El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

Imagen del poder municipal
EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

lunes, 3 de octubre de 2016

Los caminos en el corregimiento de San Clemente




Mapa elaborado por Gonzalo Menéndez Pidal para su obra Los Caminos de España, según los itinerarios fijados por Villuga. Hay algunos errores: donde dice El Pedroso, debe decir El Pedernoso; donde dice Molina, debe decir Motilla
(Real Academia de la Historia. Colección: Departamento de Cartografía y Artes Gráficas. Signatura: C-030-030. Nº de registro: 01101. Signatura antigua: C-V n 30). También en el siguiente enlace http://cartotecadigital.icc.cat/cdm/ref/collection/espanya/id/2618


En la red viaria de mediados del quinientos, la villa de San Clemente no ocupaba un lugar central. El mapa de caminos ya estaba diseñado de mucho antes y la Mancha conquense era lugar de paso desde el Reino de Toledo hacia Levante, sus puertos de Valencia y Alicante y la ciudad de Murcia. Tan solo una vía principal cruzaba la villa de Norte a Sur: era el camino que desde Cuenca se dirigía a Granada. Pero los principales caminos se dirigían en sentido Oeste a Este:

  • El camino de Guadalupe a Valencia (pasando por Toledo) en el repertorio de Villuga, se internaba desde el Toboso por tierras de Santiago hacia Mota del Cuervo, para continuar por Santa María de los Llanos, El Pedernoso, La Alberca, El Cañavate, Alarcón, Motilla del Palancar (Montilla en el original de Villuga y Molina en la transcripción de Gonzalo Menéndez Pidal), Campillo de Altobuey y Pesquera, para continuar hacia Valencia por Utiel y Requena.
  • El itinerario anterior se encontraba en Campillo, con el itinerario procedente de Madrid, que también iba hacia Valencia. Antes de llegar a Campillo, se internaba en Cuenca por Belinchón y Tarancón (donde un ramal se desviaba por Uclés hasta El Hito), y tras pasar por Saelices, el Hito  y Villar de Cañas, se internaba en la venta de Talayuelas y los pueblos de Buenache, Barchín y Gabaldón. Una desviación de este camino por Almodóvar del Pinar, Villar del Saz y Arcas subía hasta Cuenca.
  • Uno de los caminos más utilizados era el itinerario que procedente de Toledo llegaba hasta Murcia y el puerto de Cartagena, en especial por los soldados que se embarcaban en este puerto con destino a Italia y los presidios de África. Procedente de Toledo, y desde el Toboso, se internaba por Manjavacas en dirección a Las Mesas, El Provencio y Minaya, para continuar por tierras albaceteñas hacia La Roda, La Gineta (que soportaba los soldados que no querían sus vecinas), Albacete y Chinchilla, donde se bifurcaba hacia Alicante y Murcia. Con el tiempo el camino que iba hacia Valencia por el Pedernoso se desvío hacia Las Pedroñeras para unirse al camino murciano en El Provencio
Itinerarios alternativos que se valoraron en el viaje de Felipe IV a Valencia en 1645, según Gonzalo Menéndez Pidal**


En el sentido Norte-Sur destacaban dos caminos:
  • El más importante es el que desde Cuenca tenía por destino Granada. Pasando por Valdeganga, La Parra de las Vegas, Albaladejo del Cuende, Valverde del Júcar, atravesaba el río Júcar por el Puente de Talayuelas en dirección a Honrubia, San Clemente y Villarrobledo, desde donde por Osa y Montiel se dirigía hacia el Sur.
  • Más al Oeste, otro itinerario llevaba desde Cuenca a Alcázar de San Juan. Recorría las localidades de La Parrilla, Cervera del Llano, Villaescusa de Haro, Monreal del Llano, Mota de Cuervo, Campo de Criptana y Alcázar de San Juan
    Repertorio de Meneses de 1576
    Enlace para la consulta de la obra de Meneses

Los caminos descritos por Villuga nos indican la red viaria hacia 1540, en 1575 poco había cambiado la situación en el repertorio de caminos de Meneses de 1576, aunque incluye en el ámbito peninsular quince nuevos itinerarios; pero las Relaciones Topográficas nos dan a entender la integración de algunos pueblos, que hasta entonces habían quedado al margen, en los caminos reales, paralela a la marginación de algunos otros. Barchín del Hoyo figuraba todavía en el camino real (está en el camino real de Valencia para ir a Madrid y a Toledo), allí hizo noche en su viaje Felipe IV en 1632, camino de Valencia

estando como está la dicha villa siete leguas distante de la de San Clemente y es el paso desde nuestra Corte al Reyno de Valencia, y en muchas ocasiones avéis servido a los Reyes nuestros Progenitores: Y últimamente en la Jornada que hize a Valencia el año pasado de seiscientos y treinta y dos hize noche en la dicha villa

El Cañavate seguía siendo un lugar privilegiado como cruce de caminos (es pasajera desde Toledo a Valencia y de Murcia a Cuenca). Su importancia como núcleo de comunicaciones está atestiguado por los múltiples restos arqueológicos desde la antigüedad. Sin embargo, no disponía de venta alguna para hospedaje de viajeros. Si disponía de venta La Alberca, que situada antes de El Cañavate en el camino a Valencia, era además encrucijada de caminos comarcales entre Belmonte, las Pedroñeras, Castillo de Garcimuñoz y San Clemente.

Las Relaciones Topográficas nos muestran también la marginalidad de Iniesta (no es muy pasajero, pasan algunos especial de Toledo, y aquella partida para Valencia por más derecho camino) frente a su antigua aldea de Minglanilla, convertida en lugar de paso obligado (es muy pasajera y está en camino real para Valencia y Toledo). Aun así, Iniesta seguía siendo lugar de paso hacia Valencia por Requena y contaba con una venta propiedad del concejo, cerca del puente de Vadocañas sobre el río Cabriel, que se había construido hacía poco y dejado a la villa endeudada

En la parte occidental del corregimiento el declinar de Las Mesas, que no pasa por él otro camino real sino es de Toledo a Murcia y que no hay venta ninguna en el camino por estar cerca de aquí los pueblos a un cabo y al otro, dirán despectivamente las mismas Relaciones, mostrándonos el olvido del camino, pero sobre todo, el papel privilegiado que tenía como lugar de entrada al Marquesado de Villena desde el Reino de Toledo (porque está diez y ocho leguas de Toledo a la orilla y entrada del Marquesado de Villena). La razón era el mayor peso en la red viaria de dos poblaciones: Las Pedroñeras y El Pedernoso. Ambas poblaciones eran punto de encuentro de los caminantes que desde Madrid y Toledo se dirigían hacia Murcia. Posiblemente en el caso de Las Pedroñeras el hecho de tener que soportar el alojamiento de soldados, una carga demasiado pesada para la villa, jugaría en el futuro a su favor: está en el camino real que va de Toledo y Madrid a Murcia y que es plagado de soldados del tal manera que antes se despuebla que puebla.

El camino que iba de Cuenca a Alcázar de San Juan y de allí a Andalucía, junto al trayecto descrito por Villuga, que iba de Villaescusa de Haro a Mota del Cuervo, por Monreal del Llano, tenía otro alternativo que iba desde Villaescusa de Haro a El Pedernoso, pasando por Belmonte. Esto convertía al Pedernoso en un centro nodal de las comunicaciones

... pueblo pasajero, porque desde los puertos de Cartagena, Alicante y Valencia vienen a esta villa para ir a Toledo y a Madrid y también pasan por esta villa las gentes de Cuenca e Güete para ir a Granada y a Andalucía y a otras partes

El papel de San Clemente como capital del Marquesado de Villena le daría una importancia fundamental como centro comarcal. Las Mesas dirá que está cinco leguas de donde está la silla , que es la villa de San Clemente. Contribuía también a su carácter central el mercado franco concedido por privilegio real por los Reyes Católicos y la feria de septiembre. Aunque no parece que los caminos que recorrieran los verederos y alguaciles para llevar los mandamientos del corregidor al resto de las dieciséis villas constituyera una red de comunicaciones integrada con San Clemente como centro. No obstante, de San Clemente salían ocho caminos que comunicaban a la villa con las comarcanas (Belmonte, Pedroñeras, Provencio, Villarrobledo, Minaya, Vara de Rey, Villar de Cantos (y El Cañavate) y Santa  María del Campo Rus (o La Alberca?)


Inicio de la obra de Villuga (1)
Enlace para la consulta de la obra de Villuga

Los itinerarios de Hernando de Colón, hacia 1515 (Hernando de Colón: Descripción y Cosmografía de España, Tomo II, Padilla Libros, Sevilla, 1988, pp. 145 a 151 y 330 a 331)

