El corregimiento de las diecisiete villas (fotografía: Jesús Pinedo)


Imagen del poder municipal

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EL CORREGIMIENTO DE LAS DIECISIETE VILLAS EN LA EDAD MODERNA (foto: Jesús Pinedo)

sábado, 2 de diciembre de 2017

Disputas entre Villanueva de la Jara y Alonso Pacheco por los molinos llamados Los Nuevos

Convento de las Petras, en el solar se levantaba el antiguo
convento, donde ingresó como monja Leonor de Guzmán
Jerónimo de Montoya era un vecino de Vara de Rey de treinta y cinco años, en 1530 recordaba cómo catorce años antes, su tío Alonso Montoya, otro paisano llamado Pedro Pintor, la madre de éste, Marina, y Alonso Pacheco, hijo segundón del señor de Minaya, se habían puesto de acuerdo para hacer llegar a doña Leonor de Guzmán y a su sobrina Catalina Carrillo hasta  La Parrilla. Leonor era hermana de Alonso Pacheco; Catalina, su hija. Por aquel entonces, La Parrilla, villa del señorío de Diego Hurtado de Mendoza, señor de Cañete, no era sino un punto intermedio que desde la Mancha de Montearagón conducía a la ciudad de Cuenca. Ese era el destino de tía y sobrina, que se disponían a ingresar como monjas en el convento de la Purificación de Nuestra Señora de la orden de San Pedro, las petras. Su vocación religiosa era nula; el ingreso en el convento tenía mucho más de coerción para ambas mujeres. Pero a los ojos de quien realmente había tomado la decisión, don Alonso Pacheco, vecino de San Clemente, tal medida era necesaria para preservar el patrimonio familiar, eso sí, en beneficio propio, evitando su disgregación. Allí fueron recibidas por el doctor Muñoz, patrón de dicho monasterio. Hombre poco fiable, pues después de recibir a las dos mujeres como novicias, no sin antes de asegurarse el compromiso de recibir la dote de setenta y seis mil maravedíes, concertó con representantes de la villa de Villanueva de la Jara la venta de tres ruedas de los molinos llamados Nuevos, propiedad de la mencionada Leonor de Guzmán. Los cien ducados, fruto de la operación, acabaron en manos del convento, que hizo una operación redonda. Por supuesto, esta última operación se hizo a espaldas de Alonso Pacheco, que al entregar al convento los setenta y seis mil maravedíes pretendía que hermana e hija renunciarán a cualquier derecho sobre los bienes familiares y cuyo único fin era desprenderse de su hermana y su hija para quedarse con el patrimonio familiar en su integridad. La dote de Leonor de Guzmán se haría efectiva, la de doña Catalina Carrillo, no, pues aparte de la cama de ropa, don Alonos Pacheco nunca aportó los treinta y ocho mil maravedíes,correspondientes a su hija.

Las dos mujeres emprendieron el camino hacia el convento de la Purificación de Cuenca con cama de ropa y una dote aportada por Alonso del Castillo de setenta y seis mil maravedíes. Leonor de Guzmán acabaría allí sus días entre rezos y maldiciones a su hermano Alonso, que se había quedado con los frutos de su patrimonio. Catalina Carrillo saldría del monasterio de Cuenca, pues su padre fue incapaz de pagar la dote conventual, aunque para acabar en el de Santo Domingo de Moya, es de suponer que más asequible. Pero si doña Leonor no pasaba del papel de monja intrigante engañada por su hermano, el concejo de Villanueva de la Jara no olvidaba los cien ducados pagados al doctor Muñoz, que le otorgaban una parte de las ruedas de los molinos llamados Nuevos de la ribera del Júcar y sobre los cuales ya se arrastraba litispendencia desde comienzos de siglo.

Pero, ¿quiénes eran estos personajes? Alonso Pacheco era el hijo segundo de don Juan Pacheco, señor de Minaya, que había dejado una prolífica descendencia en sus dos matrimonios. Del primer matrimonio con Leonor de Guzmán (la desgraciada mujer murió en su último parto), además de Alonso Pacheco, tuvo otros cinco hijos: Rodrigo Pacheco que heredó el mayorazgo y señorío de Minaya, Francisco Pacheco, Pedro Pacheco, Juan de Guzmán y Leonor Guzmán; del segundo matrimonio con doña María Ajofrín tuvo otros tres hijos y dos hijas (Luis, Gonzalo, Tristán, Juana e Isabel). Alonso de Pacheco es figura nodal para el devenir de la historia de San Clemente, casado con Juana de Toledo, la nieta del alcaide de Alarcón, Hernando del Castillo, por parte de su segundo hijo Alonso, daría lugar al linaje de los Pacheco en la villa de San Clemente y a sus tres ramas familares, procedentes de los tres vástagos que tuvo el segundo hijo de Alonso Pacheco, Diego, casado con Isabel de los Herreros.

A la pericia de Alonso Pacheco, y a los avatares de la vida, se debe que un segundón como él fuera capaz de legar uno de los mayores patrimonios de la zona a sus herederos, los futuros marqueses de Valera y los señores de Santiago de la Torre, Valdosma y Tejada. Los avatares de la vida apartaron del patrimonio familiar a los hermanos de Alonso, Pedro y Francisco, que murieron; la pericia de Alonso mandó a la vida espiritual  a su hermana Leonor, que renunció nada más pasar al convento a toda pretensión a los bienes paternos. Con su hija Catalina quizás la cosa fue más fácil, dispuesta a renunciar a la legítima con tal de evitar la entrada en cualquier convento. Los treinta y ocho mil maravedíes que hacia 1500 Alonso Pacheco ofreció de dote conventual por su hermana era una cantidad inferior a la comúnmente exigida a otras profesas, que iba de los cuarenta y cinco mil a cincuenta mil maravedíes, pero era ante todo claramente inferior al valor de los bienes renunciados por doña Leonor. La ambición de Alonso no se detuvo con sus hermanos de madre, sino que su avaricia el llevó a quedarse con la quinta parte que correspondía a los herederos de la segunda mujer de su padre, doña María de Ajofrín.

El doctor Muñoz, patrón del convento de las petras, no parecía muy dispuesto a dejarse embaucar por los tratos de Alonso Pacheco, que tildaba de engaños, ni tampoco reconocía valor alguno a la carta de renunciación de bienes de doña Leonor, simple escrito de monjas sin licencia del provisor o del propio patrón. El convento de las petras de Cuenca se había fundado en 1509 por legado testamentario del canónigo de la catedral Alfonso Ruiz. En su última voluntad, dejaba por patronos de dicho convento al maestro Martín Navarro, ya fallecido en 1530, y al doctor Eustaquio Muñoz. El doctor Muñoz de hecho era quien controlaba el convento y todas las transacciones ligadas al ingreso de las monjas, pero en el caso de Leonor de Guzmán intencionadamente se había ausentado en el momento de la firma de la carta a la renuncia de bienes y había evitado todo trato con don Alonso Pacheco, sabedor de las disputas por la herencia del señor de Minaya.

Don Juan Pacheco, señor de Minaya, al morir repartió sus bienes entre los herederos de sus dos mujeres. Para los hijos de doña Leonor quedaron las tres cuartas partes de los bienes, para los hijos de doña María el cuarto restante. o un quinto, según otros testigos. El señorío y mayorazgo de Minaya quedó en manos del primogénito, pero quedaba en disputa la herencia de los bienes que a la familia habían llegado por la falta de herencia de Hernán González del Castillo, el de la Torre Vieja de San Clemente, principalmente en esa villa de San Clemente y los molinos y dehesa de Galapagar en la ribera del Júcar. A los hijos de la segunda mujer le corresponderían un heredamiento, dehesa y molinos en Rus, término de San Clemente, un heredamiento y dos ruedas de molinos en Bolinches, en Jorquera.

Entre los bienes legados por Juan Pacheco a los hijos del primer matrimonio figuraban los molinos harineros Nuevos de la ribera del Júcar, constituidos por dos casas, una de ellas en el término de San Clemente con seis ruedas y otra casa de tres ruedas en la margen izquierda del río, término de Alarcón. La partición hecha efectiva en 1507 de los molinos Nuevos por legado testamentario de Juan Pacheco fue salomónica, no contentando a nadie: rueda y media para cada uno de los seis hermanos, que recibieron de su padre, además, cincuenta y cuatro mil maravedíes por cabeza. La partición de bienes se hizo ante dos escribanos, Diego de Arnedo, de Minaya, y Alvar Ruiz, de San Clemente, y ante el licenciado León, de Belmonte. Pero la equidad de la distribución estaba condenada desde el momento que cuatro de los seis hermanos, salvo Rodrigo y Alonso, eran menores de edad. La más desgraciada fue la hermana, Leonor de Guzmán, cuya curaduría se arrogó Alonso, más preocupado por su patrimonio que por su bienestar. Igual suerte corrió Francisco, que fue enviado como fraile franciscano a Salamanca, mientras en un principio legaba sus bienes, con la condición de casamiento, a su hermana Leonor de Guzmán, o Leonorica como era conocida en la familia. Tal decisión provocó las envidias y disputas de los hermanos. Rodrigo y su mujer Mencía ya pensaban en un buen casamiento para la Leonorica, pero la decisión de Alonso de meterla a monja desbarató sus planes. El despechado fraile Francisco viendo tales intrigas decidió dejar sus bienes a los pobres, pero se encontró con la oposición de su hermano Alonso que le espetó a la cara aquello de ¡más pobre que yo!, a lo que el acobardado monje solo supo responder: pues tomaoslos vos. A su muerte, con apenas veintiún años, el resto de bienes pasaron a su hermana Leonor, es decir de hecho a Alonso, curador de su hermana. Los infortunios se iban sucediendo entre los hermanos, un buen día, hacia 1513 o 1514, Pedro Pacheco se fue de su tierra con dieciocho años y desapareció, se dijo que estaba cautivo en África, en manos de los moros, según unos; como soldado en Nápoles, según otros. Se le dio por muerto, y ávido, como siempre, Alonso se apoderó de los bienes del hermano desaparecido y dado por muerto. Hacia 1520 poseía gran parte de herencia paterna y, entre ella, las seis ruedas de los molinos Nuevos de la casa de San Clemente y una rueda de dichos molinos de la casa de Villanueva de la Jara, en término de Alarcón.

Alonso Pacheco había heredado de su padre una ambición desmedida. La casa de Juan Pacheco, padre de Alonso, debía parte de su fortuna al medio millón de maravedíes que aportó al matrimonio su mujer Leonor de Guzmán, pero, poco antes de su muerte por parto, a Leonor solo se le reconocían por bienes un paño francés colgado en la pared de su casa y una ropa de terciopelo que legó a la iglesia de Minaya. O eso decían interesadamente los testigos, pues la herencia familiar se había infravalorado conscientemente. Según el convento de la Purificación la fortuna heredada por Leonor, la hija, ascendía a 400.000 maravedíes, tal vez, una evaluación excesiva, pero creíble si pensamos que cada rueda de molino ascendía a 100.000 maravedíes, y Leonor por legado propio y el de su hermano Francisco poseía tres. Los Pacheco era una familia de caballeros, en el sentido medieval del término, personas que por su mismo estado no debían ejercer oficios viles o mecánicos. El caso es que el padre, Juan, se movió en su última voluntad entre el deseo de preservar el mayorazgo familiar, que acabó en manos del primogénito, y el no dejar en la indigencia al resto de los diez hijos. A los cinco hijos de la primera mujer les dejó los molinos y una renta de 54.000 maravedíes, a los otros cinco hijos de la segunda mujer sendos molinos en Jorquera y Rus. Las rentas de los 54.000 maravedíes se acabaron pronto en manos del hermano mayor y de unos desaprensivos curadores. Para los testigos de la época era gente pobre y con harta necesidad. Por eso, Francisco o Leonor escogieron el camino de la Iglesia y Pedro la senda de la guerra. Pero, el hijo segundo, Alonso ya era mayor y con buen casamiento, Juana de Toledo, la hija de Alonso de Castillo, el hombre más poderoso de la villa de San Clemente por la época. Alonso Pacheco, hombre de pocos principios éticos, jugó con la necesidad de sus hermanos, para quedarse con los derechos de su hacienda, hasta construirse con un emporio económico, centrado en los molinos de la ribera del Júcar y los heredamientos de Rus, herencia de sus hermanastros, que también acabó en su poder. Alonso Pacheco, hombre de su tiempo supo ver el despegue agrario de las villas de realengo del Marquesado de Villena, y en concreto, la revolución agraria de Villanueva y sus aldeas, para sacar sustanciosos beneficios de las carretadas de grano que los agricultores llevaban hasta los molinos de la ribera del Júcar.

