaba de ser una contradicción, tal como se reconocía en una nota marginal, con la situación de acusado y preso en que quedaba Gaspar de Garnica.

Pero tal contradicción no era tan evidente para el corregidor, que, iniciado el mes de febrero y acabada la cuarentena de gracia, metió en la cárcel nuevamente a Gaspar de Garnica. Se le exigía ahora que presentara testigos que dieran fe de su inocencia, pero dado el rigor de la justicia contra el preso pocos se atrevían a testificar. Juana de Valderrama implorará al Consejo Real por su hijo a mediados de febrero. Para entonces el pleito sobre el casamiento está concluso y los novios llevan vida maridable en casa de la madre y suegra. Nuevo auto del Consejo Real que determina, una vez pagadas nuevas fianzas, la soltura, esta vez por treinta días, del preso. Solamente el 31 de marzo de 1594 por auto del doctor Núñez Morquecho se decidirá la libertad definitiva de Gaspar Garnica; tendrá que pagar nuevas fianzas. Como muestra de las resistencias que debió provocar su libertad, baste decir que el auto de libertad viene precedido por otro tachado e ilegible, que no debía ser tan favorable.



AGS. CRC, 434, 7.  El corregidor de San Clemente, Juan de Benavides y Mendoza, contra Jorge de Mendoza, hijo de Iñigo López de Mendoza, y María Garnica Avilés, porque se casaron sin amonestaciones. 1593





lunes, 2 de mayo de 2016

Cómo los Garnica entroncaron con la Grandeza de España (1593): el buen nombre de la familia

El Consejo Real tendría conocimiento del desposorio de San Clemente con fecha de veinte octubre, ordenando al corregidor que iniciara una serie de pesquisas tendentes  a averiguar lo sucedido. Las informaciones de testigos se desarrollaron a lo largo del día 31 de octubre de 1593; el corregidor elegiría personas próximas y de confianza, pero con influencia y poder en la villa, pues con sus testimonios se trataba de demostrar la poca calidad y nobleza de los Garnica.

El primero de los testigos llamados sería Martín Alfonso de Buedo, tesorero de rentas reales de Marquesado de Villena. Avecindado en San Clemente, este hombre contaba  con treinta y tres años. Doce años después, en 1605, moriría. Su repentina muerte, dejaría a su viuda Catalina de Buedo incapaz de defender los derechos a la tesorería de su hijo menor Martín, frente a su tío. Le seguiría en las declaraciones el licenciado Alonso Ruiz de Villamediana, de 62 años, de familia cristiana vieja y con fama de limpia y noble en la villa, y cerrarían los testimonios dos Ortega. Francisco de Ortega, el padre, de 64 años, ya había cedido el testigo familiar a su hijo Rodrigo, el futuro señor de Villar de Cantos, y fundador del mayorazgo familiar junto a su esposa Ana Rosillo años después. Rodrigo de Ortega era regidor perpetuo de la villa y contaba entonces con 32 años.

Las declaraciones de estos testigos obviaron las acusaciones contra el cura Tébar, para centrarse en las calidades de los Garnica. No es extraño, pues Francisco de Ortega estaba casado con una Tébar de nombre Jimena. En la declaración de otros como Martín Alfonso de Buedo debió pesar más su proximidad al poder público ostentado por el corregidor, pues él también desempeñaba un cargo público. Es más dudosa la declaración de Alonso Ruiz de Villamediana y el interés que podía tener en declarar contra los Garnica, pero fue la declaración que más detalles aportó. Por el licenciado Ruiz de Villamediana, sabemos que el día del matrimonio, cinco de octubre, fue martes y que en el pueblo no se supo nada del mismo hasta el domingo 10 de octubre, cuando el matrimonio fue denunciado en la Iglesia Mayor de Santiago

este testigo no supo del dicho desposorio hasta o quatro o cinco días después de hecho porque dicen que fue secreto e sin amonestaciones y que el probisor deste obispado de Quenca había dado licencia para que se desposasen de presente syn denuciación alguna y que después de desposados se hiciesen, e ansí después una fiesta oyó este testigo denunciarlos en la yglesia desta uilla