Descripción de los caminos locales y sus paisajes en la Mancha de Montearagón


  • Desde Villarrobledo salía un camino de tres leguas largas hasta San Clemente, de atochares y romerales, la última media legua era de viñas y la media anterior de un carrascal: otro camino salía hacia El Provencio, dos leguas, era tierra llana y de atochares, y llegaba hasta Santiago de la Torre o el Quebrado, una legua más; un último camino iba hacia Las Mesas, era una tierra doblada de atochares, aunque la labranza tenía una presencia importante, igual paisaje se ofrecía en el camino que partía hacia Las Pedroñeras, tres leguas, de donde continuaba hacia Belmonte, dos leguas más.
  • Desde El Provencio, pueblo dominado por la fortaleza de don Alonso de Calatayud y el río Záncara, que se secaba en verano, salía el mencionado camino de Santiago el Quebrado, una legua de tierra llana, la primera mitad ocupada por viñas; otro camino salía hacia Las Pedroñeras, dos leguas llanas de atochares sobre cerros y montes bajos y tierras de pan llevar; un tercer camino salía hacia San Clemente, tres leguas (la media primera y la última de viñas, la legua y media restante inculta); otro camino salía hacia La Alberca, dos leguas de tierras dobladas, atochares y salpicadas de labranzas hasta llegar a la última legua que era de monte de encinares. Al sureste, el camino que partía hacia Las Mesas se unía al que partía de Villarrobledo. 
  • Desde Las Pedroñeras, en medio de un pedregal, un camino partía hacia Belmonte, dos leguas, que pasaban por Martín Ovieco, un depoblado en una laderuela, a una legua de romerales y atochares. Por contra Robledillo de Záncara, que no de la Vega, todavía estaba poblado, a una legua de tierra doblada de romerales y atochares. Un camino salía hacia El Pedernoso de tierra doblada y vallejuelos con tierras de labranza; por contra el camino de una legua grande que se dirigía hacia Las Mesas era tierra llana de romerales y encinares. La comunicación entre Las Pedroñeras y San Clemente se hacía por Santiago de la Torre, población que quedaba a media legua a la izquierda en el camino que comunicaba Las Pedroñeras con El Provencio, dos leguas de tierras dobladas y montes bajos. 
  • Santiago de la Torre era otro centro nodal de las comunicaciones heredadas del medievo, Situado en un llano, a tres tiros de ballesta del Záncara, era propiedad de don Bernardino Castillo Portocarrero. Un camino salía hacia Belmonte; tres leguas de cerros y montes bajos, que a media legua de Belmonte eran tierras de pinares. Un camino de dos leguas llanas iba hasta San Clemente, era un paisaje más humanizado de tierras de labranza y vega pero lavajos o aguachares en torno al arroyo que bajaba de Majara Hollín y destacaba un collado a un cuarto de legua de el Quebrado. Un camino bajaba de Santiago de la Torre a El Provencio dejando a cuatro tiros de ballesta el río Záncara a la izquierda (por tanto por la parte oriental), era tierra de ribera, y se dirigía hacia Socuéllamos en medio de tres leguas de tierras llanas todavía incultas en gran parte. El camino hacia Las Mesas era tierra de atochares y encinares, mientras que el camino que iba hacia Las Pedroñeras y El Pedernoso presentaba mayor cultivo de la tierra en las proximidades a esta última localidad. Hacia La Alberca salía un camino de dos leguas llanas, salpicado de cerros, con un montecillo de cuarto de legua a la salida de Santiago y otro de encinares en la legua antes de llegar a La Alberca.
  • San Clemente, ya con novecientos vecinos en 1515 (cifra que creemos inflada) ya era un centro comarcal. Se mantenía el viejo camino que unía al pueblo con la vieja villa de Alarcón, cuatro leguas que pasaban por Vara de Rey y se encaminaban hacia Tébar y de allí a Alarcón, cinco leguas en total. El camino de dos leguas hasta Vara de Rey era de tierra doblada pero labrada y cultivada con cereales; por contra las tres legua del camino hacia el sur que iba hasta Minaya era de tres leguas de tierras incultas atochares, chaparrales y donde la recolección de la grana era una fuente de sustanciosos ingresos; de allí el camino real llegaba hasta La Roda. Un camino directo iba durante cinco leguas hasta Castillo de Garcimuñoz, pasaba por Villar de Caballeros, ya sin población, distante dos leguas, tierra de labranza alternada con cerros y tierras dobladas, ariscas al cultivo; a una legua más de distancia, Santa María del Campo Rus, camino circundado de cerros, valles llanos y donde la presencia de la encina dominando el paisaje era notable. Hasta La Alberca había dos leguas de distancia: la primera media legua y los tres cuartos postreros de legua, encinares, el espacio intermedio tierras dobladas pero labradas. Hasta Santiago de la Torre, dos leguas llanas y el espacio próximo a esta villa, de tierras de vega. El camino hasta El Provencio, dos leguas muy llanas, ya ganadas en su mayor parte por las viñas, al igual que la media legua primera que salía camino de Villarrobledo, punto intermedio en el camino hacia Alcaraz, distante cuatro leguas.
  • El camino entre San Clemente y la ciudad de Cuenca era un camino principal, doce leguas de distancia, que iban por El Cañavate, Honrubia, Valverde del Júcar, Albaladejo, Parra de las Vegas, Valdeganga y Olmedilla de Arcas. 
  • Desde San Clemente salía un camino que iba hasta Villanueva de la Jara y desde allí llegaba a Iniesta. El principal problema de ese camino era el paso del río Júcar; por esa época Villanueva de la Jara intentaba levantar un puente, aunque con la oposición de Alarcón y los Castillo, mientras San Clemente estaba levantando los molinos del Concejo y se proveía un sistema de barcaza para pasar el río Júcar. El camino que iba de San Clemente a Sisante, bordeaba y evitaba la villa de Vara del Rey que quedaba a corta distancia al norte; eran tres leguas de distancia, pero si hasta Vara de Rey el espacio agrario estaba conquistado por la labranza, el paisaje de hermosos campos que se nos presenta hoy entre Vara del Rey y Sisante era de atochares. Ese carácter de espacio inculto se extendía hasta el Júcar y cruzándolo hasta Villanueva de la Jara. Al sur de estas tierras se extendían amplios pinares: a la izquierda del Júcar y a la derecha del viejo camino romano, el de Azaraque que se extendía por tierras de las actuales Casas de Benítez: a la derecha del Júcar y llegando hasta media legua de Villanueva de la Jara, el pinar de la Losa.
  • Los cortos recorridos desde San Clemente tomaban dirección hacia El Cañavate. Si la salida del San Clemente dominaba una legua de encinares, las dos leguas siguientes eran de tierras de labranza, salpicadas de algún cerro y valle inculto alrededor del río Rus. En Villar de Cantos y Perona las tierras de pan llevar dominaban el paisaje, aunque en las inmediaciones de Perona se extendía una dehesa.
  • La Alberca de Záncara,en un altillo y sobre unas peñas, era otro núcleo nodal de viejos caminos, que salían hasta Santa María del Campo, una legua de tierra doblada y de monte; hasta San Clemente, Belmonte, Santiago de la Torre y El Provencio. El paisaje que rodeaba a estos caminos era de encinares, salvo el camino de San Clemente, ganado en algunos puntos para la labranza y las proximidades de El Provencio, ganado por las viñas, y Las Pedroñeras, en este caso, tierras de labranza en medio de cerros y tierras dobladas e incultas. Pero de La Alberca, salían también viejos caminos hacia núcleos en otro tiempo con gran importancia militar. Un camino de tres leguas, que pasaba por el Pinarejo, llegaba hasta Castillo de Garcimuñoz, el monte bajo y las tierras de labranza se alternaban. Otro camino salía hasta Vara de Rey, atravesando el río Rus, a cuya vera se levantaba un antiguo castillo derrocado; era tierra de vallejuelos y cerros.
Hoy no nos podemos imaginar la barrera que el Júcar era para las comunicaciones en sentido este-oeste. De ahí, las comunicaciones rotas y difíciles entre las poblaciones nacidas en torno al río Záncara y su afluente el río Rus, de una parte, y las nacidas en el valle del río Valdemembra, más volcadas hacia tierras de Iniesta. La única unión era Alarcón y sus tierras y molinos en torno a las riberas del río Júcar un nexo de unión vertical, nacido del viejo dominio. Pero también un elemento de separación, solo roto por el impuslo imparable de San Clemente y Villanueva de llegar hasta el río Júcar.

La descripción de las tierras entre el río Júcar y el Cabriel nos aparece separada de las anteriores tierras descritas (que tienen en la narración con los paisajes que se extienden más allá de Belmonte). Los criados de Hernando del Castillo llegan a Iniesta, aunque no sabemos desde dónde. Se toma esta villa, en tierra llana, como centro de referencia de una serie de caminos que salen hacia las poblaciones de Valdemembra por el este o hacia el sur por tierras albaceteñas. Al norte de Iniesta quedan las salinas de la Cueva de la Sal, a cuatro leguas y en peña; a tres leguas, Campillo de Altobuey, es tierra llana de labranza y de algunos montes, y cinco leguas hasta Enguidanos, al comienzo de tierras llanas incultas y las postreras agra abajada.. Desde Iniesta salía un camino hasta El Peral, era tierra doblada e inculta, con algunos llanos, alternos con montes bajos y altos de chaparrales y atochares. Hacia Villanueva de la Jara salía otro camino de tres leguas de distancia, donde el espacio agrario dominaba: el primer cuarto de legua saliendo de Iniesta era de viñas, a continuación se abría una llanura de tierras de labranzas, pero donde las extensiones de chaparrales aún no habían desaparecido. El esfuerzo roturador desde Iniesta era antiguo e igual que se había dirigido hacia el este, también los había hecho por el camino de seis leguas hasta Mahora y de siete leguas hasta Jorquera. El paisaje de estas tierras era de dominio de labranzas, abriendo el espacio agrario entre montes de chaparrales.

Desgraciadamente, de las comunicaciones norte sur en torno al río Valdemembra no se dice nada.

Los caminos del reclutamiento militar

El camino que seguían los soldados reclutados por los capitanes en la comarca y en la Mancha y el reino de Toledo era el camino murciano que ya hemos visto y que tenía como destino el puerto de Cartagena, desde allí los soldados (también los galeotes y los condenados a presidios) se embarcaban con destino a los presidios de África o hacia Italia. El puerto de Málaga, para el que se llegaba en sus inicios por el camino granadino, era una alternativa para el embarque de soldados de presidios.

Hacia los años treinta, el destino de los soldados cambió y el camino también. La declaración de guerra a Francia y posterior rebelión de Cataluña inauguró un nuevo camino hacia Aragón y Cataluña que tenía salida de Cuenca por los tortuosos caminos de la Sierra. El punto final era Barcelona, distante de San Clemente 69 leguas. El camino se realizaba en tránsitos diarios, en los que se recorría a pie o en carro  tres leguas, es decir, algo menos de veinte kilómetros. Un punto intermedio en el camino era Molina de Aragón, distante 30 leguas de San Clemente. Los pueblos por donde debían pasar los soldados tenían que tornarse en soportar la carga, pero la realidad era otra. Pueblos como Honrubia, Arcas o Tórtola soportaban a menudo el paso de soldados antes de llegar a Cuenca capital. Desde el punto de concentración de tropas en que se había constituido Molina de Aragón, los soldados se encaminaban hacia Daroca, población que evitaba los soldados, siendo otras menores como Romanos las que soportaban las cargas militares

Hacia mediados de la década de los cuarenta se fue abriendo como alternativa al camino serrano hacia Cataluña, otra vía con concentración de soldados en Requena, desde donde se dirigían por la costa mediterránea hacia Tortosa.

Los caminos locales (en construcción)


  • San Clemente y Villanueva de la Jara estaban unidos por un camino que saliendo de San Clemente llegaba a Vara de Rey, desde donde se dirigía a Sisante, Desde allí atravesaba el río Júcar por los molinos de la Losa y pasando por medio del pinar que llegaba hasta la ribera del Júcar y acababa a una legua de Villanueva, llegaba  a este pueblo. El camino era suficientemente ancho como para que circularan carros por él. Destacar que Sisante al situarse en medio de dos poblaciones principales haría fortuna, alcanzando un desarrollo demográfico y económico que acabaría eclipsando a su villa madre, Vara de Rey. Desde los molinos de La Losa hasta Sisante había dos leguas, y de Sisante a San Clemente, tres leguas. Este camino seguía una vía secundaria romana: En el pueblo de Iniesta manifestaron también había existido otro camino romano que se dirigía a Vara de Rey o enlazaba con el nº 1 (véase camino romano de Vara de Rey) en su término, que pasaba por Villanueva de la Jara, cruzaba el río Júcar y por el término de Sisante enlazaba o llegaba a Vara de Rey. En la Jara tuve el gusto de ver que en la parte de la vega ha existido antigua población, así como en otros puntos de la misma dirección. En el río Júcar conocí el año 60 restos de un puente de piedra entre la Losilla y el Picazo. (J. SANTA MARIA: Itinerarios romanos de la provincia de Cuenca. Boletín de la RAH. Tomo XXXI, julio-septiembre de 1891). Otros autores como Palomino Coello ponen en duda que el camino pasara por Villanueva y cree que enlazaba con el camino principal en Pozoamargo. A lo largo del siglo XVI el viejo camino hacia Vara de Rey, fue obviado para ir a Sisante y los molinos de la ribera del Júcar, por un nuevo camino que pasaba por el sur de la villa de Vara de Rey, sin cruzarla.
  • Siguiendo el recorrido de Santa Teresa, tras su fundación de Villanueva de la Jara, sabemos que hacia el 20 o 21 de marzo de 1580 abandona la villa para coger el camino de Toledo. Para llegar hasta este camino, de Villanueva de la Jara se dirige a Casasimarro y de allí a Villalgordo del Júcar, donde cruza el puente del Júcar, para dirigirse a La Roda, desde allí las etapas obligads hasta Toledo, Minaya, El Provencio, Manjavacas y EL Toboso.
  • Motilla estaba unida a Alarcón por un camino, que pasaba por la aldea de Valhermoso, que era cruce de caminos con otro que procedía de Tarazona 
  • Santiago de la Torre, ya casi inhabitada estaba en el cruce de caminos de Las Pedroñeras a San Clemente y del Provencio a San Clemente.