La joya de la herencia familiar era los molinos Nuevos, con nueve ruedas divididas a parte iguales entre los hermanos; pero los molinos fueron también un quebradero de cabeza para la familia después que una avenida del río Júcar por el año 1510 se llevase las dos casas de molinos. Los hermanos, encabezados por Rodrigo y Alonso, pues el resto de hermanos menores eran simples comparsas en el asunto, se concertaron con el concejo de Villanueva de la Jara para hacer frente a los costes de reedificación de las casas. Los costes fueron repartidos por mitades, pero Villanueva exigió la perpetuidad de los beneficios de la futuras moliendas a partes iguales; es decir, el monopolio del concejo jareño por la explotación de los molinos sitos en su ribera; un nuevo concierto, supondría la cesión de una de las seis ruedas a los Pacheco. La reconstrucción de los molinos fue aprovechada para sumar cuatro ruedas más, de modo, que siete ruedas quedarían del lado de San Clemente y seis del lado de Villanueva de la Jara. Un nuevo concierto, recogido en sentencia arbitral firmada en Minaya, supondría la cesión de una de las seis ruedas a los hermanos Pacheco, cuyos derechos eran tutelados por el mayor Rodrigo. Pero poco después en marzo de 1511, el concejo de Villanueva se haría con esa rueda tras haber prestado a don Rodrigo Pacheco 42.000 maravedíes a devolver en cuatro años, a cambio de hipotecar esa rueda. Lo que para Rodrigo Pacheco era empeño, se trataba de venta para el concejo de Villanueva de la Jara. Operación que no reconocería Alonso Pacheco por considerar la rueda de molino propiedad de los hermanos menores, y suya, como cesionario de los derechos de sus hermanos menores, al morir hacia mediados de la década de los veinte el primogénito Rodrigo. Claro que los derechos que se arrogaba Alonso Pacheco eran tan confusos como su supuesta ignorancia en el mencionado préstamo o robra de los 42.000 maravedíes, pues no faltaban testigos que lo vieron contado encima de un madero de la casa de los molinos Nuevos cada uno de los maravedíes recibidos, que lógicamente acabaron en su faltriquera. Este sería el origen del pleito entre Alonso Pacheco y el concejo de Villanueva de la Jara. Desde 1511, el concejo de Villanueva poseía por la vía de los hechos las seis ruedas de la casa de su ribera, gastándose ciento cincuenta mil maravedíes en su aderezo y mejora en los años catorce, diecisiete y veinte, pero a la muerte de Rodrigo Pacheco, su hermano Alonso decidió llevar en 1525 sus pretendidos derechos a la Chancillería de Granada. Estas enrevesadas operaciones entre Rodrigo Pacheco y el concejo jareño, lo que nos muestra es la falta de liquidez de los Pacheco, ejemplo de la nobleza regional, arruinada y sin liquidez a comienzos del quinientos. Realmente no era mucho mejor la situación del concejo jareño, pero jugaba con una ventaja: los ahorros de unos agricultores en plena expansión y la disposición directa de la recaudación real de las alcabalas, utilizadas temporalmente en beneficio del propio concejo para sus obligaciones (así se hizo para pagar a Rodrigo Pacheco) y cuyo anticipo era resarcido una vez recogida la cosecha. Por supuesto que una parte de esa baja nobleza vio la oportunidad de captar una parte del excedente agrario de los agricultores de la Manchuela con la maquila obtenida en las moliendas. Rodrigo Pacheco, propietario de los molinos del Batanejo, Alonso Castillo, de los de la Losa, Alonso Pacheco, de los Nuevos, o Diego Castillo, poseedor de los molinos de la Noguera, vieron en los molinos de la ribera del Júcar la oportunidad para resarcirse de la pérdida de otras rentas feudales. Los beneficios obtenidos fueron vistos por las villas de realengo como una vuelta a las extorsiones feudales, pero esas villas pronto impusieron su fuerza y participaron del excedente agrario con la construcción de sus propios molinos. El paisaje urbano de las villas de realengo vio cómo se erigían edificios religiosos, civiles y las primeras casas palacio.

Por otra parte, el incremento de ruedas venía a reconocer la insuficiencia de las instalaciones existentes por el fuerte desarrollo agrario de la zona. Recordemos que, en 1514, San Clemente también construirá los molinos llamados del Concejo (construcción que se prolongará todavía en 1525) a cargo del cantero vasco Pedro de Oma, que fue el autor unos años antes de la reconstrucción de los molinos Nuevos, como el mismo reconocía en su declaración:
este testigo hizo las dichas dos paradas de molinos y sabe que la una parada está a la parte de Villanueva de la Xara tiene seys rruedas
La labor constructora de Pedro de Oma fue frenética, interviniendo también en los molinos del Batanejo, propiedad de Rodrigo Pacheco
estando este testigo haziéndoles una casa (a Rodrigo Pacheco y su mujer Mencía) una casa de cantería en el Batanejo 
Claro que Pedro de Oma, analfabeto, pues no sabía firmar, sigue siendo una incógnita, y como ya adelantamos en alguna otra ocasión, su participación en la construcción de los edificios religiosos o civiles de la comarca es una apuesta segura, tal como él nos reconoce en su declaración:
dixo este testigo oyo dezir a los alcaldes y rregidores de la villa de Villanueva de la Xara estando este testigo obrando en la torre de la dicha villa que los dichos molinos rrentaban en cada un año más de seys çientas hanegas
Ayuntamiento de Villanueva de la Jara
A la izquierda, Torre del Reloj
Así, vemos  al cantero vasco edificando la Torre del Reloj que hoy flanquea por uno de sus lados al edificio renacentista del ayuntamiento. Con un basamento tal vez de una época anterior, la sobriedad de la torre quizás choca con el purismo del ayuntamiento civil, pero en la sencillez de las líneas y su tosquedad le acompaña sin desentonar. Es arriesgado adelantar el Renacimiento en estas tierras a comienzos de siglo y por supuesto erróneo intentar implicar a los vascos, muy apegados a lo antiguo, en estas nuevas formas arquitectónicas, pero que la Mancha de Montearagón vivió en los comienzos de siglo una renovación edilicia, anterior a esa otra constatada de mediados de siglo, nos es cada vez más evidente, y que los autores, aparte de autores vascos como los Oma, está por descubrir.

Alonso Pacheco contra el concejo de Villanueva
Tras la reedificación de los molinos Nuevos, a partir de 1616, las siete ruedas de la casa de la parte de San Clemente quedaron en propiedad de los pachecos; de las seis ruedas de la parte de Villanueva de la Jara, este concejo se quedó con la propiedad de cinco ruedas y la restante quedó en manos de la familia de los pachecos, aunque Alonso la consideró como suya propia en exclusividad, por la muerte de sus hermanos, la tutela sobre su hermana Leonor y la venta que en su favor había hecho el hermano menor Juan de Guzmán. Hoy este juego de reparto de ruedas de molino nos puede parecer curioso, pero no olvidemos que para los contemporáneos cada rueda de molino significaba unos derechos de maquila anuales que fácilmente pasaban de ciento cincuenta fanegas de trigo. No siempre era así, los años malos o de esterilidad reducían los derechos de maquila, que solían ser un quinto del trigo molido, a cuatrocientas o quinientas fanegas para las seis ruedas, es decir, unas noventa fanegas de trigo por rueda.Dicho de otro modo, Alonso Pacheco, que disfrutó en el período que va de 1500 a 1529 las tres ruedas de molino que correspondían a su hermana Leonor (las suyas y las heredadas de Francisco), obtuvo unas rentas de más de 10.000 fanegas de trigo. A añadir por supuesto a los frutos y ganancias mucho mayores de las ruedas que poseía en las casas del término de San Clemente. Y sin olvidar que algunos años los derechos de maquila impuestos habían sido superiores. No es extraño que el valor de una rueda de molino se hubiera duplicado en apenas un cuarto de siglo, tal es el caso de una rueda vendida en los molinos de los Carrascos, dos leguas río abajo de los molinos Nuevos: el valor de su venta hacia 1500 fue de 50.000 maravedíes, veinte años después su valor ascendía a los 100.000 maravedíes. Por esa cantidad sería por la que Rodrigo Pacheco compraría cada una de las ruedas de los molinos del Batanejo a un vecino de Villanueva de la Jara llamado Julián González.

Paraje de los molinos Nuevos en la actualidad


El pleito entre Alonso Pacheco y el concejo de Villanueva de la Jara era un juego de intereses, donde las necesidades de una villa agraria en expansión chocaban con las propias ambiciones del sanclementino, al fin y al cabo, un segundón de la familia de los señores de Minaya, pero que con la corta herencia recibida de sus padres, una rueda de molino y 54.000 maravedíes, y una certera alianza matrimonial con Juana de Toledo, nieta del alcaide de Alarcón, había sabido maniobrar para construirse una fortuna que rivalizaba con la de su suegro, Alonso del Castillo. Así, Alonso de Pacheco y Alonso del Castillo se habían convertido en los dos sanclementinos más ricos y también, por sus ínfulas señoriales, más odiados. Muestra del poder de Alonso de Pacheco son los testigos que presentó en su pleito contra Vilanueva, a los que el concejo tildaba de simples criados de baja condición molineros y trabajadores a su servicio, o, caso de Lope de Mendoza, simples familiares con intereses comunes. No obstante, Alonso Pacheco se había ganado enemistades entre sus vecino de San Clemente. Alguno era un viejo aliado en las pretensiones nobiliarias como Antón García, otros miembros de viejas familias, como los López de Perona, y el resto eran recién llegados al poder local como la familia Simón. Por ellos sabemos las redes clientelares que Alonso Pacheco, y su suegro Alonso Castillo, se habían creado en la sociedad sanclementina. Pedro Molinero, con apellido del mismo oficio, o el también molinero Pedro Cardoso se hacían cargo de las moliendas; ganancias que eran exacciones del quinto del trigo aportado por los labradores, pero que en alguna ocasión superaba esa proporción, por los conciertos, en sus molinos de la Losa y los Nuevos, a los que llegaron los dos Alonsos, suegro y yerno. Otras veces, las alianzas eran familiares, casos de Lope de Mendoza, hermano de Mencía, cuñada de Alonso, o Diego de Alarcón, primo hermano de la susodicha. Para Alonso Pacheco era de tanto valor la palabra de sus familiares caballeros como de sus criados molineros. Sabemos ya por el padre del Lazarillo de Tormes de la poca confianza que en aquella época merecían los molineros: viva imagen de los robos que para los labradores escondía la maquila. Pero la figura más que el personaje rahez, cretino o borracho que se nos quiere hacer ver en el expediente que estudiamos era el símbolo del juego de intereses de una época despiadada: el pobre molinero era poco lo que obtenía de las moliendas pero ante sus ojos pasaban los tratos más sucios y engaños más execrables a costa de los agricultores que con su grano llegaban a la ribera del Júcar.