la denuncia debió venir desde el púlpito, pero ¿quién hizo la acusación en ausencia del excomulgado doctor Tébar? No lo sabemos. Pero las acusaciones pusieron en acción al corregidor Benavides que veía en este enredo matrimonial la sombra de dos clérigos, el propio doctor Tébar y Tristán Pallarés. Pero si en el primer caso, hasta el sacristán puso su pequeña parte en la acusación, nadie se atrevió (a excepción del corregidor) a acusar a Tristán Pallarés. Este clérigo, que había nacido en la época en que murió su antecesor García Pallarés, vivía el final de su vida por estos años y heredará de su antecesor la memoria de aquel noble hombre de clara estirpe para cuantos viajeros pasen ante su epitafio, en la capilla de su nombre; pero al igual que el doctor Tébar era un hombre de su tiempo, ya su tío Tristán Pallarés el viejo estuvo implicado en los sucesos de julio de 1553, ya narrados, y el sobrino andará metido en otros más mundanos, que narraremos, como sus amoríos con la viuda de uno de los Herreros, allá por 1566.

La actuación del corregidor, tras la denuncia, fue inmediata, ordenando el arresto domiciliario de Juana de Valderrama y su hija María y la reclusión de don Jorge en su propia casa. Pero fue especialmente apasionado, tal como denunciará la familia Garnica, en el proceder contra Gaspar Garnica, que sin duda sabedor de lo que se le venía encima había huido a Motilla del Palancar, donde fue apresado y trasladado a la cárcel de San Clemente, para iniciar allí un auténtico calvario. Más suerte debió tener Antonio de Oma Zapata, alejado en Belmonte, bajo el amparo de la jurisdicción privada del marqués de Villena.

Posteriormente vendría la información de los testigos arriba referidos, donde el corregidor Benavides obviaría los temas más escabrosos de las detenciones, para centrarse en la poca calidad del difunto Hernando de Avilés, hombre llano y pechero, y minusvalorar la hidalguía de Juana de Valderrama, por los cuatro costados, pues era gente humilde. Las acusaciones continuarían contra los testigos del matrimonio Antonio de Oma y Gaspar Garnica, cuyo valor de testigos debía ser puesto en entredicho, pues eran deudos de la contrayente. La información sería remitida al Consejo Real por el corregidor Benavides.

Pero los Garnica no estaban dispuestos a jugar el papel de espectadores y víctimas de las diligencias del corregidor. Doña Juana de Valderrama, desde su arresto domiciliario, apoderaría a Diego de Palomares para que se encargara de presentar testigos que defendieran la limpieza, nobleza y calidad de su familia*. Además pidió, en lo que sin duda era un menosprecio a la competencia jurisdiccional del corregidor, que sus testigos fueran examinadas por el alcalde ordinario de la villa de San Clemente, el licenciado Alonso Muñoz. La defensa del honor familiar, en una familia que como pocas en el pueblo podía presumir de nobleza, se intentaba extender a la defensa del buen nombre del difunto Hernando de Avilés, que era un miembro del clan de los Origüela, pero a decir de sus defensores

fue ombre muy principal y onrrado y rregidor perpetuo desta villa de San Clemente hasta que murió muy emparentado con toda la gente más onrrada y noble y principal del pueblo y su comarca y él y sus padres e agüelos e antepasados ostentaron siempre mucha honrra e autoridad y buen punto e como los más delanteros desta tierra e como personas que siempre an podido y valido mucho, tiniendo de ordinario los oficios de alcaldes e rregidores desta villa e de presente es rregidor  perpetuo della Gaspar de Gárnica e Avilés hijo del dicho Hernando de Avilés

Destacamos intencionadamente ese an podido y valido mucho, en lo que tiene de voluntad de anteponer una nobleza fundada más en el mérito y el valor personal, que conduce a la primacía social, por encima de una nobleza de la sangre. Los testigos ratificarían el poder de la familia Avilés-Garnica en la vida municipal sanclementina, pero también la exhibición de ese poder y riqueza con los aderezos propios de su condición hidalga. El primer espaldarazo a los Garnica vino de los Pacheco, en concreto de Francisco Pacheco de Guzmán, que, a sus sesenta años de edad, era propietario de una de las regidurías perpetuas del ayuntamiento. Su testimonio tenía el valor que le daba su propio apellido y fue parco. Pero sería ratificado por el siguiente testigo, Alonso de la Fuente Zapata, aportando los detalles de un hombre mayor de sesenta años que conocía a la familia

conosció a Fortuno de Garnica, padre de la dicha doña Juana, hombre hijodalgo, christiano viejo e muy principal e a Mari Pérez de Oma su madre, hija de Pedro de Oma, hijodalgo executoriado y al dicho Hernando de Avilés su marido... hombre principal y tener casa e criados como tal e aderezos de casa y plata que ningún cavallero de toda la tierra le hazía ventaja... con mucha autoridad e con mucha ventaja en el tratamiento de sus personas como de criados e muy bastecidas e muy regalada la dicha su casa de todo lo necesario y de manera que se tenía particular quenta en esta villa de buen término y buen tratamiento que en la dicha su casa avía