El camino romano de Vara de Rey (2)

Junto a los itinerarios anteriores es de destacar la pervivencia en esta época del antiguo camino romano, que partiendo de Carthago Nova se dirigía a Segóbriga, centro de la minería del lapis specularis, para continuar hasta la antigua Complutum.

Vara de Rey, villa sita y poblada en el camino muciano que dicen haber hecho los romanos. Así se refieren las Relaciones Topográficas al camino que de Vara de Rey conducía hacia Murcia y que nos presentan como una vía todavía viva en ese momento. Su trazado tomaba como referencia una de las principales antiguas calzadas romanas, la que iba desde Carthago Nova hasta Complutum, pasando por la ciudad de Segóbriga, centro productor del lapis specularis. La calzada romana se adentraba en tierras conquenses después de recorrer la mansio de Saltigi, cerca del núcleo de Chinchilla y el llamado aljibe, construcción romana que está en el origen de la población de la Gineta, tal como recuerdan las mencionadas Relaciones Topográficas y la Carta Puebla que don Juan Manuel concedió a esta localidad en 1348. La entrada a tierras del Obispado de Cuenca se hacía bordeando la villa de la Roda, a una legua de esta localidad. De nuevo las Relaciones nos reconocen esta vía romana o camino murciano como eje de primer orden en la Edad Media:

que en término de esta villa, una legua de ella hacia la parte do sale el sol y al norte, traviesa un camino real que dicen el Murciano, que en su hechura es muy notable, porque va todo empedrado en forma de calzada con muchos aljibes. Viene desde Cartagena y pasa a Castilla la Vieja y es camino muy antiquísimo y se tiene memoria en esta tierra que lo hicieron los romanos cuando venían a conquistar España y se defendía el paso de dicho camino desde este castillo de Roda

El carácter vivo del camino se mantuvo en la Edad Moderna, como vía pecuaria y de paso de soldados para embarcar en Cartagena. Casa de los Prietos, importante yacimiento arqueológico, y Casa de Buedo son etapas intermedias antes de que la calzada llegue primero a Pozoamargo (identificada con la mansio ad Puteas) y luego a Vara de Rey, donde los restos romanos perviven en el yacimiento de los Villares, que se extiende por el casco urbano y las alturas adyacentes. La presencia de estos restos no pasó inadvertida en las Relaciones Topográficas

...junto a esta villa, en los Villares, que dicen, paresce haber sido edificio de los moros antiguos, que es lo más alto del pueblo, hay paredes recias de cal y canto donde estuvo un castillo en tiempo de los moros que parescía ser cosa fuerte, aunque de él hay poco de presente

La referencia parece indicar, más que restos romanos, un primer núcleo repoblado de la reconquista (¿sobre asentamiento musulmán previo?), que desaparecería sin duda por la intensa inmigración que provocó la conquista de Andalucía y el despoblamiento de esta zona o, simplemente por el alejamiento de la frontera que hacía innecesario un enclave defensivo. Al carácter estratégico del poblado de los Villares, se uniría la explotación de vetas de hierro, relacionadas con el relleno de cavidades cársticas existentes en el término de Vara de Rey.*

El camino continuaría por nuestra zona hacia Villar de Cantos, Villar de Caballeros y Santa María del Campo, donde se unía pasada esta villa una derivación procedente de San Clemente y La Alberca. La calzada continuaría hasta la antigua Segóbriga.


                                                                 
RODRÍGUEZ MORALES, J. et alii: "La calzada romana de Carthago Nova a Complutum: síntesis de su recorrido". El nuevo Miliario. 13. Diciembre 2011

Ventas en el camino de Madrid a Valencia






(1) Repertorio de todos los caminos de España. Autor: Villuga, Pedro Juan, Madrid, 1546. Signatura: 1152980 Res/Hisp. 148 Bayerischen Staatsbibliothek


(2) Seguimos en la exposición el trabajo de RODRÍGUEZ MORALES, J. et alii: La calzada romana de Carthago Nova a Complutum: síntesis de su recorrido. El nuevo Miliario. 13. Diciembre 2011,


* MATA PERELLO, JM, FONT SOLDEVILLA, J.: Breve introducción al estudio de las mineralizaciones industriales conquenses: los materiales geológicos metalúrgicos. GEOGACETA, 13, 1993, p. 85

Sobre la repoblación de Vara de Rey y su carácter estratégico, MARTINEZ VARA DE REY, Carlos: Cronología de la repoblación de Vara de Rey. https://independent.academia.edu/CarlosMtzVaradeRey
**MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo: España en sus caminos. Caja de Madrid. 1992. pág. 144

domingo, 2 de octubre de 2016

San Clemente: una sociedad fundada en el mérito

Cada uno es hijo de sus obras
Yo no estoy preñado de nadie -respondió Sancho- ni soy hombre que me dejaría empreñar del rey que fuese, y aunque pobre, soy cristiano viejo y no debo nada a nadie; y si ínsulas deseo, otros desean otras cosas peores, y cada uno es hijo de sus obras; y debajo de ser hombre puedo venir a ser papa, cuánto más gobernador de una ínsula...

Los Haro habían llegado a San Clemente en la segunda mitad del siglo XV. La concesión del título de villa había creado las condiciones para un rápido despegue poblacional y económico y la llegada de numerosas familias. En apenas medio siglo la villa pasó de los ciento treinta vecinos en 1445 a los setecientos vecinos de setenta y cinco años después. Los segundones y bastardos de familias principales eligieron San Clemente por lugar de residencia: Pedro Sánchez de Origüela, venido de Castillo de Garcimuñoz en 1455, sin duda contaba con la protección de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón y hombre del Marqués de Villena en la zona. Coetáneamente llegaría Miguel Sánchez de los Herreros desde Segovia, tal vez en compañía de su padre Alonso; arraigaría en el pueblo, casando con Teresa López Macacho, y haría tal fortuna que intentaría unir su familia con los Pacheco, con el matrimonio de dos de sus nietas con miembros de esa familia. De Juan López Rosillo desconocemos todo; convertido en paladín y hombre de confianza de los intereses de la reina Isabel la Católica en la villa de San Clemente y en todo el Marquesado, su linaje sería incapaz de imponerse al resto de familias en el pueblo y acabaría diluyéndose en la comarca. Los Valenzuela llegarían desde Toledo, aunque la familia procedía de Córdoba, Por último, los Vázquez de Haro llegarían de Ocaña, en Toledo. Procedían de la línea bastarda de Juan de Haro, señor del Busto, o eso decían, pues el licenciado Villanueva, comisario de la Inquisición y azote de la buena fama de las familias sanclementinas, les otorgaba un origen más humilde, procedente de la localidad de Ocaña. Desde esta villa, acompañando a su padre Francisco, Diego de Haro había llegado a San Clemente, donde casó con Urraca Ludeña, es de suponer que de la familia de los antiguos propietarios de Minaya, que habían vendido en 1444 su jurisdicción a los Pacheco.

Capilla de San José o Pallarés (1)


A excepción de Juan López Rosillo, el hombre de la Corona en San Clemente (y en el Marquesado) y los Granero, que procedentes de Alarcón, remontaban sus orígenes a Calatayud (llegados primero a Iniesta, habían adulterado el apellido Granado en Granero), el resto de personajes nobiliarios citados eran declarados partidarios del Marqués de Villena. Su llegada a San Clemente estaría sin duda ligada a su servicio a los criados reconocidos del Marqués de Villena: García Pallarés, alcaide de Chinchilla, y Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón; sin olvidar a los Pacheco de Minaya, receptores de la herencia de Hernán González del Castillo en San Clemente, el artífice de la Torre Vieja. GARCIA MORATALLA ha señalado la oposición entre almagrados y sebosos durante la Guerra del Marquesado, apelativos que trasladan el conflicto político al de la limpieza de sangre, en lo que era clara acusación contra el origen converso de la baja nobleza del sur de Cuenca. Almagrados eran los Rosillo, pero también hidalgos rancios de Vara de Rey como los Palacios o los Peralta; sebosos eran Montoyas u Origüelas. Sin embargo, en San Clemente, el conflicto entre ambos bandos nunca alcanzó la virulencia de Villanueva de la Jara, Iniesta o Jorquera ni las personas se definían por adscripción a bandos, pues vivían en una sociedad tan dinámica y cambiante que sus lealtades estaban supeditadas a sus fortunas personales, fruto de su mérito y de sus obras. Quizás la razón esté en que en San Clemente siempre se mantuvo a raya a los hombres del Marqués de Villena, bien por la exclusión bien por el compromiso. Desde 1445, en el mismo momento de entrega de la villa a don Juan Pacheco, su criado Hernando del Soto, se veía impotente para imponer un gobierno afín en la villa y obligado a aceptar una república de pecheros; Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón , fracasaría en su intento de convertir en señorío el lugar de Perona en 1480, como fracasaría su hijo Alonso treinta y cinco años después en su intento de patronazgo sobre le convento de Nuestra Señora de Gracia, llamado comúnmente de los frailes o el intento de monopolizar el derecho feudal de maquila sobre los molinos que de La Noguera a La Losa  poseía en la ribera del Júcar. Las extensas propiedades territoriales que los Pacheco o los Castillo poseían en los términos de San Clemente nunca fueron correspondidas con derechos señoriales. Tanto para el caso del convento como de los molinos, Alonso debió buscar la fórmula del compromiso con el concejo de San Clemente.

La baja nobleza sanclementina, sobre todo en el caso de Pachecos y Castillos, tenía la posesión de tierras pero estaba al margen del gobierno local. Los pecheros tenían el poder y gobierno de la villa, pero no tenían las tierras, o no tanto como era su deseo. Pero bien supieron aprovechar su dominio del poder local para iniciar un proceso de expolio y rapiña de los bienes concejiles. La apropiación de las dehesas y roturación de montes del pueblo es una constante en el último cuarto de siglo del cuatrocientos. Pero el poder de los pecheros no es triunfo del común de la república sino la oligarquización del gobierno municipal en manos de quince o veinte familias. Algunos como los Origüelas o los Herreros, tan versátiles como camaleónicos han renunciado a sus pretensiones hidalgas. Saben que el ejercicio del poder desde la pechería les reporta más beneficios.