Vista del paraje molinero de Los Nuevos
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El concejo de Villanueva obtuvo ejecutoria favorable en un primer momento del pleito, obligando a Alonso Pacheco a devolver la rueda de molino que poseía en la parte del río de Villanueva de la Jara y las rentas obtenidas con el disfrute de dicha rueda. Pero la ejecutoria obtenida en un primer momento no fue aceptada por Alonso Pacheco que prosiguió el pleito. Para 1530, el litigio se había complicado sobremanera, pues el concejo jareño había buscado la complicidad del convento de la Purificación de Cuenca, donde había profesado hasta su muerte como monja la hermana de Alonso, Leonor de Guzmán, y en cuyo nombre el convento invocaba su participación en la herencia de los molinos Nuevos. A decir del patrón del convento, el doctor Muñoz, la carta de renuncia de bienes de doña Leonor a favor de su hermano Alonso era nula y fraudulenta, por hacerse engañosamente y sin licencia de los superiores y patrones del convento. Para esa fecha de 1530, las partes dejaban entrever cierto cansancio, en especial, en lo que atañe a Alonso Pacheco, que veía consumida su hacienda en un pleito interminable. Para que lo represente en el litigio había dado poder el año anterior a su mayordomo, Martín López de Perona, vecino de la Roda. La carta de poder es significativa por las amplias atribuciones concedidas al mayordomo para disponer de los diversos negocios del señor con sus censatarios, renteros, molineros y pastores y para la compra, venta o cualquier transacción de bienes. Ahora, Alonso Pacheco busca entre sus viejos rivales sus testigos de apoyo, tal como Pedro Monteagudo, hermano de un regidor jareño, o el rico sanclementino Antón García, a quien cinco años tenía por enemigo. Pero las ansias de conciliación de Alonso Pacheco no eran correspondidas por la villa de Villanueva de la Jara, que no olvidaba una larga lista de pleitos perdidos con su contendiente. El concejo jareño intrigaba ahora con el doctor Muñoz y las petras, buscando una victoria plena en la posesión de las ruedas sitas en la parte de su término



ANEXOS

Relación de testigos presentados por Alonso Pacheco (1530):

Alonso de Montoya, 60 años, vecino de la Parrilla, tío de Jerónimo Montoya
Pedro de Monteagudo, 43 años, vecino de Villanueva de la Jara
Jerónimo de Montoya, 35 años, vecino de Vara de Rey
Sebastián Navarro, 55 años
Pedro Martínez Pintor, 65 años, vecino de Vara de Rey
Marina Martínez, su madre, 80 años, mujer de Juan Alcocer, vecina de Vara de Rey
Benito Cuartero, 48 años, vecino de Villanueva de la Jara
Pedro García el Viejo, 52 años, morador de Quintanar del Marquesado
Hernán Martínez Rubio, 73 años,vecino de la Roda
Juan Bonillo, 70 años, vecino de Minaya
Juan García Aljofín, 70 años, vecino de Minaya
Alonso Roldán, 70 años, vecino de Minaya
Andrés Martínez Bonillo, 60 años, vecino de Minaya
Antón García,vecino de San Clemente, 60 años

Relación de testigos presentados por Villanueva de la Jara (1530)

El doctor Muñoz, 50 años, patrón del convento de la Purificación de Cuenca
Juan de la Osa, vecino de Villanueva y procurador de la villa
Don García de Villarreal, chantre y canónigo de la catedral de Cuenca, 60 años.
Estefanía de Villarreal, mujer de Luis Carrillo Hurtado de Mendoza, 22 o 23 años
Pedro de Madrid, clérigo de 60 años de Cuenca
Juana Ruiz, abadesa de 60 años del convento de la Purificación de Cuenca
Marina Ruiz, vicaria de 50 años del convento de la Purificación de Cuenca
Juana de Lizama, monja de 30 años del convento de la Purificación de Cuenca, provisora
Pedro del Castillo, 63 años, capellán del convento de la Purificación de Cuenca
Juan del Pozo, canónigo de Cuenca, 70 años
María López, mujer de Juan Gasco, 60 años, vecina de Villanueva de la Jara
Alvar Ruiz, 75 años, vecino de Villanueva de la Jara
Juan López de Vicen López, 60 años, vecino de Villanueva de la Jara
Miguel Sánchez de Tresjuncos, 70 años, vecino de Minaya
Andrés Bonillo, 60 años, vecino de Minaya
Pedro de Medrano, vecino de Minaya, setenta años
Juan Sánchez de Jábaga, 60 años, vecino de Minaya
Diego de Alarcón, vecino de Minaya, 50 años
Miguel González, vecino de Minaya, 65 años
Pedro Chamocho (o Chamodio), vecino de la villa de San Clemente, 60 años
Juan González, alcalde ordinario. Tío de los Ruipérez, propietario de ruedas de molino en el Batanejo, que vende a los Pacheco
Pedro López de Tébar, alcalde ordinario
Juan de Monteagudo, Pascual García y Ruipérez, regidores de Villanueva de la Jara
Pascual Sánchez de Pozoseco, regidor de Villanueva de la Jara
Juan Tabernero, regidor de Villanueva de la Jara
Juan de la Osa, procurador de Villanueva de la Jara

Otros testigos

Hernán González Reillo, 50 años
Esteban de la Casa, molinero en los molinos Nuevos, 33 años
Hernán Rosillo, escribano de San Clemente en 1530
Francisco Hernández, escribano del número de San Clemente

Testigos en las probanzas de julio 1525, presentados por Alonso Pacheco

Declaraciones tomadas en las casas del término de San Clemente de los molinos Nuevos

  • Pedro Molinero
  • Pedro de Oma, cantero, vecino de San Clemente, 57 años antes más que menos
  • Pedro Camacho, vecino de Vara de Rey
  • Juan Cardoso, vecino de Alarcón

Declaraciones tomadas en las casas del término de San Clemente de los molinos del Batanejo

  • Andrés de Cuéllar, morador en Tarazona
  • Juan Camacho, vecino de Minaya
Declaraciones tomadas en Villanueva de la Jara
  • Juan González
  • Martín López el Viejo
  • Diego López
Otros testigos
  • Lope de Mendoza, 63 años, caballero, vecino de San Clemente, hermano de Mencía de Mendoza, mujer de Rodrigo Pacheco, señor de Minaya
  • Diego de Alarcón, vecino de Minaya, 45 años, primo hermano de Mencía de Mendoza
  • Simón Visiedo, 60 años
  • Hernán Martínez Rubio, 65 años
  • Pedro Chamodio, 55 años, molinero
  • Juan Cardoso, vecino de Alarcón, 55 años, molinero
  • Andrés Cuéllar, 50 años
  • Juan Chamodio, 
Testigos en la probanza de 1525, presentados por Alonso García, en nombre del concejo de Villanueva de la Jara

Antón García, vecino de San Clemente, más de 60 años
Alonso López de Perona, vecino de San Clemente, 60 años
Pedro de Albelda, vecino de San Clemente, 50 años
Martín del Campo, vecino de San Clemente, 60 años
Diego Simón, vecino de San Clemente, 60 años
Juan del Castillo, 55 años
Vasco Saiz Carretero, vecino de San Clemente, 55 años
Pedro de Alarcón, vecino de San Clemente, 37 años
Miguel Sánchez de Tresjuncos, vecino de Minaya, 60 años
Juan Catalán, vecino de Minaya, 60 años
Alejo Martínez, 50 años
Julián González, vecino de la Roda, 38 años
Simón Visiedo, vecino de la Roda, 60 años
Esteban de la Casa, vecino de Villanueva, 33 años
Pedro Chamocho, vecino de San Clemente
Hernán de la Peña


Concejo de Villanueva de la Jara de 4 de octubre de 1525

Martín García de Villanueva, alcalde; Martín López, Aparcio Talaya, Alonso Ruipérez, regidores, Juan de Monteagudo, diputado; Andrés Navarro, alguacil; y Francisco Navarro, escribano.

Concejo de Villanueva de la Jara de 17 de febrero de 1525

Pedro López de Tébar y Juan de la Osa, alcaldes ordinarios; Juan Tabernero, Pedro López Peinado, regidores; Diego Martínez Remielle, alguacil; Diego López y Juan Sanz de la Talaya, diputados.

Concejo de Villanueva de la Jara de 12 de noviembre de 1530

Pedro López de Tébar, alcalde ordinario; Pascual García y Juan de Monteagudo, regidores; Pascual Rabadán, alguacil; Hernán Martínez y Francisco García, diputados; Juan de la Osa, procurador de la villa. Otros: bachiller Clemente.

Testigos de la villa de San Clemente en las cartas de poder de Alonso Pacheco y probanzas de testigos de 1525

Juancho Vizcaíno, Juan Sánchez de Laredo, Miguel García, Francisco Hernández, escribano, Sancho Rodríguez, escribano, y su hijo Francisco Rodríguez, Baltasar Cabeza de Vaca, Hernán Rosillo, escribano, Gonzalo de Origüela, Estudillo, Francisco de Ávila, Juan de Oma, Pedro Gallego, Alonso Yubero,  Hernán González Pacheco, Juan Fraile, Pedro Barriga, escribano, Diego de Sandóval, Pedro Rosillo, Gonzalo Chacón, Martín de Tébar, Miguel López de Perona, Juan de Alarcón, Hernando de Origüela,

Testigos de la villa de Villanueva de la Jara en las probanzas de 1525

Juan de Mondéjar, morador Tarazona, Pedro Simarro, morador Tarazona, Antón Monedero, Pedro Armero, Alonso Simarro, Lope de Araque, Aparicio, Saiz del Atalaya, regidor, Alonso de Ruipérez, regidor



ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 5390, PIEZA 5. Pleito entre Alonso Pacheco y la villa de Villanueva de la Jara por la propiedad de la rueda de un molino en los Nuevos. 1525-1530

lunes, 20 de noviembre de 2017

Las poblaciones del corregimiento de San Clemente hacia 1692


Fosman y Medina, Gregorio (fl. 1653-1713) Chorographia del Obispado de Cuenca Que dedica, y ofrece al Yllmo. Sor. Mi Sor. D. Alonso Antonio Des. Martin, Obispo de esta Diocesis del Consejo de su Magd. El Ldo. Bartholome Ferrer Pertussa cura de la Villa de Olmeda y anejos natural de este obispado Gregorius Fosman et Medina Matritensis faciebat Matriti 1692.
BNE. MV/7     http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000035362

BIBLIOTECA DIGITAL HISPÁNICA

viernes, 17 de noviembre de 2017

Padrón de alcabalas de La Roda (1586)

Padrón de La Roda de 1586

En la villa de la Rroda a diez y nueue días del mes de septiembre de mill e quinientos e ochenta e seis años, el Illustre señor Rrodrigo Méndez, administrador de las rrentas rreales de su Magestad  deste Marquesado de Villena, juntamente con los señores Hernán Martínez Moreno e Alonso de Quintanilla alcaldes hordinarios en esta villa en cumplimiento de lo que su Magestad manda por si rreal prouisión començaron a hazer el padrón de la vecindad desta villa a calle hita conforme a la dicha rreal prouisión y porque su merçed del dicho señor administrador se fue a otros lugares a tratar del hacimiento de rrentas los dichos señores alcaldes prosiguieron la dicha vecindad e la hizieron calle hita sin aceptar ninguna en la forma siguiente