Doña Juana de Valederrama, en palabras de otro testigo, el regidor Llanos de Tébar, a la sazón de 53 años, había procurado que su hija María apareciera como mujer principal de cara a sus vecinos

llevándola siempre delante bien aderezada y vestida con escudero e criadas como hija de padres tan onrrados y principales

Otros testigos, personas principales y mayores de la villa, y en algún caso también deudos, defenderían la hidalguía de los Garnica. Entre ellos, Antón Dávalos Jiménez, de sesenta años, que no había sido precisamente amigo de los Garnica en su juventud, y un deudo, anciano de 73 años, Juan Ángel.

Mientras en la Corte, los derechos de los Garnica estaban representados por el procurador Baltasar Romero, que haría llegar al Consejo Real las informaciones hechas en San Clemente. Conseguirá real provisión para la familia el ocho de noviembre, ordenando la puesta en libertad de los Garnica en el plazo de ocho días. La motivación era que el juez ordinario eclesiástico podía, tal como permitía el concilio tridentino, dispensar de las amonestaciones a su libre albedrío. Con esta provisión, llevada a San Clemente, por Diego Palomares, fue requerido el corregidor Benavides el once de noviembre. Eran testigos Francisco de Astudillo y Alonso de Valenzuela. El corregidor, conocedor sin duda del dicho castellano obedézcase pero no se cumpla, atrasó el cumplimiento de la real provisión a que el Consejo Real se pronunciara sobre las informaciones que él mismo había remitido.

Baltasar Romero pediría el 16 de noviembre se diera nueva sobrecarta para la soltura de sus partes. Se unía a la petición, la querella que, contra el corregidor, presentaba ante el Consejo Real el propio don Jorge Mendoza, que se quejaba de su prisión, que ahora, en condiciones menos benignas, se había trasladado a la casa del ayuntamiento bajo custodia de un alguacil. El Consejo Real decidirá la libertad de los detenidos el 18 de noviembre. Esta vez el corregidor Juan de Benavides cumplirá la orden. A la casa de Juana de Valderrama, acudirá el joven Jorge de Mendoza en busca de la compañía de su esposa María. Poco les duró la felicidad a la pareja, pues hasta allí mandó el corregidor un alguacil para sacar a don Jorge, pues el auto del Consejo Real en modo alguno toleraba la cohabitación de los recién casados sin amonestaciones ni él corregidor estaba dispuesto a permitir tal escándalo público.

Además, el auto del Consejo Real excluía de la libertad a Gaspar de Garnica. Sin duda lo comprometido que había estado el joven en el matrimonio, trayendo a San Clemente a don Jorge de Mendoza, pesaba en su contra; aunque creemos que no tanto como su actitud díscola ante el corregidor, que le profesaba especial inquina, poco dispuesto a tolerar los desacatos de un regidor por joven e inexperto que fuera. Don Juan de Benavides lo tenía, en palabras de su madre,

entre galeotes, haciéndole otras muchas molestias, costas y vejaciones

En la cárcel pública de San Clemente permanecería seis meses Gaspar de Garnica, víctima de la enemistad y obcecación de Juan de Benavides y Mendoza. Y cuatro meses más, contados desde el uno de diciembre, mantendrían su pleito los Garnica.




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*Se puede ver una genealogía bastante acertada de los Oma y Garnica en el blog que abajo detallamos sobre el apellido Granero, aunque ponemos en duda algunas fechas, es destacable la presencia de familias vascas como los Oma en relación con la construcción de edificios religiosos y civiles en la zona.
http://apellidogranero.blogspot.com.es/2011_11_24_archive.HTML



(Imagen): Luis de SALAZAR: Árboles de costados de gran parte de las primeras casas de estos reynos, cuyos dueños vivían el año de 1683. Imprenta de Antonio Cruzado. 1795. Universidad de Laussane, pág. 171. (Donde aparece el apellido Osma, se corresponde con Oma)














AGS. CRC, 434, 7.  El corregidor de San Clemente, Juan de Benavides y Mendoza, contra Jorge de Mendoza, hijo de Iñigo López de Mendoza, y María Garnica Avilés, porque se casaron sin amonestaciones. 1593