Frente a este ejercicio usurpador del poder por los pecheros, los hidalgos protestan. Consiguen una primera entrada en el gobierno de la villa, reviviendo un oficio impropio de su condición; el de procurador del común. Revivir la idea de Comunidad es peligroso pero ahora la solidaridad pechera comienza a resquebrajarse: los Herreros no están presentes en el pleito que inician en 1512 los hidalgos por su acceso a los oficios públicos, pero en la lucha por el poder local van cambiando de alianzas. todavía en los años 1514 y 1515 comparten el gobierno de la villa con los Origüela, pero a partir de 1517, con el proceso inquisitorial de Luis Sánchez de Origüela, los marginan y no ocultan sus ansias de ennoblecimiento. Antonio de los Herreros que en 1514 ha sido alguacil y en 1515 procurador del común, se hace con un hábito de la orden de San Juan y pide que se le exima de tributos y borre de los padrones de pecheros.

En la marginación de los Origüela (que coincide con los compromisos que los Castillo se ven obligados a alcanzar con el concejo sobre patronazgo del convento de franciscanos y molinos de la ribera del Júcar) ha debido pesar el recelo de sus adversarios por el poder conseguido, con una hábil política de alianzas matrimoniales. La prolífica descendencia que les lleva a extenderse y mezclarse con nuevos matrimonios con todas las familias sanclementinas son fruto de dos afortunados enlaces de Pedro Sánchez de Origuela, el hijo del primer Origüela que llega a la villa. El primer matrimonio con Elvira López Tendero, la hija de uno de los pecheros dominadores de la villa de finales del siglo XV, les da el acceso al poder municipal. Aunque es el segundo matrimonio con una vecina de Castillo de Garcimuñoz, Ana de Tébar, la que consolida su poder económico. La riqueza familiar, mal vista por sus enemigos, fue pareja a las disputas por la herencia entre los herederos de las dos ramas familiares. El símbolo de la caída de la familia es la condena a la hoguera en 1517 de Luis. Un hombre que imbuido de una mezcla de escepticismo y luteranismo avant la lettre dudaba del valor religioso de las imágenes de Semana Santa que se paseaban en procesión por el pueblo.

La familia Castillo o los Origüela siempre fueron rechazados en la villa de San Clemente. Alonso Castillo nunca consiguió capilla propia en la Iglesia de Santiago, eligiendo como lugar de enterramiento del convento de San Francisco. Los Origüela tampoco dispondrían de capilla, aunque las primeras generaciones fijarían su sepultura en esta Iglesia, pero el reavivamiento de los procesos inquisitoriales contra la familia les llevan a fijar desde mediados de siglo los enterramientos en el convento de San Francisco. También los Ortega, encumbrados al poder local tardíamente, buscarán allí su sepultura. Por contra, el resto de familias que tantos obstáculos vieron por ver reconocida su hidalguía en el pueblo, procurarán hacer visible sus cualidades diferenciadoras allí donde eran más visibles: en las capillas de la Iglesia Mayor de Santiago.

La capilla de San Antonio o del Santo Cristo quedará fijada como el espacio familiar reservada a los Pacheco de Minaya (y también sus deudos de San Clemente). La fundación había correspondido a Hernán González del Castillo, que como última voluntad había dispuesto ser enterrado en este lugar junto a los huesos de su padre, Lope Martínez Macacho, nieto según la genealogía familiar del fundador de la villa, Clemén Pérez de Rus. La capilla de San Antón será el lugar de enterramiento de los Herreros. Había sido fundación de Miguel Sánchez de los Herreros y su mujer Teresa López Macacho hacia 1500. Allí serán enterrados los miembros de la familia y cumplirá la función de ser lugar de elección de los alcaldes de la hermandad por el estado de los hijosdalgo. La capilla de San José, o de Pallarés como se le conoce, será el lugar de enterramiento de García de Pallarés, el antiguo alcaide de Chinchilla, que no dudaría en mutar su fidelidad al Marqués de Villena en favor de la Corona. Hoy en la magnífica decoración de la capilla, que incluye el epitafio del fundador, nos aparece en el escudo inserto en el frontón el recuerdo de los Sotomayor, testimonio de la mujer de García Pallarés, doña Catalina María de Sotomayor. El caso es que el patronazgo de la capilla está en manos de un Hernán Vázquez de Haro a finales del siglo XVI. Entre tantos rivales, los Rosillo, que tenían sus propiedades vinculadas en Pozoamargo, tendrán su capilla propia, la de Santa Ana, fundación del hijo de Juan López Rosillo, el reductor del Marquesado; testimonio de una preeminencia social lograda, a diferencia del resto de familias, por su lealtad a la Corona. Habría que hacer mención, por último, a la capilla de Santa Catalina, adquirida por Alonso de Valenzuela en 1598.

Unos se hicieron con un nombre y otros lo dejaron en el olvido en aquella revolución económica y demográfica que convirtió el desierto manchego, que veía Pretel en tiempos de don Juan Manuel, en la nueva tierra de las oportunidades de la época de los Reyes Católicos. Pero San Clemente fue en el quinientos una sociedad abierta, una sociedad del mérito fundado en el trabajo, y por qué no decirlo en el arribismo, donde cada uno era hijo de sus obras y podía recordar a los demás sus orígenes, poco envidiables en la mayoría de los casos. Cuando los vascos llegan a comienzos de siglo como simples picapedreros o plateros en la fiebre constructora de comienzos del quinientos harán recordar a los sanclementinos su condición de recién llegados y advenedizos a la villa, como ellos. Pero los Oma o los Mondragón tienen su casa solar en pie, allá en tierras vascas, dando testimonio de sus orígenes y, caso de los Oma, como atestiguará la ejecutoria de hidalguía reconocida en 1535, a media legua del árbol de Guernica. Los sanclementinos, por contra, les podían recordar que debajo de ser hombres podían venir a ser cualquier cosa.



(1) Imagen tomada de JIMENEZ HORTELANO, Sonia: La Iglesia Parroquial de Santiago (San Clemente, Cuenca). Nuevos datos para su estudio. Ars Longa. nº 22, 2013

sábado, 24 de septiembre de 2016

Regulación de mesones y ventas en tiempo de los Reyes Católicos

La regulación del establecimiento y actividad de mesones y ventas se hizo por pragmática de 22 de julio de 1492. La tendencia a establecer mesones implicaba la consolidación de un monopolio en esta actividad, reservándose sus propietarios el derecho de hospedaje de los forasteros y caminantes, pero también otras actividades asociadas como la venta de ciertos productos de consumo. Esto chocaba con la costumbre consuetudinaria de las villas del Marquesado de Villena, entre ellas el Alberca, de la libertad de los vecinos para hospedar en sus casas a esos transeúntes. Derecho de acogida que les suponía una fuente de ingresos complementarios. La colisión de intereses quedó recogido por la mencionada pragmática de 22 de julio de 1492

... algunos caualleros e personas de nuestros rregnos en deseruiçio de nuestro señor en grand cargo de sus conçiençias e en dapno de nuestros súbditos e naturales fasen mesones en sus tierras e lugares e mandan que ninguno pueda acoger en su casa a forasteros ni caminantes ni vender pan ni vino ni çebada ni otras cosas de mantenimiento salvo el que tiene arrendado su mesón  o mesones e que los caminantes e mercaderes rrecueros e otras personas neçesytadas de yr a casa señalada 

Los mesones unían a su papel de posadas la función de tiendas de venta al detalle, donde se podía encontrar todo tipo de productos. Tendían a convertirse en establecimientos que monopolizaban y estancaban la venta de mercancías, restringiendo la libertad de ventas fuera de estos ámbitos y aprovechando para fijar unos precios elevados.

... han de conprar lo que han menester en ella fasen grandes gastos e asy por lo mucho que les lleuan de posada en los mesones como por el presçio que les venden los mantenimientos más caros que en otras partes e que asymismo ponen estancos en los otros mantenimientos e en las tiendas de espeçería, aseyte, pescado e calçado e otras cosas defendiendo que otro ninguno no pueda vender cosa alguna della a estranjeros ni naturales saluo la persona que tiene arrendado el dicho estanco

Los Reyes Católicos se pronunciarán con el carácter de universalidad de la pragmática contra estas prácticas monopolísticas

... hordenamos e mandamos a todos e a cada uno de vos que luego quitéys todos los estancos e vedamientos semejantes e desfagays todos los arrendamientos que tenéys fechos çerca de lo susodicho o qualquier cosa dello e que de aquí adelante no pongades semejantes estancos e vedamientos ni otros algunos ni fagades arrendamientos dellos e dexéys e consintáys libremente a los veçinos e moradores desas dichas villas e lugares e a cada uno dellos acoger en sus casas los caminantes que quisiere de los que pasaren por vuestras tierras e les dexéys conprar los mantenimientos que ouieren menester do quisyeren e que por bien touieren

A esta pragmática se acogería la villa de Alberca de Záncara seis años después para seguir con la costumbre de los vecinos de acoger a forasteros y caminantes frente al mesón establecido en el pueblo. Alberca del Záncara, sin estar en camino real principal, tenía sin embargo, una posición privilegiada de cara a las comunicaciones comarcales, situándose en medio de los caminos de los pueblos de la comarca, que de Belmonte iban a San Clemente o de las Pedroñeras, por Santa María del Campo Rus, a Castillo de Garcimuñoz. De hecho la Alberca tenía una posición principal en el camino de Toledo hacia Levante, que a la altura del Toboso se bifurcaba en dos ramales, uno sur hacia Murcia y otro norte hacia Valencia. Este ramal del camino toledano hacia Valencia, desde el Toboso se dirigía hacia Mota del Cuervo, Santa María de los Llanos, El Pedernoso, La Alberca, El Cañavate y Alarcón para unirse bien en Alarcón bien en el Campillo de Altobuey al camino que desde Madrid iba hacia Valencia. Las Relaciones Topográficas en 1576, presentan a la villa como lugar de descanso, pues la dicha villa del Alberca está a catorce leguas de la raya del reino de Valencia y allí repostan los caballos que pasan a Valencia y Aragón por aquel viaxe. La queja ante el Consejo Real había venido de un vecino del pueblo, Francisco Gallego, un principal de la villa sin duda con intereses propios, que estaba enfrentado a los miembros del concejo, que usaban de un mesón existente en el pueblo como un bien propio más, arrendándolo al mejor postor o, realmente, a personas próximas a los intereses de los oficiales del concejo. Las condiciones del arrendamiento impedían a los vecinos alojar en sus casas a transeúntes, perjudicados además por el estanco de venta de productos que gozaba el dicho mesón. Todo ello, contraviniendo lo mandado por la pragmática arriba reseñada

E agora Françisco Gallego, veçino desa dicha villa del Aluerca nos fiso rrelaçión diziendo que el conçejo de la dicha villa contra el thenor e forma de la dicha nuestra carta premática sançión tyene un mesón en la dicha villa e que lo arrienda e da a las personas que quiere e por bien tyene e que no consienten ni dan lugar a otras algunas personas, saluo el que arrienda e tyene el dicho mesón

Ahora bien, los tiempos iban a favor de ventas y mesones que estratégicamente situados en los caminos acabarían ganando la partida y monopolizando el hospedaje de viajantes. Si el pueblo estaba situado en el paso de un camino (los casos más señalados son El Provencio en el camino real de Madrid y Toledo a Murcia o Hellín en el paso a Murcia) los mesones podían situarse no solo en las afueras sino en la misma plaza del pueblo, caso constatado en El Provencio. Pero estas villas situadas en caminos de tránsito continuo de forasteros, mercaderes, soldados y arrieros solían tener muy mala fama y, caso, de las Pedroñeras o Hellín altas grados de delincuencia. Mala fama tenía en Hellín la venta llamada del Mojón Blanco, lugar de altercados y delitos de sangre y fuente inagotable para reclutamiento de delincuentes para las galeras. En el caso de Las Pedroñeras, al margen del camino real hacia Murcia pero camino de tránsito de las compañías de soldados, la mala fama se extendía a todo el pueblo, siendo también lugar preferido para la leva forzosa de mozos con destino a los presidios. Por eso, caso de San Clemente, se prefería situar las ventas y mesones fuera del pueblo, donde se iniciaban los caminos del Provencio y Las Pedroñeras, que entonces eran las entradas naturales al pueblo desde el Oeste, allí donde finalizaba la calle de San Sebastián.