hernando de rrojas 
gaspar de úbeda
francisco de quenca 
ysabel rremirez 
maría de alfaro
juan martínez carrasco
doña maría carrasco
martín de munera rregidor
francisco martínez espadero
pedro giménez ginovés rregidor
juan martínez rruvio
juan ximénez çapatero
elvira lópez biuda
baltasar de torres
bernardino de arellano
pedro collado
martín ximénez
alonso sanz de arnaz
sebastián barbero
beatriz de la casa
antonio aguado
la de antonio velázquez
antón lópez rruvio
la viuda de pedro de piqueras
martín fernández manovés
juan de zamora
francisco chacón piqueras
francisco de piqueras
julián leal pastor
francisco pérez yerno de leal
gonzalo de sevilla
diego martínez tejedor
alonso rromano procurador
juan donate pastor
la viuda de goyaz
la de pedro ximénez de contreras
pedro de alarcón
gil del collado
bartolomé garcía pastor
la de sebastián martínez
alonso moreno torruvia
garcía martínez marqués
la viuda marimorena
juan quadrado el mozo
christóval de buendía
christóval martínez rrey
diego garcía pastor
alonso ximénez de contreras
pedro de burgos
alonso martínez el sordo
alonso martínez tercero
juan garcía pastor
diego ximénez
pasqual benítez
pedro de mondéxar
bartolomé sanz pastor
hernán martínez yerno de ortiz
martín lópez yerno de alonso martínez sordo
mateo cano berruga
francisco collado
la de hernando de sevilla
pedro montoya yerno de lucas garcía
pedro ximénez de contreras
pedro de montagudo vallestero
pedro ximénez mateo
pedro sanz cerrajero
ana benítez viuda
baltasar marqués
melchior de león
martín martínez
alonso herrero
francisco de segovia
la de francisco lópez çapatero
quiteria de xábega
alonso de quintanilla el mozo
la viuda de diego çamora
bartolomé de coca
alonso de quintanilla el viejo
pedro de aranda
el doctor rramírez
gonzalo berruga
pedro garcía procurador
juan alonso de arze regidor
antonio de montagudo
la de garçía carretero
diego de la torre regidor
la de diagómez de sevilla
la de antonio fajardo
pedro sánchez carretero
juan de bonxorne
francisco cano
juan sánchez merchante
benito martínez tenprado
la de miguel sanz marqués
diagómez de sevilla
diego ortiz yerno de maría gonzález
diego martínez cano el mozo
juan blanco
juan gonzález ginovés el mozo
alonso grande
hernán martínez ginovés
françisco de calahorra
alonso sánchez carretero bonjorne
pedro moreno pastor
la olivara
juan velázquez
gil martínez de molina
garcía martínez cubas
juan ximénez muñoz
la biuda de moragón
diego martínez cano regidor
alonso garçía cañavate
diego martínez tenprado
esteban martínez
antonín sánchez ginovés
françisco de palaçios
juan sánchez de correas
fernán pérez de la torre
juan de salas
esteban de la casa
juan sanz de sayona
pedro sanz de sayona
juan cavañero mesonero
mielchor fernández boticario
françisco martínez tenprado rregidor
alonso sanz carretero su yerno
juan de olivares
la cavañera moza
martín de tévar
antonio lópez galendo
garçi moreno lópez
juan lópez de algarra
pedro serrano
la de pedro martínez de molina
la de juan tornero
benito lópez sajardo
hernán gil mançano
bartolomé bueno
la de miguel de la osa
mari morena biuda
la gonzalez
la de juan fernández cano
martín rrosillo pastor
hernán pérez de mingo sanz
gonçalo de denia
amador cano el mozo
mateo toledano
la de alonso garçia de la barrera
pedro de denia de amador cano
juan de la questa
gil de monterde
andrés de almodóvar
pedro çid
françisco martínez de la molinera
la de juan grande
francisco garcía calatayud
christóval martínez cardador
juan gómez serrano
martín garçía yzquierdo
jayme de vela
çacarías de los panos
martín çepero
luçía martínez biuda
françisco sanz texedor
alonso moreno palomera
pedro martínez xordán
mateo fernández vegara
garçía carretero
françisco de molina bibarro
martín rruiz criado de martín de mª
pedro lópez texedor
juan sanz parra
martín escudero
sebastián garçía del abad
la de diego felipe
alonso de alarcón
hernán pérez de la garrida
la biuda de françisco hernández
benito de barchín
bartolomé ximénez
la de ginés prieto
la beata prieta
ama el carrasco
diego de mena
tomás de castillo pastor
alonso sanz carretero de la beata
pedro de flores
gil rruvio peynador
esteban díaz
gerónimo çiruelo
graviel de quintanilla mesonero
françisco martínez de las mulas
martí sanz de leyva
salvador martínez
juan sánchez pastor de juan carrasco
juan rruvio moreno
domingo garçía
maría de la parra
antón lópez de perona
françisco vaquero
el bachiller diego de rrojas
bartolomé garçía tundidor
la biuda de hernán pérez
juan sanz de mingo sanz yugadero
la de juan lópez pastor
la de juan rremírez
diego de bonjorne
la biuda maría bº
alonso ximénez de barchín
juan muñoz de palaçios
catalina de las heras
juana martínez su hija biuda
juan brabo escribano
alonso martínez carpintero
ginés rromero
mateo de arnas el viejo
diego de arnas el mozo
benito rrosillo el mozo
hernán martínez del castillo
garçía martínez rruvio el mozo
la de juan de rreyllo
bartolomé moreno pastor
andrés martínez
la biuda mari braba
benito rrosillo el viejo
juan descobar rruvio
hernán martínez moreno el viejo
hernán martínez moreno el mozo
mateo del castillo
ginés martínez vinuesa
juan de dypa
juan de vinuesa bonjorne
pedro del peral pastor
martín sanz de juan rreal
miguel sanz de poçoseco
lucas de vellescusa
juan martínez montejano
alonso sanz de alcaraz
la de gil sanz sacristán
garçi fierez
la de peresteban
benito esteban
peresteban
diego lópez yerno de antonio velázquez
andrés del hoyo
bartolomé lópez moreno
alonso pérez procurador
antón ximénez carretero
alonso lópez de las doblas
miguel moreno el viejo
la de felipe de tébar
mateo lópez marqués
miguel sanz de alcolea
mateo díaz molinero
juan çebrián
juan cano yerno de alcalá
la de julián garçía
juan lópez pastor
mateo sanz de la mançara
benito de víllora
juan de segovia
antón sánchez mesonero
juan lópez de piqueras
la de juan fernández mesonero
benito herrero
martín de montagudo
julián gonzález
alonso sánchez gómez
martín de salas
la rruiza biuda
christóval ángel
diego martínez grande
la de alonso martínez cuchillo
juan peynado
amador cano martínez
la de antonio de villanueva
martín vallestero
la fajarda de alonso gonzález
alonso gómez apargatero
juan de mendieta
martín sanz de yémeda
pedro de aroca
juan alonso yerno de loçano
juan de açañón
gerónimo cuchillo
juan sanz de mingo sanz
françisco sanz de güerta
la biuda de gallardo
christóval fernández de buenache
juan calero
pedro de denia
diego de santacruz
diego manovel
martín asensio
manovel morzillo
françisco de castillo tenprado
mateo cano
pedro de molina
alonso el rramo
pedro martínez de cuerva
juan de maría mercader
almazul
ginés alonso
pedro de olmedo
juan descobar carrasquilla
la de miguel lópez de algarra
hernán marco el viejo
juan cano el viejo
ginés de buendía
juan de xábega
hernán martínez de buendía
diego chacón de buendía
juan morzillo rregidor
garçi lópez
bartolomé garcía descobar
pedro de calahorra
martín moreno rregidor
miguel carrasco
juan de ynestrosa
pedro garçía carrasco pastor
juan pérez carretero
juan de ortega
alonso merchante
juan serrano talavera
juan de xábega muñoz
pedro de rruypérez rregidor
françisco de alarcón
barbada lópez
la clemeinta
diego felipe esteban
la de christóval de la torre
juan carrasco rregidor
pedro carrasco alferiz
miguel rruvio
esteban de los herreros
antón moreno pastor
françisco martínez plaza
alonso sánchez de ayuso
martín rruvio rregidor
diego garçía de denia
martí sanz de heredia
el liçençiado montagudo rregidor
pedro díaz
alonso garçía rregidor
antonio de córdova
alonso cano
garçi martinez rruº rregidor
alonso lópez fiel executor
luis de bonxorne
la de martín del çerro
la gavaldona
juan prieto
la biuda de perona
diego de molina
juan descobar víllora
juan martínez de alarcón
la de garçi fernández de buenache
melchior garçía
la de françisco el hoyo
françisco ortiz
diego ortiz el viejo
bartolomé martínez pastor
juan berruga
la biuda de hernán gil
françisco ortiz yerno de garçía martínez
juan garçía barçelona
juan lópez çerrajero
juan de vinuesa el viejo
alonso sanz de mondéxar
juan de vinuesa el mozo
gonzalo de vinuesa
graviel de vinuesa
la de pedro sanz pastor
juan pérez cavallero de sierra
françisco lópez criado de christoval berruga
la de bartolomé lópez biuda
pedro rruvio botero
bartolomé lópez moreno
la de vaquero
la de françisco de alcalá
alonso rruyz yerno de mondéxar
la de periañes
la beata osana de la osa
manuel de alberraçín
benito collado
pedro de parexa
diego martínez yerno de miguel sanz de pozoseco
pablo apariçio
françisco rrodríguez pedro mingo
pasqual serrano
hernán martínez montexano
benito cano de burgos
pedro martínez rramo
elvira descobar biuda
juan fernández cano
juan quadrado el viejo
alonso garçía picazo
sebastián gómez nieta
lucas berruga
la de miguel de villena
gil chamocho
miguel garçía de la barrera
juan moreno
pedro del peral
amador cano çirujano
juan del canpo
pedro çavala
la de juan sanz valençiano
andrés de perona rregidor
garçi martínez carretero
juan chacón
miguel sánchez rraboso
rrafael carrasco rregidor
françisco rruiz apargatero
la de martín sánchez biuda
françisco rrodríguez procurador
el doctor piqueras
juan martínez moragón
tomás de xábega
ana garçía su hermana
juan de dueñas
pedro carrasco garçía
agustín rraboso
gonzalo de salas rregidor
christóval martínez pastor
sevastián martínez olivas
juan de alarcón
pedro de piqueras
el liçençiado ruy pérez
christóval navarro
juan garçía tundidor
la de martín de ynestrosa
alonso de moya
juan lópez rruvio
françisco sánchez barbero
martín sanz de la garçesa
ugenio guerrero
juan guerrero
alonso de villena
alonso martínez pellejero
andrés ortiz
graviel martínez
françisco garçía castillejo
bartolomé prieto
martín de albarreçín
hernán marco
miguel del peral
alonso garçía manovel
juan martínez carrasco
alonso de valera
alonso loçano pastor
btº criado de garçía martínez rregidor
alonso lópez de víllora
sebastián de toro
pedro de víllora
miguel polo
alonso çebrián
alonso lópez yerno de juan mateo
esteban díaz cardador
juan de córdova sastre
pedro lópez laredo
martín alonso de porras
la de leonardo de la serna
pedro fernández sastre
alonso serrano el galán
mari gonzález biuda
alonso muñiz
la de alonso garçía de cantero
juan rruyz
alonso lópez de la mota
la de juan de la serna
canpillo carrasco
marian diez
la de sancho lópez
pedro núñez
pero mingo
alonso martínez de la portona
la de castillo el del retablo
antonio fernández del castillo
christóval de alarcón de la motilla
juan rruvio moreno
beltrán
canpillo pastor
catalina marzilla biuda
catalina sanz su cuñada
la navarra
pedro de piqueras loçano
juan çerezo peynador
miguel sanz de la monedera
pedro sánchez de goyaz
fabían gonzález
juan çid
la de robres
la de pedro de alarcón carretero
la de mateo lópez carretero
la de chistóval de denia sastre
la de alonso sanz de ayuso
la de manuel pérez
pedro martínez de aliaga
la biuda de molina
alonso de arjona
christóval gonzález
sevastián lópez çapatero
la de françisco manovel
la gavaldona biuda de molina
alonso garçía de la barrera
pedro garçía sastre
gil cantero
juan garçía yerno de toro
martín de las heras 
martín rruº yerno de almansa
el valençiano
juan de pero lópez
andrés garçía de la tripera
diego martínez yerno de miguel sanz de poçoseco

los de la fuensanta y rribera del xúcar

juan de castillo
andrés hernández
alonso muñoz
pedro escudero
blas martínez
pasqual garrido
françisco sánchez mateo
juan moreno ortelano
juan gil de villanueva
antonio velázquez
mateo lópez
antonio de urrea
juan serrano
ginés collado
juan martínez terçero
françisco valero
miguel collado

los menores que ay son los siguientes

juana gómez
catalina sanz su hermana
françisco de castillo
juan de castillo
antón hernández
maría de castillo
elvira de castillo
alonso sanz prieto
juan sanz prieto
mari sanz prieta 
ana lópez prieta
catalina sanz prieta
mari sanz pola
sebastián de quintanilla
andrés brabo
catalina martínez su hermana
andrés gonzález
juan gonzález
juana gonzález
sebastián martínez
marco martínez
catalina martínez pellejera
hernán martínez moragón
alonso martínez moragón
ana de la serna
juan gómez su hermana
mari pérez de arriba
juan sánchez marqués
miguel sanz marqués
hernán lópez
françisco gómez
mari sanz marquesa
mari gómez marquesa
quílez mançano
miguel mançano
acaçio de la serna
ana lópez de la serna
baltasar hernández
mari hernández
juan lópez pintor
tomás lópez
juana morena
diego de rreyllo
christóval martínez
bernabé de rreyllo
çebrián de silva
juan de rreyllo
rrodrigo de silva
alonso garçía rreyllo
juana martínez rreyllo
juana rremírez
luçía martínez
mari rremírez
catalina rremírez
ana rremírez
salvadora rremírez
ysabel rremírez
pedro velázquez
catalina martínez
françisco sánchez hijo de martín sánchez
pedro de alcañavate
catalina garçía garrida
françisca lópez garrida
martín de ynestrosa
diego de ynestrosa
ysabel de perona
miguel lópez de algarra
gerónimo de algarra
juan lópez de algarra
catalina sanz de montagudo
ana de montagudo
juan de tébar
françisco martínez rruvio
bernardo martínez rruvio
martín de olivares
ysabel de olivares
martín lópez cuchillo
maría de buen cuchillo
alonso serrano sastre
alonso serrano sayona
juan de mondéxar sayona
christóval de la casa
elvira garçía de la casa
christóval de denia
mateo sanz bernal
bartolomé garçía
mari sanz
catalina sanz
françisca lópez
ana lópez
ysabel de mejuta 
luçía garçía
quiteria gavaldona
ginés de tordesillas
diego felipe
hernando martín castillo clemente
alonso garçía de la barrera
marco garçía
esteban galiano
olalea carretera
maría carretera
catalina descobar
luçía descobar
maría descobar
rrodrigo hernández
amador cano
mari sanz cano
teresa martínez
catalina lópez
juan de bonxorne
mari sánchez
elvira lópez
catalina martínez
juan prieto el mozo
françisco de la torre
pedro de la torre
catalina de castañeda

clérigos

el doctor juan martínez de perona cura
françisco de castillo clérigo
juan brabo clérigo
françisco del peral clérigo
ginés de montagudo clérigo
bautista del canpo clérigo
diego garçía carrasco clérigo
francisco (?) clérigo
miguel del peral (?) clérigo

hidalgos

françisco pérez de oviedo el viejo
françisco de (?)
juan cano de buedo
pedro de alcalá
fernando de alcalá
juan pérez de oviedo el mayor
fernando rrui de peralta
alonso de rresa tébar
doña catalina de rresa
diego pérez de oviedo chacón
teresa de castañeda
gonzalo vázquez
juan de villanueva
diego de la torre
diego pérez de oviedo el viejo
la de antonio de villena
diego de la torre alarcón
hernando de córdova

moriscos

luis de salas
alonso lópez
garçía de torrixos
(?) gallego
agustín lópez
martín de viamonte
hernando de lylas
hernando martínez
melchor garçía
diego naranxo
hernando de lorca
diego garçía
diego martínez
diego martínez morocuz
gaspar lópez
martín martínez
hernando carrillo
martín de la fuente
luis herranz
luis lópez
christóval martínez
garçía de la cueva
rafael de guzmán
alonso de veas
diego de molina
baltasar garçía
martín sanz está con juan brabo


De la manera que dicha es los dichos señores alcades hizieron e acauaron la dicha veçindad de los vezinos desta villa por ante mí el presente escriuano a calle hita conforme al tenor de la dicha rreal prouisión de su magestad e lo firmaron de sus nonbres 

alonso de quintanilla téuar         ante mí diego pérez de teuar

Yo el dicho diego pérez de téuar escriuano público en la dicha villa de la rroda por su magestad y el ayuntamiento della que fuy presente a lo que dicho es e ante mi pasó y doy fee que el dicho padrón y veçindad se hizzo a calle hita sin quedarse por sentar ningún vezino ni personas de las ynclussas por la rreal prouisión de su magestad y sin que en ello aya fraude ni engaño e para que dello conste fize mi signo en testimonio de uerdad

diego pérez de teuar escriuano







AGS, EXP. DE HACIENDA. Leg. 202, Averiguaciones de rentas y vecindarios del marquesdo de Villena, 1586


















domingo, 12 de noviembre de 2017

Martín de Gabaldón, un rico hacendado de Motilla del Palancar a comienzos del quinientos

En los años postreros del reinado de los Reyes Católicos y en los primeros del reinado de su hija Juana, la recaudación de la alcabala en el Marquesado de Villena, impuesto teóricamente de un diez por ciento ad valorem sobre la venta de las mercancías, fue llevada en régimen de arrendamiento por vecinos en su mayoría foráneos al Marquesado. Tal es el caso de Pedro de Barrionuevo, vecino de Alcalá de Henares, o Fernán Manuel. vecino de Guadix.

Para garantizar los pagos, estos arrendadores presentaban fiadores, que en muchos casos eran vecinos de los pueblos del Marquesado de Villena, dotados de una hacienda abonada. Hemos de suponer que además de poner su patrimonio como garantía participaban en la recaudación del impuesto y en sus beneficios. El arrendador de las alcabalas del año de 1507, junto a Martín de Córdoba, era el mencionado Fernán Manuel; entre los fiadores que presentó destacaba un vecino de la villa de Motilla del Palancar, llamado Martín de Gabaldón.

Hasta la villa de Motilla del Palancar se desplazó el 15 de julio de 1507, Fernán Manuel para recabar una información de testigos ante el alcalde del lugar, Juan García de Bonilla, que presente, junto a los hermanos Guilleme Catalán y Pedro Serrano, obedece la carta receptoría que acompaña el arrendador de Guadix. Fernán Manuel, para responder por Martín de Gabaldón, presentará por testigos a varios vecinos de la villa de Motilla: Alvar García, Juan García de la Casa y Pascual de Cuenca.


El patrimonio de Martín de Gabaldón


Martín de Gabaldón era natural de la Motilla, llevaba, al igual que sus padres, toda su vida en ella. Su apellido posiblemente delate su origen, sabemos que la aldea de Gabaldón se despobló durante la guerra del Marquesado por la huida de sus vecinos, aunque el asentamiento de los Gabaldón era muy anterior a los años del conflicto. Martín de Gabaldón vivía en unas casas valoradas en 45.000 maravedíes, que lindaban con otras dos casas, propiedad de unos vecinos llamados Alonso Cejalbo y Alonso Valiente del Moral; todas ellas en la denominada calle pública. El patrimonio de Martín se había forjado con las ganancias del cultivo de la tierra, algo compartido con otros vecinos del lugar y con vecinos de otras villas como la de San Clemente, pero a diferencia de esta villa, contaba más el cereal que la vid. En el caso de los vecinos motillanos, el cultivo de cereal tenía un gran peso. Disponía de una viña en el pago de las Olivas, valorada en quince mil maravedíes, lindaba con otras de Pedro Rubio y Pedro Navarro; otra viña, situada en el camino de Alarcón, valorada en otros quince mil maravedíes, lindera de viñas de Alonso Leal y Juan de Portillo; otro majuelo, radicaba en el pago de Benito García el viejo, valorada en veinte mil maravedíes, y lindante con otras de Pascual de Cuenca y Benito Cortijo. Los tres pagos estaban arbolados. Antes que las propiedades se sumaran en un gran patrimonio, el núcleo del origen familiar de las tierras procuraban dar de todo en un modelo autárquico.




El cultivo de la vid era complementario del de los cereales. Martín Gabaldón disponía de diversas hazas, al igual que las viñas, dispersas por el termino de la villa. Señal de una adquisición de bienes por compras sucesivas o, caso de la mayor parte de las tierras, herencia de la roturación de un espacio agrario inculto por sus progenitores y ancestros. Siendo además más pausible lo segundo, dado la proximidad de los campos a la villa y lo exiguo del término de Motilla. Los campos de cereal que poseía Martín Gabaldón eran:

  • Una haza en la vega del Pozo de Arriba de doce mil maravedíes, lindante con otras de Gil de Solera y Gil Tejedor.
  • Una haza de ochenta almudes, camino del Campillo, valorada en dieciocho mil maravedíes, lindante con otras de Juan Navarro y Bernal Leal.
  • Una haza de cincuenta almudes en la Robla, su valor doce mil maravedíes, lindante con otras de Juan de Bonilla y Martín Moreno.
  • Una haza en el sitio de Santa María, de sesenta almudes, su valor quince mil maravedíes, lindante con otras de Miguel Valverde y de los herederos de Pascual de las Heras.
  • Una haza en el camino de Villanueva de la Jara, en los Navajos, de cuarenta fanegas y valorada en doce mil maravedíes, lindante con otras de Pedro Barja y de Miguel Alonso Sánchez.
  • Una haza en la Pedrosilla, de cincuenta almudes y quince mil maravedíes, lindante con otras de Alonso Aparicio y Juan de Cuenca el viejo.
  • Una haza en el camino de Valverdejo, de sesenta fanegas y diecisiete mil maravedíes, lindante con otras de Juan Templado y de los herederos de Lope Martínez
  • Una haza en el camino de Gabaldón, de sesenta almudes y trece mil maravedíes, lindante con otras de Lope Martínez de Alvar Martínez y de Blas de Aparicio.
  • Otra haza en el Río Seco, aneja a la dehesa de Gabaldón, de ochenta fanegas y veinte mil maravedíes de valor, junto a la senda que va hacia Paracuellos.
  • Una haza en la cañada de la Atalaya, de sesenta almudes y quince mil maravedíes de valor, lindante con hazas de Pedro de Toledo y de Martín Sánchez de los Paños.
  • Una haza cerca de las eras de Alonso Valiente y Benito Albaladejo, valorada en quince mil maravedíes.
  • Una haza en la cañadilla de Gil López, de treinta almudes y ocho mil maravedíes de valor, lindante con hazas de Alonso de la Viuda y Gil Tejedor.
  • Un haza en el camino del Moro, junto al majuelo de Martín Moreno, lindando con hazas de Juan Cejalbo y el vallejo de Palomares, su valor veinte mil maravedíes y ochenta almudes de superficie.
  • Una haza en el campo de Arribas, lindante con hazas de herederos de Juan Bermejo y herederos de Juan Palomares, de setenta almudes y dieciocho mil maravedíes de valor.

La sociedad motillana a comienzos del quinientos


Los bienes de Martín Gabaldón eran en su mayoría el legado familiar de sus padres. Su aportación a la hacienda familiar se reducía a la compra de un majuelo y tres hazas. Su mujer, Agueda Leal, aportó al matrimonio un ajuar por cuantía de ocho mil maravedíes, pero no arras ni bienes raíces. La herencia familiar de las tierras beneficiaba a los varones. El reparto de estas tierras entre varios hijos explica el carácter diseminado de los campos. El paisaje agrario es todavía heredero de la segunda mitad del cuatrocientos. La organización del espacio todavía debe mucho a la roturación de la tierra de siglos atrás. Pero ese paisaje primario se ha reflejado en el que hoy día vemos presente: una organización de los campos en tornos a los ejes radiales que cruzan el término redondo de Motilla del Palancar y que en su mayoría responden a los caminos que se dirigían a otras poblaciones comarcanas. El pequeño núcleo urbano de Motilla, con sus casas en torno a la llamada calle pública, no debía albergar por estas fechas más allá del centenar de familias. Los campos, tales los existentes en la vega del Pozo Arriba, se confundían con la población urbana. Estamos en el año 1507, justo en el punto de inflexión en el que se producirá la llamada por nosotros la revolución de mil quinientos, a partir de estas fechas se produce un intenso movimiento roturador que acaba con los espacios forestales de Motilla y se extiende por su aldea Gabaldón, entrando en colisión como ya sabemos con los intereses de Barchín del Hoyo, fundamentalmente ganaderos, y con los derechos comunales de la tierra de Alarcón. Pero ahora, la hacienda de Martín Gabaldón todavía es heredera de las disputas de las familias por controlar el espacio agrario ya existente en torno a los núcleos urbanos. Las nuevas roturaciones no van más allá de los tímidos intentos de conquistar algunos espacios incultos de las aldeas.

Motilla, a comienzos del quinientos es una sociedad de propietarios. Por supuesto, no todos tan ricos como Martín Gabaldón, pero de la enumeración de apellidos de los propietarios de hazas, se deduce un núcleo importante de agricultores medianos que poseían sus tierras en plena propiedad, libres de toda servidumbre y de toda carga hipotecaria, llámense censos, memorias o patronatos. Este grupo de agricultores con capacidad de acumular excedentes agrarios será el que se lance a la ocupación del agreste paisaje de pinares y carrascas que se extiende no muy lejos de los espacios urbanos. El resultado será su desaparición completa y salvaje cuarenta años después.

Martín Gabaldón era un hombre casado, de cuarenta años. Un agricultor, que gobernaba su casa como hombre cuerdo. No poseía caballo ni quería saber nada de aventuras ni obligaciones militares. Era un hombre de transición entre dos épocas, aunque él todavía se ve veía reflejado en la sociedad de antaño. Una sociedad que había vivido las guerras de hacía una treintena de años, y que Martín Gabaldón vio con sus propios ojos siendo un rapaz. Una sociedad conservadora que buscaba la estabilidad de casa, mujer y hacienda. Pero una sociedad con un capital acumulado por las ganancias generadas por la explotación de las tierras familiares en el período de paz del reinado de los Reyes Católicos. Dos fueron las alternativas que se dieron en aquel momento. La primera fue el ansia de rapiña de una baja nobleza que, a la muerte de la reina Isabel, intentó recomponer su hacienda a costa de la población pechera de las villas exentas del Marquesado. Era volver a los viejos tiempos, pero ahora las villas de realengo no estaban dispuestas a renunciar a su libertad alcanzada veinticinco años antes. Dueños de su destino, los labriegos de la Manchuela aprovecharon los recursos acumulados para lanzarse a una aventura ensoñadora que les llevaría a una implosión económica y demográfica insólita y novedosa. Fue el take off de la Mancha conquense. Una revolución prometedora que se traicionará a mediados del siglo por las mismas élites que la habían provocado. ¿La razón? No había más espacio inculto que conquistar. La minoría privilegiada se aferró al poder de la mano de las regidurías perpetuas. Aún así hubo intentos de revertir el capital acumulado en el comercio y una incipiente manufactura de paños, con fama en Motilla, pero pudo más la mentalidad parasitaria de un mundo de representación y valores de la ostentación. La sociedad, a falta de oportunidades, se hizo más desigual.