Archivo General de Simancas, RGS, LEG, 149805, 149. Que el gobernador del marquesado de Villena y los alcaldes de La Alberca guarden la pragmática sanción que se inserta -su fecha: Valladolid, 20 de Julio de 1492- y que prohíbe estancos y vedamientos de mesones. 4 de mayo de 1498

martes, 20 de septiembre de 2016

Capilla de San Antonio o de los Pachecos de la Iglesia Mayor de Santiago de San Clemente

La capilla de los Pacheco, de San Antonio o del Santo Cristo, era la capilla que poseían los Pacheco en la Iglesia Mayor de San Clemente. El patronato correspondía al señor de Minaya. En San Clemente tuvieron notoriedad tres ramas de los Pacheco. Los descendientes de Juan Pacheco y Guzmán, alférez de la villa, señores de Valera, los descendientes de su hermano Francisco, señores de Valdosma y Tejada y Santiago de la Torre (ambos eran nietos de Alonso Pacheco, hermano del señor de Minaya hacia 1500), y, por último, otra rama procedente de los señores de Minaya, descendientes del matrimonio de Fernán González Pacheco, primo hermano de los anteriores, y María de los Herreros, en cuyos sucesores recaería el mayorazgo de Santiago de la Torre hacia finales de siglo XVII.

A la altura de mediados del siglo XVII, los Pacheco habían hecho olvidar las acusaciones de judaísmo que un siglo antes pesaban sobre el linaje, pasando en San Clemente por la familia más antigua y principal. La Torre Vieja* era el símbolo de su abolengo y de su descendencia directa del fundador de San Clemente a través de Hernán González del Castillo (al que intencionadamente se empezará a suplantar el apellido Castillo por el de Avilés), a decir de uno de los testigos,  por ser unos caualleros que así en esta villa como en su tierra no abrá otros en su calidad y antigüedad, pues no ay en esta villa posesión, casa principal que no lo manifieste y aunque no tubiera otra antigualla que la torre biexa que poseen era bastante para prueba de su grande antigüedad, pues el escudo de sus armas que está en dicha torre apenas se reconoze. Los Pacheco habían heredado de Hernán González de Avilés la capilla de San Antonio, donde Hernán había fijado el lugar de su enterramiento. Torre Vieja y capilla de San Antonio eran las dos señas de identidad de su calidad y antigüedad en la villa de San Clemente, que les permitiría dejar en el olvido los papeles acusadores que la Inquisición conservaba en su cámara del secreto.

                                                                     ***

(Juan Pacheco de Mendoza) declaro que yo y Don Francisco Pacheco de Mendoza mi hermano y el Conde de Fontanar, señor de la villa de Minaya, tenemos una capilla en la Yglesia Mayor del señor Santiago de esta villa de San Clemente, que en lo antiguo llamaron San Antonio y al presente se llama del Santo Christo y de los Pachecos, de la qual es patrono el dicho Conde y tenemos parte en la propiedad de ella el dicho mi hermano y yo, por auer sido de Doña Mencía de Mendoza, muxer de Don Rodrigo Pacheco, señores de Minaya, mis quartos abuelos los quales tubieron por hixos lexítimos al señor Don Francisco Pacheco el cojo, señor de Minaya, de quien desciende dicho Conde de Fontanar y al señor Fernán González Pacheco, marido de la señora Doña María de los Herreros, mis terceros abuelos y estos tubieron por su hijo lexítimo al señor Don Fernando Pacheco y Abilés, que casó con la señora doña Ysabel de Obregón, mis bisabuelos quienes tubieron por hijo lexítimo a Don Pedro Pacheco de Guzmán, marido de la señora Doña Ysabel de Resa, mis bisabuelos (quiere decir abuelos), los quales tubieron por su hixo lexítimo al señor don Fernando Pacheco de Mendoza, marido de la señora doña Cathalina de Teuar, mis padres, de cuyo matrimonio con otros hixos que tubieron solo emos quedado yo y el dicho Don Francisco Pacheco mi hermano segundo= Y respecto de que el dicho señor Fernán González Pacheco mi tercero abuelo zedió al dicho señor don Francisco Pacheco, señor de Minaya, el patronato de dicha capilla solo nos quedó la propiedad, y para que coste deste derecho a mi hixo, nietos y demás descendientes y que no tengan pleitos con el señor que es o fuere de dicha villa de Minaya, lo declaro para el descargo de mi conciencia que el dicho Conde tiene dicho patronato y propiedad y yo y dicho mi hermano tenemos también propiedad en dicha capilla

(Testamento de Juan Pacheco de Mendoza, 5 de febrero de 1704, fol. 113)

                                                             ***

Si sauen que el dicho don Juan Pacheco de Mendoza, su padre, abuelo y demás ascendientes, siempre an sido auidos, thenidos y reputados por de la familia de los Pachecos, señores de Minaya sin auerse sauido ni entendido jamás cosa en contrario y que como tales parientes an siso nombrados y obtenido y gozado las capellanías fundadas por los señores de Minaya sin auerse sauido ni entendido jamás cosa en contrario, y que como tales parientes an sido nombrados y an obtenido y gozado las dichas capellanías fundadas por los señores de Minaya, cuyos capellanes espresarán y asimismo todos los ascendientes del ducho Don Juan Pacheco de Mendoza se an enterrado en la capilla propia de esta familia que antiguamente se llamaba de San Antonio y ahora se llama del Santo Christo de la Parroquial de Santiago de San Clemente y en el entierro de los señores de Minaya en aquella villa sin que otro de diuersa familia se aya enterrado jamás en dichos entierros si no es en la Capilla del Santo Christo de la Parroquial de Santiago, con licencia de los señores de Minaya o de dicho Don Juan Pacheco, su padre y abuelos como señores de dicha capilla juntamente con los de Minaya, por lo qual unos y otros an estado haciendo y azen siempre los gastos y reparos de dicha capilla por mitad, lo qual saben por el mucho conocimiento que an tenido y tienen de esta familia (fols. 133 vº y 134 rº)




AHN. INQUISICIÓN, 1391, Exp.5. Informaciones genealógicas de Andrés Cerdán de Landa, natural de Cuenca, pretendiente a oficial del Santo Oficio, y de su mujer, Rosa María Portillo Pacheco y Mendoza, natural de Picazo (Cuenca). 1709





*Sobre la Torre Vieja, construida por Hernán González del Castillo y su sucesión en los Pacheco de Minaya

Casa de Hernán González del Castillo, hermano del doctor Pedro Gonçález del Castillo, hijo de Lope Martínez y de Teresa Martínez su mujer. De este cauallero hace mención la corónica del Rey don Juan el segundo en el capítulo 155 del año de 29 donde dice que viendo el maestre de Santiago don Álvaro de Luna que el castillo de Montánchez que estaua por el Ynfamte don Henrique no se podía sin largo tiempo tomar dejo ende un cauallero de su casa que se decía Hernán Gonçález del Castillo, hermano del doctor Pedro Gonçález del Castillo con harta gente de armas y uallesteros para que no diesen lugar que los del castillo robasen como solían ni pudiesen tener más mantenimientos del que tenían, en el capº 27 del año 42 dicela dicha corónica que el rey entregó la llaue de la torre al corregidor que entonces en Ábila tenía que se decía Hernán Gonçález del Castillo, hermano del doctor Pedro Gonçález del Castillo del conxejo del Rey.
No se pone la sucesión de este cauallero porque no la tuuo aunque fue casado con Mencia López de Mendoza señora de mucha calidad y christiandad y viuieron en la Clemente en la Mancha donde edificaron unas casas muy principales con una torre que llaman la torre uieja, tuuieron muchos heredamientos, bienes y haciendas y fundaron una capilla en la iglesia maior de San Clemente la más principal que ay en ella de la aduocación del señor San Antonio en la qual se mando enterrar en su testamento el dicho Hernán Gonçalez y que metiesen consigo los güesos de su padre el patrón de la capellanía es don Francisco Pacheco señor de Minaia, dexó ansimismo una memoria y dotación en la cofradía de Nuestra Señora de los Coronados de la dicha villa donde él y su mujer fueron cofadres como parece por la tabla de las memorias que se an de hacer y decir en aquella iglesia por los cofadres dellas donde el primero capítulo dice desta manera: primeramente por Hernán Gonçález del Castillo y por su dueña se a de decir una uigilia de seis liciones cada año e el mismo capítulo está en el libro de las memorias que la dicha iglesia tiene. (BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA, Mss. 3251, Linajes de España, fols 304-312)


Y como no tuvieron hixos de su matrimonio los dichos Hernán Gonçález y su mujer Mencia López acordaron de criar en su casa un sobrino de la muxer que se llamó Francisco de Mendoça y una sobrina del marido que se llamó doña Catalina de Bustos, hixa de doña Ysabel Mejía y de García de Bustos y nieta de doña Ysabel Martínez del Castillo hermana del dicho Hernán Gonçález a los quales los sobrinos prohijaron y los casaron por horden de Gonçalo Chacón de quien arriua hemos tratado que fue sobrino del dicho Hernán Gómez, hijo de su hermana Ynés Martínez. La carta de prohijamiento está en poder de don Francisco Pacheco, señor de Minaya, porque goça del patronazgo y uienes que quedaron del dicho Hernán Gonçález del Castillo y su mujer como descendiente de Mencia López y de don Francisco Mendoça y doña Catalina de Bustos su mujer, la qual descendencia es desta manera ... Francisco de Mendoça y doña Catalina de Bustos su muger tubieron de su matrimonio dos hixas que se llamaron doña Mencía de Mendoça y doña Juana de Mendoça. Doña Mencía de Mendoça casó con don Rodrigo de Pacheco señor de MInaya del qual matrimonio procrearon a don Francisco Pacheco señor de Minaya
BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA, Mss. 3251, Linajes de España, fols 304-312.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Los oscuros orígenes de los Pacheco de San Clemente y de los señores de Minaya