Pero estamos en el inicio del siglo. En Motilla del Palancar, todos se conocen. Con sus envidias y diferencias de intereses, los problemas se resuelven sin  necesidad de llegar al litigio judicial o, en caso de necesidad, ante el alcalde ordinario Juan García de Bonilla. De las pendencias y diferencias da fe el único escribano existente en el pueblo, Francisco Sánchez, con fama de fiel en su oficio. La escribanía, oficio objeto de disputas en otras villas más grandes como San Clemente y también de duplicidades por estas fechas, en Motilla aún es respetada; sencillamente, porque las diferencias entre los vecinos por las propiedades de la tierra, todavía están en un estado primario. Parece que nada ha cambiado en Motilla del Palancar, pero los herederos de Martín Gabaldón, en su ancianidad, recordarán como irreconocible esta Motilla de comienzos de siglo.


AGS, EMR, leg. 568. Fianzas presentadas por Martín de Córdoba, vecino de Úbeda, y por Fernán Manuel, vecino de Guadix, arrendadores de las alcabalas de los lugares por encabezar del Marquesado de Villena, durante los años 1506-1508.

domingo, 5 de noviembre de 2017

Los Piquinoti contra la villa de San Clemente: la ruina de la Hacienda municipal







La Hacienda municipal de San Clemente ya dio síntomas de agotamiento desde finales del siglo XVI, pero la villa aún tenía liquidez para hacer frente a sus obligaciones.Sin embargo, las crisis de subsistencias del cambio de siglo y la terrible peste de 1600 dejaron a la villa exhausta. En auxilio de la villa llegó don Pedro González Galindo. Era un indiano llegado rico de las Indias, por sus méritos y por su matrimonio con su prima María de Tébar, nacida en la Ciudad de los Reyes. Bien acogidos en la Corte, especialmente su dinero, no lo fueron tanto en su villa de origen. Los sanclementinos nunca olvidaron sus orígenes ligados a la familia conversa de los origüela. Hubo un momento que los González Galindo y los Tébar parecieron dominar el pueblo. Don Pedro se hizo reconocer como regidor perpetuo y familiar del Santo Oficio, salvó a la villa, prestándole diez mil ducados de plata en 1607, en una operación de consolidación de deuda que hizo más llevadero el pago de intereses de préstamos anteriores. La fortuna hizo sonreír a la familia, que compraba bienes raíces de incomparable valor en las fincas de Matas Verdes o de las Cruces. Pero entonces llegaron las envidias, el entorno familiar volvió a sufrir las acusaciones de judaísmo. Pronto el cerco se cerró sobre el más notorio de los origüela, el doctor Cristóbal de Tébar, que para salvar su cuerpo más que su alma, hizo donación de sus bienes para la fundación en la villa de un Colegio de la Compañía de Jesús. El lugar elegido sería la iglesia de Nuestra Señora de Septiembre, donde residía la cofradía del mismo nombre, en la que los origüela trataban de limpiar sus orígenes y presentarse como cristiano viejos.

Mientras los sueños de Pedro González Galindo comenzaban a desmoronarse. Había pensado en dejar su emporio económico a su hijo Pedro, pero su matrimonio con Aldonza de Castilla fue un fracaso. La relación entre padre e hijo se agrió, especialmente después de la muerte de Aldonza sin hijos. Así la herencia familiar recayó en la hija Antonia González Galindo, casada con uno de los principales banqueros del reinado final de Felipe IV, Francisco María de Piquinoti. Antonia pronto enviudaría, ante la repentina muerte de su marido Francisco María, que se había vuelto loco al perder su fortuna. Pero la fortuna de los Piquinoti sobrevivió, salvada por Andrea Piquinoti, cuñado de Antonia, llegado desde Amberes para rescatar los negocios familiares. La herencia de los Piquinoti se dividiría entre sus cuatro hijos. Uno de ellos, Benito González Galindo Piquinoti heredaría el mayorazgo fundado por su abuelo Pedro González Galindo y parte de los bienes de la casa genovesa de los Piquinoti. Así la historia de una familia genovesa de banqueros, los Piquinoti, quedó ligada a la villa de San Clemente. Sin embargo, para los sanclementinos el apellido Piquinoti, o piquirroti, como maliciosamente se les llamaba, era sinónimo de origüela. El odio popular se transformó de una familia a otra. En San Clemente, los condes de Villaleal, título que de Carlos II consiguió para la familia Benito Galindo, eran los odiados piquirroti, que tenían sometida a la villa, incapaz de pagar los intereses de un censo de 10.000 ducados



El censo de diez mil ducados de plata prestados por Pedro González Galindo en 1607 estaba integrado como un bien más en el mayorazgo que fundó, junto a su mujer María de Tébar y Aldana, poco antes de su muerte en 1634. Dicho mayorazgo estaba constituido a la altura de 1697, una vez incorporados los bienes que servían de garantía del censo de los diez mil ducados, por
unas casas prinzipales que están en la dicha villa de Madrid en la calle de Alcalá junto al monasterio de las Ballecas, dos zensos que paga el Colegio Ymperial de la Compañía de Jesús de dicha villa de nueue mill ducados de plata de prinzipal y sus réditos zinco mill reales de vellón en cada un año, un juro sobre una casa que llaman del Salbador que está en la calle Maior de dicha villa de zinco mill y quinientos reales de prinzipal y sus réditos doszientos y setenta y zinco reales de vellón cada un año, un juro de nobenta y zinco mil setezientos y seis marauedís de renta a el año situado sobre yerbas del Maestrazgo de Alcántara, unas casas prinzipales en dicha villa de San Clemente, los oficios de escribanías del número de dicha villa, los oficios de correduría y almotazenía de dicha villa, un molino arinero que llaman del Conzejo en la ribera del río Júcar, la dehesa de la redonda en término de la dicha villa, un juro de mill nuebezientas y zinquenta fanegas de trigo situado en las tercias reales de dicho partido de San Clemente y Marquesado de Villena por priuilexio en cabeza de Pedro González Galindo, un oficio de rexidor perpetuo de deicha villa, el patronato del Colegio de la Compañía de Jesús della, una capilla en el convento de San Francisco della, un zenso de veinte mill ducados de principal en plata ympuesto con facultad real sobre los estados de los Vélez y Molina que corresponden de renta en cada un año doze mill y zien reales de vellón, otro zenso contra don Matheo de Villanueva y consortes vezinos de la villa de Tébar de zinco mill y doscientos reales de principal con poca diferenzia y de renta en cada un año socientos y setenta y tres reales poco más o menos, otro zenso contra el conzexo y particulares de la villa de la Roda, otro zenso contra el conzexo y particulares de la villa de Villarexo de Fuentes, una heredad en el sitio que llaman Matas Verdes en término de Villarrobledo, una viña de quatro aranzadas y media en término de San Clemente y qualesquier rentas y efectos que parezieren ser de dicho mayorazgo

El 29 de septiembre de 1668 llegan a San Clemente desde Madrid el escribano Juan Romanco de la Vega y el alguacil Eugenio de Villalobos. Llevan consigo una real provisión que les ordena un cometido claro: cobrar los 156.247 reales que el concejo de San Clemente debe a don Benito Galindo Piquinoti. En su cometido han de contar con el apoyo del alcalde mayor de la villa, el licenciado Francisco Morlote de Alvear, que, en su testimonio, nos presenta una villa que vive un clima de alteraciones. Él mismo acaba de salir de una excomunión; la razón no es otra que haber sacado por la fuerza a varios retraídos de la iglesia de Santiago, donde se habían refugiado tras cometer un asesinato.

La hacienda local de San Clemente estaba arruinada. Desde los años cuarenta, e incluso antes, la guerra y la presión fiscal habían derivado los ingresos de los bienes propios del concejo a sostener el esfuerzo bélico de la Corona. La crisis de comienzo de 1600 había destrozado las finanzas locales de una villa, que ya desde 1580 vivía del empréstito. En auxilio de la misma llegó Pedro González Galindo y su préstamo de diez mil ducados, en reales de plata, pero ahora, el ayuntamiento de San Clemente se vio impotente para pagar los réditos de este censo. El censo tomado a un interés de catorce al millar, es decir, cerca de un siete por ciento, se había renegociado a un interés más favorable del cinco por ciento anual, a pagar en moneda de vellón. Aún así con crisis de los años cuarenta, San Clemente no pudo hacer frente a los pagos. Se hizo precisa una nueva concordia de 1647, firmada entre el concejo de San Clemente y el segundo marido de Antonia Galindo, Pedro de Velasco y Echauz, donde la insuficiente rebaja de los réditos fue sustituida por el compromiso de destinar durante nueve años dos tercios de las rentas de unos propios, ya muy adelgazados, para pago de los réditos del censo. Pero la villa de San Clemente no pudo hacer frente a los pagos. El doce de junio de 1666 estalló la crisis financiera: la villa de San Clemente fue conminada a pagar los cerca de 1600 ducados que adeudaba de los réditos del censo de Pedro González Galindo hasta septiembre de 1665 y de los intereses acumulados por los retrasos. Dos años después llegarían escribano receptor y alguacil dispuestos a ejecutar la deuda.

El escribano Romanco de la Vega se alojó en la llamada Casa de las Comedias. Pero su actuación no era nada teatral. Para pagar las cantidades adeudadas a Benito González Galindo, se pusieron en almoneda varios bienes propios del concejo: la casa, ingenio, barca  y ejido de los molinos de la ribera del Júcar, la renta de la almotacenía y correduría y la escribanía pública. Un pregonero apostado en uno de los arcos de la galería del Ayuntamiento anunció a comienzos de octubre la venta de los propios de San Clemente. A su lado, el escribano y alguacil, pero también el todopoderoso don Rodrigo de Ortega y el presbítero Andrés de Matilla. La solidaridad se mostró entre los vecinos de una villa tan herida como arruinada y nadie del pueblo hizo postura en la almoneda. La subasta al mejor postor había fracasado, se imponía una tasación previa de bienes.

Daba fe de la ruina de la villa, su mayordomo de propios, José de Gomar, que, para el año que iba de San Miguel de 1666 a 1667, reconocía por ingresos unos misérrimos doce reales. La defensa de la villa frente a Benito Galindo Piquinoti la llevó el regidor Sebastián Cantero de Astudillo, que alegó que los Piquinoti podían advocar sus derechos sobre el usufructo de los propios, pero no sobre la propiedad de los mismos. Pero Benito Piquinoti también tenía quien llevara su causa en la villa, correspondiendo la defensa de sus intereses al clérigo José de Ortega y Rosillo, su primo, que procuró nombrar tasadores para valorar los propios de la villa. Quizás, el mismo nombramiento de los tasadores ya mostraba en sus nombres el aislamiento de Benito Piquinoti en la villa de San Clemente. Francisco Ovejero era un maestro de obras de molinos del lugar de Picazo; los otros tres eran ancianos sanclementinos de la época del abuelo Pedro González Galindo. Diego Martínez Alcaide era un antiguo comerciante que había hecho fortuna en los tiempos de guerra como abastecedor del ejército, Juan de Castañeda, un escribano, dedicado a la administración de las rentas reales, y Pedro Montoya Vizcarra había estado ligado a los arrendamientos de las dehesas del pueblo y del propio molino. Otro clérigo, Juan Rosillo Ángel, presentaría el seis de octubre la primera postura por los bienes del concejo (1). El clérigo no era sino el testaferro de un vecino de Salamanca, llamado José de Encinas y Figueroa, del que poco sabemos, salvo que a la sazón se encontraba en Motilla del Palancar ejecutando las deudas que dicha villa tenía pendientes por el servicio de millones. José de Encinas y Figueroa era uno de esos hombres que se situaba a medio camino entre los administradores surgidos en el contexto de las superintendencias nacidas en 1648 y aquellos que confundían sus oficios públicos con sus intereses privados, cuya hacienda procuraban engordar, aprovechándose de unas villas desvencijadas por el inhumano esfuerzo fiscal y militar soportado desde los años cuarenta.

Los amigos de la familia Piquinoti en San Clemente eran asimismo administradores de los intereses reales en la villa. Diego Martínez Alcaide era arrendador de impuestos, de la alcabala del viento y el cuatro por ciento; con pocos amigos en el pueblo, tenía a dos de sus hijos presos por una causa criminal. Las presiones obligaron a Diego Martínez a renunciar a la tasación e igual proceder siguieron el resto de los tasadores nombrados. Nuevos tasadores fueron propuestos por los Piquinoti, entre los nuevos arrendadores de los propios de los últimos años: Francisco Ballestero el mayor, maestro de obras, Juan López Chicano, arrendador de propios, Antonio Martínez, escribano del ayuntamiento, y Julián Herráiz, mayoral de pastores, y buen conocedor de las dehesas del pueblo. Antonio Martínez declinó el papel de tasador por encontrarse entendiendo, como escribano de comisiones, en un caso de falsificación de moneda en el lugar de Rada y la villa de Iniesta y quizás, con más razón, por haber entendido del asunto de las deudas contraídas con Piquinoti, como escribano de los autos proveídos por el alcalde mayor Morlote Alvear.

A pesar de la imposibilidad de conseguir tasadores, la subasta se reanuda el 15 de octubre de 1668. La postura del salmantino Juan de Encinas Figueroa, que mejoró la puja de su testaferro Juan Rosillo Ángel, hasta doscientos mil reales por los bienes concejiles, causó gran desagrado en el pueblo. El regidor Sebastián Cantero de Astudillo sólo reconocía una deuda de cincuenta mil reales por impagos en los últimos nueve años. Los llamamientos del pregonero Juan del Paraíso a nuevas posturas desde los arcos del ayuntamiento se sucedieron los últimos días de octubre. Nadie acudió. Mientras José de Ortega y Rosillo, el hombre de Benito Galindo Piquinoti en la villa, pedía se hiciera efectiva la postura del salmantino Juan de Encinas para el dos de noviembre. El ayuntamiento de San Clemente, reunido de urgencia la tarde del sábado tres de noviembre consigue retrasar la ejecución de los bienes de la villa hasta el día seis. El caso es que llegado el día seis ni José de Encinas se presenta ni otro postor presenta puja alguna. Entretanto, el concejo sanclementino ha fiado la salvaguarda de sus propios a una tasación de sus bienes que dé fe de un valor superior al que se ofrece en la puja. El 19 de octubre se tasará el molino, a partir del tres de noviembre el resto de bienes propios.

De todos los bienes propios de San Clemente, el molino de la ribera del Júcar, en el término de Sisante, llamado el molino del Concejo, era el más querido. Comenzadas las obras en 1514 por mandato del concejo sanclementino, las mismas corrieron a cargo del cantero vasco Pedro de Oma. Su construcción era un símbolo de la libertad de la villa frente a los monopolios de carácter feudal de la familia Castillo, alcaides de Alarcón. Pero a la altura de 1668, el molino, que, situado a medio camino entre Sisante y Casasimarro, había contribuido al crecimiento de estos pueblos, presentaba un estado calamitoso a ojos de los tasadores Francisco Ovejero y Francisco Ballestero. Una riada del río Júcar en 1667 había llevado a su arrendador Pedro Montoya Vizcarra a abandonarlo.
an visto el molino arinero que está en la ribera del Júcar y la casa y portales que está en el término de Sisante y el exido y yslas, que está el exido de este cabo del molino y llega al río y la ysla está entre el río y el caz, y ansimismo an visto dos hazas que son como todo lo demás referido propios desta villa, las quales están de la otra parte del río como se va desta villa de San Clemente a Casasimarro, que alindan con la uereda que baxa de dicho Casasimarro al río y por la otra parte con güertas del lizenciado Ruypérez, vecino de Casasimarro, todo lo qual según el estado en que oy está lo tasan en ochenta y dos mill y quinientos reales de vellón que es el verdadero valor que todo lo susodicho tiene en propiedad en que se yncluye el derecho de poder tener barca que su sitio della está junto a la casa por la parte de arriba donde ay una cal y canto y un árbol grande que no ay otro en todo su contorno como aquel porque al presente no ay barca, maroma ni los demás ynstrumentos nezesarios para usar della; y declaran que el dicho molino al presente está yermo sin que lo asiste persona alguna y la puerta del dicho molino y casa todo abierto con lo qual cada día vendrá en menos valor, en especial en este tiempo que está ymediato el ynvierno, que con las aguas será preciso que las ruinas se aumenten

Ubicación del molino del Concejo, entre Sisante y Casasimarro
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Imagen de la isla formada por el río Júcar, donde se ubicaba el molino de San Clemente
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Vista detallada antiguo molino y casas y hazas anejas
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En rojo, ubicación del molino del Concejo, propiedad de la villa de San Clemente. Aunque aparentemente las propiedades se se situaban en los términos de Sisante y Casasimarro, en realidad, el término era de Alarcón
Mapas y minutas del Instituto Geográfico Nacional




La tasación del molino en ochenta y dos mil quinientos reales era desorbitada para un ingenio que no estaba en uso, pero tal valoración perseguía apartar de la puja hecha al salmantino José de Encinas, que decidió desistir de la postura hecha. Las almonedas celebradas el nueve y diez de noviembre quedaron desiertas. A decir de José Ortega y Rosillo, no ay quien compre dichos bienes ni habrá quien quiera comprarlos por temor de no enemistarse con el ayuntamiento.

Tan interesado como el ayuntamiento en dejar desierta la subasta estaba Benito Galindo Piquinoti, sabedor que los propios del concejo de San Clemente, o parte de ellos, acabarían en sus manos. El conflicto jurídico estaba servido: el ayuntamiento consideraba que la ejecución solo afectaba a las rentas; Benito Galindo Piquinoti, a la propiedad de los bienes. El diez de noviembre el joven caballero de Alcántara pide se le adjudiquen el molino y propiedades anexos, la almotacenía, la correduría y las escribanías del número y del ayuntamiento. Dos días después el juez Juan Romanco de la Vega dicta sentencia adjudicando en venta judicial a Benito González Galindo la propiedad de una parte de los bienes propios de la villa de San Clemente: el molino y anejos, la almotacenía y la correduría
debo adjudicar y desde luego adjudico para en propiedad del dicho pago a el dicho don Benito Galindo Piquinoti y a quien por él fuere parte el molino arinero que está en la ribera del Júcar, casa y portales que están en el término de Sisante, que está de esta parte del molino y llega al río y la ysla que está entre el rio y el caz; y dos hazas que están de la otra parte del dicho río, en el camino que va de esta villa a Casasimarro, y alindan con la vereda que baja de dicha Casasimarro al río, por una parte, y por otra con güertas del lizenciado Ruy Pérez, vezino de dicho Casasimarro, que todo lo referido es propio de esta villa y está tasado en ochenta y dos mil y quinientos reales de vellón; y ansimismo adjudico a el susodicho los oficios de correduría y almotaçanía de esta villa en propiedad que son propios de esta villa y están tasados en settenta mil reales de vellón
El valor de los bienes adjudicados, 152.500 reales de vellón, no llegaba ni siquiera a  cubrir la totalidad de la deuda contraída con Benito Galindo Piquinoti: 156.247 reales de vellón y 18 maravedíes de los réditos del censo, a los que había que añadir 437 reales y 17 maravedíes de costas judiciales. No perdonaría Benito Galindo los 3.747 reales y 18 maravedíes restantes. El pago se haría sobre el arrendamiento del molino del último año. Mientras, para formalizar estos flecos de la venta judicial y dejar atados todos los cabos con el ayuntamiento, actuará como asesor en las operaciones el licenciado Lucas Mateo Fernández. Cuando el 5 de diciembre se hace tasación de costas y salarios la cantidad adeudada ha subido a 299.311 maravedíes, más de 8.800 reales. La deuda seguiría acrecentándose. El resultado es que Benito Galindo Piquinoti se haría por venta judicial con la propiedad de la escribanía en 1677 y con la dehesa redonda en 1686.

La venta judicial de los propios suponía una merma financiera para la villa que sería un elemento de primer orden para explicar el estado de postración de la villa. Pero hubo gestos simbólicos que fueron tanto o más importantes. Así cuando se entregaron los patrones de pesos y medidas de la villa, en posesión del arrendador de la almotacenía, a José de Ortega y Rosillo, representante de Benito Piquinoti
el qual (el almotacén Nicolás de Peñaranda) puso de presente el marco, pesos y medidas siguientes: una media arroba de arambre  para medir vino, un quartillo y medio quartillo de barro, un quartillo y media azumbre, de arambre, para medir miel, media libra y quarterón de oja de lata para medir azeite, un marco que dijo ser de quatro libras de peso con su balanza para contrastar las pesas, seis pares de balanzas viejas echas pedazos que no se puede usar por estar en dicha forma, una pesa de yerro de dos libras, otras tres pesas de 1 libra de yerro, otras dos pesas de yerro de a media libra, medio zelemín de madera herrado y medio quartillo de lo mismo sin herrar, una caja de madera para padrón de las varas de medir, una media fanega de nogal herrada para medida por donde se ajustan las demás desta villa, un cuño en que ay una que es la señal de que usa esta villa para marcar los pesos y medidas que se corrijen con los dichos padrones 



La villa de San Clemente nunca aceptaría la enajenación de los propios de 1668 y recurriría la decisión del juez y escribano receptor Juan de Romanco de la Vega ante el Consejo de Castilla. Por fin el 6 de octubre de 1728 conseguiría la nulidad de la venta judicial de 1668. El conflicto había seguido latente todos estos años. Desde 1681, la villa de San Clemente se había negado a pagar los réditos del censo, acumulando una deuda con los Piquinoti para el periodo de 1681 a 1729 de 207.900 reales. Incluso todavía se adeudaban 4.243 reales de la venta judicial de 1668. A la ruinosa situación de la Hacienda municipal de la villa de San Clemente se había intentado dar salida con un concurso de acreedores de 1672, pero la situación se había complicado sobremanera. Al concurso se presentó don Fernando Manuel Piñán de Zuñiga, beneficiado de Nuestra Señora de la Antigua de la ciudad de Sevilla, y heredero del censo de 6.000 ducados de plata que don Pedro Piñán había prestado a la villa de San Clemente. Fernando Manuel Piñán pidió el secuestro y reserva de bienes municipales, que pasarían a su administración directa, para hacer efectivo el cobro de los réditos de su censo. El cobro de los censos de los Piquinoti y Piñán entrarían en colisión. Hubo un nuevo concurso de acreedores en 1702, pero la cruenta realidad de la Guerra de Sucesión lo dejó en papel mojado.

Los Piquinoti reavivarían el pleito el 15 de enero de 1731 para recuperar las deudas atrasadas. Pero esta vez se querellarían tanto contra el concejo de San Clemente como contra los herederos de los Piñán. El detonante para la querella de los Piquinoti ha sido un auto del ayuntamiento de San Clemente de 12 de diciembre de 1730 decretando el secuestro de los bienes y rentas de los Piquinoti en la villa, intentando volver al concurso de acreedores de 1702, que no diferenciaba adscripción de bienes propios diferenciados y reservados para el pago de deudas a los acreedores y retomaba el control municipal de todos los bienes (incluidos los de la venta judicial de 1668 y posteriores, que solo se declarará nula en 1728) para hacer frente a los pagos. Los Piquinoti conseguirán de la justicia derogar el acuerdo del ayuntamiento de San Clemente de 12 de diciembre de 1730 por sentencia de 18 de mayo de 1741, haciendo valer el reconocimiento de sus deudas.