*El encumbramiento de algunas familias nobiliarias era paralelo a sus intenciones de borrar cualquier huella que comprometiera su hidalguía o limpieza de sangre de cristianos viejos. No solía ocurrir con los troncos principales de las familias, pero el afán de ennoblecimiento de personas pertenecientes a las ramas laterales de una familia chocaba con el desempolvamiento de informaciones contrarias que se daban por olvidadas o destruidas, pero que seguían permaneciendo en las cámaras secretas del Santo Oficio. Tal ocurrió a Lorenzo Padilla, regidor de Antequera, en 1612, o a Jerónimo Pacheco, vecino de Solana, en 1658. Sus informaciones fueron reprobadas por lo tocante al apellido Pacheco. Los actos negativos que manchaban tal apellido se conservaban en los archivos inquisitoriales. Se evitó que salieran a la luz los registros del Tribunal de Granada, pero no los de Murcia ni los del Tribunal de Cuenca que en el llamado libro de genealogías refería lo siguiente de los Pachecos:

De las dichas informaciones consta que los dichos Pachecos trahen su origen y descendencia de Rodrigo Rodríguez de Avilés, natural de Quintanar de la Orden, y de su mujer Beatriz Hernández alias la Pachequita, hija de Juan Hernández y Beatriz Sánchez, ama que crió de leche a doña María Pacheco, hija de Juan Fernández Pacheco y de doña Inés Téllez de Meneses, señores de la villa de Velmonte, y porque la dicha Beatriz Hernández se criaua y estaua también con la dicha ama su madre en casa de los dichos señores la llamaban la Pachequita, la qual tubo del dicho Rodrigo Rodríguez Avilés su marido entre otros hijos a Rodrigo que después de muerto el dicho su padre se llamo Rodrigo Pacheco, tronco y origen de los dichos pachecos de la villa de San Clemente y otras partes y el primero que uso este apellido, y alguno de sus descendientes usaron juntamente el de Avilés, y parece que el dicho Rodrigo Rodríguez de Avilés fue comberso de judíos y hombre que andaua con arrendamiento de rentas y el dicho Rodrigo, el primero Pacheco, y doña Cathalina de Alarcón su muger tubieron por hijos entre otros a Juan y Diego Pacheco, alcayde de Velmonte, que casó con doña María del Castillo, hija de Hernando del Castillo, que llamaron el sauio alcayde de Alarcón, penitenciado por judaísmo en este Santo Oficio año de 1498. el qual fue hixo de Violante González relaxada por judía año de 1491. que fue muger de Alonso de Luz, vezino del Castillo de Garci Muñoz: y asímismo fueron penitenciados por este Santo Oficio, Diego del Castillo, hijo de Hernando del Castillo, y hermano de la dicha doña María del Castillo en el año 1519= Christoual Pacheco año de 1529= Rodrigo Pacheco en el dicho año de 1529= Fernán González Pacheco año de 1556= Don Francisco Pacheco año de 1561= Don Alonso Pacheco año de 1562= Don Juan Pacheco señor de Minaya año de 1544= y otro don Francisco Pacheco año de 1582; todos los quales Pacheco descienden del dicho Rodrigo, el primero que vio este apellido

En el proceso inquisitorial de 1529 contra Rodrigo y Cristóbal Pacheco por palabras heréticas, dos jurados conversos de Belmonte, Pedro de León y Alonso de Montoya, reconocían su parentesco con los anteriores. En el proceso de 1562 contra el regidor sanclementino Alonso Pacheco de Guzmán, las acusaciones procedían de su enemigo el regidor Sancho López de los Herreros, de cuarenta años, que le acusaba que de parte de madre es confeso y de parte de padre hay opiniones en ello. Entre los acusadores también estaba el regidor Francisco García (que ratificaba las afirmaciones del otro regidor) y  Juan de Robres, escribano y antiguo alcalde de San Clemente, que decía descender él mismo de un tal Pedro Rodríguez, descendiente a su vez de Rodrigo Rodríguez de Avilés y vecino de Quintanar de la Orden hacia 1492, condenado por judaísmo. Aunque la Inquisición absolvió a Alonso Pacheco de las acusaciones que pesaban sobre él (observar los preceptos de la ley mosaica, comer carne los viernes y no levantarse durante la lectura de los Evangelios), el oprobio del proceso le obligó a abandonar San Clemente con destino Toledo, donde era regidor perpetuo. No olvidaría la villa de San Clemente y, para defender el recuerdo familiar, recuperó para el linaje Santiago de la Torre, que el antecesor Rodrigo Rodríguez de Avilés se había visto a obligado a vender para pagar su rescate a los moros, que lo habían apresado. El vacío que dejó en la villa, junto con la muerte de su esposa María del Castillo, sería ocupado por su hermano Juan Pacheco Guzmán y su cuñada Elvira Cimbrón.

Tales antecedentes en nada favorables para la familia Pacheco fueron sacados a la luz en 1709 con motivo de las informaciones de testigos de Rosa María Portillo Pacheco y Mendoza para el oficio que de la Inquisición pretendía su marido. Aunque la mujer del pretendiente ocupaba un lugar lateral en la línea troncal de los Pacheco, la retahíla y recordatorio de procesos inquisitoriales contra los Pacheco eran preocupantes. Más lo era la desmitificación del origen del linaje que los señores de Minaya y sus parientes de San Clemente, Belmonte y el Pedernoso habían creado en torno a Rodrigo Rodríguez de Avilés, a su decir, hidalgo bajado de las montañas asturianas, no lejos del sagrado santuario de Covadonga, y descendiente de Juan de Ortega Avilés que ya había acompañado a Alfonso VIII en la conquista de las tierras de Cuenca. Ahora, a la luz de los papeles inquisitoriales, el antecesor, Rodrigo Rodríguez de Avilés, resultaba ser un converso, natural de Quintanar de la Orden y administrador de rentas, al servicio del señor de Belmonte, casado con la hija de la nodriza que amamantaba a María Pacheco, la hija legítima del señor de Belmonte Juan Fernández Pacheco. La nodriza llamada Beatriz Sánchez, casada con un tal Juan Hernández había tenido una hija, Beatriz, origen de la saga familiar. Se rompía así la ligazón de los Rodríguez Avilés con los Pacheco, que radicaba en la reivindicación por los señores de Minaya de una vástaga bastarda, cuyo hecho no se quería reconocer públicamente, pero tampoco se quería olvidar. Por eso a falta de conquistador bajado de las Asturias, siempre quedarían las dudas si Beatriz era hija bastarda del primer Pacheco, pues al fin y al cabo el mote de Pachequita podía bien corresponder a la amistad de la niña con la hija legítima, María Pacheco (la futura madre de Juan Pacheco, I Marqués de Villena) o bien a su parecido con su padre natural, como hija del señor de Belmonte y la nodriza. En cualquier caso, Rodrigo Rodríguez de Avilés debía ser lo bastante rico para poder comprar Santiago el Quebrado o al menos para pagar su pérdida a cambio de su libertad, si realmente estuvo preso a causa de su gesta de conquistar un castillo cerca de Lorca; hecho heroico que casa mal con un recaudador converso.

Por supuesto la genealogía que prevaleció fue la elaborada por los Pacheco y sus orígenes asturianos, reivindicando el apellido Avilés incluso frente al de Pacheco. Dicho de otro modo, la hidalguía asturiana, ocultando su verdadera procedencia de Quintanar de la Orden, del primer apellido frente a las dudas de bastardía del segundo. En la defensa de la línea oficial estaba la nobleza regional del sur de Cuenca, pero también otros emparentados con los Pacheco, por lo que les tocaba del apellido Avilés; tales eran los Adelantados de Murcia o los Ortega de San Clemente, futuros marqueses de Valdeguerrero.


AHN. INQUISICIÓN, 1391, Exp.5. Informaciones genealógicas de Andrés Cerdán de Landa, natural de Cuenca, pretendiente a oficial del Santo Oficio, y de su mujer, Rosa María Portillo Pacheco y Mendoza, natural de Picazo (Cuenca). 1709


*  Mi agradecimiento a Juana de Toledo Algarra, por facilitarme  el conocimiento de este documento

martes, 13 de septiembre de 2016

Los Piñán del Castillo

Juan Piñán del Castillo, vecino de Illescas, había obtenido ejecutoria de hidalguía el año de 1557. Dicha condición de hidalgo la supo mantener y ver reconocida cuando se desplazó a Santa María del Campo Rus, donde casaría. Sin embargo su hijo vería negada su hidalguía por el concejo de Santa María del Campo. Si bien en un primer momento fue incluido en la elección de oficios por los hidalgos; posteriormente, se le negaría la refacción en las sisas de carne y pescado del servicio de millones y se le incluiría en los repartimientos de bastimentos y en el padrón de los hombres llanos. Hernando Piñán del Castillo se vería así obligado en 1599 a iniciar un pleito en la sala de los hijosdalgo por ver reconocida su hidalguía, presentando la ejecutoria que había ganado su padre Juan.

Juan Piñán del Castillo había iniciado el proceso para ver reconocida su hidalguía en 1548, se presentaba como hombre hijodalgo notorio de padre y de abuelo, de solar conoscido, devengar quinientos sueldos según fuero de España. Añadía que su hidalguía no era debida a merced del duque de Escalona (marqués de Villena) ni por haber sido criado o allegado de él. Como le ocurriría a su hijo en Santa María del Campo, cincuenta años después, el concejo de Illescas le había empadronado con los pecheros, alegando que participaba de esta condición y si alguna vez él o su familia no habían pagado pechos era porque abría sido por ser pobres, y no tener de qué pechar o por tener algún oficio de concejo que los exsimiese o por tener armas y cauallo al fuero de león. Juan Piñán del Castillo se vería obligado a presentar una larga lista de testigos en favor de su hidalguía (1).