El quince de julio de 1741, el heredero de los Piquinoti, Juan Francisco Galindo Piquinoti, hijo de José Joaquín Galindo Piquinoti y nieto de Benito, decide hacer efectiva hacer la sentencia de la Chancillería de Granada de 18 de mayo y envía a Francisco Collar a negociar y ajustar con el ayuntamiento de San Clemente las cantidades que por las rentas de la almotacenía, correduría y escribanía se deben desde tiempos de su abuelo. En realidad, hay por ambas partes intención de llegar a un acuerdo para terminar con un conflicto que ya dura un siglo. Así, en la reunión del ayuntamiento de la villa de 29 de julio de 1741 se decide nombrar un contador a Francisco Antonio Cifuentes Mazo para liquidar cuentas con los Piquinoti, que nombraban su contador propio en la persona de Hipólito Francisco Jericó. En la distensión del conflicto contribuyó que los Piquinoti trocaran el interés por las deudas del concejo de San Clemente por otra disputa: la herencia de Andrea Piquinoti, el hermano de Francisco María y cuñado de Antonia Galindo, cuyos bienes no se integraron en le mayorazgo fundado por su padre y de los que eran legitimos herederos los cuatro hijos de Antonia. Pero los auténticos protagonistas que asumieron la responsabilidad de dar una solución final a tan largo conflicto fueron los regidores Juan de Espila Perona y Sebastián Belmonte.

En la liquidación de cuentas del concejo de San Clemente con los Piquinoti, la villa de San Clemente alegó que debía descontarse las ganancias de los bienes propios adquiridos por los Piquinoti en ventas judiciales desde 1668. Así los molinos harineros, por ejemplo, había sumado a la casa Piquinoti unas rentas anuales de 3.300 reales, la dehesa redonda, seiscientos reales, la correduría y almotacenía, 2.200 reales anuales, la escribanía en 2.650 reales anuales. Tales valores de arrendamiento no eran fijos en los diferentes años pero si estimativos. De tal modo que la escribanía no siempre se arrendaba en un único titular que la subarrendaba en otros escribanos, así a partir de 1712 se tendió a arrendamientos individuales entre los diez y ocho escribanos que la servían por una cantidad fija de cien reales, o al menos esta era la cantidad declarada, sin duda unfravalorada, ante la Contaduría mayor de rentas en manos de los Melgarejo. Lo que no cabe duda es que los Piquinoti exprimieron las rentas enajenadas a su favor de la villa de San Clemente. Una muestra es que para el período 1706 a 1716 los ingresos recibidos por el arrendamiento de la almotacenía y correduría ascendían a 787.292 maravedíes, es decir, algo más de dos mil ducados.

La liquidación de cuentas entre el concejo de San Clemente y los Piquinoti se formalizó el 30 de octubre de 1741 y comprendió el período comprendido entre el año 1629 y el año 1740. El censo de los diez mil ducados de plata imponía un interés próximo al siete por ciento, pero en la concordia de 1647 se decidió un nuevo interés del cinco por ciento, quinientos ducados, nuevamente rebajados en 1706, por una pragmática que afectaba a todos los censos, a un interés del tres por ciento, trescientos ducados:

  • Para el período de 1629 a 1638, 46.750 reales de réditos
  • Para el período de 1638 a 1647, 52.250 reales de réditos, más 4.000 reales de costas. Sumados a los anteriores hacen un total de 103.000 reales, que fueron reconocidos por la villa en la concordia de 1647.
  • Para el período de 1647 a 1705, 319.000 reales
  • 285 reales de prorrata de los réditos del año 1705, desde 18 de julio hasta que se decide en agosto de ese año bajar los intereses al 3 por ciento
  • 3.119 reales de prorrata de los réditos desde 17 de agosto de 1705 hasta misma fecha de 1706
  • Para el período de 1706 hasta 1728, 72.600 reales de vellón
  • 731 reales de prorrata de réditos desde 17 de julio hasta seis de octubre, fecha de sentencia de nulidad de las ventas judiciales de los propios de la villa.
  • 24.050 reales de los pagos hechos entre 1668 y 1728 al censo de doña Isabel de la Cadena, de 800 ducados de principal, por haberse sacado de las rentas de los propios embargados al censo de los Piquinoti
La liquidación de cuentas no sería aceptada por el concejo de San Clemente, que no reconocía las deudas que los Piquinoti pretendían de la memoria de Isabel de la Cadena, y se quejaba de las abultadas rentas que los Piquinoti habían ganado de la administración de los propios en el tiempo que los habían poseído tras la venta judicial. Pero San Clemente no quería avenirse a una solución, detallando las partidas que denunciaba. Simplemente, no quería pagar. Por los datos aportados por el Archivo Histórico de San Clemente tenemos noticias que el pleito entre la villa y los Piquinoti seguía en la década de los sesenta y que en 1786 se ajustaban cuentas para redimir el censo. En todo, este intervalo de tiempo los Piquinoti, llamados por el pueblo los piquirroti, que denunciaba sus orígenes conversos, procedentes de la familia origüela, eran el centro de las iras y el odio exacerbado del pueblo. Desde Antonia Galindo, la madre de Benito Galindo Piquinoti, el I Conde de Villaleal, ningún miembro de la familia había osado pisar la villa. Mientras, su casa palacio de San Clemente, el hogar familiar de Pedro González Galindo y su mujer María de Tébar y Aldana, permanecía en ruinas, como sigue hoy en día, con su vieja portada y escudo de armas familiares. Era el símbolo de la pervivencia de los origüela, de cuya sangre todos los sanclementinos querían renegar, pero ninguno podía olvidar.


Anexo. La Hacienda municipal hacia 1665

La hacienda municipal de la villa de San Clemente había menguado muy rápidamente desde comienzos del siglo. El patrimonio municipal, los llamados bienes propios, se habían vendido en los años treinta y cuarenta para hacer frente a las exigencias fiscales y militares de la Monarquía hispánica.  Todos estos bienes estaban hipotecados desde 1607, cuando la villa los ofreció como garantía en el censo de diez mil ducados de Pedro González Galindo. Por entonces, el valor de los mismos se había detallado de la siguiente manera:

  • La escribanía pública de la villa, con una renta anual de 600 ducados (225.000 mrs.), y que en el futuro garantizaría el pago de intereses.
  • La escribanía del ayuntamiento.
  • La caballería de la sierra, de los pinares, montes, dehesas y términos baldíos, con una renta anual de 100 ducados (37.500 mrs.)
  • Almotacenía, 200 ducados (75.000 mrs.).
  • Correduría, 300 ducados (112.500 mrs).
  • Los aprovechamientos de los dos pinares en los caminos de Munera y Villarrobledo, el monte de encinas del Cadozo y San Ginés, camino de Villar de Cantos y Santa María del Campo.
  • Las rentas de los sitios y hornos.
  • Los censos perpetuos sobre las heredades y tierras de la cañada de camino de Villarrobledo.
  • Renta de 12.000 maravedíes sobre los oficios de fieles ejecutores.
  • Penas impuestas en virtud de ordenanzas.
  • El molino harinero, una barca en la ribera del Júcar, en término de Vara del Rey, que rentaba 100.000 maravedíes anuales.
  • Las casas del cabildo y ayuntamiento.
  • La casa de la carnicería, red de peso, cámaras y graneros para pósito y alholí.
Hacia 1625, la rentas procedentes de los propios presentaban una situación mucho más boyante, que garantizaba el pago de los réditos del censo de diez mil ducados de Pedro González Galindo.
  • Escribanía pública, que sirve diez o doce escribanos, valor de 20.000 ducados, renta anualmente, 231.776 mrs. 
  • Escribanía del ayuntamiento, consumidas (vendidas a particulares), valor de 2.000 ducados, renta anual, 0 mrs.
  • Correduría y oficio de corredor, valor de 5.000 ducados, renta anual, 80.000 mrs.
  • Renta de la almotacenía, valor de 4.000 ducados, renta anual, 70.000 mrs.
  • Caballería de la sierra para guarda de los montes, términos y vedados, valor de 3.000 ducados, renta anual, 75.000 mrs.
  • Renta perpetua: Censos contra vecinos impuestos sobre tierras de la Cañada de Santa Ana, valor de 1.000 ducados, renta anual, 16.000 mrs.
  • Dos oficios de fieles ejecutores, servidos por dos regidores, pagados con penas de cámara, valor de 2.000 ducados, renta anual, 12.000 mrs.
  • Casa de los molinos harineros en la ribera del Júcar, valor de 10.000 ducados, renta anual, 136.000 mrs
  • 1/3 de las cortas de montes, pinares y dehesas, valor indeterminado, renta anual, 20.000 mrs.
  • Dehesa de Alcadozo, valor indeterminado, renta anual, 13.600 mrs.
  • Dos montes de encinas y pinares en los caminos de Villarrobledo, valor indeterminado, renta anual, 27.200 mrs.
  • Monte de encinas de Alcadozo y otro de Villar de Cantos (arrendada la bellota junto a la de las encinas ubicadas en los pinares, valor indeterminado, renta anual, 136.000 mrs.
  • Dehesa y pinar de la hoya de la Cierva, que es monte de encinas, pertenecientes a las heredades de Villalpardillo, valor indeterminado, renta anual, 34.000 mrs
  • Sitios yermos, ejidos de Rus, heredad de Casablanca, valor indeterminado, renta anual, 20.000 mrs.
  • Renta que pagan los abastecedores de carnicerías por el abasto y uso de la dehesa carnicera, valor indeterminado, renta anual, 53.256 mrs.
  • Alhorí de la villa, 2.000 ducados (valor de trigo y dinero), renta anual,  0 mrs.
  • Pósito de Alonso de Quiñones, 10.000 fanegas de trigo, no hipotecables a deuda alguna, renta anual, 0 mrs.
  • Casas de la cárcel, casas de su cabildo e ayuntamiento y las casas de las carnicerías y pósito, valor indeterminado, renta anual, 0 mrs.
TOTAL RENTA DE LOS PROPIOS: 954.834 mrs.

Así, podemos definir la hacienda municipal de la villa de San Clemente como una hacienda desahogada, pero a partir de los años treinta, las dehesas comenzaron a arrendarse, primeramente, y enajenarse después, cuando no, caso de Villar de Cantos, pasar a jurisdicción señorial de los Ortega. Los ingresos de las dehesas fueron a parar a sostener el esfuerzo bélico de la Monarquía, después se sumaron el caudal e ingresos del pósito. Las rentas, como la correduría, la almotacenía y la propia escribanía, que dependían del número de transacciones y negocios, decayeron paralelamente al declinar de las actividades comerciales de la villa. San Clemente fue incapaz de hacer frente a los pagos. Hemos citado anteriormente el testimonio de José Gomar, mayordomo de propios, que reconocía en el balance anual de su arca apenas doce reales, que desaparecieron tan pronto como ingresaron.

Los principales ingresos del ayuntamiento hacia 1665 procedían del arrendamiento de unos pocos bienes propios: la escribanía, la almotacenía, la correduría, la dehesa de Villalpardillo y el molino de la ribera del Júcar. El molino todavía procuraba al concejo 128.919 maravedíes anuales cuando Pedro Montoya Vizcarra lo arrendó en el período de 1664 a 1668. Los escribanos pagaban desde 180 a 700 reales por el ejercicio de la escribanía del número, pero el importe de dicha renta había disminuido por ser ejercida por menor número de escribanos. A decir del escribano Juan de Castañeda el valor de las escribanías del número y ayuntamiento no distaba en 1668 del valor que tenían en 1598, cuando la villa las compró por ocho mil ducados; cifra muy alejada de los veinte mil ducados en que serán valoradas un cuarto de siglo después. La correduría y almotacenía sería valoradas en 1668 en alrededor de 70.000 reales de vellón, considerándose que la renta anual no iba más allá de 1500 reales de vellón. Rentas muy minusvaloradas desde comienzos de siglo.

La villa tenía además de propiedades dos obligaciones principales, que respondían a dos censos contraídos en el pasado. Uno era el mencionado censo de diez mil ducados de Pedro González Galindo; el otro era un censo a favor de los herederos de Isabel de la Cadena, por el que la villa pagaba unos réditos anuales de 982,5 reales de vellón.




(1) La postura de Juan Ángel Rosillo, que actuaba en nombre de don José Encinas Figueroa,  se desglosaba del siguiente modo:

  1. Por el molino, casa, barca y ejido de la ribera del Jucar, 50.000 reales de vellón (punto de partida de la subasta 40.000 reales)
  2. Por la almotacenía, 35.000 reales (punto de partida 30.000 reales)
  3. Por la correduría, 25.000 reales (punto de partida, veinte mil reales)
  4. Por la escribanía, 55.0000 reales (punto de partida 50.000 reales)
  5. Por la dehesa de Villalpardillo 30.300 reales (punto de partida 30.000)

ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE GRANADA (AChGr). 01RACH/ CAJA 845, PIEZA 11. Pleito entre la villa de San Clemente y los Piquinoti o condes de Villaleal por los réditos de un censo. 1741