Juan Piñán del Castillo, era nieto de Hernando del Castillo del Arzobispo y Elvira de Piñán, vecinos de Castillo de Garcimuñoz, que habían fallecido a comienzos del quinientos. Del matrimonio había nacido Alonso Piñán del Castillo, padre de Juan, que casado en Molina, había ido a vivir a Tresjuncos, donde los Piñán Castillo tendrían una hacienda familiar de cierta importancia. Viudo, casaría de nuevo en Illescas con Isabel de Padilla, donde viviría hasta su muerte, acaecida hacia 1537. Los actos positivos se conocían sobre todo del abuelo Hernando, que había vivido toda su vida en el Castillo, donde disfrutaba de las rentas de un heredamiento explotado por renteros de Montalbanejo:

conosció dos hermanos del dicho hernando del castillo que se dezían el uno dellos juan del castillo y el otro pedro del castillo a los quales vio algunas vezes en el castillo de garcimuñoz en casa del dicho hernando del castillo y se tratauan y llamauan hermanos los unos a los otros y vio este testigo que se tratauan como caualleros teniendo sus cauallos y moços despuelas y paxes y otros criados con autoridad de personas principales y que conosció a juan del castillo hijo de hernando del castillo, abuelo del que contendía que fue casado y vezino del castillo de garcimuñoz, y a otro alcayde de la fortaleza y castillo que se llamó francisco del castillo y asimismo conosció a otro hermano de los susodichos que se llamó del castillo


Los Piñán Castillo se habían hecho con una hacienda de bienes raíces en Tresjuncos, Montalbanejo y Megina, aldea de Molina. Los bienes pasaban íntegramente al hijo mayor por estar vinculados a mayorazgo. Además al familia poseía capilla propia para enterramientos de miembros de la familia en la iglesia mayor del Castillo, aunque dicha capilla era propiedad del duque de Escalona y Marqués de Villena. Su ascenso social fue unido a lealtad y servicio al marqués de Villena; como dirá algún testigo, hablando de Hernando Castillo, caballero principal que tenía bando con el marqués de Villena. Este testimonio casaba mal con la afirmación de de Juan Piñán del Castillo de no deber su hidalguía por su servicio al marqués y con el hecho de que su hermano Pedro había sido alcaide de la fortaleza del Castillo de Garcimuñoz. La notoriedad que alcanzó Hernando era reafirmada por algunos testigos que le recordaban como persona principal con muchos criados y tres o cuatro escuderos y otros tantos caballos, así como unas casas principales, donde había vivido hasta su muerte hacia 1517 en un viaje a Cuenca. Hernando se había instalado en Castillo de Garcimuñoz, a diferencia de sus hermanos Juan y Pedro, que mantuvieron la residencia en el hogar paterno de Molina y una aldea llamada Pradilla.

Las dudas de la limpieza de sangre e hidalguía de los Piñán Castillo surgían con el bisabuelo Alonso del Castillo, vecino primero de Molina de Aragón y luego regidor de Cuenca, sobre el que recaían sospechas de ser pechero y converso. Se intentó soslayar la primera acusación con la sentencia de 1551 que ratificaba la hidalguía de Juan Piñán del Castillo frente a las acusaciones del concejo de Illescas. Además un hermano del bisabuelo Alonso, llamado Diego se tenía por caballero de la orden de Santiago y señor de Arquillos. Más preocupantes eran las acusaciones de origen converso. El profesor Parelló nos presenta a Alonso Castillo, como innegable converso, pues en su opinión era hermano de Violante González, alias Blanquilla, la madre de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón. Alonso, Violante y el citado Diego serían hijos de un fulano Enrique, sir inglés, y una fulana Castillo. De ser así Hernando del Castillo del Arzobispo y el alcaide de Alarcón Hernando del Castillo serían primos hermanos. El origen judío era claro en la abuela Elvira Piñán, que había sido condenada, al igual que lo fueron su madre y abuela, a una pena, en su caso, de 50.000 maravedíes por el Santo Oficio, y nada ayudaba el parentesco de los Piñán Castillo con un familiar llamado Hernando del Castillo de Molina, condenado por el Santo Oficio, y al que la propia familia para evitar entrar en otros debates de más calado consideraba loco y mentecato.

El caso es que Juan Piñán Castillo vería ratificada su hidalguía por carta ejecutoria dada el 23 de diciembre de 1557. Su hijo, Hernando Piñán del Castillo se vería obligado a litigar de nuevo por su hidalguía con el concejo de Santa María del Campo Rus, donde se había trasladado a fines de siglo, dejando su residencia en Madrid. Allí contaría con el testimonio favorable de uno solo de los principales del lugar, llamado don Diego Pérez, regidor perpetuo. Hernando había casado con Juana Melgarejo. Debía vivir desde 1585 en Santa María del Campo Rus, donde había sido elegido como alcalde ordinario por el estado de los hijosdalgo. En esta villa había establecido su casa familiar, dejando la de Madrid, que suponemos que es la que su hijo Pedro tenía en la calle de Caballero de Gracia. El matrimonio había tenido una prolífica descendencia con varios hijos de nombres Pedro, Fernando, Francisco, Juan, Diego, Inés y Antonia.

Desconocemos la razón del establecimiento de Hernando en Santa María del Campo Rus, pero contaba en el pueblo con una importante hacienda, tal vez fruto de su matrimonio. Su llegada al poder en Santa María del Campo le procuro muchos enemigos, con multitud de roces con los vecinos principales de la villa. Con el también alcalde ordinario Pedro Galindo Puerto entró en disputas por las preferencias de asiento en la iglesia y una capilla destinada a sepultura que pretendían ambos litigantes. Hernando había procedido contra el regidor Diego González por haber vendido trigo a más precio de la tasa y contra el alguacil mayor llamado Pedro de Chaves por obstaculizar la acción de un alguacil, Hernando prácticamente se había enemistado con todos los oficiales del concejo, que sin duda, recelaban de su riqueza y poder. Entre sus enemigos, además de los referidos estaban Jerónimo de Toro, el licenciado Villodre, Alonso Galindo Castillo y Miguel López de Alarcón. Todos ellos se pondrían de acuerdo para empadronar a Hernando Piñán del Castillo con los pecheros, viéndose obligado a que la Chancillería de Granada sentenciara a favor el 29 de enero de 1600 y concediera sobrecarta de la ejecutoria de su padre el seis de mayo. Se unía la condena de todos sus enemigos con fuertes penas; se unían a los citados, sus sucesores en los oficios municipales: Martín de Buedo Hermosa, alcalde ordinario, los regidores Juan Rubio, Juan de Villar de Sáez, Alonso de Polán, Juan de Herráinz, Domingo Pérez, Francisco Rubio Montejano y Alonso Montejano, y el alguacil mayor Nicolás López.

El 17 de febrero de 1601, don Hernando Piñán del Castillo se presentaba con la sobrecarta de la ejecutoria que confirmaba su hidalguía, haciéndola valer ante los alcaldes y regidores de Santa María del Campo Rus, que la obedecieron. Todos sus enemigos estaban presentes: los alcaldes ordinarios Alonso Montejano y Agustín Juárez, el alférez mayor Pedro Galindo Puerto, los regidores Miguel López de Alarcón, Alonso Galindo, Antonio de Villagarcía, Jerónimo de Toro, Juan Herráinz, Francisco Pérez de Ortigosa, y el alguacil mayor Andrés Ramírez. Su derrota era la de una villa que apenas hacía veinte años se había eximido de los Portocarrero y que unos pocos años después acabará cayendo en manos de los Ruiz de Alarcón. El devenir de los Piñán Castillo no sería más halagüeño, Pedro, el hijo de Hernando, compraría el señorío de Carrascosilla de Huete, pero tendría que renunciar a la compra por ser incapaz de pagarla. Sería prestamista del concejo de San Clemente y un Manuel Fernando Piñán estaría presente en el colegio de electores de alcaldes de la hermandad, pero su presencia ni adquiere notoriedad ni protagonismo en esta villa.





Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, PERGAMINOS, CAJA, 12, 1, Sobrecarta de carta ejecutoria de hidalguía (1557, diciembre, 23. Valladolid) a favor de Juan Piñán Castillo, vecino de Illescas (Toledo), expedida a Hernando de Piñán Castillo, vecino de Santa María del Campo Rus (Cuenca)

(1) Estos testigos eran: Francisco Galán, natural de Tresjuncos y morador de Almaguer, lugar de la mesa maestral de Santiago; Juan del Olmo, Pedro de Valera y Diego Pinedo, vecinos del lugar de Montalbanejo, aldea de Alarcón; Alonso Carrillo, Lope de Cuéllar, Hernando de Villanueva, Gaspar Núñez de Guzmán, vecinos de la villa de Illescas; Pedro Sanz Ramiro, Juan García el viejo, Juan García el mozo y Miguel Hernández, vecinos del lugar de Mecina, tierra de Molina; Felipe Martínez, vecino del lugar de Tresjuncos, aldea de Belmonte, y Diego de Velasco, vecino de Fuencarral, aldea de Madrid.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Situado de Juan Rosillo en las rentas reales del Marquesado de Villena

El apunte mostrado en la imagen inferior muestra el situado o la pensión que anualmente disfrutaba, a cargo de las rentas reales, Juan López Rosillo, vecino de San Clemente, llamado el reductor del Marquesado de Villena. El montante total ascendía a 15.000 maravedíes.
Moneda de dos mrs., época de los RRCC
Juan Rosillo se nos presenta en esta época como un defensor de los intereses y patrimonio de la corona en la zona. Sus denuncias e informes dan lugar a que se expidan cartas reales comisionando al gobernador del Marquesado de Villena o al corregidor de Murcia para que entiendan en diferentes situaciones en defensa del patrimonio regio.





Juan Rrosyllo, quinze myll mrs.        xv (mil)





AGS, EMR, leg. 70. Relación de las rentas reales del Marquesado de Villena y Reino de Murcia. 1499-1500

domingo, 11 de septiembre de 2016

Sobre la elección de oficios en La Motilla del Palancar (1608)

Juan Pérez Chavarrieta, había nacido en El Peral. Hijo de Pedro López Chavarrieta, se había avecindado en La Motilla, tras su matrimonio con una vecina del pueblo, María de Ojeda; mujer principal y cuyo padre, afincado en el pueblo una generación antes, era un capitán de conocida hidalguía y casa solar en la Montaña. En Motilla, había adquirido cierta posición social que quería ver correspondida en el poder local. Pero el acceso a los oficios concejiles estaba en manos de unas pocas familias. No era el único excluido, pues otros participaban de esa condición de marginados. La elección de oficios de septiembre de 1608 mostrará, ante la presencia del corregidor de San Clemente, las diferencias existentes en la villa.

Cuatro días antes de la elección de oficios del día de San Miguel de ese año de 1608, el clérigo Pedro García Bonilla se presentó una petición ante el alcalde ordinario Juan de las Vacas y el escribano  Juan González Bordallo. Pedía el clérigo se cumpliera el mandamiento del corregidor de San Clemente don Diego López de Mendoza Mudarra para que la elección de oficios se hiciera según la ejecutoria que en la Chancillería de Granada había ganado unos años antes un vecino de la villa llamado Pedro García Cabero. La petición provocó un retraso en la elección de los oficios concejiles hasta el día cinco de octubre. Ese día se reunió el ayuntamiento de Motilla del Palancar. Allí se presentó el clérigo Pedro García Bonilla con la ejecutoria original mencionada que venía a recordar que la elección de alcaldes ordinarios, de la hermandad y alguacil mayor de la villa se debía hacer según era la costumbre en la tierra de Alarcón.

Los oficios de alcaldes ordinarios de aquel año, y cuyo mandato expiraba ahora, estaban en posesión de Luis de las Vacas y Juan de Godoy. Estaban presentes en la sesión del ayuntamiento de cinco de octubre cinco regidores perpetuos llamados Tomás Tendero, Juan Llorente, Benito Martínez, Alonso de León y Francisco López Valverde. La elección de oficios del cinco de octubre no se pudo llevar a cabo por la oposición de dos vecinos de la villa, entre ellos el mencionado Juan Pérez Chavarrieta y Juan Saiz Moreno, que dos días después bloquearán la elección de oficios y forzarán la celebración de un nuevo ayuntamiento para el nueve de octubre, esta vez presidido por el corregidor de San Clemente. Allí se presentó Pérez Chavarrieta con la ejecutoria de elección de oficios en la mano, contaba para dar fe de lo ocurrido allí, además de la presencia del corregidor con la asistencia de un nuevo regidor, otro García de Bonilla, de nombre Benito*. Pero ni este regidor ni el corregidor le apoyarían.

A pesar de la presencia del corregidor, la elección de oficios se ajustó poco a la ejecutoria, pues el trece de octubre Pérez Chavarrieta apelaba la elección ante el nuevo alcalde ordinario Benito Parreño. La apelación sería rechazada por el alcalde ordinario, motivando su rechazo en que ni Juan Pérez Chavarrieta era vecino de la villa ni el ganador de la ejecutoria, Pedro García Cabero, le había dado su poder para defender la ejecutoria ante el concejo de la villa. Es más, Pedro García Cabero había desautorizado a Pérez Chavarrieta por escrito ante el otro alcalde ordinario recién elegido, Martín García Valverde. El rechazo a la apelación llevaría el contencioso a la Chancillería de Granada.

Los oficios elegidos aquel año, y motivo de la discordia, eran los alcaldes citados, Benito Parreño y Martín García Valverde, el alguacil mayor Sebastián García y los alcaldes de la hermandad Pedro de Ortega y Juan de las Vacas. En Motilla del Palancar no había diferencia entre hidalgos y pecheros o estado llano a la hora de la elección de oficios.

Como ya se ha dicho, Juan Pérez Chavarrieta, procedente de El Peral, era un extranjero en el pueblo. El alcalde ordinario Parreño no le reconocía su vecindad en Motilla, tal vez queriendo decir que como no nacido en la villa no tenía derecho a participar en la elección de oficios. Aunque la acusación iba más allá y pretendía restringir los oficios locales a una minoría del pueblo, ya no solo frente a otros vecinos, sino también frente a aquellos foráneos que pretendían adquirir un poder que no conocía fronteras entre los pueblos. Juan Pérez Chavarrieta, nacido en El Peral, donde conservaba casa y hacienda y pagaba sus alcabalas, aspiraba a participar del poder local de su villa natal El Peral, de la que había sido alcalde ordinario hasta 1608, pero, aprovechando su matrimonio con una motillana, aspiraba llegar al poder de Motilla. No estaban dispuestos a consentirlo la oligarquía cerrada de regidores motillanos, que mandaría a uno de sus compañeros, Juan Llorente, a El Peral a sacar testimonio de escribano sobre cómo Chavarrieta seguía inscrito en los padrones de esa villa. Pero esta minoría no tenía un carácter homogéneo y una parte de ella utilizaba a Chavarrieta contra los otros.

Las crisis de subsistencias del cambio de siglo y la mortífera peste de 1600, al igual que en otros pueblos, había hecho cambiar las fortunas de manos. Juan Pérez Chavarrieta no estaba solo en su petición; una parte de los principales de Motilla le apoyaba. Si traemos a colación los vecinos de Motilla que detentaban las regiduría en 1590, veremos cuantos de ellos se habían visto desplazados o disputado su poder local: entre los perdedores estaban las familias Lucas y Moreno o los citados Bonilla. Estas familias darían su representación a Juan Pérez Chavarrieta y su procurador Francisco de León para que los representara en la Chancillería de Granada.

La querella de Juan Pérez Chavarrieta en la elección de oficios iba dirigida contra los regidores motillanos, pero también contra el corregidor de San Clemente al que acusaba de parcialidad o, al menos pasividad, en la elección de oficios. Fue admitida por la Chancillería de Granada el cuatro de diciembre, mandando se expidiera carta de emplazamiento y compulsoria para llevar a ese tribunal todos los papeles relacionado con la elección de oficios. Habían apoyado la querella de Juan Pérez Chavarrieta cuatro vecinos de Motilla: Juan Saiz Moreno, Francisco de Lucas, Pedro Lucas (a quien en 1590 vemos como regidor y alférez), y Felipe Moreno.

Las diferencias en la elección de oficios surgieron en torno el método utilizado y no la condición social de los elegidos. A diferencia de otras villas, como San Clemente o Vara de Rey, donde los oficios se repartían a mitades entre hidalgos y pecheros, este debate no existía en Motilla y lo que se criticaba es que los oficios salientes eligieran a los entrantes con el apoyo de los regidores que dominaban el gobierno local. Pérez Chavarrieta y sus consortes pedían que la elección se hiciera conforme a la ejecutoria ganada por el vecino Pedro García Cabero y que se ajustaba en sus condiciones a lo que decía la ejecutoria que tiempo atrás había ganado la villa de Alarcón y algunas villas emancipada de su antigua tierra; se citaba concretamente a Quintanar, Villanueva de la Jara y, por error (dada su no pertenencia a esta tierra, aunque gozaba de ejecutoria similar) Iniesta.

El concejo de Motilla se aprestó a defender sus intereses, delegando sus poderes en sus procuradores en la Chancillería de Granada, que en aquel momento estaban entendiendo en un pleito contra un vecino de Gabaldón llamado Alonso Armero, que había mudado los mojones de la dehesa de los Morones en beneficio propio. El procurador nombrado, Alonso García de Villamayor, actuaría en nombre del ayuntamiento, pero también, en un claro signo de arrogarse la representación de toda la república, en nombre del síndico personero y procurador general del común Miguel de Gabaldón Segovia. En un intento de ganar tiempo, el concejo de Motilla pidió se prorrogase de quince a treinta días el plazo para presentar los autos de elección de oficios. Mientras el procurador de la parte contraria, Francisco de León pedía que los gastos del juicio corriesen a cargo de los bienes de los regidores demandados y no de los propios de la villa. Razón no le faltaba pues éstos regidores trataban de enrevesar el juicio llamando a las villas de Alarcón, Quintanar, Villanueva de la Jara e Iniesta a presentar traslados de las ejecutorias que sobre la elección de oficios habían ganado. Pero la Chancillería de Granada, lejos de dejarse enredar, pronunciaría sentencia definitiva dando la razón a Juan Pérez de Chavarrieta y sus socios, dando por ninguna y sin valor la elección de oficios de ocho de octubre de 1608. A pesar de que el concejo de Motilla volvió a incidir en que Juan Pérez de Chavarrieta era un forastero de El Peral, la Chancillería volvió a reafirmase el nueve de marzo en su decisión, mandando se repitiera la elección de oficios.

Aún presentaría recurso de súplica el concejo de Motilla, alegando que la ejecutoria en que se fundaban los demandantes, tenía poco que ver con la ganada por la villa de Alarcón y resto de villas y en la imposibilidad material de abrir la elección  de oficios a muchos vecinos del pueblo por ser la villa poco poblada y con bastantes vecinos pobres e impedidos o inhábiles para una certera elección. De nuevo, el 23 de marzo, la Chancillería de Granada, en grado de revista, ratificaría su auto anterior.

Las diferencias en el proceder de la elección de oficios nos vienen expresadas en el propio pleito. El ayuntamiento de siete de octubre de 1608 tuvo que interrumpirse por las desavenencias entre los regidores y algunos vecinos principales, a pesar de que se proclamaba hacerse según la ejecutoria de Pedro García Cabero. En cualquier caso, nos muestra el procedimiento que se seguía para la elección:

En la villa de la motilla a siete días de mes de otubre de mill y seiscientos y ocho años estando en la sala del ayuntamiento della junto el conzejo justicia y rregimiento desta villa de la motilla abiéndose juntado el dicho conzejo a rrepique de canpana conforme a la costunbre estando expecialmente juntos luis de las bacas, juan de godoy alcaldes hordinarios desta uilla y benito garcía de bonilla y alonso de león, benito martínez, thomás tendero, francisco lópez baluerde y juan llorente collado, rregidores perpetuos desta villa, todos ofiziales del conzejo della estando ansí juntos en el dicho ayuntamiento dixeron que en esta villa se tiene costunbre de elexir alcaldes hordinarios y de la hermandad y alguazil mayor desta uilla por el día de san miguel para el año siguiente y que este presente año no se a fecho, que mandaban y mandaron se haga elezión de oficios de alcaldes hordinarios y de la hermandad y alguacil mayor desta uilla para este presente año lo qual mandaron se haga conforme a la rreal executoria de su magestad que se ganó a instancia de pedro garcía cabero, vezino desta uilla, con que a sido rrequerido en este ayuntamiento y se guarde y cunpla el tenor de la qual es que cada uno de los oficiales que en él tienen boto nonbre tres personas para los dichos oficios y todos los nonbrados entren en un cántaro e de allí se saquen por suertes los que an de ser elexidos en los dichos oficios por mano de un niño de diez años abaxo y en esta conformidad mandaron se haga la dicha eleción.

Las diferencias venían en cuanto al número de vecinos con derecho a voto. Es difícil saber lo que decía la ejecutoria, que obraba en poder de su dueño, Pedro García Cabero; el cual no parecía muy dado a mostrarla ni mucho menos, como pedían algunos vecinos, a depositarla en el archivo para poder sacar traslados fidedignos de la misma. No obstante creemos que el tenor de la ejecutoria iba en el sentido que la elección de oficios de alcaldes ordinarios y de la hermandad y alguacil mayor se hiciera entre todos los vecinos que acudían para San Miguel al concejo abierto que se celebraba y no reservar el derecho de tal elección a los poseedores de los diez oficios que disponía el ayuntamiento de Motilla en ese momento. Así se deduce de una de las peticiones que ante la Chancillería de Granada presentó el procurador de la villa Alonso García Villamayor; en su opinión y la del resto de regidores, se trataba de pasar de diez electores a treinta y los elegibles de treinta a noventa, dejando la elección en personas pobre y sin capacidad:

se oviera de guardar la dicha carta executoria presentada por la parte contraria se deuiera declarar que cada oficial del concejo a de nonbrar solo tres personas para que entren en suertes de los dichos oficios para todos ellos porque los oficios son diez y la parte contraria pretende que cada persona a de nonbrar tres para cada oficio, que vienen a ser nouenta y el pueblo es muy pequeño e los más pobres e no suficientes para oficios del concejo y en los demás rrestantes no puede auer suficiente número para sacar nouenta por auer muchos ynpedidos por no haber pasado los tres años de la ley del Reyno y por ser parientes unos de otros y por deuer al concejo y en pueblo de tan poca vezindad basta que se vengan ajustar todos los oficios entre treynta personas

El debate, una vez más, era quién controlaba el poder local. Los argumentos eran viejos: la defensa del concejo abierto frente al regimiento o ayuntamiento cerrado, la idoneidad o suficiencia para el ejercicio de cargos públicos o la necesidad de evitar altercados y disputas banderizas entre grupos e intereses encontrados. La defensa y apropiación de unos u otros argumentos se hacía desde la oportunidad de la presencia en el poder o su ausencia de él.


ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 3180, PIEZA 6. JUAN PÉREZ CHAVARRIETA Y CONSORTES, VECINOS DE LA MOTILLA, CON LOS OFICIALES DE LA VILLA, SOBRE LA ELECCIÓN DE LOS OFICIALES DEL CONCEJO. 1608-1609






*Otros regidores eran Lorenzo Gómez, Jorge de Vellar y Benito Martínez Cejalbo